Los números son claros. Según datos entregados por la Asociación Internacional de tour operadores de la Antártica (IAATO), en los últimos 10 años los visitantes al continente blanco han pasado de cerca 35.000 a más de 100.000 en los cuatro meses de la temporada de verano. Una cifra no menor si se considera que en las aguas protegidas ya se ve rastro de nicotina, cafeína, protectores solares e incluso antidepresivos, entre otros contaminantes. Es por eso que hoy, gran parte de los esfuerzos de la comunidad científica se centran en entender no solo este impacto antropogénico, sino también en la creación e implementación de políticas de gobernanza que permitan que este continente se conserve tal como lo conocemos hoy: el más prístino y menos intervenido del mundo.

La Antártica o Continente Blanco. Foto: Cristián Campos Melo
La Antártica o Continente Blanco. Foto: Cristián Campos Melo

El interés en el estudio y protección de la Antártica se ha vuelto cada vez más prioritario, y no solo porque se trata de la reserva de agua dulce más grande del planeta y hogar de una fauna única e irrepetible, sino también porque hoy se entiende con mayor claridad su irremplazable valor ecosistémico como regulador del clima mundial. Chile es una de las principales puertas de entrada al continente blanco y un país con férreos compromisos para su cuidado. Es por ello que, entre el 19 y el 24 de agosto, se transformará en el epicentro de la ciencia antártica a nivel mundial, ya que recibirá la Conferencia Abierta del Comité Científico para la Investigación Antártica (SCAR, por sus siglas en inglés), a realizarse en Pucón, en la región de La Araucanía. Además, en Punta Arenas, a partir del 26 del mismo mes, se efectuarán las Reuniones de Delegados.

Científicos en la Antártica: Foto: Cristián Melo Campos
Científicos en la Antártica: Foto: Cristián Melo Campos

Según sus organizadores, liderados por el SCAR y el Instituto Antártico Chileno (INACH), se trata de la reunión científica antártica más masiva de la historia, gracias a que a la fecha cuentan con más de 1200 propuestas de presentación. “Es de suma relevancia como país poder contar con reuniones internacionales de este tipo. Esta será la primera vez que esta reunión bienal se efectúe en Chile, y solo será la segunda oportunidad que se lleve a cabo en Latinoamérica. Este gran encuentro será el décimo primero y convocará aproximadamente a más de mil científicos y científicas en torno al continente blanco”, explica el director del INACH, Dr. Gino Casassa.

Iceberg antártico. Foto: Cristián Campos Melo
Iceberg antártico. Foto: Cristián Campos Melo

Si bien este encuentro está principalmente enfocado en la comunidad científica de todo el mundo, el público general puede ingresar a las presentaciones pagando un valor específico. También es posible acceder a los talleres y actividades paralelas gratuitas programadas para los mencionados días, los cuales tratarán temas relacionados con la ciencia antártica. Los detalles de estos se pueden conocer a través de la web www.scar2024.org.

Bioinvasores y gripe aviar

Dentro de los proyectos que este año se podrán conocer en el SCAR se incluyen varios que fueron parte de la pasada Expedición Científica Antártica, ECA 60, llevada a cabo en enero por el Instituto Antártico Chileno. Entre ellos se encuentra la línea de investigación “Bioinvasiones y endemismo” del centro multidisciplinario IDEAL, que investiga vectores de posibles especies invasoras, tanto de forma antropogénica como natural, desde la región subantártica hacia la Antártica. Fenómenos como el desplazamiento y arribo de especies a este continente se ven exacerbados por el cambio climático y el aumento de la presencia humana. Potenciales colonizaciones, como algas productoras de toxinas, nuevos competidores o nuevos depredadores, podrían generar drásticos cambios ecológicos en el ecosistema antártico, incluyendo la pérdida de biodiversidad de especies nativas.

