Niños y naturaleza: el acceso espontáneo al aprendizaje
«La realidad de estas familias, no sólo es que viven en un barrio del cual no sienten orgullo, además muchos no han salido de la ciudad (…) Aún cuando el acceso a áreas verdes parece una necesidad de segunda categoría, en el contexto cotidiano marca una diferencia crucial», son las palabras de Max Correa Malschafsky, Director de Proyectos de Fundación Mi Parque, quien en esta columna nos presenta cómo impacta la creciente urbanización a niños y sus familias.
El pasado 6 y 7 de junio se desarrolló el Seminario Latinoamericano “Niños y Naturaleza” en São Paulo, donde el eje central del evento fue el efecto que ha tenido la urbanización en los niños en relación a su contacto con la naturaleza.
En Brasil específicamente, la población que vive en las ciudades ha pasado del 45% en los 60′ al 84% en la actualidad. Esto ha causado cambios significativos en su relación cultural con la naturaleza y en particular en los espacios educativos, que pasaron de ser terrenos experimentales, de autonomía y desarrollo de relaciones, a convertirse en espacios cerrados y controlados, donde el contacto con ambientes naturales es prácticamente nulo.
El elemento común de la mayoría de las ponencias del seminario fue el esencial papel que juega la naturaleza en el aprendizaje de los niños. Aspecto que desde Fundación Mi Parque, no sólo compartimos, sino que además enfatizamos en una problemática más esencial, relacionada a nuestra labor diaria: el precario espacio público al cual están expuestos muchos niños de Chile y Latinoamérica.
En los 10 años que lleva la fundación trabajando junto a los vecinos, un elemento común que hemos visto entre las comunidades, es la vergüenza que les provoca el lugar donde viven. En los talleres que realizamos con quienes ocuparán las plazas, hemos escuchado con tristeza casos como el de un vecino que se bajaba de la micro un par de paraderos antes del que tenía cerca de donde vivía, precisamente porque no quería que la gente supiera que afuera de su casa había un basural.
La realidad de estas familias, no sólo es que viven en un barrio del cual no sienten orgullo, además muchos no han salido de la ciudad; lo que significa que sus niños nunca han tenido contacto con la naturaleza, con un árbol, o una mariposa, quizás. Acá es donde Mi Parque hace el énfasis. Aún cuando el acceso a áreas verdes parece una necesidad de segunda categoría frente a problemáticas como la educación, salud, o vivienda, en el contexto cotidiano de calidad de vida, marca una diferencia crucial.
Para las comunidades con las que trabajamos, cambiar la cara de su barrio no sólo les devuelve el orgullo, también les otorga un espacio para conocer y encontrarse con sus vecinos; salir de sus hogares; disfrutar al aire libre y conectarse con la naturaleza: rodar por el pasto, subirse a un árbol, ver caer las hojas en otoño para disfrutar del florecer en primavera, tomando así conciencia empírica de lo que los establecimientos educacionales enseñan al interior de sus salas.