Son ecosistemas escasos y frágiles que representan solo el 2% de la superficie terrestre. Pese a lo nimio que puede sonar esta cifra, lo cierto es que los humedales sustentan a comunidades enteras y al 20% de la biodiversidad de flora del mundo. En el caso de Chile, se calcula que existen alrededor de 40 mil humedales de distintos tipos, los cuales proveen un sinnúmero de beneficios como el abastecimiento de agua dulce, alimentos y hábitats para una amplia gama de especies, además de ayudar al control y mitigación de eventos naturales extremos y de fenómenos globales como la crisis climática.

Humedal Mantagua 1 – Paula Diaz Levi
Humedal de Mantagua ©Paula Díaz Levi

Sin embargo, los también denominados “riñones del planeta” han sido fuertemente impactados por el ser humano, como ha sucedido, por ejemplo, en la zona central de Chile, la cual concentra un 80% de la población total del país en un 25% del territorio. A esto se suma que la mayoría de estos humedales no posee ningún grado de protección oficial. Por este motivo, se lanzó hace pocos días el Proyecto GEF Conservación de Humedales Costeros de la zona centro sur de Chile, iniciativa financiada por el Global Environment Facility (GEF), ejecutada por el Ministerio del Medio Ambiente, e implementada por ONU Medio Ambiente.

“Este proyecto durará cinco años y trabajará en cinco regiones piloto, que van desde Coquimbo hasta La Araucanía, que corresponde a la ecorregión mediterránea, uno de los 36 hotspots de biodiversidad a nivel mundial. Para eso incluiremos a distintos públicos objetivos, que van desde tomadores de decisión hasta la ciudadanía en general, y trabajaremos con privados, ya sea el sector de turismo, silvoagropecuario, de construcción e infraestructura, y de la extracción de áridos y minerales, para ver cómo podemos influir en ciertas regulaciones que afectan tanto directa o indirectamente, y tanto positiva como negativamente a los humedales”, explica Claudia Silva, coordinadora nacional del Proyecto GEF Humedales Costeros.

Ave conocida como perrito ©Paula Díaz Levi
Ave conocida como perrito ©Paula Díaz Levi

El objetivo de la iniciativa es mejorar la condición ecológica de estos lugares a través de la gestión sustentable de los ecosistemas costeros, incluyendo a los humedales y las cuencas hidrográficas asociadas a ellos. De esa forma, se busca implementar buenas prácticas y consideraciones ambientales en distintos sectores productivos, apoyar el desarrollo local, y crear conciencia para reducir, finalmente, las presiones y amenazas. También contemplará medidas para la restauración de estos ecosistemas como, por ejemplo, la reforestación de las cuencas.

Los cinco humedales pilotos donde se ejecutará el proyecto serán la desembocadura del Río Elqui, en la comuna de La Serena (Región de Coquimbo); el humedal de Mantagua en Quintero (Valparaíso); el humedal Laguna de Cáhuil en Pichilemu (Libertador Bernardo O’Higgins); el humedal Rocuant-Andalién en las comunas de Concepción, Penco y Talcahuano (Bío Bío); y el humedal de la desembocadura del Río Queule en Toltén (La Araucanía).

Humedal Mantagua ©Paula Díaz Levi
Humedal Mantagua ©Paula Díaz Levi

Estos ecosistemas se emplazan en la ecorregión mediterránea chilena, la cual constituye uno de los 36 hotspots o “puntos calientes” de biodiversidad, por lo que ha sido calificada como un sitio prioritario para la conservación a nivel mundial. Se destaca por su alto nivel de endemismo, es decir, numerosas especies solo viven aquí y en ningún otro lugar del planeta.

No obstante, esta misma zona alberga a la mayoría de la población del país, recibiendo un sinnúmero de impactos de diversas actividades socioeconómicas, junto a la construcción de caminos y ciudades, entre otros factores.

Como resultado, esta zona posee menos del 15% de la capa vegetal original, la cual se encuentra muy fragmentada. Además, el 95% de las especies de peces, el 90% de reptiles, 14% de aves y 47% de mamíferos experimentan severos problemas de conservación.

