En Chile hay más de 43 mil islas. Esos pedazos de tierra en medio del mar están llenos de sorpresas y contrastes; pueden estar a cientos o miles de kilómetros del continente, inmersas en aguas con ecosistemas únicos y escondiendo sus propias curiosidades. Nos propusimos hacer una lista por algunas de esas islas remotas —alejadas del continente, ya sea por la cantidad de kilómetros o la dificultad de sus accesos— para conocer qué hay en ellas.

Este es un recorrido por lo más austral en Cabo de Hornos; los misterios de isla Mocha; el endemismo de Juan Fernández y las Desventuradas; y el lugar más remoto no solo de Chile, sino del mundo: Rapa Nui. 

Las islas remotas al sur del mundo 

Plumas, vegetación y mar. En este rincón más alejado del continente, Cabo de Hornos es un protagonista y esos tres elementos ayudan a que lo sea. En plena Región de Magallanes —que cuenta con el 68,9% de las islas de Chile—, tuvo su primer descubrimiento hace 7.500 años con los antepasados del pueblo yagán y en 1616 exploradores holandeses avistaron la zona. En 2005 se transformó en la Reserva de la Biósfera Cabo de Hornos. 

Dos lugares claves dentro de ella son el Parque Nacional Cabo de Hornos y el archipiélago de las islas Diego Ramírez, donde se emplaza el Parque Marino «Islas Diego Ramírez y Paso Drake».

Partamos por el Parque Nacional. Aquí están islas Wollanston —Wollanston, Freucinet, Bayly y Grevy— y Hermite —Hermite, Jerdan, Herschel, Deceit, Hornos y Hall—, además de los islotes de Maxwell, Saddle, Chanticleer y Arrecife. En total, juntan unas remotas 63 mil hectáreas.

“La sensación de estar en isla Herschel e isla Hornos es como estar al borde, al final del mundo. Hay mucho viento, escarcha y sensación de amplitud”, comenta Mauricio Ruiz, jefe del Departamento de Áreas Silvestres Protegidas de la Corporación Nacional Forestal (Conaf) en Magallanes.

Esas dos islas son las más grandes del archipiélago. Hornos es la más conocida, con una gobernación marítima de la Armada. Entre los vientos y las condiciones extremas del lugar, un coigüe de Magallanes destaca por ser el más austral del mundo. 

“En esta isla existe una red de senderos no muy extensa y es el único lugar de visita. En el resto de las islas no viven personas. Se están levantando líneas base de flora y fauna, con vestigios culturales de la zona, en la elaboración de un plan de manejo, que ha sido muy difícil por su lejanía”, comenta Mauricio. 

Isla deicit. Créditos a Guy Wenborne
Isla Deicit. Créditos a Guy Wenborne

A la isla Hornos solo llega una guardaparque entre los meses de septiembre a abril (temporada de verano), y se trata de la esposa del «alcalde de mar» de la zona. Al respecto, Ruiz comenta: “optamos a este modelo porque es imposible para nosotros llegar al lugar”.

El resto de las islas tiene sus propios mundos inhóspitos, rodeadas de un mar que muchas veces amenaza por su rudeza, junto al viento interminable. Sin embargo, lugares como las islas Hermite, albergan arenas blancas en playas que parecieran ser tropicales, pero con agua fría. 

Si de islas se trata, el mar nunca puede dejarse de lado. Más lejos del parque nacional están las islas Diego Ramírez, donde está el Parque Marino Islas Diego Ramírez-Paso Drake. Estas islas son Bien Nacional Protegido y Patrimonio Nacional.

Diego Ramírez. Créditos: Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC)
Diego Ramírez. Créditos: Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC)

Su influencia oceánica hace que estar ahí sea como vivir en un barco al fin del mundo. Este archipiélago abarca cerca de 79 hectáreas en dos grupos de islas. El del norte alberga la isla Norte, junto con los islotes Cabezas, Peñailillo, Martínez y Mendoza. El del sur tiene a los islotes Santander, Vergara, Pontevedra, García, Ester, Torres, Barros, Hernández y Águila —el punto más austral del continente americano—, además de las islas Bartolomé y Gonzalo, las principales. 

