La travesía de Integración Antártica nace de una manera muy entretenida. Antes de todo esto, no conocía a Cristian Donoso y sólo había escuchado de Roger Rovira, quienes serían mis compañeros en esta aventura. Me acerqué a Cristian porque él es atleta y embajador SUDA, y por eso mismo yo iba seguido a conversar con él, para ponernos de acuerdo en cómo íbamos a darle difusión a sus rutas y expediciones. Además, en estas reuniones yo aprovechaba de preguntarle muchas cosas sobre el kayak, que es uno de los deportes que más me gusta y más practico. Le consultaba si el kayak de travesía tenía que ser de fibra o de plástico o de carbono, si tenía que tener timón o skeg, si era mejor en single o doble… En  fin, muchas preguntas.

©Exequiel Lira
©Exequiel Lira

Hasta que un día Cristián me dice: «Sabes qué Exequiel, no me hagas más preguntas de kayak porque yo no me considero un kayakista». Y yo con eso quedé plop… pero luego agregó: «Yo me considero un expedicionario y el kayak lo ocupo porque es el mejor medio para explorar».

Después de eso nace una segunda pregunta, y quise saber cuál era el destino que más lo había impresionado entre todas sus experiencias. Me habló de un lugar alucinante, donde no se veía nada similar a ninguna otra parte del mundo y donde se había conectado profundamente con la naturaleza y con él mismo: me estaba hablando de la Antártica. «Es un lugar que desde que lo pisé siempre quise volver», me dijo.

Destino sellado

©Exequiel Lira
©Exequiel Lira

Ésta era como la tercera vez que nos reuníamos; Cristian me dijo que ya no tenía el contacto para volver al territorio antártico, así que no lo pensé mucho y se la tiré: «Si me consigo ida a la Antártica ¿Irías a una expedición conmigo?». Me miró como impresionado, y me dijo «¡Ya po!» y me dio la mano. Fue ahí cuando quedó sellado lo que vendría.

Luego de eso, Cristian sugirió sumar a Roger Rovira, quien además de ser un experto, ya llevaba 10 años en exploraciones con Cristian. Una vez que se aprobó la expedición, yo me dediqué al tema comercial y la difusión y Cristian, por su parte, veía los aspectos más técnicos.

©Exequiel Lira
©Exequiel Lira

Muchos desconocen que para ir a la Antártica hay que tener, por ejemplo, un informe de impacto ambiental para las actividades que uno hace en el continente blanco, que debe ser aprobado por todos los países que tienen soberanía en este territorio. En la redacción del informe nos demoramos aproximadamente 5 meses ¡Es un tema gigante!

El documento se convierte en una especie de gran ensayo, que luego tiene que ser aprobado por el Ministerio de Relaciones Exteriores y CONAEIA, que es el Comité Operativo de la Evaluación del Impacto Ambiental sobre el Medio Ambiente Antártico. Luego de todo este trabajo hay que ver bien el tema del equipamiento y cómo uno va a llegar, además de coordinar con la Armada y Directemar, para que se apruebe que la expedición –que ya está validada en términos medioambientales–, cumple con los requisitos de seguridad.

Archipiélago de las South Shetland

©Exequiel Lira
©Exequiel Lira

Decidimos ir a las Shetland porque Cristian ya había remado tres veces en la península  Antártica y porque todos los barcos que se dirigen hacia ella pasan por las Shetland antes. Específicamente por Fildes, que es el asentamiento más grande de ese lugar, manejado por los ingleses.

El problema que tienen las Shetland es que no están protegidas por tierra; las corrientes y vientos del Mar de Drake le llegan directo, o sea que uno enfrenta olas realmente grandes y condiciones que pueden ser muy agresivas.

©Exequiel Lira
©Exequiel Lira

Nuestro objetivo era unir las cinco islas que conforman el archipiélago Shetland en una expedición, algo que ya había intentado sin éxito el veterano kayakista inglés Nigel Dennis. Dennis, para que se hagan una idea, es el fundador de una de las marcas de kayak europeas más importantes a nivel mundial y ya en 1980 estaba marcando hitos arriba del kayak, como circunnavegar las islas Británicas.  Dennis no tuvo éxito en su expedición y finalmente sólo pudo darle una vuelta a la isla Nelson. Con eso, nada más, nos hicimos la idea de que lo que nos proponíamos era realmente complicado.

Los marinos nos decían que estábamos locos, que ellos en zodiac muchas veces no podían pasar de una isla a otra, sobre todo por el cruce del canal Nelson: son 20 kilómetros en mar bastante expuestos.

