Las áreas verdes son más que pasto, árboles y aves: microorganismos del suelo son claves para ciudades resilientes
Los jardines y parques son vitales para la salud humana y la biodiversidad de las ciudades, pero para mantener sus beneficios es necesario incluir la naturaleza “invisible” que vive en sus suelos: los microorganismos, los cuales no solo mantienen la fertilidad de la tierra y la salud de las plantas, sino que ayudan a regular el ciclo del agua y a capturar CO2. Un estudio global describió por primera vez a los microbios en 56 ciudades de 17 países, revelando que sus comunidades están altamente homogeneizadas en las urbes del mundo, y que existe una mayor proporción de bacterias, amebas y hongos patógenos, asociados a la emisión de gases de efecto invernadero, a diferencia de lo que ocurre en ecosistemas naturales. Si se favorece la diversidad local, los microorganismos podrían ser pequeños grandes aliados para construir ciudades resilientes, más aún en tiempos de crisis ambiental.
No cabe duda de que los espacios verdes – como parques o jardines – son de vital importancia para la salud física y mental de las personas que viven en ciudades. Pero su rol no termina allí. También proporcionan hábitat para diversas especies, incluso para criaturas minúsculas que no se ven a simple vista y que son fundamentales para los ecosistemas. Ese es el caso de la microbiota, es decir, el conjunto de microorganismos como arqueas, bacterias, hongos y protistas que viven en la tierra, y que ayudan no solo al almacenamiento de dióxido de carbono en los suelos (labor clave en tiempos de crisis climática), sino que también mantienen la fertilidad, la salud de las plantas, y reciclan los nutrientes, solo por nombrar algunas de las importantísimas funciones que desarrollan bajo nuestros pies.
Sin embargo, las acciones humanas estarían alterando a estas comunidades de microorganismos, lo que podría acarrear importantes consecuencias para las ciudades y la naturaleza. Por ello, un estudio global publicado en la revista Science Advances describió por primera vez las comunidades de microorganismos presentes en espacios verdes en 56 ciudades de 17 países (como Santiago de Chile, Pekín y Ciudad del Cabo), y en ecosistemas naturales aledaños (por ejemplo, bosques).
De ese modo, el equipo internacional constató que los microorganismos presentes en los suelos de la ciudad no solo están altamente homogeneizados (es decir, son muy similares en todo el mundo), sino que existe una mayor proporción de bacterias, algas, amebas y hongos patógenos. Además, a diferencia de los ecosistemas naturales contiguos, en las urbes se encontró una menor presencia de hongos micorrícicos, aquellos que establecen relaciones simbióticas con las plantas (por ejemplo, para el intercambio de nutrientes), lo que los beneficia mutuamente.
Dicho de otra forma, la composición de los microorganismos influiría significativamente en la calidad de vida de la ciudad.
“Comparado con zonas naturales cercanas a las ciudades, los suelos de parques y jardines favorecen una mayor proporción de hongos patógenos de plantas, y una menor dominancia de organismos simbióticos que favorecen a nuestras plantas. Estos suelos también tienen una mayor proporción de genes microbianos asociados con agentes patógenos humanos, resistencia a antibióticos, emisiones de gases de efecto invernadero y protección al estrés ambiental. Por lo tanto, como la mayoría de los procesos de homogenización biótica, el principal riesgo es la pérdida o reemplazo de biodiversidad y funciones beneficiosas (en este caso del suelo), por otras que ofrecen servicios ecosistémicos de menor calidad, con el consecuente aumento de la vulnerabilidad de los ecosistemas”, explica Sebastián Abades, director del Centro GEMA (Genómica, Ecología & Medio Ambiente) de la Universidad Mayor, quien fue uno de los investigadores de este estudio.
Para llegar a estas conclusiones, los científicos tomaron muestras de las áreas verdes, y analizaron la biodiversidad y características funcionales de los microorganismos, así como las propiedades físicas y químicas de los suelos. Así constataron que los espacios verdes en las urbes son puntos calientes de “micro-biodiversidad”, aunque todavía falta mucho por comprender sobre estos microorganismos.
Por este motivo, el también coautor del estudio y profesor asistente del Centro GEMA, Fernando D. Alfaro, destaca que “la diversidad de los sistemas biológicos, por más simple y artificial que pueda parecer, como es el caso de las áreas verdes de las ciudades, alberga distintos tipos de organismos capaces de desarrollar múltiples procesos, algunos de estos tan críticos que pueden estar directamente involucrados con nuestra salud, bienestar y desarrollo. Por ejemplo, capturando el CO2, reteniendo de forma eficiente el agua, filtrando el aire de impurezas, entre otros”.
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Esto cobra especial relevancia ya que los humanos hemos modificado a las comunidades microbianas de todo el planeta, a través de acciones como el cambio de uso de suelo (por ejemplo, deforestación), la alta utilización de sustancias como fertilizantes sintéticos, y la introducción de especies exóticas (incluyendo por ejemplo plantas o animales que portan a sus propios microorganismos). Esto ha derivado en un reemplazo y disminución de las especies nativas de cada lugar, provocando la homogenización biótica, lo que en palabras simples significa que los ecosistemas locales han perdido su “identidad nativa” al ser dominados por unas pocas especies exóticas de amplia distribución a nivel global.
