Las islas de Honshû y Hokkaidó, en Japón, se unen a través de las aguas del Estrecho de Tsugaru. Ese lugar, donde el mar japonés se une con el océano Pacífico, tiene fuertes corrientes y condiciones desafiantes, en especial para los nadadores de aguas abiertas en largas distancias que persiguen completar el famoso Desafío de los Siete Mares o, como muchos lo conocen en inglés: Ocean’s Seven. Es decir, el reto de nadar a través de los canales y estrechos más difíciles del mundo, definidos por la World Open Water Swimming Association (WOWSA).

El 13 de junio, a las cuatro de la mañana, la nadadora chilena Bárbara Hernández tocó el agua del estrecho japonés. La “sirena de hielo”, como se le conoce mundialmente, estaba mentalizada a cumplir el desafío. Era la segunda vez que intentaba lograrlo; la primera, en 2023, se frustró por las condiciones climáticas que no permitían un nado seguro. Esta vez, pensaba, debía terminar, por todo lo que significaba poder volver al agua del país asiático. Tenía puesto su gorro, sus lentes de agua y su traje de baño. Empezó con el agua a 18 grados. A su lado, estaba la embarcación que la acompañaría el resto del día.

Comenzó a nadar. La siguió un duro recorrido: la corriente que no se entendía con el viento, las temperaturas cambiantes e inesperadas que llegaron incluso a los 12 grados y más. Finalmente, logró recorrer unos duros 27 kilómetros en 11 horas y 37 minutos.

— ¿Qué sentías cuando estabas dentro del agua?

— Me estaban grabando en vivo. No quería que me grabaran más, porque el mar me estaba sacando la mugre. Los nadadores respiramos cada tres brazadas, terminé respirando cada nueve. Respiré lo que el mar me dejaba, entonces fue un nado de adaptación. Más allá del oleaje, que no me dejaba avanzar o respirar, era pelear la llegada, tratar de adaptarme, estar concentrada, dejar el miedo de lado. Pero no era el miedo a que me pasara algo, sino al qué pasa si no lo logramos y tengamos que volver en un año.

Bárbara Hernández previo al estrecho de Tsugaru.
Bárbara Hernández previo al estrecho de Tsugaru.

—¿Qué significó finalmente este nado para ti?

—Mucho entrenamiento físico; muchas horas de piscina y acondicionamiento. Pero también, tener la presión de que no logramos entrar al agua en el primer intento y el haber podido levantar esta segunda oportunidad. Es mucha presión, en un nado muy importante porque íbamos con una organización nueva; los ojos del mundo de la natación de las aguas abiertas estaban puestos en mí. Entonces es la presión de lo que significa el privilegio de entrar al agua a las cuatro de la mañana, mirando el estrecho, hacer lo que tú eliges hacer y pelear la oportunidad. Y desde ahí empezar a nadar, adaptarme al frío, al viento, a sentir que no avanzaba, a entregarme al equipo, para darlo todo. Nunca pido nados exitosos, lo que pido son oportunidades, una oportunidad de pelear la llegada.

El desafío que duró ocho años

La sirena de hielo terminó su paso por el Estrecho de Tsugaru batiendo un récord en su larga lista de logros: se transformó en la primera sudamericana en completar el Desafío los Siete Mares. Aquello le tomó ocho años de su vida, desde que empezó a postular para realizar los recorridos. Es la novena mujer en lograrlo a nivel mundial.

“Es muy difícil de explicar lo que siento, porque de verdad los Ocean’s Seven eran un sueño. Eran tan imposibles, tan difíciles, por las condiciones climáticas, por lo que significaba nadar más de 230 kilómetros. Pero también en lo que significa venir del fin del mundo a hacerlo, no solo por el entrenamiento, sino para poder costear los nados, ser seleccionados por las organizaciones porque no es fácil tener un cupo, cumplir los requisitos y, efectivamente, terminar los recorridos. No puedo creer que lo hayamos logrado. Ocho años es mucho tiempo. Me veo tan distinta a mí misma, y a la gente que me acompañaba en ese tiempo también. Hemos tenido cambios. Es como cuando termina la universidad, se termina una etapa”, dice.

