“La nieve embellece aún más cualquier destino”, le comenté años atrás a unos amigos cuando me decían que no querían viajar en invierno a ninguna parte por el frío o “por si llueve”. Recordé esa frase cuando veíamos el Salar de Maricunga completamente blanco junto a las laderas de las montañas también cubiertas de nieve. La laguna Santa Rosa era un manto congelado cubierto de hielo y todo el conjunto parecía un paisaje nórdico, las camionetas abriendo huellas por los caminos tapados de nieve con los 4×4 activados. «Así es como imagino Narnia, Islandia o Groenlandia»,  comentamos, pero estamos en el altiplano de Atacama, “de la región de Atacama” remarca nuestro colaborador Ercio Mettifogo, al interior de Copiapó, a casi 3.800 metros de altitud, rodeando el Parque Nacional Nevado Tres Cruces.

Salar de Pedernales, Copiapó. Créditos: ©Felipe Howard
Salar de Pedernales, Copiapó. Créditos: ©Felipe Howard

Estamos recorriendo junto a Ercio en una Escapada a la Naturaleza, un fin de semana de junio junto a un grupo de entusiastas viajeros de Ladera Sur Adventure que cargaron todas sus capas de ropa y su mejor entusiasmo para maravillarse con nosotros de este paisaje blanco en esta época del año.

Salar de Pedernales, Copiapó. Créditos: ©Felipe Howard
Salar de Pedernales, Copiapó. Créditos: ©Felipe Howard

Dos veces -en años anteriores- ya había visitado y recorrido esta zona, en un temprano otoño y en primavera. La primera oportunidad junto a un grupo de estudiantes a quienes llevamos hasta esta remota zona en ese entonces para su viaje de estudios, uno muy diferente, y luego en un viaje familiar. Sin embargo el paisaje ahora estaba muy distinto con la nieve y todo blanco.

Salar de Pedernales, Copiapó. Créditos: ©Felipe Howard
Salar de Pedernales, Copiapó. Créditos: ©Felipe Howard

El domingo, último día, a las 06,50 de la mañana me levanté a mirar el amanecer desde la laguna Santa Rosa que estaba congelada cuando Sebastián, un profesor de matemáticas en La Serena que viajó junto a su pareja, me dice mientras está fotografiando a un grupo de aves amontonadas luego de pasar juntas la noche, “esto ha superado todas mis expectativas, estaba preocupado por la altura y las caminatas, pero ver esto me llena por completo, no imaginé un paisaje así, voy a tener que volver en otra época de todas maneras para compararlo”.

Salar de Pedernales, Copiapó. Créditos: ©Felipe Howard
Salar de Pedernales, Copiapó. Créditos: ©Felipe Howard

Habíamos pasado una muy fría noche en el Refugio Maricunga, cargando la estufa de leña cada dos horas y agradeciendo los plumones y sacos de dormir, la altura también se había hecho sentir en algunos, pero la vista desde allí compensaba las cañerías congeladas. Así se vive allá, hay momentos algo hostiles, pero el paisaje compensa. El gran objetivo de esta escapada de fin de semana era poder visitar las Lagunas de Colores, encontradas hace pocos años al interior del Salar de Pedernales por un grupo de jóvenes entusiastas de la localidad de Diego de Almagro que forman Turismo Atacamensis, un operador local de excursiones en la zona.

Salar de Pedernales, Copiapó. Créditos: ©Felipe Howard
Salar de Pedernales, Copiapó. Créditos: ©Felipe Howard

Para eso, cruzamos durante cerca de una hora por todo el salar de Pedernales que era un manto de nieve con el volcán Doña Inés como cabecera. Dejamos las camionetas en una zona establecida y con señalética que indica los cuidados básicos que hay que tener, partiendo por lo más básico, llevarse la basura. El aire estaba nítido sin viento, caminamos cerca de media hora hasta llegar a la Laguna Turquesa, “la postal” de la zona, el ícono actual del salar de Pedernales, por sus colores y transparencia. La radiación hacía que en el día estuviera cálido, no había nieve y pronto nos quitamos varias capas, fue un deleite para fotografiar ese pequeño “ojo de agua” que aflora junto a otras de diferentes colores, unas coloradas, otras oscuras y más profundas. El check de este hito ya estaba hecho, junto a decenas de fotografías.

