Hay especies altamente sensibles a los cambios de su hábitat. Algunos les llaman especies bioindicadoras. Otros les llaman especies centinela, ya que con ellas se puede tener una referencia de qué tan sano o qué tan deteriorado está un ecosistema.

Los bioindicadores son un grupo de animales, vegetales y hongos cuya presencia sirve para determinar las condiciones ecológicas de un lugar. También pueden indicar el impacto que una acción concreta puede tener en un ecosistema, sobre todo cuando hablamos de especies centinela que son constantemente monitoreadas.

Quizás en un ecosistema que está altamente deteriorado hayan desaparecido todas las especies que en él habitaban, pero eso no significa que todas esas especies sean bioindicadoras. El término es bastante amplio. Sin embargo, las especies centinelas o bioindicadoras serán las primeras en desaparecer y, por lo tanto, en alertar que algo está sucediendo en el lugar específico.

Plantaciones forestales. Créditos José Gerstle
Plantaciones forestales. Créditos José Gerstle

Así, la desaparición de una especie considerada bioindicadora, o la gran disminución de su población, puede decirnos mucho sobre la salud de un ecosistema en particular. Esto es particularmente importante de monitorear hoy en día, en especial porque muchas de estas especies suelen pasar inadvertidas al ojo humano, como muchas de insectos o anfibios. Las actividades antrópicas, en conjunto con la crisis climática y sus consecuencias, son la principal causa de la degradación de los hábitats de las especies.

En este artículo, consultamos a Rodrigo Barahona, investigador en ecología de los insectos y otros invertebrados del Departamento de Ciencias Biológicas y Biodiversidad de la Universidad de Los Lagos, y Andrés Charrier, herpetólogo y fotógrafo, para conocer cuatro especies chilenas altamente sensibles que desaparecieron o están en peligro de hacerlo.

Los insectos

«Muchas personas piensan que los insectos tienen amplios rangos de distribución y que, por lo general, son animales muy abundantes. Y en realidad, no es tan así«, explica Rodrigo Barahona, investigador en ecología de los insectos y otros invertebrados del Departamento de Ciencias Biológicas y Biodiversidad de la Universidad de Los Lagos.

Estos pequeñas especies son exotermos, organismos que dependen de la temperatura ambiental. «Hay algunos organismos que están muy adaptados a vivir en, por ejemplo, un bosque. La pérdida del bosque es un factor decisivo para su supervivencia, porque aumenta la temperatura y el animal que está acostumbrado a vivir en temperaturas más húmedas va a sentir el calor y si no encuentra un refugio morirá. La población morirá y ese organismo desaparecerá de ese hábitat», indicó Barahona.

Por otro lado, normalmente muchos de los insectos dependen de recursos específicos como alguna flor en particular, de hongos, de presencia de madera, o de otra relación mutualista o parasitaria, entre otras. Un gran problema es que son tan pequeños que tienen poca movilidad como para buscar otro sitio con los mismos recursos si es que estos desaparecen.

El tenebriónido del archipiélago de Los Choros

Los tenebriónidos son un gran grupo de la familia de los coleópteros, o comúnmente conocidos como escarabajos. Se han registrado más de 20 mil especies de tenebriónidos y, como hace referencia su nombre, se ubican en zonas en las que llega poca luz, «tenebrosas», de los ambientes esteparios y desérticos.

Este es el caso de un tenebriónido que habita el archipiélago de Los Choros, ubicado en la Reserva Nacional Pingüino de Humboldt entre Elqui y Huasco. Su nombre científico es Gyriosomus granulipennis, pero también es conocido como «vaquita de Isla Choros», a raíz de su ubicación.

Gyriosomus granulipennis. Créditos Luis EA Letelier-Gálvez
Gyriosomus granulipennis. Créditos Luis EA Letelier-Gálvez

Mide como máximo 24 milímetros, es un gran polinizador y come plantas, flores y materia orgánica en descomposición. Sus élitros, o alas anteriores, están cubiertos de pequeños y finos pelos de color dorado que le dan un aspecto poroso.

Desde el 2009, gracias al trabajo de los investigadores en entomología Jaime Pizarro Araya, Olivia E. Vergara y Gustavo E. Flores, se encuentra en la categoría de conservación «Vulnerable» (VU D2). Los investigadores solicitaron esta categoría de conservación debido a que el insecto sólo se ha encontrado en Isla Choros y su población tiene un área de ocupación menor a 20 kilómetros cuadrados. Es decir, es muy restringida su hábitat.

Los investigadores mencionaron en su publicación que una de las mayores amenazas que enfrenta la vaquita de Isla Choros es la remoción de dunas debido a caminatas de turistas, ya que es precisamente en las dunas donde estos escarabajos ponen sus huevos. También se ven afectados con la fragmentación de su hábitat, la disminución de especies de plantas que posee esta pequeña isla y la introducción de animales exóticos.

El caracol de Paposo

La única población conocida en el mundo del caracol de Paposo (Chilina angusta) se encuentra en un humedal en la quebrada de Paposo, en la Región de Antofagasta, en un hábitat de cerca de 50 metros cuadrados.

Es un pequeño caracol que mide apenas 12 milímetros y pesa poco menos de un gramo. Sobrevive «milagrosamente», como han llamado algunos investigadores, en esta pequeña porción de agua dulce. Se caracteriza por su diminuto tamaño y su forma alargada, con pequeñas pigmentaciones en forma de zigzag.

Caracol de Paposo. Humedal.
Caracol de Paposo. Humedal.