Este es un punto interesante que conecta poblaciones que están en la península Antártica con la punta Sudamericana. Todo este gigantesco grupo de islas al sur del canal de Beagle tiene varios componentes antárticos, como líquenes, musgos y especies que están en ambos lados del mar de Drake”, comenta Roy Mackenzie, investigador del Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC) y parte del Instituto Milenio Base, científico que se ha dedicado a investigar la zona durante más de 10 años.

En este lugar del mundo no existen árboles. Hay ocho especies de plantas vasculares. De esas, solo una domina más del 90% de todo el territorio: el coirón (Poa flabellata). 

Diego Ramírez. Créditos: Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC)
Diego Ramírez. Créditos: Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC)

“La mayoría son especies en crecimiento de cojín, es decir, achaparrado y adaptado directamente al frío y el viento”. De hecho, el coirón tiene una asociación mutualista beneficiosa con las aves marinas, al ser un refugio donde nidifican. “En el continente antártico hay islas idénticas a Diego Ramírez que generan un corredor para aves que están constantemente migrando”, explica Roy. 

En general, la Reserva Cabo de Hornos es conocida como un “Parque Jurásico” de las aves del fin del mundo, y en Diego Ramírez se descubrió una nueva especie de rayadito subantártico.

Esto es importante porque las aves ejercen presión en la vegetación. A través de su feca producen concentraciones de nitrógeno y fósforo, lo que limita el crecimiento de plantas y abona el pastizal para el año siguiente. Esto pasa especialmente en primavera, época de reproducción. Hay una relación muy estrecha entre vegetación, aves y recursos marinos. Los plumíferos modifican el paisaje, permitiendo que algunas plantas estén ahí, las que les generan protección del viento de la zona. 

Diego Ramírez. Créditos: Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC)
Diego Ramírez. Créditos: Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC)

Muchas de las aves que llegan son atraídas por el alimento que les entrega el mar. De hecho, en el agua existe una biodiversidad única que le ganó la atribución de un Parque Marino. ¿Por qué pasa esto? En un mar abierto, cualquier cumbre de relevancia geográfica, al igual que en la tierra, va a concentrar biodiversidad al haber microclimas. 

De esta forma, este remoto territorio insular es un verdadero Laboratorio Natural. “Alrededor del archipiélago pasan los nutrientes del océano, concentrados en un punto y en alta velocidad, lo que aumenta el caudal. Eso es uno de los peligros del Cabo de Hornos, el mar de Drake, conocido por grandes vientos y corrientes”, comenta Roy.

Todo esto ha sido estudiado y monitoreado por científicos de la Universidad de Magallanes, el CHIC y el Instituto Milenio Base. Sin embargo, llegar allá es un desafío por su lejanía e inaccesibilidad, por lo que la presencia de los fareros de la Armada en la isla Gonzalo es clave.

La isla remota famosa por sus historias secretas

Isla Mocha es la más cercana en kilómetros al continente, pero su gran historia, repleta de mitos y leyendas, más su difícil acceso, le ganan un lugar en esta lista. Aquí te contamos un breve resumen de la nota Isla Mocha: el asombroso lugar de las almas, bosques, mar en llamas y Mocha Dick que cautiva en el Biobío

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Isla Mocha. Créditos Guy Wenborne.

A 34 kilómetros de Tirúa, esta isla contó con sus primeros habitantes del pueblo mapuche. En los años 1685 y 1687, los mapuche fueron expulsados violentamente, y la isla quedó deshabitada por cerca de 160 años. Antes de eso, se habla de la presencia de algunos piratas y corsarios. Lo que sí es seguro es el paso cercano de barcos que, pasando por un impetuoso mar que provocó su naufragio, forman parte de los adornos de muchas casas de quienes habitan en la isla. 

En esta isla viven cerca de 800 “mochanos”, dentro de los 48 km2 en medio del mar. Ellos se dedican a la pesca, la agricultura y el turismo. Su único lazo con el continente es a través de una avioneta y algunas embarcaciones.

