Decir Escocia es pensar en espacios abiertos, marcados por montañas y un clima errático ideal para las aventuras. Para los ignorantes como una, es una sorpresa descubrir que, además, Escocia es un festival de jardines maravillosos con plantas de todas partes del mundo. Uno de los más alucinantes, es Inverewe Gardens.

©Ana Allamand
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Amantes de las aventuras, regocíjense: esta maravilla se encuentra en la famosa North Coast 500 que recorre los Highlands junto al mar, más específicamente en la zona llamada Wester Ross (¿qué me dicen fanáticos de GOT?). Caracterizada por sus paisajes dramáticos, playas alucinantes, caminos de una pista y escoceses encantadores por todas partes –además de la comida–, esta ruta es uno de los principales focos turísticos del país. Y es siguiendo esta ruta hermosa, a apenas 90 minutos de Inverness, que uno encuentra este jardín alabado a nivel mundial.

©Ana Allamand
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Inverewe es un siglo y medio más antiguo que la North Coast 500. En 1862 Lord Osgood Mackenzie, un aristócrata fascinado con coleccionar plantas exóticas (una moda común en la época), decidió crear un jardín ejemplar en esta bahía en el Oeste de los Highlands. El lugar, ubicado en la latitud 57,8 (más o menos la Bahía de Hudson en Canadá) y caracterizado por ser un terreno rocoso junto al mar, no pintaba muy amigable para su proyecto. Pero el secreto está en el microclima generado por la corriente del Golfo –que inicia en México y llega hasta allá– y que resultó ideal para plantas de todas partes del globo.

©National Trust for Scotland
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Lord Osgood recorrió jardines en Europa y contactó botanistas y jardineros de todo el mundo para conseguir las plantas. Lo primero fue plantar una barrera de pinos de Córcega, Douglas firs y rododendros; después siguió con plantas que necesitaban más protección. El resultado es alucinante: especies de Sudamérica, Asia, Africa y América del Norte brillan en diferentes épocas. Eso hace que, sin importar cuándo uno vaya, siempre hay algo que ver.

©Ana Allamand
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El jardín mismo tiene alrededor de 20 hectáreas y más de 2,500 plantas y flores exóticas; otras 800 hectáreas son mantenidas para conservación (hay dos caminatas que te llevan más lejos). Entre sus gracias, están la plantación más norteña de pinos Wollemi australianos, una reliquia de tiempos prehistóricos; amapolas azules de los Himalaya; olearias de Nueva Zelanda; eucaliptus de Tasmania; una ruta de rododendros del color que le pidan traídos de China, Nepal e India (colección nacional); una sección de plantas alpinas; una ruta de bambúes; una mega colección de eritroniums; y, para llenar el cuore, una sección con árboles sudamericanos. Cada vez que veo la luma, se me cae la lágrima.

©Ana Allamand
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Y por si fuera poco, el jardín amurallado es una maravilla que mezcla flores y huerta con vista al mar. Sin importar la época del año, pasearse por la parte baja y subir al segundo nivel para gozar las vistas a la bahía es un sueño. Con un poco de suerte, uno puede divisar focas o ver grullas cazando. En la primavera-verano, las grullas se instalan en los eucaliptus y con un par de buenos binoculares uno se puede pasar horas mirando a los recién nacidos. Y con un espíritu más explorador, en sus zonas de conservación (800 hectáreas, ¿se acuerdan?) uno puede partir en búsqueda de los “Big 5” de Escocia (que son chiquititos comparados con los africanos): ardillas rojas, venados, nutrias, focas y águilas reales.

©National Trust for Scotland
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Por si fuera poco, en el corazón del jardín recientemente abrieron una casa-museo que muestra cómo vivían los Mackenzie. Además, hay una zona de actividades para niños, una galería de arte y un café excelente (¡no se pierdan las tortas!). Por si fuera poco, están constantemente organizando actividades: talleres de arte, conciertos, festivales de luces… y tienen un poeta residente, que en 2018 desarrollo una maravilla llamada Poetree. Ojo, que entre Navidad y Pascua suele estar cerrado, pero abre en gloria y majestad a tiempo para lucirse con su colección de eritroniums, que uno puede visitar con expertos y, si tienen suerte, con Kevin que es el jardinero jefe.

©National Trust for Scotland
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Vale la pena cruzar la muralla y aventurarse a las tierras del norte para ver esta maravilla de jardín. Para tranquilidad de todos, los White Walkers no están incluidos.

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