El problema que tiene este diminuto insecto no tiene sólo que ver con la pérdida de su hábitat o con la contaminación a causa del ser humano, sino con que tiene muy poca dispersión. Como explicó Barahona, lo que pasa con estas especies que habitan en condiciones tan específicas es que «si quisieran moverse en búsqueda de condiciones similares, significaría un esfuerzo importante. Y el éxito de encontrar ese nuevo hábitat puede ser muy compleja».

A sólo metros de este humedal pasan cientos de vehículos todos los días por una carretera cercana. Los frecuentes choques de autos, buses y camiones han dañado de manera significativa este humedal, pues los escombros y restos de metales, fierros y carrocerías, se han instalado en el paisaje de la quebrada.

Basura en Paposo. Humedal.
Basura en Paposo. Humedal.

Para saber más sobre este caracol y las amenazas que enfrenta actualmente, te recomendamos este artículo.

Anfibios

Los anfibios son particularmente sensibles a las condiciones externas y a cualquier cambio de su hábitat. Su piel es permeable y es como si estuvieran «desnudos», ya que no tienen ni pelos ni escamas para protegerlos. Otro factor medioambiental que es crucial para los anfibios es que la gran mayoría dependen de los medios acuáticos para su reproducción.

«Hay muchos tipos distintos, más de 60, de reproducción de los anfibios, pero fundamentalmente es adentro del agua. Las 8500 especies que hay en el mundo, todas tienen su particularidad y han evolucionado para reproducirse de distintas maneras», explica Andrés Charrier, herpetólogo y fotógrafo.

Por estas características, los anfibios suelen considerarse como bioindicadores de sus hábitats. En ambientes acuáticos, probablemente, sean los primeros en desaparecer en caso de contaminación o degradación de estos cuerpos de agua. Es por esto que las siguientes especies, cuya existencia peligra en Chile, continúan en nuestra lista de especies altamente sensibles.

La ranita del Loa

Las ranas altoandinas, del grupo de los Telmatobios, son especies que son estrictamente acuáticas, al menos en Chile, como explica Charrier. En el país habitan en pequeñas cuencas asociadas a salares o ríos, por lo que si se extrae el agua de ese lugar, o si se seca, la especie puede terminar desapareciendo. El caso más emblemático de este grupo de anfibios es el de la ranita del Loa (Telmatobius dankoi).

Esta pequeña rana mide alrededor de cinco centímetros, es de color marrón y su piel es brillante. Tiene unas especies de espinas en su cabeza, patas y en la parte de atrás de su dorso.

Según el Ministerio del Medio Ambiente, la clasificación de esta especie correspondería a «Peligro Crítico», debido a que su población se extiende en menos de diez kilómetros cuadrados. De hecho, sólo se extiende por cinco kilómetros cuadrados y existió naturalmente sólo en el sector de Las Cascadas.

La disminución de su hábitat tuvo que ver directamente con el aumento de la población en Calama y la mala gestión de residuos que terminaron en el río Loa. Por esta razón, en 2019 Gabriel Lobos, doctor en ciencias silvoagropecuarias y veterinarias, y el investigador Andrés Charrier, rescataron a los últimos 74 ejemplares de ranita del Loa.

Lamentablemente, en julio de este año se registró un incendio que destruyó cuatro hectáreas en Calama. Dentro de esta área, el único hábitat natural de la ranita del Loa fue consumido por el fuego.

Para esta ocasión, Charrier comentó que «esta tragedia hace que el escenario de la sobrevivencia de esta especie se haga aún más gigantesco. Me parece que, definitivamente, este lugar no es apto para ninguna especie de rana. En ese sector el río está transformado en un basural. El nivel de degradación que ha tenido su hábitat hace insostenible cualquier proyecto de re introducción con ranas».

Trabajos en la zona incendiada. Créditos: - Centro de Biodiversidad y Conservación El Loa, SAG, Conaf, y el Departamento de medio ambiente de la municipalidad de Calama.
Incendio en el único hábitat natural de la ranita del Loa. Créditos: Centro de Biodiversidad y Conservación El Loa, SAG, Conaf, y el Departamento de medio ambiente de la municipalidad de Calama.

La extinta ranita de Darwin del norte

El sapito vaquero o la ranita de Darwin del norte (Rhinoderma rufum) fue reportado por última vez en 1981, luego de que su hábitat fuera degradado. Es una especie endémica de Chile y vivía en la cordillera de la costa, entre las regiones de Valparaíso y del Biobío. Se dice que era común de avistar durante los años 70 en bosques y quebradas, y que incluso se podían encontrar en los jardines de las casas.

Se trata de una especie hermana de la emblemática ranita de Darwin (Rhinoderma darwinii), característica de los bosques australes de Chile. En un momento ambas «hermanas» coexistieron en sectores de la Región del Biobío. La verdad es que comparten varias similitudes físicas. De hecho, en 1902 fue descrita por primera vez como un género distinto al de la ranita de Darwin, y recién en 1975 fue re-confirmada científicamente.

Distribución de  ranitas R. rufum (azul) y R. darwinii (naranjo). Créditos Claudio Azat
Distribución de ranitas R. rufum (azul) y R. darwinii (naranjo). Créditos Claudio Azat

Al poco tiempo de su reconfirmación, la ranita de Darwin del norte desapareció. Se piensa probablemente extinta, y de ser así, sería el primer animal chileno con el lamentable destino de la extinción.

«Ya van más de 40 años desde la última vez que se vio y eso, de alguna manera, nos indica que algo está afectando el ecosistema. Podrían ser distintas variables. Esa área es una de las que más ha crecido en densidad de personas, es donde más se concentra población en Chile. Por otro lado, es un sector que es fuertemente afectado por las sequías. También se ha visto afectado por los monocultivos y la masividad de las forestales. Es la tormenta perfecta para que desaparezcan anfibios más sensibles a los cambios medioambientales«, reflexiona Charrier.

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