Naturalmente, esto incluye a la biodiversidad de los humedales, los cuales no cuentan con protección oficial por la alta demanda que tienen de distintos usuarios.

Humedal Elqui ©Seremi Medio Ambiente Coquimbo
Humedal Elqui ©Seremi Medio Ambiente Coquimbo

Fue, precisamente, esa falta de resguardo la que motivó la elección de los cinco pilotos. “Nos preguntaron por qué no trabajábamos en los humedales Ramsar que ya están clasificados como relevantes. Muchos de los sitios Ramsar son altoandinos o de zonas más lejanas, pero los que están acá [en la zona central] tienen el 80% de la población de Chile encima, entonces, por ese motivo necesitan ser protegidos”, asevera Robert Erath, oficial para proyectos GEF del Programa ONU Medio Ambiente.

A esto se suma otro motivo. Silva explica que “queríamos tener una serie de opciones replicables de humedales representativos de la ecorregión mediterránea, que fueran distintos en cuanto a su condición actual, tanto ecológica como socioeconómica, y en cuanto a sus amenazas. Estamos trabajando con humedales que son urbanos, rurales, y que tienen amenazas muy fuertes en cuanto al sector de turismo, inmobiliario, silvoagropecuario, agrícola y forestal, entonces, la idea es que después se pueda replicar lo que estamos haciendo en otros humedales con condiciones parecidas”.

Ecosistemas asfixiados

Las presiones y amenazas, ya sean vigentes o potenciales, son variadas.

Para hacerse una idea, el humedal de la desembocadura del río Elqui enfrenta la explotación ilegal de recursos hidrobiológicos, las especies exóticas, la extracción de áridos y agua, la basura, el turismo no regulado, la minería, y la expansión inmobiliaria y vial. Parecido es el caso de Mantagua, cuya flora y fauna se ha visto impactada por los proyectos inmobiliarios entre Concón y Quintero, la alteración del hábitat por animales domésticos como perros y ganado, y el turismo no regulado que involucra la pesca, caza, generación de residuos y el ingreso de vehículos motorizados.

Por otro lado, el humedal laguna de Cáhuil se ha visto afectado por el manejo artificial de la barra (de arena) presente en la desembocadura, así como por la construcción de viviendas, las floraciones algales nocivas, la contaminación de aguas, la deforestación y reforestación con especies introducidas, el déficit hídrico, y la pesca, caza y extracción de recursos no regulada.

Humedal Rocuant Andalién ©GEF Humedales Costeros
Humedal Rocuant Andalién ©Patricio Ortiz

El humedal Rocuant-Andalién, en tanto, recibe los efectos de la presencia de perros y ganado, la contaminación, el desvío del agua y relleno ilegal (para secarlo), y la expansión urbana. De hecho, se encuentra al lado del aeropuerto local y se ha visto cada vez más acorralado por la urbe.

Por último, el humedal de Queule se ha visto impactado por la deforestación y la sustitución del bosque nativo, así como por la contaminación de las aguas, la erosión del suelo, la caza ilegal, la introducción de especies exóticas, el drenaje para la agricultura y la habilitación de terrenos para la construcción.

Por lo anterior, la iniciativa ha impulsado distintos comités por región, como el directivo (compuesto por distintos ministerios, la Dirección General de Aguas, entre otras entidades), el técnico nacional (que incluye a servicios públicos, ONG y academia) y técnicos-locales (municipios, sociedad civil, entre otros).

Humedal Queule ©GEF Humedales Costeros
Humedal Queule ©GEF Humedales Costeros

“Ha sido un trabajo largo, no fácil, porque hay muchas comunidades y entidades que trabajan asociadas al humedal, pero finalmente se ha logrado unir a toda la comunidad”, cuenta Sebastián Arenas, representante de la Cámara de Turismo Rural de Pichilemu y miembro del comité técnico local para el humedal laguna de Cáhuil.