Bárbara Hernández, la "sirena de hielo" chilena, en el Estrecho de Gilbraltar.
Bárbara Hernández, la «sirena de hielo» chilena, en el Estrecho de Gilbraltar.

El puntapié inicial de esta etapa fue el Estrecho de Gilbraltar, que separa Europa (España) de África (Marruecos), donde recorrió 15,1 kilómetros en tres horas y cinco minutos. A este le siguió el canal de Catalina (Estados Unidos) en junio de 2019, con una extensión de 33,7 kilómetros en 10.12 horas; el canal de la Mancha —el “Everest de los nadadores”, siendo la primera chilena en cruzarlo— ese mismo año con 34 kilómetros en 12.13 horas; el canal de Molokai (Hawái) en 2021, con 45 kilómetros en 15 horas y 41 minutos, transformándose en la primera sudamericana en lograrlo; el cruce del canal del Norte en 2022, el más helado del desafío, con temperaturas que llegaron a las 12°C entre Irlanda y Escocia —donde Bárbara también fue la primera sudamericana en nadarlo completo—, recorriendo 34,5 kilómetros en 12 horas y 18 minutos; el estrecho de Cook en 2023, de 27 kilómetros en siete horas y media; para finalizar recientemente con el Estrecho de Tsugaru.

—¿Realizaste ese orden por alguna razón en particular?

—El proceso es un poco engorroso porque se postula a cada uno por separado porque por cada nado hay una organización reconocida a nivel internacional y hay listas de espera, nadadores que esperan hace años. Postulé a todo, mi primer correo para Tsugaru fue en 2019 y ese mismo año intenté conseguir cupo en el estrecho de Cook. En todas las reservas uno comienza a pagar y a costear. Entonces es un poco el orden que dio el universo, yo postulaba e iba viendo quiénes me contestaban y buscando las mejores posibilidades, porque sé lo difícil de costear el segundo nado. Fuimos, con mi equipo, levantando poco a poco estos siete mares que nos tomaron casi 10 años.

—Si tuvieras que elegir el que más te gustó y el más difícil, ¿cuáles elegirías?

—Dentro de los más difíciles está el canal del norte, porque nadé con hipotermia (12°) y me dio un desgarro. Tsugaru fue muy difícil, con mucho riesgo de tal vez no llegar. De los que más me gustaron puede ser el canal de la Mancha por lo que significa, pero también disfruté un montón Cook al nadar con delfines. Lo mismo con Hawái, más allá de que me picó una fragata portuguesa. Es difícil elegir solo uno. Todos tienen esta mezcla de fascinante, riesgo, y se dieron en momentos de mi vida muy distintos entre sí (…). Es una mezcla de muchas experiencias y emociones.

Bárbara Hernández previo al estrecho de Tsugaru.
Bárbara Hernández previo al estrecho de Tsugaru.

—Comentabas que eras una persona distinta cuando empezaste. ¿Cómo estos cambios han influido en tus logros?

—Cada uno de estos mares te deja un aprendizaje e intentoss compartirlo con la gente. Algunos te enseñan, como Gilbraltar, a soñar en grande. Con otros sentí dolor físico, eso me enseñó a darle lugar a ese dolor, emocional, a lidiar a través de un propósito. En otros tuve miedo de no llegar, hay que darle lugar a ese miedo porque no se puede evitar. Creo que uno de los principales aprendizajes ha sido aprender a tratarme bien.

—¿Cómo se logra ese control mental?

—Se entrena la mente, se da un lugar a la vulnerabilidad. La gente se arranca del miedo o de las emociones que no queremos vivir, es lógico, pero creo necesario vivirlas. El miedo al fracaso, al qué dirán. Todo mi equipo tiene que estar resuelto antes de entrar al agua. Lo otro es que hay cosas que aún no están resueltas, pero tienen que tener lugar en un momento puntual. No hay que angustiarse porque si no no puedes respirar en el agua; te ahogas, no puedes avanzar. Entonces, darles lugar a las emociones, tener un propósito que sea más allá de tener prensa. En mi caso eso me hace aferrarme. Creo que lo que hacemos es comunicar a través de este deporte súper extremo la importancia de atrevernos a soñar en grande.

—¿A cuáles riesgos te has expuesto en este proceso, propios de un deporte extremo?

