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Un acercamiento a la fauna endémica de la cuenca del río Loa, un lugar único en el norte de Chile
En medio del desierto más árido del mundo, la cuenca del río Loa se convierte en un refugio que alberga especies únicas como la ranita del Loa o la lagartija de Paulina. De igual forma, al ubicarse entre la Cordillera de Los Andes y el océano Pacífico, se generan las condiciones idóneas para la existencia de un corredor biológico. Conoce más detalles en el artículo completo a continuación.
El río Loa nace a más de 4.000 m.s.n.m, en las faldas del volcán Miño, Región de Antofagasta. Es un curso de agua dulce que cuenta con una extensión de 440 km, en la que atraviesa el desierto de Atacama hasta desembocar en el océano Pacífico. Es el río más largo de Chile, ubicado en el desierto más árido del mundo, y representa un refugio único para diversas especies.
Cuenta con una ecología compleja. Por ello, se divide en tres zonas, dependiendo de la altitud y de la humedad presente en el ambiente: alta, intermedia y baja.
Tanto la parte baja como alta se caracterizan por un mayor nivel de vegetación y acceso al recurso hídrico. En particular, la zona baja o costera se ve influenciada por el paso de la camanchaca a través de las quebradas. En cambio, la zona alta se rige por las bajas temperaturas cordilleranas.


Osvaldo Rojas, director y fundador del Museo de Historia Natural y Cultural del Desierto de Atacama, destaca que la zona intermedia se diferencia por una intensa radiación solar. Según explica, esto ha obligado a los ecosistemas locales a adaptarse para sobrevivir en un ambiente que no siempre fue así.
El estudio de diversos fósiles ha demostrado que la vida presente actualmente en la zona es completamente diferente a la de hace millones de años atrás. Esto se debe a un cambio climático que, de acuerdo a Rojas, demoró millones de años: “Cuando uno observa desde un avión, se puede ver lleno de quebradas, surcos en el desierto que nos indican que por ahí corrió agua, y eso es real. Corrió agua”.

“Todas estas zonas verdes, en conjunto con la vida animal que albergaban, se han ido reduciendo en el campo de ocupación, y ha quedado relegado a determinadas regiones dentro del río. Es así como encontramos especies únicas que están en determinados puntos, pero que no las encontramos en otras áreas, inclusive han adquirido características propias”, explica Rojas.
De acuerdo al Ministerio del Medio Ambiente, hay cerca de 55 especies de vertebrados a lo largo del río (considerando peces, reptiles, aves y mamíferos). 47 de estas especies son nativas, entre las cuales hay especies endémicas de la zona. Es decir, que no están en ningún otro lugar del mundo.
Entre las más reconocidas por su restringida distribución está la rana de Hall, o mejor conocida como ranita del Loa (Telmatobius dankoi). Descrita por primera vez en 1999, es una especie característica por su apariencia aplanada, lo que la distingue de otras ranas chilenas. Al mismo tiempo, se encuentra en Peligro Crítico. “Las ranas del Loa están en un punto determinado en una vertiente que desemboca en Loa. Con seguridad en algún momento estuvieron también en el Loa, pero se extinguieron de esa zona y su área está reducida a una vertiente”, explicó Rojas. La conservación de esta rana es tan crucial que un equipo de científicos logró salvarla de la extinción.

Por otro lado está la lagartija de Paulina (Liolaemus paulinae) y el pejerrey del Loa (Basilichthys semotilus), de los que todavía falta mucho por saber. “La verdad hay muy poco trabajo, muy poca información. Sobre todo, de lo que más falta es información sobre la historia natural de las especies. Entonces, por ejemplo, ¿qué está pasando con el pejerrey del Loa? ¿Cuál es su distribución actual? No tenemos idea”, dice Gabriel Lobos, subdirector de la facultad de Ciencias Veterinarias y Pecuarias de la Universidad de Chile, e investigador asociado al Museo de Historia Natural y Cultural del Desierto de Atacama.


Asimismo, aunque quizás pasen inadvertidos, los invertebrados no se quedan fuera de la lista de especies endémicas del Loa. En la zona habitan dos especies de caracoles de agua dulce que, a pesar de ser muy similares en su físico, cuentan con importantes diferencias evolutivas. Este es el caso de Heleobia loaensis y Heleobia opachensis.
“Unos caracolitos que, estando el río Loa a menos de 5 o 6 km de la quebrada de ojo de Opache, han adquirido particularidades dentro de su desarrollo evolutivo diferentes en algunas cosas, siendo en su origen lo mismo”, señala Rojas.

