En la región de Atacama, por la ruta 5 que une Copiapó y Antofogasta, el Parque Nacional Pan de Azúcar, un núcleo de naturaleza salvaje, ofrece toda su riqueza al viajero que se tome el tiempo para detenerse; es un pedazo de Chile que muchos desconocen.

©Pierre Noullet
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Ubicado a unos 30 km al norte de Chañaral, pueblo minero infamamente famoso por las inundaciones de marzo de 2015, se encuentra esta costa desértica que deja poco a poco lugar a un paisaje fantástico: estratificaciones coloridas de las rocas, un valle salpicado por los cactus (Sierra Las Tapias), playas de arena blanca, una isla y cerros que contrastan con el océano Pacífico.

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Un primer sendero llamado Quebrada El Castillo (5km) permite caminar hasta el Cerro Castillo y llegar a la playa Blanca. Más lejos, después de la oficina de la CONAF y el centro ambiental, el largo sendero Aguada Los Sapos permite ir al encuentro de la biodiversidad local y perderse en las montañas.

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Otro sendero, de más de 60km, permite recorrer Las Lomitas, otro sector ubicado más al norte, caracterizado por tener un microclima generado por la camanchaca (bruma costera), que ha dado vida a una gran diversidad de plantas suculentas. El sector ofrece una gran panorámica del parque, y se caracteriza por albergar importantes poblaciones de cactáceas, varias de ellas endémicas.

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Abajo, la caleta constituye el punto ideal de ingreso hacia los miradores, y en particular, los de la Quebrada Pan de Azúcar: sin duda el más impresionante de los senderos. Se camina aproximadamente 4 horas (ida y vuelta) para obtener una vista panorámica asombrosa: el océano Pacífico de un lado y las montañas del otro. El ecosistema es rico y el camino permite la observación de flora y fauna local donde destacan especies cactáceas como copiapoa cinerascens y copiapoa columna alba, cóndores, guanacos, zorros culpeos, además de distintas aves y reptiles.

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El paisaje es simplemente cautivador. Aquí se encuentran la soledad, la paz y la tranquilidad. Una forma de naturaleza virgen, absoluta; la encarnación de las puertas al gran desierto de Atacama. Aquí las formaciones geológicas y la riqueza de minerales ofrecen una gama increíble de colores, casi surrealista.

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En el camino de regreso, hay que bajar hacia la caleta y su playa Piqueros. La caleta es el punto ideal para descansar, con algunos restaurantes y un camping. Es posible también ir saludar a los pescadores y tomar un paseo en bote para admirar la fauna marina de la isla Pan de Azúcar donde se pueden ver pingüinos de Humboldt, el pato yunco y lobos marinos entre otros.

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