Con una superficie de 8.100 km2 que abarca seis áreas protegidas en La Araucanía andina, cinco volcanes –cuatro de ellos activos– y una gran geodiversidad, el recientemente creado Geoparque Kütralkura representa una excelente oportunidad para Chile no sólo en el ámbito turístico, sino también en la forma en la que conservamos nuestro territorio e historia.

Con la designación del primer geoparque mundial de Chile por parte de la Unesco, nuestro país pasa a tener una mirada global de la importancia que tiene nuestro territorio en términos de geología, cultura y biodiversidad y cómo estos elementos se complementan.

©Patricio Contreras
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La zona que hoy comprende Kütralkura abarca las comunas de Lonquimay, Curacautín, Vilcún y Melipeuco y cuenta con diversos tipos de paisajes, una gran biodiversidad reconocida a nivel mundial bajo el alero de la Reserva Biológica Araucarias y una historia geológica que comprende los últimos 250 millones de años. También  se caracteriza por poseer uno de los vulcanismos más activos del mundo.

Tal como explica en una columna en La Tercera Cristian Farías Vega, doctor en Geofísica de la Universidad de Bonn en Alemania, aquí se encuentra uno de los volcanes más activos de Sudamérica, el Llaima, “que justamente es uno de los más extraños hoy, al estar en un momento de muy baja actividad, que no habíamos podido registrar en los más de 10 años que hemos estado monitoreándolo”. También está el Lonquimay, que cuenta con un sistema bastante complejo, “donde muchas erupciones han ocurrido a través de fisuras y no a través del cono principal. Es este sistema el que nos dio la oportunidad de observar en detalle el nacimiento y evolución de un volcán en vivo por primera vez en nuestra historia, el año 1988 con el nacimiento del cráter Navidad”, cuenta el geofísico.

Volcán Lonquimay y cráter Navidad©Patricio Contreras
Volcán Lonquimay y cráter Navidad ©Patricio Contreras

A estas características geológicas únicas, se suma el fin detrás de la creación de un geoparque y que se traduce en “la intención de explorar, desarrollar y celebrar la relación que existe entre el legado geológico de la Tierra y los demás aspectos naturales, culturales e intangibles del patrimonio de esta área”, como bien explican en Unesco.

Los requisitos que Unesco impone a aquellos geoparques que ingresan a su red mundial que hoy cuenta con 147 unidades en 41 países alrededor del mundo –principalmente en Europa y China– son, entre otros, que éstos aseguren un desarrollo sustentable basado en las comunidades locales y su participación en aspectos como la promoción, significancia y protección del área. Tal como especifican en sus Estatutos, desde que surgió el concepto de geoparque en los 90’ estos adoptaron un enfoque “de abajo arriba”, es decir impulsado por la comunidad con el fin de asegurar que se pudiera conservar y promover la importancia geológica de una zona para la ciencia, la educación y la cultura, además de ser utilizada como activo económico sostenible, por ejemplo mediante el fomento del turismo responsable. Ya que, después de todo, ¿quién podría ser mejor protector y divulgador, que el propio habitante de ese lugar?

PN Conguillio, una de las áreas protegidas que abarca el geoparque ©Cristóbal Correa
PN Conguillio, una de las áreas protegidas que abarca el geoparque ©Cristóbal Correa

Esta generación de conocimiento científico y cultural en una zona tan particular como esta –que además de contar con más de 200 millones de historia geológica, abarca territorios de asentamientos indígenas de más de 2.000 años– sin duda vendrán a enriquecer la experiencia del turista y, por qué no, mejorar e incluso aumentar la actual oferta de servicios.

©Daniel Basualto
©Daniel Basualto

Hoy todo geoparque que ingrese a la red mundial de geoparques de Unesco debe contar con un grupo que lo administre y esté reconocido bajo la legislación nacional, y que cuente con un plan de gestión integral, que abarque cuestiones de gobernanza, desarrollo, comunicación, protección, infraestructura, finanzas y asociaciones. En el caso del geoparque Kütralkura, este grupo está conformado por la Asociación de Municipalidades Cordilleranas de la Araucanía junto a Conaf y Sernageomin, quienes cuentan con un plan de desarrollo para asegurar que este patrimonio se conserve en el tiempo. Tarea que será de vital importancia para mantener el título de geoparque en los años por venir, ya que el sello de Unesco dura 4 años y luego pasa por una revisión para ver que se sigan cumpliendo los requisitos. De no ser así, podría perderse.

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