En la isla se ubica la Reserva Nacional Isla Mocha, que protege un enigmático bosque nativo. En realidad, es algo así como un bosque valdiviano, pero sin los queridos Nothofagus. Sin embargo, destacan arrayanes, olivillos y ulmos. Este prístino lugar es hogar de especies endémicas, como el sapito de isla Mocha y el chucao de la Mocha.

En este mágico bosque se dice que se siente una “lluvia de fardelas” cada noche en la temporada reproductiva, cuando los padres vuelven al nido a alimentar sus polluelos. No hay que dejar de lado que el 70% de la población mundial de la fardela blanca nidifica en isla Mocha, seguida por el Archipiélago de Juan Fernández. 

Otro fenómeno es que, literalmente, del agua en la isla Mocha emerge fuego. En la costa hay pozos de gas natural, específicamente metano, que permiten que nazca fuego en medio de las olas. De esta forma, la mezcla perfecta de marea baja y poco viento hace que los mochanos prendan sus antorchas y la flama cobre vida. 

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Isla Mocha. Créditos: Guy Wenborne

Esta mítica isla también es famosa por “Mocha Dick”, un cachalote macho y albino que esquivó numerosos intentos de caza por parte de buques balleneros. Su nombre se lo dieron los balleneros en esa época, al hablar de un ejemplar difícil de cazar. Esta historia fue documentada por muchas fuentes de la época. Todo esto más tarde inspiró la famosa novela “Moby Dick”, publicada en 1851. 

Las islas remotas conocidas por su biodiversidad única terrestre y marítima

En 1574, un navegante español llegó al Archipiélago de Juan Fernández. Desde ese entonces, este lugar a poco menos de 700 km del litoral central, se transformó en lugar de paso de navegantes, corsarios y piratas, prisión en el siglo XIX y escenario de novelas famosas.

El lugar tiene tres islas y una serie de islotes y morros. La principal es Robinson Crusoe (ex Masatierra, 47,2 km2), donde está presente el único poblado habitado durante todo el año, San Juan Bautista. Se suma Alejandro Selkirk (ex Masafuera, 49,5km2) y Santa Clara (2,2 km2).

Bahía Cumberland. Robinson Crusoe.

La zona es un Parque Nacional que abarca el 98% del archipiélago. También es Reserva de la Biósfera y el Parque Marino Mar de Juan Fernández, que protege 262 mil km2. Además, existe un área Marina Costera Protegida de Múltiples Usos Juan Fernández y sus 5 parques marinos.

“De las tres islas, Santa Clara tiene una vegetación en su mayoría de pastizal. No hay habitantes en ninguna época del año, a diferencia de Robinson y Selkirk (donde viven pescadores entre septiembre y mayo por la temporada de pesca artesanal de langosta)”, comenta Felipe Paredes, isleño y cofundador de la Fundación Endémica.

Robinson Crusoe es la isla más cercana al continente, con su famosa bahía Cumberland. Cercano a la Isla está Santa Clara y más lejos, Selkirk, que no cuenta con bahía, pero tiene la particularidad de ser la isla más alta del archipiélago. Su cerro Los Inocentes tiene 1350 msnm. 

Entre verdes paisajes y azules alrededores, lo que más destaca es su endemismo —es decir, la presencia de especies que solo habitan ahí—, gracias a la condición remota. Solo en flora, Juan Fernández posee más plantas endémicas por kilómetro cuadrado que cualquier otro sistema insular del mundo. Además, un tercio de las aves endémicas de Chile habitan en estas islas y el endemismo de recursos marinos llega a un 90%.

Isla Alejandro Selkirk. Créditos Guye Wenborne.
Isla Alejandro Selkirk. Créditos Guye Wenborne.

Más allá de eso, está la relación de los habitantes con su territorio. Felipe lo llama estado de insularidad: “es más allá del aislamiento geográfico, tiene que ver con lo que se genera en la psiquis humana el que una comunidad como la nuestra, que lleva 150 años acá, se ha instalado en un lugar donde antes el aislamiento era mucho más (…) Teniendo la oportunidad de conocer otras islas de Sudamérica y el mundo es evidente que hay una familiaridad o cosa común entre los isleños del mundo, pero también uno podría encontrar que es específico de su territorio, entonces es cultural o incluso biológico”, comenta. 

