A pesar de que Chile se encuentra atravesado por un sinnúmero de ríos torrentosos y de diversos caudales que recorren de cordillera al mar, no siempre es fácil verlos y menos recorrerlos. Más difícil aun, es poder visualizar su historia que como cualquier cuerpo de agua ha sido escenario para el desarrollo humano.  La dificultad de recorrerlos se debe a que naturalmente los ríos se encuentran rodeados por terrenos productivos que se abastecen de ellos, dificultando el acceso a sus riberas. Y si a esto le sumamos que los ríos son territorios en constante transformación –ya sea por eventos naturales o artificiales– su historia se vuelve frágil y probable de ser arrastrada, hasta casi desaparecer.

Uno de estos casos podría ser el del río Mataquito, en la Región del Maule, salvo porque a diferencia de otros cauces, es un río bastante accesible para recorrer. Lo cierto es que este río ha visto cómo con el paso del tiempo, su historia se ha vuelto cada vez más lejana e invisible.

©Francisco Javier Croxatto
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En tiempos precolombinos este cuerpo de agua era llamado Güelengüelevano por la cultura Gonza, dominada posteriormente por la influencia del pueblo Incaico en el siglo XV, a quienes se le atribuye la denominación de Mataquito. Este río se constituyó en la  frontera entre los Incas y la resistencia Mapuche, pueblo del toqui Lautaro, quien varios años después perdería la vida en las orillas del mismo –que los españoles llamaron Lora–, en las campañas de avance a Santiago, fecha que Vicuña Mackenna señala como el 30 de abril de 1557.

Por supuesto que nada de esto es posible de imaginar al recorrer sus 95 km, que nacen de la confluencia de los ríos Lontué y Teno a la altura de Sagrada Familia, Curicó, y desembocan cerca de Iloca. Sin embargo, las rutas J-60 y K-16 que recorren por el norte y el sur respectivamente, permiten acercarse bastante a sus paisajes y a los alrededores, donde destacan las localidades de La Huerta, Hualañé, Licantén, Iloca y Putú, localidad que comprende el campo dunar más grande del país: las Dunas de Putú.

Además, este sector también fue testigo del famoso ramal Curicó-Licantén, -del que poco queda-  y que pretendía abastecer un puerto militar que se construiría en Llico, el cual finalmente fue destinado a Talcahuano.

A continuación, les dejo algunas imágenes del recorrido que hice conociendo este río y sus alrededores:

©Francisco Javier Croxatto
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A la altura de Sagrada Familia, se pueden ver amplias vistas hacia la Cordillera de los Andes y de la Costa, dominadas en primer plano por los aromos que han colonizado las riberas.

©Francisco Javier Croxatto
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Campos agrícolas y viñas dominan los paisajes circundantes.

©Francisco Javier Croxatto
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Desde el puente colgante Licantén se puede apreciar el río en toda su magnitud, con su caudal de 153 m3 por segundo.

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Cada ciertos tramos, forestales dominan el paisaje. Además de los pinos, la presencia de aromos, eucaliptus, zarzamoras revelan el fuerte retroceso de la vegetación nativa.

©Francisco Javier Croxatto
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Ya más cerca de la costa, reaparece el paisaje natural a la altura de la localidad de El Guapi.

©Francisco Javier Croxatto
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Ya en la costa, el clima puede cambiar. La bruma acompaña la vida cotidiana en el pueblo de Iloca.

©Francisco Javier Croxatto
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30 km al sur de Iloca, se encuentran las Dunas de Putú, que merecen una mención especial. Con 32 km de largo, junto a la playa constituyen el campo dunar más grande del país y un paisaje muy especial. Los humedales de Putú son cuerpos de agua que no han podido desembocar en el mar debido a la presencia de las dunas y han formado una red de lagunas propicias para la avifauna. La zona de humedales ha sido recientemente declarada santuario de la naturaleza.

©Francisco Javier Croxatto
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Finalmente, volviendo desde Putú, se puede apreciar esta espectacular vista de la desembocadura del río Mataquito.

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