Una pequeña ciudad con mucho verde. Así describen algunos a Wiesbaden –la capital del estado de Hessen– ubicada a sólo 45 minutos en S-Bahn desde el aeropuerto de Frankfurt. Y lo cierto es que no se equivocan. Más de 50.000 árboles adornan sus inmediaciones y diversos parques y plazas invitan a los habitantes a disfrutar de una caminata por la naturaleza acompañados del sonido de los loros salvajes que anidan en los orificios huecos de los árboles; una tarde dedicada al deporte o sencillamente un momento con los amigos compartiendo unas cervezas.

Aquí todo está cerca. Es una ciudad para descubrir a pie y perderse entre sus calles y avenidas;  como la Wilhelmstrasse, con sus característicos plátanos americanos que para esta época –primavera– se encuentran podados de una singular forma que los hace ver como antiguos candelabros. Además de ser una de las principales avenidas de la ciudad, esta calle no sólo alberga tiendas de shopping y lujosos hoteles, sino también el Museo de Wiesbaden, el Kurpark y el Kuhrhaus. Este último,  el mismo casino en el que en 1863 el escritor ruso Dostoievsky perdió todo su dinero apostando, lo que lo llevó a firmar un apresurado contrato para escribir su novela “The Gambler” y salir así de la deuda.

Kurhaus ©Romina Bevilacqua
Kurhaus ©Romina Bevilacqua

En el centro, llaman la atención la famosa Marktkirche, una espectacular iglesia protestante de ladrillos rojos y cinco puntiagudas torres que destaca como el edificio más alto de la ciudad con 89 m de alto –en su torre del medio–, o el grösste Kuckucksuhr –el mayor reloj cucú–, una tienda con espectaculares artesanías en madera y los ya famosos relojes de cucú tallados por artesanos en la selva negra.

Todos ellos forman parte de los atractivos de esta ciudad que durante el siglo XIX y hasta la Primera Guerra Mundial fue la principal ciudad del bienestar en Europa y antes de eso, la sede de los baños termales de los romanos. ¿Por qué, se preguntarán? Bajo las calles de esta ciudad fluyen 26 manantiales de aguas termales. Un tesoro natural que descubrieron los romanos hace 2.000 años y aprovecharon para su disfrute y que incluso hoy sigue atrayendo a diversos turistas y habitantes locales para disfrutar de un baño de vapor o aliviar problemas reumáticos y condiciones ortopédicas.

Marktkirche ©Romina Bevilacqua
Marktkirche ©Romina Bevilacqua

El pasado mes de mayo tuvimos la oportunidad de conocer esta ciudad ubicada en el sureste de Alemania, junto al río Rin, al ser invitados por la Deutsche Zentrale für Tourismus como parte de los periodistas internacionales que participarían de la 45va versión del Germany Travel Mart (GTM), el mayor evento de turismo organizado en el país germano, que este 2019 fijó su atención en Wiesbaden y el estado de Hessen. Aquí les compartimos los mejores datos de los atractivos que tuvimos la suerte de conocer.

Baños termales

Keiser Friedrich Therme ©Wiesbaden.de
Keiser Friedrich Therme ©Wiesbaden.de

Sus aguas termales son las que dieron el nombre a la ciudad. Wiesbaden es una palabra compuesta que une Wiesen (campos) y baden (baños).

Un buen dato para quienes quieran disfrutar de sus exclusivos spa y beneficios para la salud, es que visiten el Thermalbad Aukamtal cuyas piscinas son abastecidas por estos manantiales subterráneos de aguas termales. El edificio, de fachada moderna, es el spa más sofisticado de Wiesbaden y el área de piscinas abarca 4.400m2. Además cuenta con cuatro salas de sauna al interior –a distintas temperaturas y con  una opción de baños de vapor– y otras tres al exterior, cada una con su propia ambientación y diseño.

Pero si lo que buscas es un ambiente más tradicional que realmente rememore tiempos pasados, en la calle Langgasse se encuentra el Kaiser-Friedrich-Therme, construido sobre los cimientos de los baños de sudor romanos y decorado al estilo termal clásico –con columnas y  mosaicos–. Con su baño ruso y piscina restaurados en los colores y decoraciones del tardío art nouveau, este complejo termal revive los badeluxus propios de la época wilhelmiana.  Sus instalaciones invitan a viajar en el tiempo, mientras disfrutas de los beneficios de sus aguas minerales. Pero ojo, que el pudor aquí no es bienvenido: este establecimiento tiene una política clara de nudismo.

