Junto a los caminos, en medio de campos o en las profundidades de los bosques, es posible encontrar a las llamativas orquídeas chilenas, las que, a diferencia de las que habitan en otras partes del mundo, crecen en contacto con la tierra, en los lugares menos esperados.

De cualquier forma, pese a que es complejo diferenciar una especie de otra, son plantas fáciles de reconocer, ya que las orquídeas son famosas por su belleza enigmática y exótica, la que es capaz de cautivar al ser humano desde tiempos inmemorables con sus flores de colores exuberantes y fragancias embriagantes.

Codonorchis lessonii. Créditos: Diego Alarcón.
Codonorchis lessonii. Créditos: Diego Alarcón.

«Las orquídeas son muy distintivas, o sea, si bien es difícil identificar qué especie es, cuando uno las mira se sabe inmediatamente que se trata de una orquídea. Esto se debe a que tienen flores que son generalmente no simétricas, no son como las rosas, por ejemplo, sino que tienen una simetría que se llama bilateral, porque generalmente tienen abajo una estructura que se llama labelo, que es bien diferente y que tiene verrugas, puntos, pelos, etcétera», comenta Cristian Atala, doctor en Ciencias Biológicas, área Botánica, profesor del Instituto de Biología de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

«Además, la parte femenina y masculina de la plantita están unidas en una sola estructura, que es típico de las orquídeas y que no está en otras plantas. Entonces, forman una cosa que se llama “columna” (ginostemo), en la que la parte femenina está en la zona de atrás y la masculina adelante. Otra cosa importante es el polen, el que en vez de estar como un polvito, en las orquídeas viene compactado en unas “bolsitas” llamadas polinios», agrega.

Codonorchis lessonii. Créditos: Diego Alarcón.
Codonorchis lessonii. Créditos: Diego Alarcón.

En este contexto, estas hermosas plantas pertenecen a la familia Orchidaceae, la que cuenta con aproximadamente 26.000 especies distribuidas globalmente, exceptuando los polos y algunos desiertos. En Chile, es posible encontrar alrededor de 72 especies pertenecientes a ocho géneros diferentes, de los que cinco son originarios de la región austroamericana, particularmente de la zona chileno-patagónica, mientras que los otros representan a la flora neotropical. Es así como estas plantas pueden encontrarse desde el altiplano hasta Magallanes, e incluso una de ellas crece en el archipiélago Juan Fernández (Gavilea insularis M.N. Correa).

Sin embargo, a pesar de su increíble diversidad y relevancia, las orquídeas chilenas han sido objeto de escaso estudio científico, incluso en la actualidad. Por lo mismo, el conocimiento que se tiene sobre ellas es limitado, en parte debido a la dificultad de describir estas plantas a partir de muestras y su reconocimiento en estado vivo, especialmente cuando no están con flores.

«Pienso que las orquídeas chilenas han sido menos estudiadas que las tropicales, primero que nada por el número menor de especies, luego por tratarse de orquídeas que habitan el suelo, son terrestres, mientras muchas de las especies tropicales son preferentemente epífitas, es decir, viven sobre los árboles. Otra razón se podría deber al relativamente menor tamaño de las flores de las orquídeas chilenas, ya que probablemente la duración de la floración, así como el tamaño de las flores de las orquídeas tropicales puede ser proporcionalmente mayor», afirma Diego Alarcón Abarca, doctor en Ciencias Biológicas, ingeniero forestal con 24 años de experiencia, e investigador adscrito en el Instituto de Ecología y Biodiversidad.

Chloraea magellanica. Créditos: Diego Alarcón.
Chloraea magellanica. Créditos: Diego Alarcón.

En este sentido, el estudio de las orquídeas chilenas también se ha visto desafiado por la complejidad de su taxonomía. Históricamente, botánicos como J. Lindley, E. Poeppig, y K. Reiche, entre otros, realizaron investigaciones significativas, pero los avances recientes han sido más limitados. Los últimos trabajos taxonómicos de relevancia fueron realizados por Maevia N. Correa entre 1955 y 1969, los que se centraron en los géneros Brachystele, Chloraea, Gavilea y Habenaria. Más recientemente hay algunas propuestas en las guías de campo de Patricio Novoa junto con sus colaboradores, así como algunas especies nuevas descritas, como es el caso de Bippinula gabriel.

