La noche del 9 de septiembre los vecinos a la población El Olivar de Viña del Mar, despertaron de golpe. Un grupo de desconocidos habría prendido fuego a tres maquinarias de una construcción que llevaba un par de semanas removiendo el terreno que corresponde a parte del Estero el Olivar, para comenzar a edificar lo que sería el edificio de Alto Horizonte en la Avenida Tamarugal, un proyecto inmobiliario del Servicio de Vivienda y Urbanismo (SERVIU), que brindaría solución habitacional a 372 familias. A pesar de que aún no se identifican a los autores del incendio, la comunidad está organizada contra este proyecto, pues acusan que no se realizó una evaluación de impacto ambiental de manera rigurosa. La zona cuenta con napas subterráneas que solo fueron informadas como cursos de aguas lluvia en la Declaración de Impacto Ambiental que realizó la constructora, Beltec Limitada, lo cual podría afectar el abastecimiento de agua de localidades aledañas, incluyendo el Jardín Botánico, cuyo principal afluente es este estero.

Cuenca El Olivar. Cedida
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Paula Escobar, vecina de la Población El Olivar y miembro de la organización El Olivar Ecorganizado, señala que cuando se informó de la presencia de Belloto del Norte en la zona  a construir alertaron inmediatamente a la Corporación Nacional Forestal (CONAF), quienes a través de la sección de Fiscalización Forestal, fueron a terreno a identificar las especies. El 8 de septiembre se ingresó un requerimiento para invalidar el plan de manejo de la construcción, el 23 de septiembre fue declarado admisible, por lo que la constructora tuvo que acudir al Segundo Juzgado de Policía Local de Viña del Mar para comparecer a la justicia por haber  infringido la ley 20.283 de bosque nativo, y haber talado sin autorización especies como el Belloto.

Cuenca El Olivar
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La  primera etapa de la Población El Olivar fue construida en el año 1980 también por el SERVIU de esos años. Con el tiempo el sector ha ido creciendo, al igual que la región completa que cada año debe enfrentarse a nuevos desafíos frente a la urbanización acelerada. Cercano a esta zona está el estero El Olivar, y varias cuencas, que son territorios donde las aguas superficiales que bajan por las laderas de los cerros y convergen en el mismo cauce. Son sistemas dinámicos habitados por especies muchas vegetales, conformando remanente de bosque nativo, que aprovechan esas aguas para sobrevivir en climas en que las lluvias son cada vez más escasas. Son ricas en recursos naturales de allí el afán humano de habitar cerca, sin embargo, el crecimiento de las poblaciones en estas zonas exige pensar medidas que aplaquen el deterioro de la biodiversidad de estos ecosistemas y que, por ejemplo, prevenga desplazamientos de tierras sobre las viviendas.

Cuenca El Olivar. Cedida
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La cuenca del estero El Olivar se conforma a partir del cauce de distintas vertientes naturales y aguas lluvias de la zona. Es el único abastecimiento de agua del Jardín Botánico de Viña del Mar y cualquier alteración en sus cauces o cobertura afectará de forma directa a las actividades y el suministro hídrico del lugar. Además, también brinda agua a pequeños agricultores de la zona. La subcuenca cercana a la población El Olivar es parte de este complejo entramado, abundante en biodiversidad nativa y especies vulnerables, por eso preocupa su conservación y los efectos que tendría un proyecto inmobiliario de este tipo que contempla 19 edificios para 372 familias. Actualmente esta constituye una zona de riesgo climático, pues al reemplazar árboles por concreto queda propensa a derrumbes o incendios.

Cuenca El Olivar. Cedida
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Es complejo planificar territorios en que la pobreza y el medio ambiente sean ejes claves, pues el deterioro de la naturaleza no proporciona condiciones de bienestar para las personas. Por el contrario, puede agravar la vulnerabilidad. En ese sentido, el investigador del Instituto de Geografía e ingeniero forestal de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Ariel Muñoz, indica que es necesario que proyectos como estos, que muchas veces construyen en zonas de vulnerabilidad frente a riesgos climáticos y sociales, tengan una planificación mucho más minuciosa. «Es necesario delimitar zonas y especies protegidas para atenuar y mitigar riesgos», comenta el investigador. «La sociedad debe internalizar la planificación de áreas verdes y relevar su valor ambiental para que se convierta en un atributo de las ciudades inteligentes», agrega.

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Conservar árboles y sus territorios: el caso del belloto del norte

La presencia del belloto del norte en la zona a construir fue una de las razones para que CONAF se pusiera en alerta y se quejara ante la ilegalidad de la construcción en El Olivar. Este árbol es una de las siete especies arbóreas declaradas monumento natural por el Ministerio de Agricultura, categoría que permite contribuir a su preservación y conservación en todo el territorio, y cuya explotación o tala está penada por la ley. Por supuesto, proteger el árbol implica proteger la tierra en que está, por eso estas especies pueden ser tan importantes para salvaguardar un territorio de la intervención.

Cuenca El Olivar. Cedida
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El Beilschmiedia miersii o belloto del norte está protegido desde 1995, actualmente se en categoría de peligro de extinción y se distribuye la zona de la cordillera de la costa entre las regiones de Valparaíso y Metropolitana. Puede alcanzar hasta 25 metros de altura y su tronco un diámetro de más de 70 centímetros. Además, es de la familia Lauraceae junto al peumo y el lingue. Sus hojas tienen formas ovaladas y se encuentra principalmente en el fondo de las quebradas, donde es más abundante el agua, ya que requiere de grandes cantidades para vivir. Muchas de las subpoblaciones han desaparecido debido a la urbanización, actividad minera y conversión de bosques a actividades agrícolas.

