En el mundo vegetal, existen diversas formas de vida que desafían los límites de lo que comúnmente entendemos por “planta”. Las plantas carnívoras son un ejemplo notable de ello. Esto se debe a que estas especies, aunque realizan fotosíntesis como cualquier otra planta, han desarrollado la capacidad de capturar y digerir pequeños animales, principalmente insectos, para complementar su nutrición.

Drosera uniflora. Créditos: ©Nicolás Lavandero
Drosera uniflora. Créditos: ©Nicolás Lavandero

Este rasgo evolutivo se ha desarrollado en diversas especies en todo el mundo, como respuesta a un mismo desafío: sobrevivir en ambientes pobres en nutrientes, especialmente en nitrógeno y fósforo. En estos ecosistemas, como turberas, pantanos o suelos ácidos, las plantas carnívoras se benefician de los nutrientes provenientes de sus presas, lo que les permite prosperar en condiciones que serían letales para otras especies vegetales.

Así lo señala el Dr. Pablo Guerrero, académico del Departamento de Botánica de la Universidad de Concepción, Investigador Principal del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y del Instituto Milenio Biodiversidad de Ecosistemas Antárticos y Subantárticos (BASE): “El carnivorismo habría evolucionado en plantas que habitan ambientes pobres en nutrientes, particularmente nitrógeno y fósforo, como turberas, pantanos y suelos ácidos. Estas condiciones favorecen la evolución de estructuras de captura para complementar la nutrición”.

Pingüicula antarctica. Créditos: ©Bernardita Navarrete
Pingüicula antarctica. Créditos: ©Bernardita Navarrete

Por su parte, José Ignacio Orellana Medina, Dr. en Ciencias en Conservación y Manejo de Recursos Naturales y académico del Instituto de Biología de la Facultad de Ciencias de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, puntualiza que actualmente también se acepta que esta adaptación se habría generado a partir de un mecanismo de defensa: “Actualmente, también se acepta que el síndrome del carnívoro vegetal evolucionó (al menos 11 veces), a partir de mecanismos de defensa de las plantas ante la herbivoría. Las herramientas que en algún momento se utilizaron para combatir a los atacantes, ahora se utilizan para capturar y digerir a las presas. En este sentido, la captura y digestión de presas ha generado que las plantas carnívoras hayan modificado su fisiología y la anatomía de sus hojas para transformarse en trampas especializadas, que les permiten adquirir nutrientes como nitrógeno, fósforo y potasio; mientras continúan fijando dióxido de carbono (al igual que otras plantas). Este proceso evolutivo llevó a una transformación profunda en su anatomía y fisiología: muchas especies han convertido sus hojas en trampas especializadas, capaces de absorber nutrientes esenciales sin dejar de realizar la fotosíntesis”.

Pingüicula antarctica. Créditos: ©Roy Mackenzie
Pingüicula antarctica. Créditos: ©Roy Mackenzie

De este modo, las plantas carnívoras se consideran organismos mixotróficos, ya que obtienen energía tanto de la luz solar (vía fotosíntesis) como de los nutrientes derivados de las presas capturadas, principalmente nitrógeno, fósforo y potasio.

Estas especies habitan con frecuencia turberas, pantanos y suelos ácidos, donde los nutrientes disponibles en el sustrato son escasos. En estos entornos, la capacidad de obtener nutrientes directamente desde presas animales se transforma en una ventaja evolutiva decisiva. A partir de mecanismos defensivos ancestrales, como los que utilizan otras plantas para disuadir a los herbívoros, las carnívoras desarrollaron estructuras especializadas para la captura y digestión de presas, acompañadas de cambios profundos en la anatomía y fisiología de sus hojas. Estas modificaciones incluyen la expresión de genes que codifican enzimas hidrolíticas, esenciales para descomponer los cuerpos de los animales atrapados y absorber sus nutrientes.

