Mientras las aves suelen ser las moradoras emblemáticas de los humedales, muchos asocian a los carnívoros silvestres con frondosos bosques de sitios remotos, como escarpados rincones del sur de Chile. Sin embargo, hay un sinnúmero de animales nativos que habitan en áreas altamente pobladas, como la zona central del país, sorteando las adversas condiciones y obstáculos generados por el ser humano. Eso es lo que sucede con la güiña (Leopardus guigna), el felino silvestre más pequeño de América que habita entre las regiones de Coquimbo y Aysén, y que está catalogado en estado “vulnerable”, es decir, presenta problemas de conservación.

Güiña ©Jerry Laker | Fauna Australis
Güiña en un bosque del sur de Chile ©Jerry Laker | Fauna Australis

Si bien es sabido que este mamífero vive en la zona central del país, no es fácil de observar para el ciudadano de a pie, menos aún en un humedal costero que ha sido altamente intervenido por el ser humano.

Por eso acaparó la atención en las redes sociales el registro de una güiña en el humedal de Mantagua, emplazado en la comuna de Quintero, en la Región de Valparaíso. La fotografía del animal fue capturada a través de cámaras trampa que fueron adquiridas gracias a un fondo de Humedales Costeros, para un proyecto de enriquecimiento ambiental y restauración de este humedal, ejecutado por Ngen Ambiental, Fundación para la Integración del Patrimonio Natural y Cultural (Fipancu) y Posada del Parque.

Güiña en humedal de Mantagua ©Ngen Ambiental 1
Güiña en humedal de Mantagua ©Ngen Ambiental

“El registro de esta güiña lo obtuvimos con una de las cámaras del Proyecto, que dejamos instalada bajo un matorral denso y alto muy cercano al cuerpo de agua. Es el primero que tenemos en el humedal de Mantagua, aunque intuíamos que podía andar cerca, por relatos de la gente que vive o transita por las cercanías del humedal, y por la presencia de bosque esclerófilo que está hacia arriba en las quebradas, y que es el hábitat tipo de este felino. Lo más seguro es que corresponda a sólo un individuo, ya que son más bien solitarios y tenemos poquitas fotos, todas del mes de mayo, por lo que requeriríamos más capturas de fotos para saber si es realmente uno, si usa el entorno del humedal de paso o para cazar, entre otras infinitas dudas que quisiéramos resolver”, explica Stephanie Fischer, directora de Ngen Ambiental Ltda. y bióloga ambiental de la Universidad de Chile.

En efecto, los testimonios de algunos vecinos apuntan al avistamiento de “gatos monteses o salvajes” en la zona. A esto se suma como antecedente el atropello de un individuo de esta misma especie en la ruta F-30, en el año 2019. Además, “el mes pasado nos contaron que se había avistado una güiña cruzando la ruta cerca del humedal. Solo había que dedicarle tiempo para que apareciera ‘formalmente’, y bueno, seguiremos esperando por más registros con mejores fotos”, agrega la especialista en fauna.

Güiña en humedal de Mantagua ©Ngen Ambiental
Güiña en humedal de Mantagua ©Ngen Ambiental

De esa forma, este registro valida no solo la relevancia del humedal de Mantagua como un refugio para diversas especies de fauna nativa, sino que también refleja el alto nivel de adaptación y resiliencia del felino más pequeño de América.

Así lo asegura la experta en felinos silvestres, Constanza Napolitano, quien es académica del Departamento de Ciencias Biológicas y Biodiversidad de la Universidad de Los Lagos, e investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB). “Efectivamente, confirma lo que ya sabíamos, que la especie es sumamente plástica y tiene una alta adaptación a estas zonas altamente antropizadas [intervenidas por el ser humano]. Originalmente, se pensaba que la güiña estaba más asociada a bosques nativos, continuos y prístinos, con grandes árboles”, explica, y agrega que, pese a ello, “ya ha sido descrito, especialmente para la güiña, que es muy plástica y adaptable a ocupar estos paisajes antropizados, fragmentados o perturbados por el humano”.