“Hay salineros, boteros, cultivadores de ostras, operadores turísticos, está toda la comunidad unida y, finalmente, se logró para trabajar en un bien común ya que el humedal nos pertenece a todos, y nosotros pertenecemos a él”, agrega.

Arenas asegura que “si no existiera el humedal, nadie se enteraría de que existe Cáhuil. El humedal de Cáhuil lo es todo, porque de ahí sacan recursos los pescadores, los salineros, los cultivadores de ostras, y todo el turismo que hay en Cáhuil es en base a la laguna”.

Humedal de Cáhuil ©GEF Humedales Costeros
Humedal de Cáhuil ©GEF Humedales Costeros

Collar de perlas 

Las aves son, sin duda, las habitantes y huéspedes más emblemáticas de los humedales costeros, en especial las especies playeras y migratorias, las cuales emprenden largos viajes entre el hemisferio norte y sur. Sin embargo, e independiente del hemisferio, estos animales no se han librado de distintas amenazas durante los últimos siglos, ya sea la degradación o fragmentación de su hábitat, la contaminación o…la antigua moda de los sombreros emplumados.

Corría el año 1896 cuando la matanza de millones de aves acuáticas para la industria de los sombreros generó indignación en los Estados Unidos. Este hecho inspiró el nacimiento de una de las organizaciones conservacionistas más antiguas del mundo: la National Audubon Society.

Desde ese entonces, Audubon ha impulsado distintos programas en tierras – y aguas – norteamericanas y en países como Colombia y Chile (en Chiloé), con el fin de proteger y fomentar la valoración de las aves y los humedales, los cuales proporcionan beneficios o servicios ecosistémicos que, si los analizamos desde la perspectiva monetaria, equivalen a cientos de millones de dólares.

Aves playeras Humedal rio Maipo 2 – Paula Diaz Levi
Aves playeras ©Paula Díaz Levi

El vicepresidente de Audubon International, Chad Wilsey, sostiene que “los humedales costeros que se encuentran plegados en la costa son los que brindan más servicios ecosistémicos porque están relacionados con servicios de la tierra y del mar. Por ejemplo, tienen un rol súper importante para la pesca”.

Adicionalmente, se encuentra el papel de los humedales como reservas de carbono – ayudando a mitigar la crisis climática – y como protectores del borde costero, convirtiéndose en una clase de “escudo” entre el mar y la infraestructura como viviendas.

“Hicimos un análisis del costo de los daños a propiedades privadas, evitados por la presencia de una franja de humedales entre esas propiedades y el mar, sobre todo en eventos naturales extremos como los huracanes, lo que en el contexto de Chile pueden ser los maremotos. También se puede cuantificar eso, y estamos hablando de mil millones de dólares que es el valor que tienen humedales, entre otras barreras naturales que se encuentran en la costa”, añade Wilsey, quien dio una charla magistral en el seminario internacional desarrollado durante el lanzamiento del proyecto GEF.

Siete colores ©Birding Chile
Siete colores ©Birding Chile

El aviturismo o avistamiento de aves es otra actividad con elevado potencial para las economías locales, involucrando varias ganancias asociadas. Por ello, Audubon realizará, en el marco del proyecto GEF, una serie de capacitaciones a las comunidades locales con ese fin.

De esa manera, se busca recuperar a estos cinco humedales costeros de la zona central de Chile, los cuales forman parte de una amplia red de ecosistemas a lo largo de la costa del océano Pacífico.

Como reza la metáfora recordada por Wilsey, esta red se asemeja a un collar de perlas que se extiende entre los hemisferios sur y norte,  donde cada perla corresponde a un humedal.

La coordinadora nacional del GEF Humedales asegura que “vemos que hay mucho interés, tanto de las comunidades como de los sectores privados asociados al humedal. Como no estamos trabajando en áreas protegidas, sino en humedales que no tienen ningún tipo de protección, queremos que se apliquen buenas prácticas y criterios ambientales, y ver, en definitiva, cómo podemos hacerlo mejor”.

Humedal de Mantagua ©GEF Humedales Costeros
Humedal de Mantagua ©GEF Humedales Costeros
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