Catalina Troy cuenta que estaba que estaba en el hostal donde se hospedaba, cuando su mamá vio una güiña pasar. Quiso seguirla para poder verla y ahí estaba, instalada y quieta junto a una araucaria. Catalina corrió a buscar su cámara y la güiña se quedó ahí mientras se dejaba fotografiar. «Increíble estar en medio de la naturaleza y encontrarse con animales salvajes preciosos», cuenta Troy.

 

 

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