©Sebastián Cisternas | Kithanofilms
©Sebastián Cisternas | Kithanofilms

En efecto, se ha constatado que este felino se adapta a las condiciones humanas, además de frecuentar áreas con cuerpos de agua, como los humedales, lo que recuerda que, más allá de su icónica avifauna, estos ecosistemas son de elevada importancia para otras especies nativas, incluyendo a los carnívoros silvestres.

Asimismo, esto refleja que las güiñas no solo viven en bosques enmarañados y altos, sino que también son capaces de desenvolverse en sitios con otro tipo de hábitats. Por ejemplo, algunos estudios han develado, a través de herramientas como la radio-telemetría, que la güiña necesita vegetación que tenga una altura mínima aproximada de 40 centímetros de alto, algo así como al nivel de nuestras rodillas, y de tres metros de ancho.

Napolitano, quien también es directora del Proyecto National Geographic de Implementación del Plan Nacional de Conservación de la Guiña en Chile, detalla que “cualquier vegetación, sotobosque o matorral, que tenga esa altura, ya puede ser utilizada por esta especie. Recordemos que es una especie que pesa entre dos y tres kilos. En la zona de Valparaíso probablemente más cerca de los tres kilos, ya que la subespecie norte es un poco más grande que la subespecie sur. Es un felino muy pequeño, más o menos la mitad del tamaño de un gato doméstico, entonces, ese tipo de corredores de vegetación le sirven, y basta eso para que la especie pueda estar presente y moverse a través del paisaje entre manchones de bosques, fragmentos de bosques más grandes, etc.”.

©Eduardo Silva-Rodríguez
©Eduardo Silva-Rodríguez

Sin embargo, aunque la confirmación de la presencia de la güiña provocó alegría en quienes trabajan en la protección del humedal de Mantagua, también genera preocupación ante la exposición de esta especie – con problemas de conservación – a múltiples amenazas que recibe este mismo lugar.

“La zona central de Chile es una de las áreas geográficas con ecosistemas más fragmentados e intervenidos por la concentración urbana que existe y por el aumento de la extensión urbana sobre áreas naturales, como humedales costeros y playas. El humedal de Mantagua es un ecosistema muy frágil y muy importante, situado en la comuna de Quintero, conocida por los problemas socioambientales que aquí se han producido, este lugar se presenta como un ‘oasis’ para este territorio, pero que, sin el resguardo y respaldo necesario de las autoridades e institucionalidad ambiental, podría verse perjudicado”, alerta Esteban Araya Silva, encargado del Área de Educación e Investigación del Humedal de Mantagua, integrante de Fipancu y licenciado en Geografía de la Universidad de Chile.

Humedal de Mantagua ©Paula Diaz Levi
Humedal de Mantagua ©Paula Diaz Levi

El ingreso de vehículos motorizados, la contaminación, la entrada de animales usados para la ganadería (como ovejas, cabras, vacas y caballos), y la presencia de perros y gatos domésticos son algunos de los factores que han desencadenado distintas consecuencias para la flora y fauna nativa que habitan en el humedal.

Ganado que ingresa al humedal de Mantagua ©Ngen Ambiental
Ganado que ingresa al humedal de Mantagua ©Ngen Ambiental

Naturalmente, la güiña podría no ser la excepción.

Un cóctel de hostilidad: desde atropellos hasta enfermedades

A nivel nacional, las principales amenazas que enfrenta la güiña son la pérdida y fragmentación de su hábitat, los ataques y transmisión de infecciones por perros y gatos, los atropellos en carreteras y la caza ilegal (motivados, a modo de ejemplo, por la depredación de las aves de corral en zonas rurales).

Como es de esperarse, lo mismo ocurre en la populosa Región de Valparaíso. Si bien mantiene parches de bosque esclerófilo, y algunos espacios naturales en medio de la urbe, como quebradas con vegetación que son útiles para la güiña, la expansión de los asentamientos humanos ha generado, entre otros efectos, la creciente pérdida de hábitats, derivando en numerosas amenazas para las poblaciones residentes de estos felinos.

Un ejemplo son los atropellos.

