Entre las 16:00 y 17:00 horas fuimos esa pareja de chilenos viajeros riendo junto a nuestra segunda copa de vino tinto en un restorán chino en Barcelona, esperando que uno de los garzones mongoles nos trajera la paella de mariscos que habíamos ordenado y que, siendo justos, después del último sorbo de ese oscuro líquido nos pareció bastante decente.

Cinco horas de escala en España pasan rápido y sin haber subido aún ninguna historia a instagram, estábamos nuevamente haciendo la fila frente a la policía de inmigración para abordar nuestro segundo vuelo del día y llegar a Berlín, la ciudad donde por ahora vivimos. Las últimas dos semanas las habíamos pasado viajando por Marruecos, disfrutando del sol mientras uníamos las ciudades de Marrakech y Fez. Cruzando valles, montañas y coqueteando con el desierto, por 15 días escarbamos en la superficie del mundo árabe con entusiasmo, aplastando calles sobre un city-car color blanco.

©Carlos Hevia
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De vuelta en el largo invierno germánico y con la última carga de ropa en la lavadora, volvieron a la vida los calcetines olvidados en el fondo de la mochila y se dispersaron por el piso nuevos rezagos de arena amarilla. Esta misma arena que antes era desierto; cordones interminables de dunas, que esculpidas por el viento como montañas poseen todas las formas y todos los colores. Vacío no es sinónimo de desierto. El desierto es movimiento, sus curvas evidencian el avance en la conquista de extensos territorios. Dentro de mis zapatillas estos granos de arena se apuntan una nueva victoria, esperando con paciencia volver a ser desierto.

©Carlos Hevia
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En nuestra visita a Marruecos fuimos a Erg Chegaga, conocido como la puerta de entrada al Sahara. Si bien en el país existen dos lugares para disfrutar de la experiencia del desierto y sus dunas interminables, Erg Chebbi y Erg Chigaga, este último es un lugar menos conocido y por ende menos turístico. Si quieres vivir la experiencia de estar en medio de un mar de arena, este es el lugar para hacerlo.

©Carlos Hevia
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Erg Chigaga, ubicado al sur de Marruecos, se encuentra a 3 horas en auto 4×4 del poblado más cercano: M’Hamid, en la región de Zagora. Para llegar a M’Hamid desde Marrakech se deben tomar en cuenta de 7 a 8 horas de viaje en auto.

Nosotros estábamos alojados en Le Drom’Blanc, una especie de hotel en el poblado de M’Hamid, donde ofrecían el tour a las dunas. Una buena opción para obtener la experiencia completa del desierto marroquí.

©Carlos Hevia
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