«Hay que considerar que las orquídeas chilenas son todas endémicas del cono sur de Sudamérica y un 54% de ellas son endémicas solo de Chile, lo cual es un valor muy alto a nivel mundial. Dentro de los desafíos, el punto inicial es definir el número real de especies, lo cual probablemente requiera estudios genéticos profundos, junto con conocer de manera acabada la distribución de sus poblaciones. Por otro lado, hay que considerar que las orquídeas de Chile presentan particularidades como simbiosis con hongos que les permitan germinar, establecerse en sus ambientes e incluso generar conexiones en los flujos de nutrientes con otras especies, lo que requiere de investigaciones que aún no se han abordado a cabalidad en nuestro país. Otro de los desafíos de estudio, probablemente tenga que ver con las especies de insectos que polinizan sus flores, es materia que no se ha estudiado plenamente», opina Alarcón.

Gráfico sobre la riqueza de las orquídeas por región. Créditos: Diego Alarcón.
Gráfico sobre la riqueza de las orquídeas por región. Créditos: Diego Alarcón.

Orquídeas chilenas en profundidad

De acuerdo con la segunda edición ampliada de la Guía de Campo de las Orquídeas de Chile, de las cerca de 72 especies de orquídeas que se encuentran en Chile, son alrededor de 39 las que son endémicas del país. Lamentablemente, la mayoría de las especies se encuentran en algún nivel de amenaza o con información insuficiente para catalogar su estado de conservación.

«Las principales amenazas a las orquídeas es que suelen crecer en lugares que no son tan prístinos, crecen en las orillas de caminos y lugares no tan puros. Solo algunas prefieren montañas y sitios más naturales. Por lo mismo, están expuestas a la herbivoría por conejos, vacas, etcétera. Además, estos son animales que antes no habitaban en Chile, por lo que no tienen forma de defenderse contra ellos», afirma Atala.

«Lo otro que sucede es que mucha gente saca las flores por bonitas, y eso también es un problema, porque se ve afectada la reproducción sexual, la que genera variabilidad y a los nuevos individuos. También se ve afectado el hábitat. Hay sitios que están dominados por plantaciones de pino, condominios y carreteras», agrega.

Chloraea crispa. Créditos: Diego Alarcón.
Chloraea crispa. Créditos: Diego Alarcón.

Considerando lo anterior, las orquídeas se dividen principalmente en dos tribus dentro de la subfamilia Orchidoideae: Cranichideae y Codonorchideae. A su vez, la primera se subdivide en cuatro subtribus: Cranichidinae, Spiranthinae, Orchidinae, y Chloraeinae. Los géneros en estas subtribus a menudo tienen una sola especie en Chile, como Codonorchis lessonii, Brachystele unilateralis, y Habenaria pumila. Chloraeinae, por su parte, incluye tres géneros que gozan de una gran riqueza de especies en la región.

«En Chile tenemos al menos 56 especies de orquídeas nativas, 30 de ellas son endémicas del país, considerando el recuento más conservador. El número total puede ser incluso 72 dependiendo de los autores. Las orquídeas chilenas integran ocho géneros botánicos, dentro los cuales los principales son el género Chloraea con 26 especies, Gavilea con 18, seguido por Bipinnula con 5 y el resto con 2 y 1 especies cada una», explica Alarcón.

«Hasta ahora, de las 13 especies clasificadas como amenazadas, tenemos cuatro especies de Chloraea bajo categoría en peligro crítico de extinción (CR), incluyendo tales como Chloraea cuneata, C. disoides y C. heteroglossa, que tienen un número de población sumamente pequeño y habitan en una distribución extremadamente restringida y sus ambientes sometidos a fuertes cambios por acción humana. Por otro lado, tenemos seis especies bajo categoría en peligro de extinción (EN) que incluyen Bipinnula taltalensis, Bipinnula volkmannii, Chloraea prodigiosa, Ulantha apinnula, Gavilea kingii y Gavilea insularis, esta última endémica del archipiélago de Juan Fernández. Solo 3 especies fueron clasificadas como vulnerables a la extinción (VU), incluyendo Myrosmodes nervosa, Chloraea cristata y Chloraea speciosa», agrega.

Chloraea cuneata. Créditos: Diego Alarcón.
Chloraea cuneata. Créditos: Diego Alarcón.

Respecto a lo anterior, el género Myrosmodes, perteneciente a Cranichidinae, comprende alrededor de 12 especies que se encuentran en zonas altiplánicas y bofedales de los Andes de Sudamérica. En Chile, Myrosmodes nervosa es el único representante del género, extendiéndose desde la Región de Arica y Parinacota hasta Antofagasta. Este género se encuentra adaptado a ambientes fríos y húmedos.