Kochenbrunnen ©Romina Bevilacqua
Kochenbrunnen ©Romina Bevilacqua

Aunque los beneficios de sus aguas termales, incluso los puedes disfrutar en plena calle. Dispuestas en distintos puntos de la ciudad, hay llaves de agua termal para beber, ya que se cree que esta agua tiene poderes curativos. Las más populares son la de la llamada Kochenbrunnen, la principal fuente termal de la ciudad donde convergen todos los manantiales, y la Bäckerbrunnen –junto al famoso restaurant del mismo nombre– que existe desde el siglo 18 y era utilizada por panaderos y carniceros de los alrededores para sus negocios. Aunque hay que tener en cuenta dos cosas: la primera, los límites diarios de consumo recomendados son de un máximo de 400 ml –el agua contiene varios minerales, entre ellos arsénico–, la segunda… su sabor –algo salado y metálico– para nada agradable.

Un dulce recorrido: entre cafeterías y chocolates

Maldaner ©Romina Bevilacqua
Maldaner ©Romina Bevilacqua

Al recorrer la ciudad llama la atención la cantidad de cafeterías de especialidad, panaderías y pequeñas tiendas de dulces y aliños que pueden encontrarse. Pero sin duda, dentro de los imperdibles de la escena culinaria, están la visita al café Maldaner y la chocolatería Kunder.

Ubicada en el número 34 de la calle Marktstrasse, la fachada del café Maldaner no llama mucho la atención, sin embargo una vez que se atraviesa su puerta giratoria da la sensación de haber viajado al pasado. Un mesón con una gran variedad de pasteles y kuchenes tradicionales alemanes y olor a café recién molido, dan la bienvenida a esta cafetería cuyos orígenes se remontan a 1859. “Todo lo que puedes comer, todos los dulces y los especiales, los hacemos nosotros. Tenemos a 50 personas trabajando en la casa y hemos trabajado juntos durante 20 años”, me cuenta Renate Schulz-Winkel, quien en 2001 junto a su esposo Michael, compraron la cafetería a su entonces propietaria, Josefine Jeuck de 95 años.

Café Maldaner ©Romina Bevilacqua
Café Maldaner ©Romina Bevilacqua

Renate cuenta que una vez que adquirieron el local, lo remodelaron por completo: “Tomé unas fotografías antiguas del café y me basé en ellas”. Así, sillas y mesas fueron restauradas o reconstruidas según especificaciones históricas y otros tantos objetos adquiridos en tiendas o mercados de antigüedades. ¿El resultado? Una espectacular cafetería que rememora los tradicionales café vieneses. Tanto así que, años atrás cuando un miembro del Klub der Wiener Kaffeesieder (club de los dueños de cafeterías vienesas) visitó el Maldaner, quedó tan impresionado que al regresar a Austria le comentó del lugar a sus colegas. Gracias a ello, el café Maldaner fue reconocido como un auténtico café vienés y en 2011 obtuvo el título del “Primer Café Vienés oficial de Alemania” – el primero en obtener dicho reconocimiento fuera de Viena–, lo que a su vez lo llevó a transformarse en Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco.

Maldaner Praliné ©Romina Bevilacqua
Maldaner Praliné ©Romina Bevilacqua

Hoy por 2,50 euros puedes disfrutar de una exquisita taza de café de filtro y por otros 3,50 euros aproximadamente, de un trozo de pastel tradicional como el especial de Frankfurt, Frankfurter Kranz, la Scharzwärder kirschtorte –selva negra, típica de Baden–, o la especialidad de la casa: el maldaner praliné, una deliciosa torta de crema de moca y vainilla.

Chocolatería Kunder ©Romina Bevilacqua
Chocolatería Kunder ©Romina Bevilacqua

Para los fanáticos de los chocolates, la parada obligatoria es la chocolatería Kunder ubicada en el numero 12 de la avenida Wilhelmstraße. Allí un centenar de chocolates y pequeños bombones llenan las vitrinas de la tienda que en 1898 fundaron Fritz Kunder y su esposa Hermione, y que hoy administra su bisnieto, Jürgen Brand.

¿El especial de la casa? Las Ananas tortchen – o tarta de piña–, una masa de waffle y nuggat, rellena de mermelada de piña con un anillo de mazapán, almendras molidas y una cubierta de chocolate.   “Fue un invento de mi bisabuelo a partir de una recomendación de su esposa. Ella le dijo: ‘Fritz ahora estamos en Wiesbaden y tenemos que crear algo especial para ellos’”, me cuenta Jürgen. El resultado fue una creación exótica con un sabor completamente nuevo. “Todos estos ingredientes eran muy valiosos y raros en aquel entonces. Era 1903, hace 115 años”, asegura Jürgen.