Por otro lado, también existen subespecies endémicas de aves en la zona. Lobos explica que, dentro del mundo de la ornitología, las variaciones en los patrones de coloración o de otros elementos visuales ayudan en la identificación de estos ejemplares. De acuerdo al libro “Aves del Oasis Ancestral de Calama”, se pueden encontrar, por ejemplo, al sietecolores del Loa (Tachuris rubrigastra loaensis), característico por su menor tamaño, y al trabajador del Loa (Phleocrypts melanops loaensis), con un plumaje más oscuro que sus parientes de la zona centro sur del país.


Un corredor biológico para el desierto
La presencia única de especies que se adentran desde las costas del mar Pacífico hasta lo profundo del desierto convierten al río Loa en un corredor biológico. “Hay muchas aves acuáticas que tienen una distribución más amplia en el norte de Chile, pero que obviamente utilizan esta cuenca del río Loa para para adentrarse hacia las zonas más altas. Entonces, para la fauna en general diría yo que la importancia del río justamente es que actúa como un corredor biológico y obviamente tiene una importancia enorme en cuanto a permitir el desplazamiento migratorio”, explica Lobos.
Entre los ejemplos mencionados por el experto, se encuentra el Phyllodactylus gerrhopygus, una especie de gecko nocturno cuya distribución va desde la zona costera del sur del Perú hasta Antofagasta, consiguiendo adentrarse en el desierto hasta Calama siguiendo las quebradas. Otra especie conocida por moverse a través del río es la garza azul (Egretta caerulea), la cual, a pesar de su distribución, que va principalmente entre Estados Unidos y el sur de Brasil, se encuentra escasamente en Chile. Sin embargo, el primer registro confirmado de reproducción en Chile ocurrió en 2023, cuando se avistó a un grupo de tres polluelos en el parque El Loa, Calama.


No obstante, este tránsito no solo ocurre desde la costa hacia el altiplano, sino que también hay desplazamientos desde los Andes hacia la zona intermedia. “Hay periodos en los que se ve en el parque El Loa a la tagua andina, o incluso la gaviota andina. Esas dos especies son propias de las zonas más altas, pero obviamente en los periodos que está más frío se desplazan a zonas más bajas (…). Entonces, eso a nosotros nos hace suponer que son desplazamientos migratorios”, comentó Lobos.
Una oportunidad para la conservación
A mayo de 2025, el tramo del río Loa entre el poblado de Chiu-Chiu hasta el sector del río cercano a la comuna de María Elena, fue declarado “Humedal Urbano”. Se trata de un hecho que se espera que pueda servir para tomar medidas de protección concretas en la zona. “El Loa ya fue decretado humedal, pero hay que sacarlo del papel y llevarlo a la práctica. O sea, preocuparse del terreno, de lo que está ocurriendo y tomar medidas correctas cuando las materias que se están viendo lo ameriten. Ese es un llamado y una voz de alerta para la mantención de estos sistemas tan frágiles”, comentó Rojas.

En este sentido, tanto Rojas como Lobos coinciden en que, si bien se mantiene la alerta constante frente a la escasez del recurso hídrico presente en el río, el polvo en suspensión generado por la actividad minera representa una amenaza creciente para la flora y fauna. “Cuando abrimos camino en el desierto se produce este desplazamiento de masas de arena, del polvo que en algún lugar se asienta y desgraciadamente las quebradas son los principales elementos que atrapan estas materias de suspensión”, alerta Rojas.
De igual forma, Lobos también menciona que la presencia de la trucha arcoíris (Oncorhynchus mykiss), una especie exótica introducida proveniente de Norteamérica es una amenaza latente para las especies de las que se tiene poco conocimiento. Introducida a inicios del siglo XX para la pesca deportiva, según explicó lobos, esta especie “es una reconocida predadora de otros peces, de larva, huevos de anfibio”.

Finalmente, Rojas hace un llamado a aprovechar la declaración de humedal urbano para la cuenca del río Loa como una oportunidad para la conservación. “A veces somos incapaces de mirar 20, 30 o 40 años más adelante. Escasamente miramos qué vamos a hacer mañana. Pero yo creo que falta fortalecer esa parte a través de la educación, la cultura, la difusión de los bienes patrimoniales que nos entrega la naturaleza y entender que el fin no es solo el disfrute de este patrimonio, sino que, muy por el contrario, somos los llamados a protegerlo para las generaciones futuras”, finaliza Rojas.