©Exequiel Lira
©Exequiel Lira

Si uno va remando, no se puede llegar y parar en cualquier playa. Puede haber glaciares que terminan a pique, o grandes paredes de roca y sencillamente no se puede desembarcar. En el viaje, que resultó finalmente en 11 días de remo, donde cubrimos 200 km, se nos fueron presentando muchos y variados obstáculos: por ejemplo, en una playa los lobos marinos nos echaron, y no pudimos dormir ahí. Había tramos en que remábamos con 5 nudos de corriente para un lado, luego avanzabas 15 metros y tenías una corriente en dirección completamente opuesta.

Todos los días era una sorpresa y en mi caso, que he navegado 12 años en la zona central, lo más desconcertante fue encontrar patrones tan extraños en el medio acuático.

Un año después

©Exequiel Lira
©Exequiel Lira

Para mí, y sin duda para Roger y para Cristian también, esto fue realmente una experiencia inolvidable. El lugar es muy fuerte en términos de interacción con el medio, es un cambio demasiado brusco en comparación a lo que uno está acostumbrado y si no eres capaz de adaptarte rápidamente te quedas atrás, y quedarse atrás significa morir. Es el único lugar donde me he sentido amenazado 24/7.

En lo personal, entre más hostil el entorno más vivo me siento y eso es algo que estoy buscando constantemente. Y tal como me había anticipado Cristian, los paisajes eran algo realmente distinto. Los contrastes entre montañas, glaciares, puntas rocosas, islas, la vegetación de musgos… Uno piensa que la Antártica es puro hielo pero, a diferencia de lo que es el Polo Norte, se trata de un continente con tierra donde crecen y viven muchas especies.

©Exequiel Lira
©Exequiel Lira

Tienes contacto con animales como pingüinos, orcas, focas, lobos, leones marinos y skuas; todos se te acerca constantemente. Te están probando, te están oliendo. No te tienen susto porque no vivieron ni evolucionaron contigo. Una de las anécdotas más entretenidas que tenemos, fue precisamente una noche cuando todos estábamos en la carpa, y escuché algo que se acercaba como arrastrándose…  ¡era un elefante marino que luego se lanza encima de la carpa!

El equipo humano con que te rodeas en estas situaciones también es algo que te toca profundamente. Yo muchas veces me he sentido como alguien distinto, no como un bicho raro, pero sí como alguien que disfruta del silencio y de observar. Con el grupo que fui me sentí muy cómodo: hubo días en los que no pudimos remar y tuvimos que estar metidos en la carpa encerrados, disfrutando por horas cada uno en lo suyo, viendo fotos, leyendo, escribiendo o escuchando música. Y no conversábamos nada, pero de repente fluía la conversación un buen rato, y luego nos quedábamos callados, en silencio, como algo natural y agradable.

©Exequiel Lira
©Exequiel Lira

Algo que agradezco mucho es que tanto Roger como Cristian me aceptaron en su equipo de expediciones y no fue que me aceptaron solamente en su buena onda, sino que me involucraron en la toma de decisiones: me preguntaban bastante qué opinaba yo sobre si hacer o no ciertas acciones. Siempre conversábamos y eso lo agradezco de manera infinita.

Paz y agresividad

©Exequiel Lira
©Exequiel Lira

Mi regreso a Santiago no fue nada fácil. Sentí cómo me metía de nuevo a la máquina. En nuestra ciudad todo sucede más rápido. Algunas personas me han preguntado: “¿Cómo lo haces en un entorno tan peligroso y agresivo?”, refiriéndose a lo que hicimos remando, pero la verdad es que en estos lugares uno siente una conexión infinita, que te hace sentir en paz. Lo que le comento a la gente es que finalmente me ocurre todo lo contrario. Es en una ciudad como Santiago donde el medio es más agresivo, es un ambiente donde escucho bocinazos, donde la gente te pega empujones y si te demoras te gritan garabatos.

En lugares como Antártica, teniendo todo bien manejado y estando equipado, es donde uno se encuentra en paz y se hace más fácil vivir.

Nuestra expedición fue un éxito, logramos el objetivo de integrar las cinco islas principales de las Shetland. Y como lo pasamos tan bien como equipo humano, estamos organizando otra expedición más. La idea es que sea durante el verano de 2019. Estamos con las energías a fondo y, como decía antes, si uno pisa este lugar, lo único que quieres es volver.

Para conocer la ruta completa de esta expedición, ingresa al perfil de Ladera Sur en Suda haciendo click en el siguiente link.

Comenta esta nota

Comenta esta nota

Responder...