Artista y Fotógrafo, nació en Madrid en 1953. Es licenciado en Bellas Artes y Psicología, recibió el Silver Award of New York Times Magazine en 1994 y un año después el Premio Nacional de Fotografía de España. Su último proyecto Interacciones nació a partir de su encuentro con dos insólitas fotografías del macizo de La Maladeta del pionero francés Joseph Vigier que recorrió los Pirineos en 1853 fotografiando segmentos del paisaje de la alta montaña, mostrando según Vallhonrat, su visión acerca de cómo la fotografía construye el mundo.

Interacciones es una búsqueda de la experiencia de montaña, la inconsistencia del hombre frente a la naturaleza y un cuestionamiento frente a las diferentes formas de representar el paisaje. El trabajo está dividido en cinco partes: 42°N, Deriva Estándar, Registro del Margen, Fricción Límite y Eolionimia, abarcando más de cincuenta fotografías, siete vídeos y una video-instalación.

1930. Datos: Eolionimia. Kåre Aarset, Trømso, 1930/2014. ©Javier Vallhonrat
1930. Datos: Eolionimia. Kåre Aarset, Trømso, 1930/2014. ©Javier Vallhonrat

En este proyecto, Vallhonrat recorre durante los últimos cinco años varias montañas europeas y Tierra del Fuego a paso lento, con el objetivo de cuestionar el modo de representar el itinerario, el contexto o territorio. Acompañado de la nieve, temperaturas extremas, el viento y la neblina, el artista pone su mente y cuerpo al límite llegando a veces a no poder fotografiar durante días. “En este proyecto todas las apreciaciones están marcadas por la incertidumbre, la inestabilidad climática y lo vulnerables que somos”, cuenta. Vallhonrat nos muestra cómo confundimos la realidad con un trocito de ella y cómo la obligamos a adaptarse para que nuestro relato adquiera un carácter creíble. “La fotografía nos acaba mostrando lo que necesita la mente para quedarse conforme con sus propias construcciones”, enfatiza.

En la construcción de la imagen, ¿Cuál es tu intencionalidad? ¿Qué recursos de composición utilizas?

El entorno glaciar en el que he trabajado desde 2011 (Parque Natural Posets-Maladeta, Pirineo oscense) me fascina. Constituye la frontera con Francia, una barrera natural de la metereología noratlántica. La geometeorología de la zona del Valle de Benasque y de los Glaciares de Aneto y Maladeta es muy especial, con una innivación – tiempo que permanece la nieve sobre el suelo- muy superior a la de valles colindantes, frecuente nubes en cotas bajas, fuertes vientos en cotas altas, desniveles notables, etc. Las primeras fotos que se hicieron claramente frente a un glaciar, en la Historia, se hicieron allí en 1853.

Elegí trabajar en este entorno, explorando durante cinco años (2011-2015) límites del lenguaje, de la representación y de la articulación de sentido comunicable, no tanto en torno al paisaje, sino en torno a la experiencia compleja de itinerarios y estadías en este nicho glaciar, y otros de meteorología extrema. A la vez que insuficiente e impreciso para abordar la tarea de abarcar algo tan complejo (el entorno externo y la experiencia del mismo), el trabajo de construcción de la obra desde estos límites deviene en sí mismo una aventura. Es el campo de juego de lo metafórico referido a la experiencia artística de la alta montaña y sus condiciones, y a la experiencia de construcción del lenguaje.

Los recursos compositivos buscan desdibujar la noción de paisaje a la vez que incrementar el plano de la pisada y del terreno que se pisa. Se trata de hacer dialogar pisada y mirada, algo propio de la experiencia de la montaña. No existe ninguna silueta de montaña, ninguna descripción de vastedades desde un punto de vista dominante. Más bien juegos ambiguos con lo plano y lo profundo, lo descriptivo y lo sensorial, lo cercano y lo lejano, lo real y lo imaginario. Es una forma de hablar de la mirada y de la experiencia, de cómo en la montaña uno oscila entre la experiencia física inmediata de la pisada y del cuerpo, y de la mirada, de lo que aún no se ha alcanzado.

Eolionimia. Videoinstalación, Museo Universidad de Navarra. Pamplona, España (2015). ©Javier Vallhonrat
Eolionimia. Videoinstalación, Museo Universidad de Navarra. Pamplona, España (2015). ©Javier Vallhonrat

Luego de esta experiencia ¿Cómo miras el paisaje?

En realidad comencé a trabajar en este proyecto después de haber experimentado la montaña como territorio o lugar (entidades con las que mantengo relaciones afectivas o de pertenencia) y no como paisaje (espacios con los que desarrollo relaciones más de orden estético o cultural).