Las estrategias de captura son diversas y han sido clasificadas en cinco tipos de trampas, de las cuales tres son activas y dos son pasivas. Entre las activas se encuentran las trampas tipo “resorte”, como la famosa Dionaea muscipula o Venus atrapamoscas; las trampas pegajosas tipo “papel atrapamoscas”, utilizadas por géneros presentes en Chile como Drosera y Pinguicula; y las trampas de “vejiga succionadora”, altamente especializadas y microscópicas, presentes en el género Utricularia, como la chilena Utricularia gibba, que ejecuta uno de los movimientos más rápidos del reino vegetal. En cuanto a las trampas pasivas, estas no requieren movimiento y se basan en estructuras como los jarros llenos de líquido digestivo en plantas como Nepenthes y Sarracenia, o las trampas subterráneas en forma de espiral que caracterizan a especies del género Genlisea.

Pingüicula nahuelbutensis Créditos: ©Vicente Valdés Guzmán @biodiversidad_chilena
Pingüicula nahuelbutensis Créditos: ©Vicente Valdés Guzmán @biodiversidad_chilena

La diversidad de estas adaptaciones implica también una diferenciación en el tipo de presas capturadas. Algunas especies se especializan en insectos pequeños y blandos, como dípteros, mientras que otras pueden atrapar organismos de mayor tamaño, incluyendo incluso pequeños vertebrados.

Además, las plantas carnívoras no son sólo dependientes de los insectos para su nutrición, sino que también los necesitan para la polinización, lo que ha dado lugar a complejas estrategias evolutivas para evitar que sus polinizadores caigan en sus propias trampas, llamadas estrategias de segregación espacial o temporal.

Por ejemplo, algunas especies ubican sus flores lejos de sus trampas, mientras que otras producen flores y atrapan presas en momentos distintos del ciclo vital. Incluso, se ha documentado que en algunos casos, estas plantas han desarrollado la capacidad de autofecundarse, eludiendo así completamente la necesidad de polinizadores. Por ejemplo, se ha evidenciado que algunas plantas del género Drosera dependen totalmente de polinizadores, mientras que otras son capaces de autofecundarse, no necesitándolos.

Creciendo en ambientes extremos: Las plantas carnívoras nativas de Chile

En el planeta se conocen más de 1.400 especies de plantas carnívoras, distribuidas en 21 géneros, 14 familias y seis órdenes. Y aunque la mayoría de las personas asocian a las plantas carnívoras con selvas tropicales, lo cierto es que Chile también alberga a estos singulares organismos. De acuerdo con la Sociedad Internacional de Plantas Carnívoras (ICPS, por sus siglas en inglés), en nuestro territorio existen cinco especies de plantas carnívoras nativas: Drosera uniflora, Pinguicula antarctica, Pinguicula austrolandina, Pinguicula nahuelbutensis y Utricularia gibba, las cuales destacan ya que han logrado establecerse en hábitats desafiantes, donde escasean los nutrientes y las condiciones del suelo son adversas para la mayoría de las plantas.

Drosera uniflora. Créditos: ©Vicente Valdés Guzmán
Drosera uniflora. Créditos: ©Vicente Valdés Guzmán @biodiversidad_chilena

“En Chile, particularmente Drosera uniflora habita zonas de turberas, por lo tanto, están adaptadas a ecosistemas con suelos pobres en nutrientes, pero, además a condiciones ambientales muy rigurosas, que pueden cambiar dependiendo de la estación del año, pasando de temperaturas bajo los 0 grados, con abundante agua y nieve durante el invierno; a condiciones de temperaturas extremadamente cálidas, con escaza o sin precipitación durante el verano, como ocurre en la alta montaña donde habita. En este sentido, una notable características de estas plantas carnívoras, es su capacidad de perder las hojas durante el invierno, permitiéndoles hacer frente a las inclemencias del clima; mientras la parte subterránea (raíces) se mantiene activa bajo tierra”, comenta el académico del Instituto de Biología de la Facultad de Ciencias de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

Las cuatro primeras son terrestres y emplean trampas pegajosas conocidas como “papel atrapamoscas”, compuestas por hojas cubiertas de pelos glandulares que secretan una sustancia viscosa donde los insectos quedan adheridos. En contraste, Utricularia gibba es una planta acuática que utiliza trampas de succión casi invisibles a simple vista, capaces de capturar microfauna en fracciones de segundo gracias a un mecanismo de presión interna que se activa al menor estímulo.

