¿Lo has visto en vivo? La majestuosidad del ciervo volante reflejada en increíbles fotografías
Nuestro colaborador, Vicente Valdés Guzmán, nos compartió unas hermosas fotografías de un impresionante ciervo volante (Chiasognathus grantii), especie que es catalogada por especialistas como vulnerable y que es posible avistar en estas fechas en el sur de Chile, entre las regiones del Biobío y Aysén. Su paleta de colores es inimaginable, y muy variable a la vez. Podemos encontrar individuos donde predomina el color verde o el azul, como también algunos que son mas rosados, morados o rojizos. Debido a esto no pasa desapercibido, ni por su colorido, ni por su gran tamaño, ya que pueden llegar a medir hasta 9 cm de largo.
El impresionante ciervo volante (Chiasognathus grantii), también llamado como «cantabria» o «escarabajo de Darwin», es conocido como uno de los coleópteros o escarabajos más representativos y carismáticos de la fauna chilena de la zona sur de Chile.
Se trata de una especie nativa de los bosques de Nothofagus del sur de Chile y Argentina, encontrándose en nuestro país entre las regiones del Biobío y Aysén.
Fue el año 1871 cuando Charles Darwin publicó su libro titulado «El origen del hombre y la selección en relación al sexo», en el cual analizó e ilustró a esta especie, como una forma de fundamentar su teoría en torno al rol de la selección sexual en el desarrollo de estructuras morfológicas exageradas que, a priori, parecían ir en contra de la selección natural y que estaban presentes en uno de los sexos de una especie.
En este sentido, Darwin comentó que: «El macho de Chiasognathus grantii del sur de Chile es un escarabajo espléndido… Ha desarrollado mandíbulas enormes, es audaz y agresivo; cuando se siente amenazado se pone en guardia, abriendo sus grandes mandíbulas, y al mismo tiempo estridulando ruidosamente; pero las mandíbulas no son lo suficientemente fuertes como para pellizcar mi dedo con el fin de causar dolor real».
En esta línea, el ciervo volante pertenece a la familia Lucanidae, en la cual destacan precisamente especies con machos cuyas mandíbulas se encuentran muy desarrolladas, las que pueden superar por mucho el largo de su cuerpo, y las utilizan al competir y pelear contra otros machos agarrándolos y lanzándolos árbol abajo. Las hembras por su parte, tienen mandíbulas más pequeñas, rasgo característico para diferenciarlos.
Los huevos son depositados entre las hojas caídas del suelo, por lo que las larvas deben habitar ese ambiente durante dos años, alimentándose de las raíces de gramíneas (pastos) y leguminosas. Son de color blanco amarillento, con algunos tonos cafés rojizos en la cabeza.
Cuando crecen, llegando hasta los 9 cm de largo, se alimentan de la savia exudada de árboles nativos como el coigüe de magallanes (Nothofagus betuloides), coigüe de Chiloé (Nothofagus nítida) y tineo (Weinmannia trichosperma).
Lo normal es avistarlos durante el mes de febrero, ya que en estas fechas puede llegar a ser muy abundante.
Su paleta de colores es inimaginable, y muy variable a la vez. Podemos encontrar individuos donde predomina el color verde o el azul, como también algunos que son mas rosados, morados o rojizos. Debido a esto no pasa desapercibido, ni por su colorido, ni por su gran tamaño.
Si bien hasta la fecha no ha sido evaluada esta especie según los criterios de clasificación de especies definidos por el ministerio del Medio Ambiente, por lo que no cuenta con una categoría de conservación según el marco legal efectivo, algunos especialistas, al analizar los antecedentes disponibles de esta especie, propusieron que su estado de conservación debía catalogada como rara o vulnerable. En este sentido, el llamado es que, si nos encontramos con ellos esta temporada, sean respetados al máximo. Son totalmente inofensivos para el ser humano y debemos tratarlos como el tesoro natural que son.