De hecho, para la investigación de su tesis de doctorado, Napolitano obtuvo numerosas muestras de guiñas atropelladas en la región, que intentaron cruzar los caminos, muchas veces con resultado de muerte. Los cadáveres fueron recuperados y puestos a disposición de la ciencia por el director del Museo de Historia Natural e Histórico de San Antonio (MUSA), José Luis Brito, quien suele recibir los avisos sobre las malogradas víctimas de estos accidentes.

Otro aspecto relevante es la tenencia irresponsable y abandono de perros y gatos, los cuales – cabe recordar – son carnívoros introducidos por el humano en el país, por lo tanto, no son originarios de estos ecosistemas y generan una presión adicional a la fauna nativa, la cual no ha coevolucionado con ellos.

Gato doméstico en mismo lugar donde transitó güiña en humedal de Mantagua ©Ngen Ambiental
Gato doméstico en mismo lugar donde transitó güiña ©Ngen Ambiental

El humedal de Mantagua tampoco se ha librado de este problema. Las mismas cámaras trampa que fotografiaron a la güiña, han retratado a su vez la presencia de perros y gatos en los mismos lugares donde anduvo este felino nativo, lo que evidencia una superposición de sus hábitats.

“Uno de los impactos más importantes aquí podría ser la presencia de perros y gatos. Se ha descrito que los perros cazan a distintas especies de fauna, y a las guiñas también. A los centros de rescate y rehabilitación llegan usualmente güiñas atacadas por perros. Algunas logran sobrevivir, pero muchas mueren”, señala la académica de la Universidad de Los Lagos.

Pero el peligro no se limita a los ataques. Los canes y felinos domésticos también pueden transmitir patógenos o enfermedades a los animales silvestres, lo que ha sido corroborado por varias investigaciones.

Para hacerse una idea, en algunas poblaciones de guiñas se han reportado la inmunodeficiencia y leucemia felina. Ambas infecciones son provocadas por virus que afectan, comúnmente, a los gatos domésticos, los cuales pueden transmitir estos patógenos a esta especie silvestre, algo que ya no es una mera sospecha, pues ha sido respaldado por distintos análisis.

Ingreso de personas con perros en humedal de Mantagua ©Ngen Ambiental
Ingreso de personas con perros en humedal de Mantagua ©Ngen Ambiental

Y aunque algunos crean que esto puede darse solo entre felinos, lo cierto es que los canes también revisten un riesgo. Un estudio, publicado recientemente en la revista especializada Transboundary and Emerging Diseases, recoge el caso clínico de una guiña enferma, de seis meses de vida, que fue rescatada de un área urbana de Curicó por el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), siendo derivada posteriormente al Centro de Rehabilitación de Fauna Silvestre de la Universidad de Concepción. El animal presentó una diarrea hemorrágica intermitente, entre otros síntomas, muriendo unas semanas después.

Luego de que los investigadores realizaran la necropsia y tomaran muestras de heces, estómago, intestino delgado y bazo, constataron que la güiña se vio afectada por un patógeno frecuente en perros: el parvovirus. “Esa güiña se enfermó y murió por el cuadro de parvovirus canino”, recalca Napolitano.

“Y esto es lo que conocemos, pero probablemente muchas otras enfermedades de estos animales domésticos también son transmitidas a la guiña y a otras especies de fauna”, advierte.

Güiña melánica ©Rodrigo Moraga
Güiña melánica (referencial) ©Rodrigo Moraga

Por ello, aunque la güiña sea resiliente y logre adaptarse a zonas intervenidas por el ser humano en la zona central, lo cierto es que el escenario es adverso y hostil, generando distintos efectos en las poblaciones de la güiña, muchos de los cuales – de seguro – no hemos desentrañado todavía.

“Obviamente, comparando las poblaciones de güiñas en un bosque nativo continuo, versus estas zonas altamente antropizadas, hay diferencias. Lo que se ha descrito es que, en estas zonas altamente antropizadas, las güiñas se tienen que dispersar mucho más y, por lo tanto, tener ámbitos de hogar mucho más extensos, probablemente para poder abarcar distintos fragmentos de bosques donde obtener los recursos que necesitan. Entonces, los ámbitos de hogar se extienden, en comparación con el bosque nativo, que es altamente rico en recursos”.