Una de las principales características que distingue a las plantas carnívoras chilenas es que dependen casi exclusivamente de sus presas para sobrevivir. Como explica el Dr. Orellana: “A diferencia de las plantas protocarnívoras (que dependen parcialmente de las presas), lo que se sabe de las especies presentes en el país, es que dependen estrictamente de las presas para obtener nutrientes. Sin embargo, sólo en Drosera uniflora se ha evaluado el rol fundamental que tienen las presas en la producción de semillas“. En el caso de Drosera uniflora, por ejemplo, investigaciones han confirmado que la disponibilidad de presas influye directamente en su capacidad de producir semillas, revelando así la importancia vital de la carnívora en su ciclo reproductivo.

A pesar de que aún no se comprende del todo cómo estas plantas atraen a sus presas, se ha sugerido que podrían utilizar compuestos volátiles emitidos desde sus hojas o flores, funcionando como señales olfativas que engañan a los insectos. Se alimentan principalmente de moscas, hormigas y, en el caso de Utricularia gibba, de pequeños organismos acuáticos.

Utricularia gibba. Créditos: ©Reiner Richter
Utricularia gibba. Créditos: ©Reiner Richter

Respecto a sus roles ecológicos, las plantas carnívoras contribuyen a regular las poblaciones de algunos insectos que podrían afectar a otras plantas o animales. “Por otro lado, a partir de los desechos provenientes del consumo de sus presas (principalmente el exoesqueleto) que caen al suelo una vez digeridos (como es el caso de las Droseras), se puede mejorar la estructura del suelo. Desde el punto de vista de la conservación, estas notorias y particulares plantas pueden actuar como especies bandera para proteger los distintos hábitats donde habitan, particularmente, las turberas y humedales”, agrega el Dr. Orellana.

Hasta el momento, ninguna de las cinco especies de plantas carnívoras presentes en el país ha sido evaluadas por el sistema de clasificación de especies, por lo que no existe mucha información respecto a sus amenazas o su estado de conservación. Sin embargo, a nivel global, más de la mitad de las especies carnívoras enfrentan algún tipo de amenaza asociada a la actividad humana, y un 61% ha sido categorizado como de “Preocupación Menor” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), lo que no necesariamente refleja la vulnerabilidad real de muchas de las especies.

Pingüicula nahuelbutensis Créditos: ©Eitel Thielemann
Pingüicula nahuelbutensis Créditos: ©Eitel Thielemann

En Chile, las principales amenazas provienen de la pérdida de hábitat, tanto por incendios forestales, deforestación y corta ilegal de árboles, como por la expansión de proyectos inmobiliarios, en especial las conocidas parcelas de agrado. A esto se suma la extracción ilegal de del musgo pompón (Sphagnum magellanicum), esencial para las turberas donde habitan algunas especies, y el avance de especies invasoras que alteran la dinámica de estos ecosistemas frágiles.

El cambio climático, además, impone un desafío adicional. La alteración en la disponibilidad de hábitats y presas afecta directamente su capacidad de sobrevivencia, disminuyendo la viabilidad de sus poblaciones a largo plazo.

Por otra parte, es importante destacar que aún recaen muchas interrogantes sobre nuestras plantas carnívoras y aún es mucho lo que nos queda por investigar respecto a su ecología y ciclo de vida. Así lo señala el académico de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso: “Dentro de las principales interrogantes o vacíos de información, faltan datos específicos sobre la distribución, abundancia y ecología de nuestras plantas carnívoras; falta dilucidar cuáles son los mecanismos de atracción de las presas que utilizan, cuál es la identificación taxonómica de las presas, o cuáles son los requerimientos energéticos que necesitan estas particulares plantas para sobrevivir”.

Aunque poco conocidas, las plantas carnívoras nativas de Chile revelan una sorprendente sofisticación biológica y una historia evolutiva marcada por la resiliencia. Adaptadas a algunos de los ambientes más extremos del país, estas especies no solo destacan por sus peculiares mecanismos de captura, sino también por su papel ecológico y su vulnerabilidad ante amenazas crecientes. En ese sentido, profundizar en su estudio y promover su conservación no solo permite proteger a estas extraordinarias plantas, sino también a los frágiles ecosistemas que habitan y del que dependen.