Bioinvasiones y endemismo. Foto: Cristián Campos Melo
Bioinvasiones y endemismo. Foto: Cristián Campos Melo

“Este es un continente completamente aislado que, obviamente, se ve afectado por el cambio global. Uno de estos impactos es la entrada de especies no nativas al continente, lo que puede ocurrir por razones antropogénicas, como el biofouling (incrustaciones biológicas que se adhieren a los cascos de los barcos) o a través de las aguas de lastre, que se emplean en la navegación marítima para procurar la estabilidad de un buque y que se vierten al arribar los barcos a otro puerto, generalmente distante de las aguas de origen. También existen vectores naturales, como las algas flotantes, que pueden arrastrar elementos que no son propios de este continente”, explica Zambra López, bióloga marina y posdoctorante del Centro IDEAL. Agrega que, aunque en el SCAR no se mostrarán los resultados específicos relacionados con las muestras obtenidas en la pasada Expedición Científica Antártica, sí se expondrá sobre este trabajo en curso y su importancia para la generación de regulaciones que ayuden a proteger la Antártica. “Estamos en una etapa del análisis de las últimas muestras recolectadas, aunque en este tiempo hemos descubierto otros elementos clave para enfrentar esta problemática. Por ejemplo, la importancia de que los barcos que entran a la Antártica se mantengan en movimiento para reducir el biofouling en el casco”. La investigadora asegura que todos los esfuerzos científicos actuales para entender el continente blanco son necesarios, pues “este es un reservorio natural y el verdadero corazón del planeta. Aquí se forman las corrientes submarinas que luego viajan al resto del mundo y determinan los distintos climas. No debemos olvidar esto”, agrega.

Antártica. Foto: Cristián Campos Melo
Foto: Cristián Campos Melo

Este tipo de investigaciones son determinantes frente al escenario de alta presión turística a la que actualmente se ve sometida la Antártica. De hecho, solo la IAATO tiene registradas alrededor de 100 embarcaciones que transportan pasajeros de todo el mundo a la Antártica, un continente del que ninguna nación es dueña y cuyo objetivo central -según lo establece el Tratado Antártico Internacional- es la paz y la investigación científica. Algunos de estos barcos transportan más de 400 turistas a la vez, los que en su mayoría parten desde el extremo de América del Sur y permanecen navegando por varios días en estas aguas. Pero el escenario es más complejo de lo que parece, si bien existe una regulación internacional clara en torno a la contaminación antártica (desde tratamiento de residuos hasta permisos de evaluación ambiental), el turismo no ha podido regularse de manera adecuada por la gran cantidad de intereses económicos que existen de por medio.

Científicos Antártica. Foto: Cristián Campos Melo
Foto: Cristián Campos Melo

Por otro lado, existen proyectos que hoy intentan entregar antecedentes para la creación de reglamentaciones que aseguren una correcta protección de este particular territorio frente a sus múltiples amenazas. Uno de ellos es el que lleva a cabo el Instituto Milenio Biodiversidad de Ecosistemas Antárticos y Subantárticos, parte de los centros de excelencia ANID, y en cuya Línea de Investigación “Gobernanza de la biodiversidad en Antártica y Subantártica” estudian temas como los protocolos y medidas de prevención, control y manejo de gripe aviar en la Antártica. De hecho, en marzo de este año, como parte de una colaboración entre el Instituto Milenio BASE e INACH, y en el marco de la ECA 60, por primera vez se detectaron casos positivos de este virus altamente patógeno en ejemplares de pingüino Adelia (Pygoscelis adeliae) y en cormoranes antárticos (Leucocarbo bransfieldensis), marcando un hito en la investigación de la salud de la vida silvestre en este territorio.

Gripe Aviar. Foto: Cristián Campos Melo
Foto: Cristián Campos Melo

“Ante esta situación nos fuimos dando cuenta de que esta es una materia que no ha sido convenida dentro de las reuniones consultivas del Tratado Antártico Internacional, es decir, no se ha podido establecer un criterio mínimo para todos los estados que pueda garantizar una protección a la frágil biodiversidad de este continente. Sabemos que cada país genera sus propias medidas o regula por su cuenta, pero hay diferencias importantes en este punto. Entonces, lo que queríamos es hacer una comparación de lo que existe en otros países y conocer también las ventajas, desventajas y complejidades de la regulación de nuestro país en este aspecto”, explica Giovannina Sutherland, abogada e investigadora adscrita al Instituto Milenio BASE y Coordinadora del Programa de Estudios Antárticos de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile.

