En los más de 15 años que llevo rastreando pumas en la Patagonia, he tenido la posibilidad de presenciar cerca de 7 intentos de cacería de un puma a su presa sin lograr una fotografía que muestre la intensidad del momento. En diciembre pasado junto a unos fotógrafos extranjeros tuvimos la fortuna de presenciar un ataque que, por primera vez, me permitió captar este instante único.

Fueron segundos de mucha adrenalina, fuerza y a la vez tristeza, pero que nos permiten entender la naturaleza en su máxima expresión.

Diciembre es un mes lleno de vida en la Patagonia; lleno de cachorros por todos lados. Es cuando se produce el nacimiento masivo de chulengos, la cría del guanaco. Es en esta época cuando el puma anda al acecho de los recién nacidos, presa fácil y en cantidades.

Llevábamos un par de horas observando y fotografiando un ejemplar de puma que descansaba con las últimas luces de la tarde. Bajando el sol comenzó a caminar sin dirección lógica y nosotros la seguimos a una distancia prudente para tomar las últimas fotografías. De pronto ella se detuvo y se puso en posición de cacería e inmediatamente realice una búsqueda con binoculares hacia donde ella miraba. Ahí estaba un chulengo abandonado.

Sabía que esta era la gran oportunidad de ver una cacería, por lo que nos adelantamos y nos pusimos en una posición estratégica para observar, fotografiar y lo más importante, no perturbar.

En menos de 5 minutos el puma se acercó  a sólo 30 metros del chulengo y luego se detuvo. Parecía una roca inmóvil, mostrando una tremenda capacidad de camuflaje en los terrenos de la Patagonia. Sin previo aviso, el puma, se abalanzó en una corrida típica de un felino en cacería, y con un tremendo salto, agarró su presa. Lo tiró al suelo y en minutos todo había terminado. El resto es parte de la naturaleza y el flujo natural de la vida.

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