Güiña ©Eduardo Minte
Güiña (referencial) ©Eduardo Minte

Asimismo, en los lugares más intervenidos por el humano suelen haber menos ejemplares. Esto se explica, en parte, porque los ambientes más perturbados presentan una menor capacidad de carga y contados hábitats que les impide sostener una población grande de determinada especie. Por lo tanto, como bien indica Napolitano, “hay poblaciones más pequeñas, menos individuos, y también hemos visto que, por lo mismo, hay menor diversidad genética. Todo esto es lo que pasa en los paisajes antropizados, en comparación con paisajes de bosque nativo continuo”.

Dicho en simple, el impacto humano no solo se traduce en la menor disponibilidad de sitios de alimentación y refugio para esta especie, sino que también empujaría a las güiñas a recorrer mayores distancias a través de corredores de vegetación para llegar a otros fragmentos de bosque o ecosistemas naturales, donde puedan habitar y suplir sus necesidades. Esto incluye aspectos fundamentales para perpetuar la existencia de Leopardus guigna, como es el hallazgo de parejas reproductivas.

Un amenazado refugio de biodiversidad

La directora de Ngen Ambiental cuenta que iniciaron el monitoreo de fauna en primavera de 2018, realizando muestreos estacionales con distintas herramientas y técnicas. Con las nuevas cámaras trampa, buscan generar más datos que permitan avanzar en el conocimiento y conservación de este humedal.

Monitoreo de fauna en humedal de Mantagua ©Ngen Ambiental
Monitoreo de fauna en humedal de Mantagua ©Ngen Ambiental

“Con los estudios en terreno hemos registrado 137 especies y con el apoyo de otros avistamientos (como la plataforma eBird) el número de especies registradas en el humedal de Mantagua asciende a 195. Aquí las aves se llevan el premio en riqueza y abundancia, además, son el centro de atracción para los visitantes. Entre ellas destacan el cisne coscoroba y el cuervo del pantano que están en peligro de extinción, o visitantes raros como la tenca de alas blancas y el cazamoscas tijereta que dejan locos a los observadores de aves, y muchas especies migratorias que utilizan el humedal para descansar y reponer energías, como los zarapitos y las gaviotas de Franklin”, especifica Fischer.

Cisne coscoroba en humedal de Mantagua ©Ngen Ambiental
Cisne coscoroba ©Ngen Ambiental
Cuervo del pantano en humedal de Mantagua ©Ngen Ambiental
Cuervo del pantano ©Ngen Ambiental

A esto se suma el registro de la herpetofauna, representada – hasta el momento – por dos especies de culebra, cinco de lagartijas y dos de anfibios, como el sapito de cuatro ojos y ranita de antifaz “que son excelentes indicadores de la calidad del humedal”, señala la bióloga ambiental.

Sapito de cuatro ojos en humedal de Mantagua ©Ngen Ambiental
Sapito de cuatro ojos ©Ngen Ambiental

Por supuesto, también han detectado a distintos mamíferos, como la yaca, una familia de quiques en el sector del bosque, un par de zorros chilla, seis especies de murciélagos, una familia de coipos que vieron hace un tiempo con crías y otros roedores nativos más pequeños. Ahora, se suma la afamada güiña.

Yaca en humedal de Mantagua ©Ngen Ambiental
Yaca ©Ngen Ambiental

Por ello, no es de extrañar que este felino acuda a este humedal, considerando que alrededor del 70% de su dieta la conforman los roedores (manteniendo bajo control sus poblaciones y evitando enfermedades zoonóticas como el hanta), además de las aves y otros animales de menor talla.

“Aquí uno se da cuenta de la gran capacidad que tiene este ecosistema para albergar tantas especies, y que pese a las fuertes amenazas que sufre, logra refugiar a estos grupos de animales, donde todos son fundamentales para mantener el equilibrio”, expresa Fischer.