Plantas carnívoras nativas de Chile

Drosera uniflora

  • Conocida como rocío de sol, es una pequeña planta carnívora perenne de hasta 3 cm, que crece sobre cojines de otras plantas. Nativa de Chile, Argentina y las Islas Malvinas, se distribuye en la Cordillera de los Andes, desde Biobío hasta Tierra del Fuego, y también en la Cordillera de la Costa, en las turberas pleistocénicas de alta montaña.
  • Adaptada a ambientes extremos, puede soportar temperaturas bajo cero y cambios bruscos de clima, perdiendo sus hojas en invierno y manteniendo sus raíces activas bajo tierra.
  • Esta planta utiliza trampas pegajosas en forma de pelos (filamentos) para capturar insectos.
  • Posee solo una flor de color blanco y es capaz de autopolinizarse, lo que la hace independiente de polinizadores.
  • Es la única especie del género Drosera en Chile.
Drosera uniflora. Créditos: ©Nicolás Lavandero
Drosera uniflora. Créditos: ©Nicolás Lavandero

Pinguicula antárctica

  • Conocida como Violetilla de los Pantanos, Violeta Cimarrona y Gradilla, es una planta carnívora nativa de Chile y Argentina.
  • Se distribuye desde la Región del Biobío hasta Tierra del Fuego por la Cordillera de la Costa y fiordos del sur. En Argentina en la Isla de los Estados. Aunque la información sobre su distribución es aún limitada debido a la falta de estudios científicos.
  • Se le conoce como «flor solitaria» debido a que posee una sola flor de color blanco, que solo abre en verano.
  • Al igual que otras plantas carnívoras, utiliza trampas pegajosas en forma de pelos (filamentos) para capturar insectos.
Pingüicula antarctica. Créditos: ©Sebastián Saiter
Pingüicula antarctica. Créditos: ©Sebastián Saiter

Pinguicula australandina

  • Es una planta carnívora nativa de los Andes de Chile y Argentina, de ahí su nombre australandina.
  • Su distribución es restringida, limitándose a áreas de la Cordillera de Los Andes de Chile y Argentina, desde la región del Maule a Los Lagos. Aunque la información sobre su distribución también es limitada debido a la falta de estudios científicos.
  • Al igual que otras especies de su género, utiliza trampas pegajosas en forma de pelos (filamentos) para capturar insectos.
  • Se tiende a confundir con la especie Pingüicula nahuelbutensis, que se encuentra presente solo en Chile.
Pinguicula australandina. Créditos: ©Paulo Muñoz
Pinguicula australandina. Créditos: ©Paulo Muñoz

Pinguicula nahuelbutensis

  • Es una planta carnívora recientemente descubierta y endémica de Chile.
  • Su distribución es restringida, limitándose a áreas de la Cordillera de la Costa de Nahuelbuta, en las regiones del Biobío y Araucanía.
  • Al igual que otras especies de su género, utiliza trampas pegajosas en forma de pelos (filamentos) para capturar insectos.
  • Se tiende a confundir con la especie Pingüicula australandina, debido al color violeta de su única flor.
Pingüicula nahuelbutensis Créditos: ©Vicente Valdés Guzmán @biodiversidad_chilena
Pingüicula nahuelbutensis Créditos: ©Vicente Valdés Guzmán @biodiversidad_chilena

Utricularia gibba

  • Conocida como “atrapa bichos” o “bolsita de agua”, esta diminuta planta carnívora acuática habita en zonas con anegamiento permanente, como lagunas y humedales.
  • Está presente en todos los continentes, salvo la Antártida, y en Chile se distribuye desde Atacama hasta Los Ríos.
  • Su mecanismo de caza es uno de los más rápidos del reino vegetal: utiliza pequeños utrículos —trampas en forma de vejiga unidas al tallo— que succionan a las presas en apenas 4 milisegundos, activadas por contacto, como una microaspiradora natural.
Utricularia gibba. Créditos: © Cheng Te Hsu
Utricularia gibba. Créditos: © Cheng Te Hsu

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