Por su parte, Brachystele (Spiranthinae) incluye cerca de 20 especies distribuidas desde Mesoamérica hasta el sur de Sudamérica. En Chile, Brachystele unilateralis se encuentra desde la latitud 28° hasta 48° S. La relación entre Brachystele y otros géneros como Odontorrhynchus y Sauroglossum es compleja y aún no se ha resuelto del todo, lo que refleja la necesidad de más estudios taxonómicos.

El género Codonorchis, que se encuentra en la tribu monoespecífica Codonorchideae, tiene una distribución amplia en el sur de Sudamérica y se asocia con hábitats templados. Codonorchis lessonii, una especie de este género, presenta características vegetativas únicas que le permiten sobrevivir en condiciones extremas, como el frío y la nieve. Este género, con su posición filogenética basal, ha sido objeto de debate sobre su clasificación y relaciones con otras tribus.

Chloraea longipetala. Créditos: Diego Alarcón.
Chloraea longipetala. Créditos: Diego Alarcón.
Bipinnula fimbriata (flor del bigote). Créditos: Cristian Atala.
Bipinnula fimbriata (flor del bigote). Créditos: Cristian Atala.

El género Habenaria, perteneciente a Orchidinae, cuenta con aproximadamente 600 especies distribuidas en zonas pantropicales y templadas. En Chile, Habenaria pumila es la especie más ampliamente distribuida, desde la Región de Atacama hasta Magallanes. Este género es conocido por su capacidad de colonizar diversos hábitats, incluyendo zonas pantanosas y bosques tropicales, y su amplia diversidad cromosómica ha facilitado su adaptación a diferentes ambientes.

«Otras especies interesantes son Brachystele unilateralis, llamada nuil, palabra mapudungún que según literatura se le atribuye al concepto de “perdido”, probablemente por lo efímero de su aparición. Presenta sus flores pequeñas y delicadas, con un aroma muy fino. La palomita blanca o Codonorchis lessoni es una orquídea delicada de flor blanca y un verticilo de 3 hojillas, es frecuente del sotobosque de diversos tipos de bosque entre Maule y los confines de Magallanes. Otras formas diversas incluyen Habenaria pumila, de color verde claro, que vive a orillas de cursos de agua y humedales andinos y Myrosmodes nervosa, una orquídea muy bajita y comprimida de flores blancas, presenta partes comestibles y habita solo en los bofedales del extremo norte de Chile», comenta Alarcón.

La subtribu Chloraeinae, que incluye los géneros Bipinnula, Chloraea y Gavilea, está compuesta por orquídeas endémicas de la región austral de Sudamérica. Chloraea, con alrededor de 48 especies, se distribuye en tres áreas disyuntas en Sudamérica. Bipinnula y Gavilea también presentan áreas disyuntas en Chile y Argentina. Los análisis filogenéticos recientes han revelado la necesidad de una reclasificación dentro de Chloraeinae para lograr una taxonomía coherente y reflejar mejor las relaciones filogenéticas.

«Dentro del género Chloraea podemos destacar la gavilú (Chloraea gavilu) por el gran tamaño de sus flores e intenso color amarillo anaranjado, presente entre Valparaíso y Los Ríos principalmente en la costa, mientras que la orquídea pico de loro (Chloraea chrysantha), de un naranjo más intenso, o Chloraea longipetala, de piezas florales de color blanco con líneas verdes y tintes amarillos en su labelo, lo que le confieren gran belleza y vive principalmente en regiones del Biobío y Araucanía. Hay que destacar también a la orquídea porcelana (Chloraea magallanica), con piezas florales blancas, pero con nervaduras reticuladas de color verde, lo que le confiere una especial belleza como una loza antigua, desarrollándose en partes altas de los Andes, en un rango amplio entre Maule y Tierra del Fuego», señala Alarcón.

«Dentro del género Gavilea, destacamos a la hermosa Gavilea odoratissima, que vive entre Maule y Aysén, presentando colores amarillo, naranjo y líneas verdes y presenta un intenso perfume delicioso. Gavilea longibracteata es otra especie frecuente que presenta una gran cantidad de flores con blanco, naranjo y verde, en su inflorescencia, dispuestas de forma ordenada, con la apariencia de una trenza de abuela. Las orquídeas del género Bipinnula presentan unos bigotes con estructuras lineares llamadas fimbrias que las adornan de manera especial, destacándose Bipinnula fimbriata, preferentemente de la costa entre Coquimbo y Maule, mientras que Bipinnula volkmannii es muy estilizada, siendo muy escasa en los faldeos andinos de Ñuble a Araucanía y también en la cordillera de Nahuelbuta», agrega.