Cerca de Juan Fernández, a 850 km de la costa continental chilena (frente a la Región de Atacama) está lo que la ONG Oceana cataloga como “el grupo de islas oceánicas más desconocidas de Chile”: las Desventuradas. Son las islas San Félix y San Ambrosio que, salvo una base naval en San Félix, están deshabitadas. A esto se suman el islote González y la roca Catedral. El conocimiento sobre estas islas fue en 1574 por Juan Fernández, antes de descubrir el archipiélago que lleva su nombre.

Isla San Félix. Créditos Guy Wenborne.
Isla San Félix. Créditos Guy Wenborne.

Son islas más pequeñas, sin cauces permanentes de agua, como Robinson Crusoe y Alejandro Selkirk. La más grande es San Ambrosio (2,5 km2), seguida por San Félix (2,4 km2), distanciadas entre ellas por 20 km. En cierta época del año, pescadores se instalan en San Ambrosio para la pesca artesanal de langosta.

“La pequeña flora de 22 especies comprende 19 especies endémicas, de las cuales 16 solo se encuentran en las islas”, comentan desde el Real Jardín Botánico de Edinburgo. A eso se suma el paso de algunas especies de aves marinas, que también se ven en Rapa Nui y las Islas Salas y Gómez, que son al menos 37.

Isla San Félix. Créditos Guy Wenborne.
Isla San Félix. Créditos Guy Wenborne.

Sin embargo, la biodiversidad marina en la zona es clave. Existe el Parque Marino Nazca-Desventuradas, que protege 300 mil km2. Este lugar tiene una magia bajo el agua, repleta de montes submarinos. 

Para hacerse una idea, estas dos pequeñas islas son una extensión de las cordilleras submarinas de Nazca-Salas y Gómez. “Su remota posición geográfica y el hecho de que sean una zona militar restringida significa que son uno de los lugares menos explorados del Pacífico”—comenta Liesbeth van der Meer, directora ejecutiva de Oceana Chile—“en las distintas investigaciones llevadas a cabo en la zona se constató que cada uno de los montes submarinos que se investigaron presentaban su propia fauna y biodiversidad”.

Isla San Félix. Créditos Guy Wenborne.
Isla San Félix. Créditos Guy Wenborne.

En 2012, el proyecto National Geographic Pristine seas y Oceana exploraron los ecosistemas marinos de estas islas. ¿El resultado? Fondos llenos de vida. Fauna sin señales de impacto humano. En resumen, lo suficiente para la creación de un parque marino que sería el más grande del Pacífico Sur. 

Las Desventuradas son un “hotspot” de biodiversidad de peces arrecifales con más de un 80% de especies endémicas. “Estos son los porcentajes de endemismo más altos jamás registrados en el mar (…). También se pudo documentar un paisaje lleno de vida: bosques de algas ondulantes, abundantes poblaciones de peces. Los buzos científicos se sorprendieron, no solo con los enormes ejemplares de langostas, los cuales medían más de un metro de longitud y alcanzaban casi los ocho kilos, sino que también por la gran cantidad de juveniles de jureles (…)”, comenta Liesbeth. 

Isla San Félix. Créditos Guy Wenborne.
Isla San Félix. Créditos Guy Wenborne.

Sin embargo, en Desventuradas y Juan Fernández, la lejanía es un verdadero desafío para el estudio científico. “Es difícil para las personas acceder a la isla, es carísimo. En términos financieros y logísticos”, comenta Felipe. Liz dice: “además está el tema de viajar a islas deshabitadas donde lo único es la base naval y un refugio de pescadores en San Ambrosio (…). La Armada de Chile ha contribuido enormemente a preservar este espacio además de aportar en los estudios científicos y el conocimiento que se tiene de esta zona”.

En la página discoverjuanfernandez.com puedes encontrar más información detallada y actualizada de estas islas y su importancia.

Las islas más remotas de Chile (y el mundo)

Rapa Nui es quizás un ejemplo clásico, pero no deja de ser icónico: no es solo la isla más remota de Chile, sino del mundo. Del continente chileno está a más de 3.500 kilómetros de Caldera. Alberga 163 km2 y tiene más de 7 mil habitantes, concentrados sobre todo en el poblado de Hanga Roa. 