Un ejemplo evidente es la famosa paloma, plumífero originario de Eurasia y norte de África, que fue propagado por el ser humano desde tiempos remotos. De esa manera, hoy es posible encontrar palomas en las urbes de varios continentes, incluyendo a Sudamérica y países como Chile, donde muchas veces este animal cosmopolita supera – con creces – a las aves autóctonas del territorio nacional.
Pues bien, algo similar estaría pasando con los microorganismos en las ciudades, repitiéndose especies de microorganismos en áreas verdes de todo el planeta debido a la acción humana. Abades detalla que «las zonas verdes urbanas de todo el mundo se parecen mucho entre ellas básicamente porque se privilegia contar con zonas de césped, plantar árboles exóticos y adoptar estilos de manejo parecidos, lo que favorece el efecto homogenizador sobre la microbiota de los suelos”.
Como consecuencia, Alfaro añade que “a medida que la homogenización biótica incrementa, los sistemas son menos diversos, conteniendo las mismas pocas especies, mucho más parecidas entre ellas y con un menor número de estrategias para responder a los efectos del cambio climático y/o las invasiones biológicas, lo que en última instancia incrementa la fragilidad de estos ambientes”.
Más diversidad (microbiana) para ciudades resilientes
Según estimaciones de Naciones Unidas, el 68% de la población mundial vivirá en ciudades para 2050, lo que podría aumentar el estrés ambiental y social para los miles de millones de citadinos. Por ello son cruciales los jardines, parques y otros espacios que incorporen la naturaleza, sin olvidar por supuesto a los microorganismos que forman parte de ella.
Aunque existe una noción generalizada de los microorganismos como seres “dañinos”, lo cierto es que es necesario hacer algunas precisiones. Por un lado, se ha demostrado que la exposición humana a los microbios del suelo es beneficiosa para la salud al promover funciones de inmunorregulación, reduciendo por ejemplo las alergias. Pese a ello, algunos microbios del suelo (como Mycobacterium, Listeria y Fusarium spp.) sí pueden producir consecuencias negativas no solo en los humanos, sino también en las plantas, animales y en la misma sostenibilidad de los espacios verdes. Precisamente, estaríamos favoreciendo la presencia de estos seres patógenos en las ciudades.
Otro caso de interés son los microorganismos que albergan genes de resistencia a los antibióticos, que según este estudio también se encontrarían en mayor proporción en suelos urbanos, como efecto de la contaminación humana. Recordemos que el uso excesivo de agentes antimicrobianos (como antibióticos, antivíricos, antifúngicos y antiparasitarios), ha desencadenado que algunos microorganismos adquieran la capacidad de fortalecerse y resistir los medicamentos. A esto se suma que seres como las bacterias se transfieren entre ellas genes de resistencia a antibióticos. De esa forma, pueden transformarse en “superbacterias” que, al sobrevivir a la acción de los fármacos, ponen en riesgo el tratamiento de enfermedades, tanto en animales como humanos.
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Para Abades, “el problema es algo más complejo, pues el estudio también revela que además las condiciones socioeconómicas y climáticas donde se desarrollan los parques son relevantes. Por ejemplo, ciudades más cálidas favorecen una mayor proporción de patógenos de plantas, mientras que las ciudades con mayor densidad de población albergan una mayor proporción de genes clave de resistencia a antibióticos”.
Dado que falta mucho por conocer sobre el micro-mundo de los suelos, el director del Centro GEMA asegura que es necesario investigar la ecología microbiana de los ecosistemas, así como comunicar y educar a la sociedad sobre el importante rol que estas “diminutas” comunidades juegan en la naturaleza.
“No es fácil pensar en medidas de manejo cuando se trata de comunidades bacterianas de suelos, pues no se trata de un componente visible y carismático que pueda ser valorado de manera sencilla por los usuarios de parques urbanos”, reconoce Abades, quien señala que “otras elecciones paisajísticas podrían ayudar a atenuar el efecto homogenizador sobre la microbiota urbana. Por ejemplo, usar especies nativas y revisar los esquemas de riego y fertilización empleados”.
En efecto, la propagación de flora nativa en ciudades es una de las recomendaciones frecuentes que busca el “reflorecimiento” de la biodiversidad autóctona (que está adaptada a los ecosistemas locales), lo que podría ayudar a recuperar especies y, con ello, funciones e interacciones críticas en el ecosistema, como la asociación simbiótica entre algunas familias de plantas y ciertos tipos de hongos microscópicos.
Alfaro asegura que “las áreas verdes son elementos fundamentales que permiten el desarrollo adecuado de las ciudades, reduciendo la contaminación, y aumentando la calidad de vida de sus habitantes. Al igual que la mayoría de los países del mundo, Chile tiene y tendrá la mayor parte de su población habitando grandes ciudades. Por esta razón, es fundamental mejorar la calidad de las áreas verdes urbanas en las ciudades, su accesibilidad y su mantenimiento en orden de mejorar la salud física y mental de los ciudadanos de este país”.
Para ello, será necesario ir más allá de los cánones estéticos del paisajismo tradicional, incorporando la naturaleza invisible que hierve bajo nuestros pies. Así, los microorganismos podrían ser pequeños grandes aliados para construir ciudades resilientes, más aún en estos agitados tiempos de crisis climática y cambio global.