Pali-Aike, entre volcanes y ecos ancestrales
El poderío de los volcanes y de otros elementos han formado sobrecogedores y peculiares paisajes en el sur de la Patagonia, aunque algunos no reciben tanta atención como otros destinos de la zona. Se trata del Parque Nacional Pali-Aike, que significaría «lugar desolado» en aonikenk. Precisamente, este rincón acogió desde tiempos pretéritos a pueblos humanos y animales (ahora extintos), atesorando vestigios que hoy nos cuentan numerosas historias sobre el pasado. El guía de turismo, Manuel Sierpe, nos cuenta más sobre las maravillas y secretos de este lugar en la siguiente nota.
Sin duda uno de los lugares más singulares y espectaculares al sur del mundo, un sitio único en su tipo, y que guarda los más increíbles secretos entre sus cuevas y rincones.
Desde mi natal y querida ciudad de Punta Arenas, y a 196 kilómetros al noroeste se encuentra el Parque Nacional Pali-Aike, sitio el cual he ido visitando a través de los años, especialmente en mi desempeño como guía de turismo, a lo largo del tiempo mi interés por este misterioso lugar ha ido solo creciendo.
Hace algunos años atrás llegó a mis manos un libro, el cual es uno de los más valiosos tesoros en mi pequeña biblioteca, el cual se llama «Viajes y Arqueología en Chile Austral» publicado en 1993, el cual es un ensayo biográfico de Junius y Margaret Bird, con segmentos del diario de Margaret.
Junius Bird es posiblemente uno de los arqueólogos más importantes debido a sus descubrimientos. Llega a la Patagonia austral en 1936 después de haber navegado junto a su esposa desde Chiloé por los fiordos y canales a modo de exploración y luna de miel, pues él y Margaret estaban recién casados.
El viaje a Patagonia de Bird junto a su esposa y ayudante de campo daría forma a uno de los descubrimientos más fascinantes basados en la existencia del humano antiguo o también llamado Paleoindio hacia finales del periodo Pleistoceno en la Última Edad de Hielo.
Para aquellos que tenemos alma de explorador y a su vez admiramos la labor de muchos de ellos, cada vez que voy a un lugar como es Pali-Aike me resulta ser una pequeña oportunidad de poder encontrar algo más, algún rastro o vestigio de aquellos seres humanos casi desconocidos por la mayoría, y que alcanzaron estas lejanas latitudes viendo en estos parajes una oportunidad de supervivencia.
El vasto y enorme paisaje de Pali-Aike consiste en un extenso sistema de rocas volcánicas producto de tres grandes eventos de los cuales el último ocurrió hace 4 mil años atrás. Posiblemente, en aquel momento los cazadores recolectores llamados Aonikenk («hombre del sur», «Tehuelches» para los europeos posteriormente) presenciaron este suceso volcánico llamando posteriormente a este lugar Pali-Aike, que significaría «Lugar desolado».
Debió haber sido muy impresionante y desolador haber presenciado algo de esta magnitud, al mismo tiempo colocándonos en el lugar de un grupo de cazadores-recolectores cuyo «coto de caza» se vio inundado por enormes ríos de fuego (lava volcánica) y una gran nube desde donde salían numerosos proyectiles y bolas de fuego por todo el lugar.
Fue en este lugar donde Junius Bird encuentra unas cuevas, las cuales fueron formadas en un periodo mucho anterior que aquellos presenciado por los Aonikenk. Pues allí en una de ellas se encontraron restos de fauna extinta del Pleistoceno, restos humanos y numerosos artefactos propios de aquel período glacial.
Sin ser un académico en el asunto, aquello expresado en el párrafo anterior, ha sido lo que me ha cautivado por años, por medio de libros referentes al tema, como así también leyendo una serie de notas y documentos relacionados. Logrando así entender la trascendental importancia de este lugar referente a lo que son las ocupaciones humanas tempranas a un nivel no solamente local, sino que a un nivel continental americano. En este caso nos referimos a restos que poseen dataciones de 11.500 años de antigüedad, fechas las cuales han sido datadas en varias veces por radiocarbono.
Usualmente se tiende a creer que las etnias indígenas actualmente conocidas, e incluso descritas en varios libros como los únicos habitantes originarios del sur de Patagonia y Tierra del Fuego. Pero la verdad es que aquellos humanos denominados como paleoindios fueron quienes primeramente arribaron a finales de la ultima era glacial, posiblemente atraídos por la gran cantidad de espacios abiertos llenos de grandes herbívoros de los cuales muchos están extintos hoy.
Se cree que estos humanos llegaron cruzando por medio del «Paso Baguales» (actual Provincia de Última Esperanza). De ahí en adelante estos pequeños grupos o clanes de cazadores-recolectores se comienzan a mover y a dispersar por el territorio, ocupando cualquier evidencia física de abrigo como son aleros de roca y cuevas como la popular Cueva del Milodón, entre otras que están en la misma área, hasta alcanzar el sector de Pali-Aike, llegando hasta la Tierra del Fuego.