Gripe aviar. Foto: Cristián Campos Melo
Foto: Cristián Campos Melo

La investigadora, quien para este estudio también levantó datos en la pasada Expedición Científica Antártica (ECA), explica que el objetivo es entregar datos que sirvan tanto a la comunidad científica dedicada a materias biológicas como a quienes estudian los asuntos político-jurídicos antárticos. Recalca que esto es muy importante porque “en el contexto de las reuniones consultivas del tratado antártico y donde los países miembros realizan los distintos tipos de acuerdos, se adoptan medidas que pueden ser exigibles a todos los estados y estas se basan en este tipo de información. Algo muy importante porque ya hemos tenido en este lugar dos eventos complejos de bioseguridad como son el COVID-19 y la Gripe Aviar en la Antártica”.

Gripe aviar investigación. Foto: Cristián Campos Melo
Foto: Cristián Campos Melo

Sensores para monitorear los efectos del cambio climático

Otro de los proyectos de los cuales se podrán conocer sus resultados y avances en el SCAR es uno de los más emblemáticos que ha impulsado el Instituto Antártico Chileno en el último tiempo. Se trata de la Red Latitudinal de Estaciones Multiparamétricas, la cual, a través de estaciones meteorológicas convencionales y sensores oceanográficos, mide y monitorea los efectos del cambio climático en la península Antártica. “Es el repositorio más grande de datos climatológicos de la Antártica y es de libre uso para cualquier universidad, investigador o proyecto. Hasta el momento se han instalado 13 sensores y se espera llegar a 21 en los próximos años”, explica Bastián Oyarce, técnico electrónico e investigador a cargo de la iniciativa.

Sensores antártica. Foto: Cristián Campos Melo
Sensores Antártica. Foto: Cristián Campos Melo

En la pasada Expedición Científica Antártica (ECA 60), el científico lideró el equipo encargado de instalar tres nuevas estaciones de esta red. Logro que fue posible gracias a la colaboración institucional del INACH con la Dirección Meteorológica de Chile (DMC), ya que permitió establecer estos puntos en ubicaciones geográficamente desafiantes del continente antártico, como son las islas D’Hainaut, Alcock y Livingston.

Sensores Antártica. Foto: Cristián Campos Melo
Sensores Antártica. Foto: Cristián Campos Melo

“En el SCAR 2024 queremos que los asistentes conozcan el proyecto, presentar nuestros objetivos y los que hemos cumplido hasta ahora, además de la distribución de la red en la Antártica. Y es que con todas las estaciones instaladas y funcionando se espera cubrir 2100 kilómetros linealmente desde Cabo Melville hasta Glaciar Unión, que está a 1000 kilómetros del Polo Sur”, señala el especialista. Agrega que este es el tercer año de despliegue del proyecto, el cual se divide en dos fases: la primera de instalación (hasta 2025) y la segunda, de mejoramiento y mantenimiento de las estaciones.

Esta red de sensores para medir el cambio climático en la Antártica busca recibir y transmitir datos en tiempo real, abarcando aspectos como la velocidad y dirección del viento, radiación solar, temperatura del aire, agua y suelo; humedad relativa, precipitación, altura de la nieve precipitada y presión barométrica. Los datos están alojados en www.redsensoresinach.cl.

Sensores en la Antártica. Foto: Cristián Campos Melo
Sensores en la Antártica. Foto: Cristián Campos Melo

“Ha sido un tremendo trabajo, pero sin duda ha valido la pena. Todos los esfuerzos que realiza la ciencia para proteger, cuidar y aprender de la Antártica son necesarios. Y hay que hacerlo ahora, pues se trata de un continente muy sensible al cambio climático y una especie de sensor gigante que nos ayuda a entender lo que está pasando en el resto del mundo”, finaliza Bastián Oyarce.

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