©Nidya Flores
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La impresionante gama de colores en azul me hipnotizó desde el primer atisbo. No cabía más en ese escenario que me transmitía tanta paz.

Bacalar es más que un pueblo mágico. Se encuentra en el estado de Quintana Roo, al este de la península de Yucatán, al sur de la República Mexicana y en el límite con Centroamérica. Fue fundado por los Mayas hacia el año 415 d.C. Su nombre, Sian Ka’an Bakhalal, de origen Maya, se traduce como “cercado o rodeado de carrizos”.    

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Durante la época prehispánica fue un territorio muy importante pues era un punto clave en la transferencia de mercancías traídas desde Centroamérica y, por esta razón, la ciudad se encontraba constantemente acosada por piratas. Actualmente, es uno de los destinos paradisíacos predilectos por el turismo nacional e internacional pues este pequeño poblado es hogar de una de las lagunas más hermosas del mundo: la Laguna de Bacalar.

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Este maravilloso rincón es conocido popularmente como “Laguna de los Siete Colores” debido a que uno de sus mayores encantos es la característica diversidad de tonalidades azules que se pueden observar. Y es que las aguas de este paraíso reciben los rayos del sol creando una paleta multicolor gracias a sus diferentes profundidades. Si cuentas sus colores podrás encontrar menos o a veces descubrirás más, un placer para los ojos.

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Extendiéndose a lo largo de cuarenta y dos kilómetros y con cuatro kilómetros de extensión en su parte más ancha, se posiciona como la segunda laguna más larga del país. Se formó por el desbordamiento de tres cenotes, que se encuentran dentro de ella –un fenómeno inusual–, y a los que se puede acceder desde la laguna o por tierra.

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Adicionalmente, este cuerpo de agua es guardián de un tesoro natural casi único en el planeta: estromalitos, estructuras laminares formadas por microorganismos, y uno de los indicios más antiguos de vida en la Tierra. Se calcula que tienen una edad de 350 millones de años y se ubican a lo largo de siete kilómetros en una zona conocida como “Los Rápidos”. Bacalar pertenece también, junto a otras lagunas menores, a un gran sistema fluvial  que durante la temporada de lluvia se juntan a través de pantanos y canales.

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Visité el Cenote Negro, el más pequeño en diámetro (sólo ciento treinta metros) y que posee una profundidad que supera los quince metros. Rodeado de exuberante vegetación, te invita a sumergirte en sus aguas y explorar el paisaje acuático: peces, troncos entrelazados y raíces forman parte de este espectáculo submarino. Sin duda bucear, nadar, practicar snorkel o dar un tranquilo paseo en lancha, son actividades que no hay que dejar pasar en este lugar de ensueño.

La mezcla perfecta entre los sonidos de insectos, aves, agua, árboles y animales, produce la sensación de estar en un paraíso imaginario. En este extraordinario sitio se amanece con el jolgorio de los pájaros y la tranquilidad del viento.

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El entorno verde, los lirios meciéndose al ritmo del agua y la fina y blanca arena te inspiran a deleitarte en todos los sentidos. Disfrutar plenamente del panorama te lo da todo y si, de vez en cuando se asoma la lluvia, sólo queda respirar y agradecer por tanta hermosura junta.

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