Después del proyecto Interacciones, miro mucho menos el paisaje como tal, aunque me sigue cautivando su misterio y su belleza. Ahora más bien experimento la mirada leyendo el territorio de manera compleja; la relación mirada-territorio se ha ido transformando en un espacio de experimentación, de creación. Aquí participan las ideas, las sensaciones, las metáforas que nos hablan de patrones complejos y significados poéticos que no se desvelan del todo.

Luego está el hecho de que también salgo a la montaña como alpinista o a vivir una travesía o un descenso. Entonces me relajo y soy uno más.

¿Qué mundos personales se cruzan e interactúan en tu fotografía?

Sin duda la experiencia de espacios naturales, especialmente cuando percibo en ellos una intensidad especial: puede ser lo vasto, lo desierto, lo remoto, lo agreste, lo hostil, lo oscuro o lo luminoso. Me empujan a escuchar largo rato y después, a querer rendir homenaje a lo experimentado construyendo algo: una expresión, una cosa, un proyecto.

Construir un proyecto hecho de expresiones (fotografías, textos, vídeos u objetos) es en sí mismo otro universo. Es construir una entidad de lenguaje y de metáfora. En estos proyectos abordo las complejidades de mi experiencia de artista viviendo la complejidad de la montaña.

¿A qué te refieres cuando hablas en tus videos de la relación de poder que se produce al fotografiar el paisaje?

Siendo pequeño me llamaba la atención cuando los mayores caminaban hacia un lugar porque desde allí se «dominaba el paisaje». Dominar o abarcar eran expresiones que, unidas a la idea de «privilegio» (un lugar privilegiado para dominar el paisaje), mostraban un juego de poder de la mirada humana sobre lo mirado. Algunos artistas del Land Art como Richard Long y Hamish Fulton, entre otros, no trabajaron desde una idea de paisaje, sino dentro de entornos, territorios o escenarios donde inscribir sus acciones. Hay un sentimiento de gratitud y un deseo de pertenencia a esos lugares. El territorio no es convertido en «cosa» o en «postal», la separación sujeto observador-objeto observado pierde intensidad.

¿Cómo describirías «Interacciones»? ¿Como un todo y no el conjunto de cinco partes?

Lo veo como una única entidad con facetas diferentes, la figura de un poliedro. Sus partes se diferencian entre sí, pero entre ellas forman una unidad.

42ºN trabaja sobre las ideas de itinerario y puntos o ubicaciones (señalamientos puntuales en un continuo). También podría ser visto como un contexto que ordena múltiples fragmentos o un track que contiene muchos way point.

Deriva estándar juega con la desorientación de espacios sumergidos en la niebla o la borrasca, y la necesidad de certidumbre representada por los caminos o hitos.

Registro del margen es un intento de narrar la experiencia de descubrir vivacs de montaña – protecciones o refugios que aprovechan formaciones naturales completadas con apilamientos de piedras- y dormir en ellos, en tres imágenes. La dificultad de dicha narración (casi todo lo que se experimenta en ese período de tiempo, en esa vivencia, queda fuera de la obra), las renuncias y las decisiones tomadas a nivel expresivo y de construcción lingüística devienen el centro de la serie.

Fricción límite contrapone estudios científicos (catas de nieve) para la predicción de riesgo de aludes, con la inevitabilidad y el caos de los aludes de nieve.

“Restos de avalancha”. Valle de Benasque, 2013. Foto: Concepción Cirac, 2013. ©Javier Vallhonrat
“Restos de avalancha”. Valle de Benasque, 2013. Foto: Concepción Cirac, 2013. ©Javier Vallhonrat

En Eolionimia me intereso en el binomio ciencia-poesía, creando un personaje que a la vez que aventurero y poeta, es observador del Instituto meteorológico de Bergen (Noruega) en la época del nacimiento de la meteorología moderna.

El conjunto del proyecto Interacciones trabaja con la experiencia de la montaña como espacio metafórico de lo difícil, de lo incierto, de lo inabarcable, y a la vez con el humano deseo de conocer, predecir y controlar su entorno.

¿Cuál de las partes que componen Interacciones fue para ti la más difícil?

Tu pregunta me sugiere dos respuestas: como montañero y como artista. Desde la perspectiva del proyecto, he intentado que mi conocimiento de la montaña (cómo gestionar los riesgos, cómo moverme por ella, cómo optimizar los recursos a veces limitados) estuviera totalmente al servicio del proyecto artístico. Las decisiones las tomaba la parte artística, pero siempre después de consultar a la parte de montañero. Como montañero, las dificultades han sido muy diversas, aunque sobre todo por mis límites físicos o psicológicos (el frío, la fatiga, el viento, la lluvia, la frustración de no conseguir resultados después de días de intentarlo), más que por la dificultad técnica, la verticalidad, la inaccesibilidad o los accidentes del terreno.

