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El arte del engaño floral: las orquídeas que seducen a abejas y avispas para reproducirse
Algunas orquídeas han desarrollado un mecanismo de polinización conocido como decepción sexual. A través de señales visuales y químicas, imitan a hembras de ciertos insectos, especialmente abejas y avispas. Esta estrategia induce a los machos a intentar copular con la flor, facilitando así el transporte de polen. Estas adaptaciones son específicas y efectivas, y varían según el insecto polinizador. El fenómeno ha sido observado en distintas partes del mundo, incluyendo Europa, Japón y Australia, y ha sido foco de diversas investigaciones por su sofisticación evolutiva.
Las orquídeas del género Ophrys, nativas de Europa, son las especialistas por excelencia en el arte del engaño sexual de las flores. Muchas de sus especies han perfeccionado estrategias como imitar la forma, los colores y hasta los olores de las hembras de ciertos insectos para atraer a los machos y lograr la polinización.
«La polinización es un proceso esencial en la reproducción de las plantas con flores. Mientras muchas especies atraen a sus polinizadores con recompensas como néctar, algunas orquídeas han optado por una vía más económica pero evolutivamente ingeniosa: el engaño. Dentro de sus múltiples formas, la más compleja y fascinante es la llamada decepción sexual», explica Cristián Atala, doctor en Ciencias Biológicas y profesor del Instituto de Biología de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

Cómo engañan a sus polinizadores
Imaginemos una abeja macho volando por el campo. De pronto, detecta en el aire una feromona irresistible, idéntica a la de una hembra de su especie. Se acerca y ve lo que cree ser una potencial pareja, pero en realidad es una flor. Específicamente, una orquídea del género Ophrys, que ha evolucionado para parecerse, oler y comportarse como una hembra de abeja. El macho la “corteja”, intentando copular con ella, en un comportamiento que los científicos llaman seuduocopulación. Durante este acto fallido, el insecto se impregna del polen, y cuando es engañado por una segunda flor, repite el proceso, polinizando sin saberlo. Es más, según Cristian Atala, «en algunos casos hay copulación con liberación de espermio y hay otros casos que no, pero mecánicamente el insecto se acerca, con el objetivo de copular con la flor».

Durante el tiempo que el insecto permanece en la flor, intentando aparearse, el polen se adhiere a su cuerpo. Cuando luego visita otra flor similar, continúa con su comportamiento, y es así como el polen se transfiere de una orquídea a otra, completando el proceso de polinización de la planta.

A diferencia de muchas otras plantas que atraen polinizadores ofreciendo néctar, las orquídeas que emplean la pseudocopulación no dan ninguna recompensa real a los insectos. La reproducción de estas orquídeas depende enteramente de la habilidad para engañar a sus polinizadores a través de la imitación visual y química, lo que refleja una relación evolutiva sumamente especializada entre estas flores y los insectos que las visitan.

Algo importante, es que los machos de estas abejas y avispas nacen antes que las hembras, por lo que en ausencia de pareja real, los machos interactúan con las flores engañosas. Cuando las hembras finalmente emergen, los machos dejan de prestar atención a las orquídeas y se enfocan en la reproducción con sus congéneres.
Sin embargo, no son las únicas orquídeas que han desarrollado este tipo de adaptaciones.
Orquídeas que seducen por el mundo
Europa
Ophrys holoseri y otras especies del género Ophrys engañan a abejas y avispas con feromonas casi idénticas a las de las hembras. Al liberar compuestos químicos casi idénticos a los que emiten estos insectos, logran engañar a los machos, que intentan copular con la flor. En ese proceso, sin saberlo, transportan el polen de una orquídea a otra.






Australia
Orquídeas como Drakaea y Caladenia engañan con precisión quirúrgica a avispas solitarias específicas, es decir, la flor copia tan bien su forma, color y olor, que los machos se confunden y tratan de aparearse con ella. En ese intento, se llevan el polen pegado al cuerpo y lo llevan a otra flor.
Orquídeas Drakaea






Orquídeas Caladenia






Japón
Cymbidium pumilum, que crece en Japón logra engañar a la abeja Apis cerana japónica. Esta orquídea usa señales visuales y olfativas que atraen a la abeja, como si fuera una flor «normal», aunque en realidad no le da nada a cambio.






Sudáfrica
La orquídea Disa atricapilla es polinizada por una avispa cazadora del género Podalonia. La flor simplemente imite señales visuales, como color, forma, olor, para que la avispa pueda confundirse.



Sudamérica
La orquídea Geoblasta penicillata (también llamada Bipinnula penicillata) engaña a la avispa Campsomeris bistrimacula. Puede imitar señales visuales o químicas, se sabe que la avispa visita a la flor y la transporta el polern a otras plantas.






En Chile aún no se ha registrado una orquídea con este tipo de estrategia sexual. Aún así, para Javier Tapia, experto en Flora y Fauna de la Universidad Católica de Valparaíso, en territorio nacional «existen 72 especies de orquídeas con cerca de 39 especies endémicas, pero lamentablemente existen escasas investigaciones que puedan ayudarnos a saber más sobre estas plantas». Para el experto es fundamental avanzar en su conocimiento ya que en el país habitan los géneros de orquídeas Codonorchis y Chloraea, lo más antiguos del continente americano e iniciadores del linaje.
Abejas y avispas: las que caen en la trampa
El estudio más completo hasta ahora en esta temática, realizado por la investigadora Anne Gaskett (2011), señala que más del 90% de los casos documentados de decepción sexual en orquídeas involucra a insectos del orden Hymenoptera, es decir, abejas y avispas.
Las abejas y avispas solitarias suelen responder intensamente a las feromonas sexuales de sus congéneres, lo que las vuelve más susceptibles a imitaciones químicas. Además, los machos de estos insectos tienen una conducta activa de búsqueda de pareja y copulación vigorosa, lo que garantiza visitas prolongadas a la flor y, por ende, un mayor éxito en la transferencia de polen.


Sin embargo, las orquídeas también han perfeccionado sus trampas para atraer a una gran diversidad de insectos, entre ellos, moscas escarabajos, mariposas, polillas y hasta pequeños saltamontes. Cada una de estas especies es manipulada a través de distintos estímulos sensoriales.
Por ejemplo, se sabe que algunas orquídeas del género Specklinia engañan a moscas con «comida». Esto porque producen compuestos llamados tiglatos, que actúan como feromonas de agregación. Es decir, sustancias que los insectos usan para indicar a otros que hay comida cerca. Las flores engañan así a las moscas, que llegan y se quedan por horas. Aunque sí encuentran néctar, el proceso sigue siendo una forma de manipulación para asegurar la polinización.
Este fenómeno de engaño floral refleja la complejidad de las interacciones entre plantas e insectos y la diversidad de estrategias que la naturaleza ha desarrollado para asegurar la reproducción. Expertos siguen investigando estas relaciones para profundizar en el conocimiento y fomentar la conservación de las orquídeas y sus hábitats. Javier Tapia, añade: «Las orquídeas son un fascinante mundo del cual año a año vamos teniendo más información de las distintas índoles que las componen. Espero que existan futuras investigaciones que nos permitan tener un mejor conocimiento de las relaciones entre orquídeas y los insectos».