Sesión con el carpintero negro
Nuestro colaborador invitado de la semana es Héctor Parra, quien hace unos días tuvo un encuentro con un gran carpintero negro macho, que lo sorprendió en la Reserva Cerro Paine. ¡No se pierdan esta galería de fotos, aquí!
Dicen que cuando eres fotógrafo de naturaleza, o al menos lo intentas, debes estar preparado en todo momento. Nunca sabes cuando alguna rara especie te puede sorprender de imprevisto. La mayoría son escurridizas y no se dejan ver con facilidad, así me ha pasado varias veces, entonces prefiero disfrutar de la observación y que ésta sea una buena historia que contar.
Este parecía un día de esos. Atardecía en la Reserva Cerro Paine a los pies de las famosas Torres del Paine, y el frío comenzaba a bajar. Afortunadamente algo de sol quedaba para dejar ver el agradable color de las lengas (Nothofagus pumilio) y ñirres (Nothofagus antarctica) en otoño.
Iba caminando por los ñirres que rodean mi lugar de trabajo –los domos de la ONG AMA Torres del Paine–, cuando de pronto, entre el sonido del río, el viento en los árboles y uno que otro rayadito, escuché un golpeteo; un «Toc-Toc» proveniente de un árbol cercano. Cerré los ojos y traté de seguirlo con el oído, en silencio. Ahí, en uno de tantos ñirres del área, lo encontré picoteando.
Observé cómo poco a poco iba agrandando el orificio que hacía en el árbol. Nunca había estado tan cerca de un carpintero negro (Campephilus magellanicus). Era un macho solitario, lo reconocí por su coloración roja en toda la cabeza. Como les digo sólo pude disfrutar de la vista… ¿Mi cámara? Estaba en casa, bien guardada.
Hasta aquí este encuentro sería tan solo un buen relato, sin embargo después de ir a comer pasé por mi cámara y ajusté el lente de 300 mm, preparado por si se dejaba ver otra vez. Al volver, no lo vi… como tantas veces que vas con la cámara y no se dejan ver las especies que quieres ver. Pero pronto un amigo me dice en voz baja «Ahí está», apuntando a uno de los ñirres. Ahora sí, saqué la cámara y comencé a fotografiar, contento por esta segunda oportunidad. Mantuve la distancia y me acomodé para capturarlo desde el mejor ángulo sin asustarlo. Logré tomar muchas fotos y aquí les presento algunas de ellas para que las disfruten.
En fin, fotografiar la naturaleza es un camino de mucha paciencia, constancia y también suerte. Eso es lo que lo hace fascinante y ayuda a continuar para ir avanzando en nuestro registro personal de especies. Dedico este articulo a mi amor Catalina, mi familia y amigos por apoyarme en todo siempre. Y especialmente a mi profesor de Ecología Alejandro Espinosa, un apasionado de esta especie.