A nivel alpinístico, no es en absoluto un proyecto difícil, aunque a muchos amantes de la montaña les acerca a experiencias cotidianas que conocen muy bien. Sin embargo, la alta montaña no es terreno fácil. He vivido días de viento huracanado muy duros, que para mí tienen una belleza violenta muy especial. He trabajado bajo lluvias de las que ya no sabía cómo protegerme (lo único que conseguía proteger era la cámara). Me he sentido totalmente perdido en la niebla. He pasado miedo fotografiando los aludes en época de deshielo.

Pero para mí las mayores dificultades están relacionadas con la construcción del proyecto: darle sentido, enriquecerlo, mantener la coherencia, hacerlo consistente. Tal vez la parte que más me costó llevar a cabo, en la que trabajé más duro y donde más veces bajé de la montaña frustrado y con las manos vacías fue en 42ºN.

Sobre tu experiencia en la montaña: hablas del peso en la espalda y de cargar lo imprescindible, ¿Qué es para ti hoy lo imprescindible a cargar, tanto material como psicológicamente?

Vivimos en una sociedad del derroche, del despilfarro. En Europa, que es el entorno que mejor conozco, esto en flagrante. Incluso en España, donde se ha vivido un largo período de crisis que ha provocado más de un 25% de desempleo, situación aún lejos de resolver, se ha sustituido la percepción de «estado del bienestar» por la de «estado de precariedad», pero sigue siendo, sorprendentemente, una sociedad que despilfarra.

Aunque conozco otros entornos de montaña (Alpes suizos, franceses, italianos o austríacos, Tierra del Fuego, Andes mendocinos), el entorno donde me muevo con más frecuencia es el de Pirineos. En estos entornos, las travesías, sean invernales o no, no procuran tanto la excitación o el reconocimiento por lo realizado, sino que son experiencias mantenidas y anónimas de mucho esfuerzo. Son experiencias calladas, a veces solitarias, áridas y prolongadas.

En esas circunstancias, respirando el aire nítido y cortante y escuchando el sonido entre cristalino y metálico de los fragmentos de esquisto –un tipo de roca- bajo las botas, con el agua, la comida y el abrigo que te permiten sobrevivir, es más fácil ver cuántas cosas son prescindibles, a la vez que percibir cómo de vulnerables somos.

¿Hay algún momento en el que pensaste renunciar, dar la vuelta?

No, estaba demasiado entusiasmado como para pensar en renunciar. En realidad, al principio del proyecto, cuando desarrollaba 42ºN, había días en que después de haber dormido a 3.000 metros con mucho frío y de cargar el pesado equipo por la montaña, bajaba con las manos vacías. La frustración pesaba más que la mochila y me ponía a echar cuentas: llevo ocho días para obtener cinco fotos que más o menos me satisfacen. ¿Cuántos días más me van a hacer falta para reunir un cuerpo de trabajo consistente? ¿Me van a alcanzar las fuerzas?. Afortunadamente, esa sensación de desfondamiento fue pasando.

Después de esta experiencia ¿podrías afrontar un proyecto nuevo sin que conlleve un estado físico y sicológico tan extremo?

Por supuesto. Como artista, y no ya como amante de la experiencia de la montaña, hay una tarea en trabajar en el lenguaje (limitado) en su encuentro con las experiencias (complejas), en explorar las capacidades metafóricas de la expresión, en el intento de trasponer lo real. Esto no necesita de entornos llamativos o difíciles.

Sin embargo, la combinación de experiencia de la montaña y proyecto artístico para mí tiene mucho de reto, de desafío. Ejerce mucha fascinación a la vez que me hace sentir una suerte de responsabilidad de compartir estas experiencias a la vez de vida y de lenguaje. Además está la reverencia y atracción que siento por esos entornos.

¿Cuál es tu próximo proyecto?

Tengo en marcha algunos proyectos docentes en España, muy interesantes y exigentes, donde estoy trabajando con grupos de artistas, en su mayoría fotógrafos, en torno a la creatividad y generación de proyectos.

También estoy explorando (son primeros acercamientos) en torno a la masa glaciar de La Maladeta, uno de los glaciares más grandes de todo el Pirineo, ubicado a 3.000 metros de altura. Es un glaciar en clara recesión, amenazado y vulnerable, pero bello y misterioso. Quiero trabajar allí.

Para conocer más sobre la obra de este artista, pueden visitar su página web: www.javiervallhonrat.com

Aquí pueden ver un video sobre su obra 42ºN, del proyecto Interacciones.

 

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