Jürgen Brand, en la chocolatería Kunder ©Romina Bevilacqua
Jürgen Brand, en la chocolatería Kunder ©Romina Bevilacqua

Pero eso no es todo. Tal como me cuenta el dueño del local, esta chocolatería tradicional donde el emperador Wilhelm II de Prusia solía comprar bombones en sus visitas a la ciudad en el siglo XIX, lanza cada mes un nuevo chocolate: “Cada año elegimos una temática diferente. El año pasado fue nuestra historia, los 120 años de Kunder. Elegimos un hito importante de cada década y nos inspiramos en el chocolate. Antes de eso, hicimos una cooperación con el teatro y elegimos algunas obras, principalmente óperas, y las llevamos al diseño de chocolates. Fue bastante difícil”. Este año la temática elegida son la arquitectura y principales atractivos turísticos de Wiesbaden. Así que en mi visita a la chocolatería pude probar el bombón Riesling –con una nota ácida hacia el final– inspirado en la champaña producida en la zona; el chocolate Nerobergbahn –relleno de maracuyá–; el Green Parrot, inspirado en los loros salvajes de la ciudad –relleno de frutilla– y un adelanto de lo que vendría en julio: un chocolate negro relleno de absenta, inspirado en el cuadro “The Sin” –el pecado– de la exposición de Art Novou pronta a estrenarse en el museo.

Neroberg: vistas panorámicas

Nerobergbahn ©Romina Bevilacqua
Nerobergbahn ©Romina Bevilacqua

Es el principal cerro de la ciudad y un lugar ideal para obtener vistas panorámicas. Uno sus principales atractivos es el Nerobergbahn, un funicular que desde 1888 ha transportado a cientos de miles de personas hasta la cima de este cerro de 245 metros de altura. Pero este patrimonio histórico tiene además un curioso sistema de propulsión basado en el balance y la gravedad, que se ha mantenido desde sus orígenes: 7.000 litros de agua llenan un estanque en el carro que se encuentra en la parte más alta para que tenga el peso suficiente para levantar al carro que se encuentra en la planta baja. Una vez que el carro llega a la otra estación, el agua del tanque se vacía y es bombeada nuevamente hacia arriba por una bomba eléctrica. Es el único funicular de este tipo que existe en Alemania.

Iglesia ortodoxa rusa ©Romina Bevilacqua
Iglesia ortodoxa rusa ©Romina Bevilacqua

Otro de los imperdibles de este cerro es la visita a la iglesia ortodoxa rusa –la única de su tipo en Wiesbaden–, una hermosa construcción que, según nos comentó el guía, tiene sus cúpulas pintadas con oro. Construida entre 1849 y 1855, esta iglesia guarda una triste historia. Su construcción fue en honor a la duquesa Elizabeth, sobrina del Zar de Rusia Nicholas I y esposa del Duque Adolph de Nassau, quien murió durante el parto de su primera hija –que también falleció en el acto–. Hoy ambas están enterradas bajo sus cimientos.

Viñedo Neroberg ©Romina Bevilacqua
Viñedo Neroberg ©Romina Bevilacqua

Pero sin duda algo que llamó mi atención fue el viñedo que adorna sus laderas desde 1525, uno de los pocos ubicados en zonas urbanas en Alemania. En este viñedo de 4 hectáreas se cultiva principalmente uvas riesling –muy populares en esta zona, que forma parte de la región vinícola del Rheingau –.

Lo interesante de este viñedo, es lo que ocurre bajo tierra y en relación a la ciudad. “Tenemos la ciudad aquí debajo. En los meses de verano cuando hace más calor, la ciudad crea una ola de calor que durante el día sube a través de los viñedos. Esto es muy conveniente. Tenemos un flujo constante de viento, por lo que, si llueve, se seca rápidamente, así que tenemos pocos problemas con hongos. Lo otro es que las tierras tienen muchas piedras, así que el agua se filtra rápidamente”, explica Erika Buntshuh  de la viña Kloster Eberbach, la mayor de Alemania y a quienes pertenece el viñedo del Neroberg.

©Romina Bevilacqua
©Romina Bevilacqua

Si tienen la oportunidad de subir hasta este lugar, les recomiendo tomar el tour que incluye una cata de vinos de Kloster Eberbach. Podrán disfrutar de una exquisita copa de vino blanco mientras admiran la ciudad, con sus atractivas villas –grandes casonas que pertenecían a los habitantes más adinerados– y edificios con fachadas del siglo XIX.

¿Un dato curioso? Wiesbaden, una de las ciudades más ricas de Alemania, fue de las pocas que durante la guerra no se vieron completamente destruidas. Se dice que sólo cerca del 20% al 30% de la ciudad fue destruida por los bombardeos y que esto se debería al clima: el mal tiempo y un cielo densamente nublado los habrían protegido de un destino mucho menos favorable.

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