Extinción de la botánica y el rol de los herbarios en un mundo cambiante
Por largo tiempo, los herbarios fueron muy considerados por la sociedad. En Chile, estas colecciones contienen vasto conocimiento y custodian trabajos de famosos naturalistas que han aportado a las ciencias naturales, siendo por lo tanto fundamentales para educar, investigar e incluso para descubrir aspectos importantes de nuestra flora, como la clasificación o desaparición de especies. Sin embargo, hoy los herbarios peligran en medio de la “extinción de la botánica”. Por eso, el académico y la curadora del herbario de la Universidad de Concepción, Pablo C. Guerrero y Alicia Marticorena, nos invitan a valorar y rescatar a estos verdaderos museos en la siguiente nota.
Los herbarios son museos con muestras vegetales secas almacenadas hasta por cientos de años, y contienen desde decenas de miles a millones de ejemplares. Son un registro histórico de la biodiversidad que reúne el esfuerzo de una gran cantidad de botánicas y botánicos de todo el mundo. Esta información física (tejidos) y metadatos (fecha, localidad, etc.) asociados a los ejemplares, han sido usados rutinariamente en el estudio de la taxonomía de las especies vegetales.
Además, se utilizan para numerosas otras actividades (Funk 2003), como por ejemplo identificar la flora de los territorios, estudiar especies silvestres relacionadas evolutivamente con cultivares, proveen material para estudiar el ADN que lleva a responder preguntas sobre evolución y ecología (entre las más comunes), permiten descubrir extinciones y también aportan material para identificar potenciales sustancias de interés farmacéutico. Además, registran la fenología de las poblaciones e interacciones como la herbivoría, y actualmente son clave para las investigaciones de la Biología del Cambio Climático (Lang et al. 2018).
En Chile, los herbarios más representativos de la biodiversidad del país son el Herbario de la Universidad de Concepción (“CONC”), con alrededor de 220 mil muestras, y el del Museo Nacional de Historia Natural (“SGO”), con más de 150 mil ejemplares (Maas et al 2019). Ambas instituciones contienen la mayoría de los ejemplares “tipo” que corresponden a la muestra de respaldo utilizada para la descripción de una nueva especie para la ciencia. Junto con ello, los herbarios protegen parte del trabajo de famosos naturalistas que realizaron importantes aportes a las ciencias naturales de nuestro país como por ejemplo Rodulfo Amando Philippi, Otto Zöllner, Luisa Eugenia Navas, Hugo Gunckel, entre otros.
Tristemente, hoy muchos Estados han ido olvidando el enorme valor de los especímenes que se albergan, protegen y estudian en estas instituciones. Esto se traduce en la reducción de sus recursos para su desarrollo, y peor aún, para la conservación del material que contienen.
Esto no siempre fue así. Antes fueron consideradas instituciones fundamentales de la República, por ser relevantes para la formación de la identidad y conservación patrimonial de las naciones y sus recursos naturales. En Latinoamérica (zona con mayor biodiversidad mundial) el abandono es mayor que en el hemisferio norte, muchas instituciones tradicionales no cuentan con infraestructura adecuada y el personal especializado (curadores) están en “peligro de extinción”.
Hay varios ejemplos de incendios con pérdida total de museos y herbarios. Estamos en el peor de los mundos, existe una pérdida sistemática de los ecosistemas naturales, y un deterioro de las colecciones biológicas que documentan sus componentes vegetales.
El abandono a los profesionales e instituciones, el reduccionismo científico y la lógica de mercado en ciencias (entre otros) estarían promoviendo la “extinción de la botánica” (Crisci et al 2020). Esto conlleva la pérdida cultural, educación y avances científicos relacionadas con el patrimonio vegetal. El desvanecimiento de esta importante ciencia puede ser revertido mediante una serie de acciones individuales y revalorización colectiva de la actividad, junto con un apoyo amplio del Estado, la divulgación para dar a conocer su valor, y un sistema científico abierto a reconocer que, sin ellos, toda investigación tanto en botánica como en otras áreas no tiene una base fundamental que lo soporte.