—También quiero ser súper clara, porque en general las personas piensan que los deportistas extremos tenemos una fijación con la muerte y la desafiamos de alguna forma. Creo que es lo contrario, tenemos una forma distinta de abrazar la vida a través de correr barreras físicas, mentales y de un contacto con la naturaleza distinto al resto. Es lo que decía: No busco desafiar el océano, ni las temperaturas, ni a los glaciares, ni a los animales. Busco adaptarme a ellos, a dar lo mejor de mí, y eso tiene que estar muy alineado y resguardado, que nos lleve a un propósito, algo con lo que hacemos historia. Finalmente llevamos los ojos del mundo al océano, a su cuidado y protección. Comunicamos desde ahí, llegando a un público que no necesariamente es adherente a la preocupación medioambiental (…). Cuando vamos somos expertos en prevención de riesgos, por eso vamos con embarcación, estamos preparados para el peor escenario posible, con los permisos y entrenamiento. No es llegar y tirarse al agua.

Terminar el nado

Cuando el nado termina, hay que tocar la piedra final. Salir caminando. Eso es tarea del nadador, nadie puede intervenir hasta que este sale del agua. En Tsugaru, la “Sirena de hielo” tuvo que nadar sus últimos 300 o 500 metros sola, sin su equipo al lado, porque los acantilados finales lo exigían así. Cuando Bárbara terminó, miró el barco desde lejos.

“Estrecho de Tsugaru, entiendo. Nunca más voy a volver a nadar acá, pero por favor, déjame llegar”, pensó.

Terminó de nadar sin creer que lo había logrado. Se dio vuelta. Miró el estrecho. Miró a su equipo. “Me sacaste la mugre”, seguía hablando a la naturaleza, “me subiste y me bajaste. Salí con un ojo morado, como que hubiésemos estado en guerra”. Cuando volvió a la embarcación, vio a su equipo de cerca. Gracias a todos ellos lo había logrado.

—¿Tuviste la sensación de que habías terminado el desafío completo?

—No, es un momento distinto cada vez. Por ejemplo, en el canal de la Mancha tenía la sensación de que viví un sueño que tenía hace 10 años (…). Creo que todavía no caigo. Acá me di cuenta cuando abracé a mi pareja, porque llevamos doce años juntos, me conoció antes de ser la sirena de hielo. Me bajó cuando abracé a mis papas en Chile, ellos han visto todo el esfuerzo (…). Cuando llegué a entrenar la chica del camarín me dejó flores, hay mucha gente que está hace ocho años remándola conmigo. Hoy estoy con jetlag y veo todos mis mensajes, que me demoro, pero los contesto y veo todos. No hay 100 comentarios, ¡son cuatro mil! Imagínate lo que es leer todo eso. Ídolos como Nora Toledano, que no sabían que yo existía hace ocho años, te escriben y te felicitan. Yo soy Recoletana, nunca tuvimos acceso al mar. Todo ha sido a pulso. No vengo de una familia de recursos, es como que no puedo creerlo. Le dimos la vuelta al mundo con una bandera, con nuestra bandera.

Bárbara Hernández, la "Sirena de Hielo" chilena. Créditos Thdlateral
Bárbara Hernández, la «Sirena de Hielo» chilena. Créditos Thdlateral

—¿Hay un próximo desafío para la sirena de hielo?

—Viene bien intenso porque como Japón era el año anterior, nosotros planificamos el año y se empezaron a juntar los nados, entonces ha sido súper rudo. Me voy el miércoles a darle la vuelta a Maui nadadores de los cinco continentes. Es un nado que postula también hacer como un récord histórico a nivel internacional, me consideraron a mí como la única de Sudamérica. En octubre tengo un nado muy difícil, muy extenso, de más de 20 horas, ida y vuelta frente a Catalina. Solo una mujer en el mundo lo ha logrado y yo quiero ser la segunda, por latina y por chilena. Estoy ahí en eso y queremos ojalá poder documentar ese lado. Además, estamos trabajando con Armada y con Cancillería, porque es probable que nos vayamos a Antártica de nuevo en febrero del 2025. Tengo mundial en enero, entonces está como intensa la agenda, y me caso en septiembre, entonces está bien rudo.

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