Coipo en humedal de Mantagua ©Ngen Ambiental
Coipo ©Ngen Ambiental
Coipo en humedal de Mantagua ©Ngen Ambiental
Coipo ©Ngen Ambiental

Por ello, Araya alerta sobre la necesidad de resguardar este lugar. “El humedal de Mantagua sigue sorprendiendo en cuanto a nuevos registros se trata, hace unos meses fue reconocido por la Red Latinoamericana y del Caribe como sitio AICOM (Área de Importancia para la Conservación de los Murciélagos); se han registrado especies como la yaca, aves como el cazamoscas tijereta, golondrina de frente blanca, entre otras, y ahora la presencia de gato guiña, sin duda, uno de los registros más llamativos obtenidos gracias a las cámaras trampa. Todo lo anterior está en riesgo, si es que no se toman las acciones para conservar el humedal de Mantagua”.

En la actualidad, algunas iniciativas buscan recuperar este ecosistema y ponerlo en valor, como los proyectos antes mencionados, así como el área de investigación y educación de Posada del Parque. A esto se suma que el humedal de Mantagua es uno de los cinco pilotos del Proyecto GEF Humedales Costeros, iniciativa conjunta entre el Ministerio del Medio Ambiente, el Global Environment Facility (GEF) y el Programa ONU Medio Ambiente.

Ingreso de vehículos en humedal de Mantagua ©Ngen Ambiental
Ingreso de vehículos al humedal ©Ngen Ambiental

Aunque valora lo anterior, Araya recuerda que “el humedal no posee ningún tipo de figura legal de protección sobre él, y su conservación a la fecha en gran medida es por el trabajo realizado por Posada del Parque a lo largo de los años”.

Frente a esto es que el llamado es a tomar acciones en todos los niveles.

Contaminación en humedal de Mantagua ©Ngen Ambiental
Contaminación en el humedal ©Ngen Ambiental

En lo que respecta a las güiñas que habitan en la zona central del país, donde los ecosistemas naturales son cada vez más escasos, Napolitano asegura que “la preservación de vegetación de quebradas y cercana a cursos de agua es fundamental para mantener los corredores naturales para la especie. Es fundamental mantener la continuidad y dispersión en el paisaje de la güiña, cuyas poblaciones o individuos probablemente están aislados, para que puedan seguir conectándose entre sí. Hay que pensar que eso implica que puedan seguir encontrando pareja reproductiva en este paisaje tan adverso, recursos alimenticios, etc. Por lo tanto, los corredores para su dispersión pueden ser tan pequeños como tres metros de ancho por 40 cm de alto, eso ya sirve para que este pequeño felino pueda moverse y que su población pueda ser funcional”.

©Eduardo Minte
©Eduardo Minte

En ese sentido, la investigadora del IEB destaca las diversas acciones para resguardar la biodiversidad nativa, incluyendo las que son impulsadas por privados. “Incluso las iniciativas de conservación privadas que conservan áreas con vegetación nativa son super relevantes, porque se van conservando estos pequeños fragmentos de vegetación en el paisaje. Si logramos tener corredores de vegetación entre ellos, estamos conectando el paisaje y haciéndolo funcional o más benigno para la especie en esta condición de alta presión antrópica».

Humedal Mantagua ©Paula Díaz Levi
©Paula Díaz Levi

Por otro lado, la tenencia responsable de perros y gatos, complementada con campañas de esterilización y controles veterinarios; la instalación de señales viales y lomos de toros en carreteras para reducir la velocidad en sitios donde cruzan güiñas; y la construcción o reforzamiento de gallineros “a prueba de depredadores” en zonas rurales, para evitar así el ingreso y posterior matanza de güiñas en represalia por su depredación a aves de corral, son algunas de las medidas que pueden impulsarse para avanzar en la coexistencia entre humanos y carnívoros nativos.

Recordemos que los depredadores nativos son fundamentales para la salud de los ecosistemas y, por ende, para nuestro propio bienestar. Esto incluye, por supuesto, al felino silvestre más diminuto del continente, con el cual co-habitamos, aunque no nos percatemos de ello.

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