En estos «refugios naturales» se han encontrado restos de fauna extinta como los caballos americanos (del género Hippidion) y paleolama, esta ultima relacionada con el actual guanaco. Muchos de los restos óseos de estas especies se han ido encontrando en fogatas, lo cual nos da a entender cuales fueron las presas predilectas o comunes por parte de estos cazadores. De la misma forma, una gran cantidad de artefactos líticos como son las famosas «Puntas de Proyectil Cola de Pescado» las cuales son indicio de antigüedad, de tiempos muy lejanos, tiempos prehistóricos del Pleistoceno.
Junius Bird, de nacionalidad estadounidense había conocido los sitios arqueológicos de Norteamérica y las famosas «Puntas Clovis», las cuales guardan una estrecha relación con todas aquellas encontradas a lo largo del continente hasta la Tierra del Fuego. Esta relación hizo entender a Bird que existía un factor cultural predominante propio de los cazadores que llegaron al continente por esas lejanas épocas.
Todavía no sabemos los motivos reales que estos seres humanos tenían para haber alcanzado tales latitudes al sur del continente, y más encima en un contexto climático adverso como lo es Patagonia aún en nuestros días. Pero, sin duda, estos primeros grupos de cazadores-recolectores Paleoindios sabían que eran las primeras personas en ver los paisajes de la Patagonia en aquel momento.
Junius Bird en sus excavaciones logró identificar cinco periodos Paleoindios a lo largo del territorio. El los llamo «Hombres de Fell», dado que los primeros vestigios humanos encontrados fueron en una cueva la cual, por aquel entonces, se encontraba en la estancia ganadera perteneciente a la familia Fell, quienes cooperaron con el arqueólogo en sus trabajos.
Lo interesante y misterioso de todo esto es que, en las excavaciones de los diferentes lugares de la zona, Bird se dio cuenta de que a medida que las capas de tierra se acercaban a periodos más jóvenes, las puntas de proyectil «Cola de Pescado» comienzan a disminuir hasta desaparecer existiendo una especie de vacío en la línea tiempo de alrededor de 2.500 años hasta llegar a lo que conocemos como periodo Holoceno, donde se comienzan a detectar otro tipo de proyectiles y artefactos, como así también la presencia de otro tipo de cazadores-recolectores, pertenecientes a las etnias actualmente conocidas como en este caso los canoeros Kawésqar o los mismos Aonikenk, entre otros.
Las etnias indígenas de la Patagonia que conocemos hoy poseían elementos culturales definidos y variados, los cuales nos hace posible identificarlos, y los vestigios indígenas más antiguos datan de las etnias canoeras hacia unos 7 mil años atrás en una etapa temprana de Holoceno, periodo en el cual aún nos encontramos hoy.
Mientras que los últimos vestigios de los Paleoindios u «Hombres de Fell», como asimismo la fauna extinta, hablamos de 9 mil años atrás, aproximadamente, antes del presente.
Entonces algunas hipótesis apuntan que no existiría ningún tipo de nexo, cruce cultural o evolución cultural entre los «Hombres de Fell» y nuestras etnias indígenas conocidas, haciendo el misterio aun más fascinante dado que también existe un periodo de extinción masiva en todo el planeta, la cual se registra en el mismo periodo.
A nivel global se ha registrado que cerca del 65% de los seres vivos desaparece a finales de la última era glacial. Las causas pueden ser variadas y aún son estudiadas de manera regional. Las teorías de extinción son varias pero se cree que fueron un conjunto de factores, detonados por un brusco cambio climático, el cual en el caso de Patagonia provocó la expansión y proliferación de la vegetación arbórea, en este caso el Nothofagus, provocando una «competencia forzada» entre algunos grandes herbívoros (por las extensas planicies o espacios abiertos reemplazados por el bosque). Esto podría haber generado un gran impacto y estrés en el ambiente, afectando consecuentemente a algunos carnívoros por la falta de alimento y presas determinadas.
Aquí y en medio de todo este caos se encontró el humano Paleoindio, al cual también muchas veces se le ha acusado de ser el responsable de matanzas masivas de animales, aunque la verdad es que no existe absoluta certeza de ello, y tampoco de grandes mortandades simultáneas.
Afortunadamente, el Paleoindio nuevamente se ha puesto en la mesa de la discusión científica puesto que en muchos lugares de Sudamérica, como en Brasil, en Monte Verde en Chile, e incluso Tierra del Fuego y Pali Aike, demuestran gran antigüedad en sus hallazgos, suponiendo nuevos planteamientos y nuevos estudios.
Todo este relato esta dedicado a aquellos humanos que por primera vez vieron los enormes y vastos parajes de la Patagonia Austral, humanos que conocieron un mundo muy diferente al nuestro y que dejaron solamente sus herramientas y algunas pinturas para darnos a conocer de su presencia. Así también, este relato está dedicado al Parque Nacional Pali-Aike y a todos aquellos exploradores y arqueólogos como Junius y Margaret Bird, quienes sienten ese vínculo con lo antiguo, lejano y ancestral.