Caminemos hasta la orilla del mar donde debemos detenernos necesariamente. Otros, años y siglos atrás, también tuvieron que frenar el paso ante esta frontera natural. Desde este mismo punto, erguidos con los pies en la arena, otros miraron lo que está más allá del borde del mar y de ellos mismos, entonces pusieron sus sueños y desafíos en el horizonte. La memoria colectiva hace que hoy, tu y yo, sigamos dejando nuestros sueños y anhelos, más allá del mar, en esa línea que separa el océano del cielo.

©Nicolás Amaro
©Nicolás Amaro

El hecho de que la orilla es límite para quienes caminan, lo transforma naturalmente en mirador de lo que está más allá de nosotros, más allá de nuestro alcance. Lo que ponemos en el horizonte es lo que queda más allá de nuestras manos. Nuestra relación simbólica con el horizonte no es arbitraria, es producto de que el mar sea límite. ! !

Y su espuma que dibuja la orilla, es el principio de las narraciones de tantas vidas históricas que decidieron montar con velas el abismo que es el mar, imposible de ser todas contadas todas en el transcurso de una vida. El mar azul profundo, como todo abismo, es marea de misterio. Junto con el horizonte, una línea que siempre retrocede al ser perseguida, son exquisitos elementos para acoger las imágenes de la mente humana. ! !

El mar no es mar. No es un montón de agua salada, no es el tercio del mundo, no es vehículo de peces y navíos. El mar es el producto de su relación con la historia de la experiencia humana. El mar es todas las relaciones a su respecto, y todas las imágenes derivadas de ellas.! !

Estas fotos son mis lugares favoritos que he encontrado en el mar hasta aquí. En ellas encontré espacio para cuando mis ojos quieren mirar más allá de donde estoy.

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