Raíces con un pasado prehistórico

Recientemente, se ha planteado una hipótesis interesante sobre las orquídeas chilenas: podrían tener raíces gondwánicas. Esta teoría sugiere que la separación de estas orquídeas de sus parientes australianos ocurrió debido a eventos de vicarianza, es decir, a raíz de la separación de Sudamérica de Australia y Nueva Zelanda. Este aislamiento podría ser la clave para entender la conservación de características antiguas y la notable diversidad de las orquídeas en Chile.

«Nosotros como país teníamos inicialmente una vegetación más tropical o subtropical, la que estaba muy conectada con la flora de Australia y la Antártica, porque estaban los continentes pegados. Cuando se separan los continentes, continuamos teniendo esta flora hasta que se levanta la cordillera. Aquello produjo un fenómeno de cambio del clima y se generó la aridez de la zona norte. Esa variedad, más la barrera de la cordillera, conllevó el aislamiento de la flora de Chile. De hecho, hay un linaje, el género Chloraea, que su máxima diversidad está en nuestro país, y es el centro de origen de ese grupo para el resto del mundo. La mayoría de estas especies son endémicas, además», explica Atala.

Chloraea disoides (flor del gallo). Créditos: Cristian Atala.
Chloraea disoides (flor del gallo). Créditos: Cristian Atala.

Aunque se han identificado 72 especies de orquídeas en el país, es posible que existan muchas más que aún no se han descubierto. Por lo mismo, para los expertos la falta de datos detallados sobre su estado de conservación y las amenazas que enfrentan subrayan la urgencia de realizar más investigaciones y fomentar la participación de la ciencia ciudadana para proteger y entender mejor estas plantas únicas.

«En Chile existe un proceso que es el Sistema de Clasificación de Especies, donde cualquier persona natural puede llenar una ficha con información sobre la especie y puede proponerle una clasificación bajo criterios que están establecidos. Eso se manda a una parte central, que depende del Ministerio, donde hay un comité que evalúa los antecedentes y finalmente salen resoluciones que tienen valor legal sobre cuáles son las especies que son clasificadas de cierta manera. Ahora, algunas orquídeas han sido estudiadas y se han clasificado como En Peligro de extinción, En Peligro Crítico, o Vulnerables, pero en su mayoría no han sido evaluadas. No se ha hecho esa pega de ver cuántas hay, dónde están, etcétera», señala Atala.

«También hay problemas taxonómicos, todavía no nos ponemos bien de acuerdo en cómo se llaman las especies y cuántas hay, o si se trata de una especie o de dos. Esto tiene grandes implicancias para la conservación. Por ejemplo, si hay una gran extensión de tierra donde habita una sola especie, entonces no hay problemas, pero si resulta que en realidad son dos o son varias especies parecidas, se hace más pequeña su distribución y se vuelve más riesgosa su conservación», agrega.

En este sentido, un estudio reciente ha destacado la singularidad de dos géneros de orquídeas en Chile: Codonorchis y Chloraea, que parecen ser algunos de los linajes más antiguos del continente americano. El género Codonorchis, con una antigüedad estimada en 53 millones de años, está representado en Chile por Codonorchis lessomii, que se encuentra desde la región del Maule hasta Tierra del Fuego. Por otro lado, Chloraea, que existe desde hace unos 43 millones de años, cuenta con alrededor de 43 especies distribuidas en los bosques y matorrales del centro y sur de Chile.

Tom Givnish, principal autor del estudio publicado en el Journal of Biogeography, propone que estas especies pudieron haber llegado a Chile desde Australia. Según el experto, las orquídeas se expandieron desde aquel territorio hace 112 millones de años, hacia el sudeste asiático, la Antártica y luego al sur de Sudamérica. Desde allí, se dispersaron hacia el resto del continente americano, lo que implicaría que las orquídeas chilenas son significativamente más antiguas que otros géneros en los Andes Tropicales.

Chloraea bletiodes. Créditos: Cristian Atala.
Chloraea bletiodes. Créditos: Cristian Atala.

Asimismo, la capacidad de reproducción de las orquídeas, que producen millones de diminutas semillas capaces de viajar cientos de kilómetros con la ayuda del viento, ha facilitado su dispersión. Además, Givnish señala que la influencia continua de la corriente de Humboldt y otras corrientes alrededor de la Antártica ha proporcionado condiciones ideales para la persistencia de estas especies a lo largo del tiempo.

En contraste, la extensa subfamilia de orquídeas Epidendroidae, que representa el 80% de todas las orquídeas a nivel mundial, apareció hace 49 millones de años. El grupo más diverso y abundante en América del Sur se originó más recientemente, hace unos 30 y 25 millones de años.

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