Salar de Pedernales, Copiapó. Créditos: ©Felipe Howard
Salar de Pedernales, Copiapó. Créditos: ©Felipe Howard

En un comienzo, Ercio nos había llevado desde el primer día a tratar de visitar la mayor cantidad de rincones posibles de su región, era un día para aclimatar, el objetivo era evitar la puna en Maricunga, por lo que alojamos en El Salvador. Nos mostró el puerto de Caldera, visitamos la mina San José, la de “los 33” y de a poco fuimos ascendiendo desde el mar de dunas de más de 340 km 2, a montañas de colores. Almorzamos en el poblado Inca de Oro y pasamos por numerosas faenas mineras. Entre medio de ellas, algunos tesoros escondidos, dos sectores diferentes con bellas pinturas rupestres de épocas incaicas, sorpresas que no esperábamos ver, bien conservadas por lo que recomendamos siempre visitarlas con guías de la zona.

Pinturas rupestres en Salar de Pedernales, Copiapó. Créditos: ©Felipe Howard
Pinturas rupestres en Salar de Pedernales, Copiapó. Créditos: ©Felipe Howard

La meta para el último día fue poder llegar a la Laguna Verde y recorrer La Ruta de los 6 miles, en donde destaca el volcán más alto del mundo, el Ojos del Salado con 6.893 metros de altitud. Nuevamente el blanco, otra vez la cubierta turquesa de esta gran laguna con manchas de hielo, en el camino se nos cruzó una vicuña. Ya nos había pasado antes con guanacos que vimos en las laderas o un zorro culpeo a orillas del camino. A pesar de la nieve, la fauna se deja ver, tal como las aves en las lagunas. Otro hito ocurrió en las primeras lagunas del Salar de Pederaneles, cuando nos íbamos yendo llegaron volando una veintena de flamencos, los cuales caminaban sobre la delgada capa de hielo y luego hurgaban en el agua buscando alimento, una danza de flamencos en el hielo nos retuvo allí más de una hora, al derretirse el hielo llegaban más aves.

Flamenco en Salar de Pedernales, Copiapó. Créditos: ©Felipe Howard
Flamenco en Salar de Pedernales, Copiapó. Créditos: ©Felipe Howard

Con las últimas luces del día anterior habíamos visitado además la cascada del río Juncalito que debía estar ya congelada en esta época del año. Fue toda una aventura llegar hasta ella, no sabíamos bien en qué estado encontraríamos el camino con tanta nieve, pero un par de vehículos ya habían abierto huella y Ercio es un experto en la zona, conoce cada paso, cada camino y todas las huellas que se han generado cuando los caminos están cortados. De todos modos nos detuvimos cerca de 1 km antes de la cascada para no arriesgar y nos fuimos caminando por la nieve lentamente, los 4.200 metros se sienten, por lo que caminamos “a ritmo de astronauta” mientras veíamos los pastizales amarillos junto al río Juncalito medio congelado.

Cascada del río Juncalito congelada. Salar de Pedernales, Copiapó. Créditos: ©Felipe Howard
Cascada del río Juncalito congelada. Salar de Pedernales, Copiapó. Créditos: ©Karin Foguel

Luego de 40 minutos vimos otro paisaje que valió la pena, la cascada congelada casi por completo y con la luna casi llena asomándose por detrás. Bajamos al lecho del río y vimos cómo apenas el agua corría, pronto estaría todo congelado allí. “¿Habría sido mejor evitar todo el tiempo de traslados para llegar más temprano al Refugio Maricunga?”, pregunto a los cansados viajeros luego de un día tan intenso. “De ninguna manera, valió absolutamente la pena”, me responden de manera unánime, nunca habían visto una cascada congelada, menos de ese tamaño y con las últimas luces del día. La nieve y el hielo embellecen aún más algunos paisajes recuerdo.

Aventureros en el Salar de Pedernales, Copiapó. Créditos: ©Felipe Howard
Aventureros en el Salar de Pedernales, Copiapó. Créditos: ©Karin Foguel
Salar de Pedernales, Copiapó. Créditos: ©Felipe Howard
Salar de Pedernales, Copiapó. Créditos: ©Felipe Howard
Arte rupestre en Salar de Pedernales, Copiapó. Créditos: ©Felipe Howard
Arte rupestre en Salar de Pedernales, Copiapó. Créditos: ©Felipe Howard
Río Juncalito congelado. Salar de Pedernales, Copiapó. Créditos: ©Felipe Howard
Río Juncalito congelado. Salar de Pedernales, Copiapó. Créditos: ©Felipe Howard
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