Ahí, casi donde termina el territorio continental sudamericano y sopla el fuerte viento de la Patagonia. Ahí, en el borde del Estrecho de Magallanes, resiste el faro San Isidro, el que lleva ya más de 100 años guiando la navegación en uno de los mares más peligrosos del planeta. Y aunque el desarrollo de avanzadas tecnologías durante las últimas décadas le ha quitado protagonismo, el faro San Isidro es una parte viviente de la historia de Magallanes y de la navegación en las aguas australes.

Ubicado 70 kilómetros al sur de Punta Arenas en el extremo sur de la península de Brunswick, la principal vía de acceso corresponde a la ruta 9, la que algunos kilómetros después del Fuerte Bulnes comienza a internarse en un denso bosque para luego orillar el siempre bello Estrecho de Magallanes. Y así, andando por un camino en excelentes condiciones y de inigualable belleza, de un momento a otro se anuncia que hemos llegado a su fin: hora de comenzar con la caminata.

©Vicente Weippert
©Vicente Weippert

Desde este punto, se deben caminar alrededor de 4 kilómetros para llegar hasta el faro, y para quien ande con más tiempo y ganas de aventura, son 32 kilómetros hasta el Cabo Froward. La caminata hasta el faro dura alrededor de dos horas ida, y otras dos de vuelta y, en general, es de una dificultad baja, donde prácticamente todo el trayecto es bordeando la playa. La única excepción que tuvimos fue un arroyo, en el cual tuvimos que internarnos unos metros en el bosque para poder cruzarlo por un puente hecho con troncos.

©Vicente Weippert
©Vicente Weippert

El sendero, además de ser sencillo, es de una belleza impresionante: el frondoso y casi impenetrable bosque virgen de coigüe que bordeamos de principio a fin, el imponente monte Tarn que custodia toda la bahía y las calmas pero peligrosas aguas del Estrecho de Magallanes, hacen de esta caminata algo sin igual. Además, en los meses de verano y con un poco de suerte, es posible ver delfines y ballenas merodeando tranquilamente por el estrecho.

©Vicente Weippert
©Vicente Weippert

A las dos horas de caminata, lo primero que vemos es una casa grande de aspecto contemporáneo. Es la Hostería San Isidro, la cual funciona sólo durante períodos puntuales del año. A partir de aquí, la tarea está casi hecha, y basta caminar otros 5 minutos para llegar hasta el faro mismo, el que se encumbra por sobre una loma que se adentra hacia el mar.

©Vicente Weippert
©Vicente Weippert

No tuvimos la suerte de poder entrar al faro, pero a decir verdad, no fue tan relevante, puesto que el faro en sí mismo se ve un tanto opacado por la belleza del entorno donde está emplazado.

[adrotate banner=»28″]

La vista panorámica que se tiene es algo impagable: interminables bosques hacia el interior, la majestuosidad del estrecho y sus impredecibles aguas, la isla Dawson, al fondo las cumbres nevadas de la cordillera Darwin y un solitario albatros desafiando el viento y el oleaje como sólo ellos saben hacerlo, fueron los premios a las dos horas de caminata por uno de los bordes costeros más bellos que he conocido.

©Vicente Weippert
©Vicente Weippert

Párrafo aparte para el viento magallánico que durante la caminata no se deja sentir, pero que al llegar al faro se encarga de recordarnos que acá, en la Región de Magallanes, en el fin del mundo, el desarrollo humano siempre ha sido un constante equilibrio y conjugación entre los deseos propios y las fuerzas de la naturaleza. Es mirado bajo este prisma, donde mejor aún se entiende la relevancia histórica de este guardián del estrecho, que lleva ya más de 100 años erguido frente al viento; el San Isidro, el faro más austral del continente americano.

Comenta esta nota

Comenta esta nota

Responder...