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«Proteger una especie permite poner atención en los cambios de uso de suelo  y planificación urbana», dice la agrónoma e investigadora del Centro Ceres y FitaLab, Javiera Diaz, quien afirma que, para lograr un ordenamiento territorial que dé respuesta a las necesidades de las poblaciones y conserve la biodiversidad, es necesario el diálogo entre expertos, autoridades y participación ciudadanas. «Es posible hacer coexistir ambientes silvestres y urbanos. podríamos tener bosques urbanos que sean refugio para otras especies», agrega.

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Los beneficios de las áreas verdes, o mejor dicho, espacios silvestres cerca de las ciudades son muchos: regulan el ciclo hidrológico, la amortiguan de crecidas de cauces, suministran de agua para consumo humano.; también funcionan de atrapa nieblas y condensan la humedad de las neblinas en su follaje, esto «resulta grandes gotas de agua que llegan al suelo y que suman volumen similar al de las precipitaciones de las regiones australes», comenta Díaz. De esta forma los grandes arboles se mantienen y funcionan como esponjas que retienen el agua e infiltran a las napas subterráneas. «Por esto, los bosques, principalmente aquellos de quebradas, son considerados ecosistemas estratégicos, en especial en las ciudades», agrega la investigadora.

Cuenca El Olivar. Cedida
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A esto agregar también que el contacto con parques influye positivamente en la salud las personas. Se han determinado efectos sobre la obesidad, enfermedades cardiovasculares, diabetes, asma, problemas de salud mental; como depresión, la ansiedad, los trastornos del ánimo y el estrés, deterioro cognitivo, etcétera. Sin embargo, presencia y protección de bosques urbanos, está directamente relacionada con la desigualdad social, pues el Chile, los sectores más vulnerables cuentan con menos áreas verdes, pese a que estas tienen efectos directos en la calidad de vida y bienestar.

La urgencia de planificar «territorios verdes»

Las áreas verdes de Viña y Valparaíso tienen un valor sumamente importante en la planificación futura de las urbes, pese a que la legislación chilena no impide construir sobre bosques nativos, siempre y cuando los proyectos cumplan con la normativa, estos pulmones verdes dentro de las ciudades son clave para asegurar la subsistencia de estas. Conservar los bosques y cauces de aguas naturales previene olas de calor, incendios y derrumbes, un escenario que se hace cada vez más frecuente en la zona, sobre todo por los cambios en el uso de suelo y en el clima que experimentamos actualmente.

Cuenca El Olivar. Cedida
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Construir sobre un cauce de agua es, sin duda, un riesgo muy grande, tal como ocurrió en la zona costera de Los Molles hace unos meses, cuando se inundó el área donde se emplazaban edificios que implicaron el relleno de un humedal. Un edificio no amortigua los efectos del cambio climáticos como las variaciones en las precipitaciones, sino que pone en riesgo y aumenta la vulnerabilidad de las personas que viven allí. Si bien, todo proyecto inmobiliario puede y debe tomar las precauciones necesarias para evitar estos impactos, los pronósticos no son muy alentadores, sobre todo para la Quinta Región, en que la remoción de masas, representa uno de los mayores peligros a la infraestructura social, seguida por los incendios, según el Programa para la Resiliencia Climática para el Área Metropolitana de la Región de Valparaíso.

Cuenca El Olivar
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El director regional de CONAF, Sandro Bruzonne, señaló que efectivamente se encontraron especies de bosque nativo que no fueron declaradas en el plan de manejo y que el deber de la institución es entonces tomar cartas en el asunto y exigir que se ajusten a la legislación forestal. «En Chile está regulada la tala incluso las especies declaradas monumento natural, si es que se tienen razones por las cuales se puede intervenir: obra pública, defensa nacional, ciencia o protección, son algunas», pero para ello el proceso debe adecuarse a la normativa vigente, aclara.

Cuenca El Olivar. Cedida
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Bruzonne y Muñoz convergen en algo: no son las inmobiliarias únicas culpables en este problema sino la planificación urbana con todos los estamentos e instituciones involucradas en estas decisiones. Pues mientras  los proyectos se ajusten a la normativa, que en cuanto a conservación y protección del medio respecta es bastante flexible, los proyectos se podrán realizar. «Incluso las especies declaradas monumento natural tienen razones por las cuales se puede intervenir: obra publica, defensa nacional, ciencia o protección, no hay prohibición estricta. En medida que los proyectos cumplan con la normativa, se puede avanzar en ello», señala el líder de Conaf. «Hay que partir de antes», dice, refiriéndose a la planificación urbana y planos reguladores que están en manos de la municipalidad. 

Cuenca El Olivar. Cedida
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El investigador de la PUCV propone algo más allá: dejar de construir vulnerabilidad ante riesgos climáticos. «Mientras más cuidadoso sea el proyecto o mientras más responsable sea, mejor. Debemos ponerle valor a estas características y dejar todo previsto:  tener zonas de conservación,  minimizar el impacto  y mejorar  la calidad  de vida. Estos serían paradigmas nuevos en ciudades inteligentes y sostenibles», agrega. 

Este caso se suma a la larga lista de proyectos inmobiliarios polémicos en el país, sin embargo, a pesar que la ley no impide que se siga edificando en El Olivar, la pelea que han dado las comunidades para impedirlo está  aún en desarrollo. Queda un llamado de atención a las autoridades e instituciones encargadas de planificar ciudades, para que estas puedan proporcionar bienestar en la población a corto y largo plazo. Así, poner en relevancia la conservación del bosque nativo y los ecosistemas en las ciudades significa también no profundizar las  desigualdades sociales y proteger nuestro futuro, pues cambiar la forma en que diseñamos los territorio que habitamos, ante la crisis climática y sus embates es urgente.

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