El 40% de la isla es un Parque Nacional, protegiendo no solo biodiversidad, sino que elementos arqueológicos y culturales. Es Monumento Histórico Nacional y Patrimonio Mundial de la Unesco. Su mar se protege a través del Área Marina y Costera Protegida de múltiples usos de Rapa Nui  y el Parque Marino Motu Motiro Hiva, que en su conjunto conservan 72 millones de hectáreas.

Isla Rapa Nui. Créditos Guy Wenborne.
Isla Rapa Nui. Créditos Guy Wenborne.

Rapa Nui emerge de la misma cadena volcánica submarina que su vecina Salas y Gómez y las Desventuradas. Cuenta con tres volcanes: Poike, Rano Kau y Terevaka (el más alto de la isla). No tiene cauces de agua superficiales y tampoco destaca por su endemismo, por lo menos a nivel terrestre. 

Sin embargo, es difícil entender lo que hay ahora en la isla sin irse al pasado, con la llegada de los polinésicos hace más o menos 100 años d.C. En el lugar más remoto del planeta, se gestó el desarrollo de una de las culturas más avanzadas del neolítico, con escritura jeroglífica, arquitectura y conocimientos de astronomía, proveniente del centro de la Polinesia Oriental. 

En 1722, con la llegada de un navegante islandés, Rapa Nui inició sus contactos con la sociedad occidental y en 1988 pasó a ser parte de Chile. Luego de años de abandono de políticas públicas y abuso, en 1953 pasa a la administración de la Armada, teniendo recién su apertura en 1965.

La presencia humana ha dejado huellas paisajísticas que se mantienen hoy. De más está mencionar a los populares Moai, de los cuales la isla cuenta con cerca de 900. 

Esto también marcó lo que hoy podemos ver en términos de biodiversidad. Según se explica en el plan de manejo del parque nacional, no se conoce cuál era la vegetación original antes del establecimiento de los primeros grupos humanos en la isla, aunque se cree que era desértica y sin árboles. En la actualidad se reconocen especies que naturalmente están ahí y otras por la actividad antrópica. Hay al menos 25 de las primeras, de las segundas, se reconocen al menos unas 67. A esto se suma la poca fauna que existe. En los mamíferos hay algunos roedores introducidos y el extinto ratón polinésico. Luego, algunos reptiles como dos pequeñas lagartijas y, alrededor de unas 40 especies de aves, entre las que destacan, por sobre todo y al igual que en otras islas, las marinas. 

A 410 km de Rapa Nui está Salas y Gómez. Es una isla muy pequeña, con una superficie de apenas 15 hectáreas, siendo la isla más al sureste de la Polinesia. Para los Rapa Nui, se conoce como Motu Motiro Hiva. Es un Santuario de la Naturaleza sin asentamientos humanos.

Isla Rapa Nui. Créditos Guy Wenborne.
Isla Rapa Nui y Motu Motiro Hiva Créditos Guy Wenborne.

José Salas la descubrió en 1793 y José Manuel Gómez la exploró en 1805. Se forma por dos rocas, de 30 y 26 metros de altitud, que emergen de la cadena submarina. Este lugar es considerado una de las áreas más importantes de aves marinas y migratorias en el Pacífico suroriental, como el ave del trópico de cola roja, el piquero blanco, el gaviotín de San Félix, el pascuense, el de San Ambrosio la fardela de Pascua o la fardela negra de Juan Fernández. 

Al igual que Desventuradas, la biodiversidad marina es una protagonista absoluta. Un informe científico desarrollado entre National Geographic Society, Oceana y la Armada de Chile, apuntó a resultados significativos como que este es un “hotspot de biodiversidad” de peces de arrecifes, con uno de los grados más altos registrados en islas oceánicas; con corales en un estado excelente; la presencia de grandes depredadores como tiburones y jureles en Salas y Gómez, además de grandes langostas solo en esta porción de la zona.

1 Comentario

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  1. Ivan Hoermann

    Muy interesante la nota, y completa. Me encantaría poder conocer todas esas islas!

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