Detalles impredecibles del mundo en miniatura a través de la macrofotografía extrema
La macrofotografía extrema es una técnica de fotografía que llega a detalles que, a simple vista, pasan casi inadvertidos. Texturas, colores y marcas que no vemos del mundo en miniatura. Gabriel Aspee, ha dedicado sus tiempos libres a entrar en esta difícil y precisa técnica. Acá nos comparte una galería con algunas de sus capturas y algunos sobre su proceso fotográfico.
Los protagonistas son los detalles. Pequeñas marcas y cosas que quizás pueden pasar inadvertidos del mundo en miniatura. Los ojos de una araña saltarina; cada milímetro que forma la cabeza de una avispa común o las texturas de ojos de una mariposa. Aquello pequeño que pasa rápido con el volar de un insecto, por ejemplo, o que es tan microscópico que, a una mirada humana, es imposible de ver, pero que a través de una difícil técnica de fotografía puede ser evidente.
Gabriel Aspee se ha dedicado a trabajar por encontrar esos detalles en sus tiempos libres, a través de la macrofotografía extrema. En plena cuarentena, decidió buscar algo que pudiera hacer en su casa para trabajar en su ansiedad y creía que la fotografía era el camino. Tenía conocimientos básicos, nada profesional, pero decidió cambiar su cámara y compró un lente teleobjetivo. “Con eso me di cuenta de algo que me voló la mente: el hecho de poder acercar un ave tan pequeña a un lente a distancia y ver lo que a simple vista era imposible ver”, cuenta Gabriel.
Así, de manera autodidacta, en un principio, empezó a investigar, comprar equipos y ensayar. Prueba y error. Paciencia, esperar y calcular. Lograr una de estas fotos puede tomar en promedio tres horas, pero incluso pueden ser siete. Se ocupa el lente de un microscopio junto a la cámara y se va intentando sacar algo. “Lo lindo del macro extremo es que no sabes el resultado. Lo conoces cuando terminas de componer toda la fotografía. No sabes con lo que te vas a encontrar, si te quedó bien encuadrada, si te moviste, lo posicionaste bien, etc. Es super difícil”, explica Gabriel.
Tardó cerca de tres meses en lograr una foto con la que quedara satisfecho, pero el trabajo ha logrado resultados. Además de nutrirse él mismo de información sobre insectos o arácnidos, dice que sus redes sociales han subido en sus seguidores y que los usuarios le escriben impresionados. Algunos no pueden creer que lo que ven en las fotos, con tantos detalles, es una especie que ven volar a diario cerca de su casa.
Ahora, para poder lograr estas fotografías, la especie que se va a retratar tiene que estar completamente inmóvil. Una técnica para poder lograr esto es ver aquellos rincones de la casa donde pueden estar estos insectos muertos: moscas encima de alguna mesa, polillas o mariposas cerca de ampolletas o alguna otra especie cuyo cuerpo esté en el jardín. Se trabaja con alfileres de entomología, que la mantienen inmóvil en las cerca de las 100, 200 o 300 fotos que se necesitan para lograr el resultado.
Luego, estas fotos se trabajan digitalmente a través de una técnica de barrido o apilado. “Lo que hace es que cuando tú colocas el lente del microscopio en la cámara, el lente es muy chiquitito, incluso en un insecto que es mínimo, el punto de enfoque es muy pequeño. Tan chico que se utilizan distancias medidas en micras. Un centímetro tiene mil micras. Cuando tienes cientos de fotografías lo que se hace es que se van enfocando distintas partes del insecto, enfocando desde la nariz hacia el ojo, la oreja, etc.”, explica Gabriel.
Luego, viene la limpieza, el retoque; un poco de luces, colores y exposición. Ahí, vuelven a aparecer los detalles. La pequeña mota de polen en el ala de una mariposa, las pequeñas marcas que marcan lo único de cada insecto, por ejemplo, o aquellas texturas que a simple vista no se ven. Ahí es cuando todo el esfuerzo lleva a un resultado que vale la pena.