La pesca artesanal en Chile esconde una larga historia que en términos ecológicos, sociales y económicos ha sido exitosa. Este éxito se sustenta en la investigación científica derivada de un precioso experimento de exclusión humana, que comenzó en 1982 y que aún no termina.

Aquel año en la Punta del Lacho en Las Cruces, litoral central de Chile, los científicos Patricio Sánchez y Juan Carlos Castilla cercaban un kilómetro cuadrado de costa. Era el inicio de un experimento que buscaba analizar los efectos de eliminar del ecosistema a una especie clave: el ser humano.

En apenas dos años el paisaje al interior de la reserva cambió dramáticamente. La población del loco, un marisco muy apetecido por el ser humano, llegó a ser diez veces la que había unos metros más allá, afuera de la reserva. Más aun, los científicos observaron cómo el denso manto purpureo de choritos que ocupaba casi toda la superficie rocosa –y que era considerado el escenario normal de la costa chilena– se redujo a unos pequeños parches. Junto a la caída numérica de los choritos disminuyó también la población de un importante número de especies que vivían asociadas a este manto. También las lapas adquirieron un mayor tamaño y disminuyó la población de algunas algas que estas consumen, mientras que otras, como los cochayuyos, reforestaron la pequeña reserva. En este experimento, pionero en el mundo y contenido en solo 500 metros de línea de costa, la apariencia, composición de especies y trama alimentaria de nuestra costa se reveló en un nuevo equilibrio, radicalmente diferente a lo que conocíamos.

¿Qué ocurrió? El loco (Concholepas concholepas), a diferencia de lo que su apariencia pueda hacernos imaginar, es un feroz depredador carnívoro y su presa favorita son los choritos (Perumytilus Purpuratus). A su vez, los choritos son un “competidor dominante”, es decir, habiendo espacio disponible se lo adueñan. Por ello, si no hay locos –como ocurría en Las Cruces y tantas playas chilenas fuertemente depredadas- sólo hay choritos. En Las Cruces la población del loco se recuperó, controló la población de choritos  y entonces áreas completas de roca se despejaron haciéndose accesibles para las pequeñas larvas de diversos invertebrados marinos que viajan en la columna de agua y buscan espacio para asentarse y crecer. Es decir, el loco no sólo es delicioso con mayo, es también un depredador clave capaz de transformar un ecosistema completo y permitir la vida de muchas especies al asegurarles el espacio ecológico.

Al comprender lo que ocurría y al evidenciar la rápida recuperación de especies sobreexplotadas, científicos liderados por Juan Carlos Castilla realizaron estudios piloto de manejo de la extracción de mariscos en conjunto con pescadores artesanales de las caletas de Quintay y el Quisco. Lo que obtuvieron fue la recuperación parcial de especies explotadas y una mejora en la producción económica para los mariscadores. Estos resultados están en la base de la Ley de pesca de 1991 y la creación de un pionero sistema de Áreas de Manejo de Recursos Marinos, que es referente mundial.

Gracias a la investigación científica generada es que la diversidad y riqueza de nuestro intermareal, que se extiende miles de kilómetros y es único en el mundo, se ha mantenido a salvo de la sobreexplotación. La ciencia en Chile puede proveernos de muchos más casos de éxito. Pero para ello necesita fortalecerse y permitirle al país salir a jugar a las grandes ligas de naciones que creen en la capacidad inquisitiva y creativa como motor de crecimiento.  Sin embargo, hoy tenemos ciencia de calidad en Chile, encarnada en la vida de mujeres y hombres que se desvelan por descubrir nuestro territorio, nuestra existencia y nuestros desafíos como humanidad. Nos falta incorporarla a nuestra educación, escolar y ciudadana, incorporarla a nuestra política y a nuestra toma de decisiones, incorporarla a nuestra cultura.

Con este objetivo, y como un homenaje a nuestro intermareal y a la bella historia científica que oculta, es que en septiembre de 2015 en la Editorial Ciencia & Vida –un espacio de creación y difusión de contenidos que aporten a nuestra cultura científica– lanzaron el libro Entremareas. La cueca larga del litoral de Chile.  Entremareas es un llamado al asombro, a investigar y descubrir, a querer y cuidar. Es un “libro-escenario” que se despliega -como un acordeón- estirándose dos metros de largo y mostrando una colorida ilustración en acuarela del litoral chileno y de las especies de algas y animales que lo caracterizan. Las ilustraciones –de María José Carmona– van acompañadas de una poesía –en la forma de una cueca larga – del gran poeta chileno Floridor Pérez. Además, en su reverso el libro contiene un dibujo en trazo de las especies retratadas, a modo de libro para colorear, que contiene  información científica de flora y fauna y que invita a la observación naturalista, a pintar y reconocer.

En el intermareal el ser humano tiene un lugar central, nos hemos nutrido de sus plantas y animales y poblaciones completas han subsistido basados en sus recursos. Además, nuestra cultura está entrelazada con este ecosistema desde periodos prehispánicos; lo evidencian desde los conchales milenarios hasta poemas de letrados contemporáneos. Esa franja de tierra-mar, aquella zona abultada de vida de es parte de nuestra historia, de nuestra identidad. Y Entremareas es una invitación a redescubrirla.

Gracias a la Fundación Ciencia & Vida y a la Fundación Cosmos 1.000 libros se donarán a colegios, bibliotecas, instituciones y personas a lo largo de Chile.

FICHA TÉCNICA

Entremareas, la cueca larga del litoral de Chile, Editorial Ciencia & Vida.

Edición general: Carolina Torrealba

Ilustración e Idea Original: María José Carmona

Poesía: Floridor Pérez

Edición Científica: Juan Carlos Castilla

Edición Poética: Daniela Correa

www.entremareas.cl