Vicente Valdés, fotógrafo de naturaleza: “Para mí el micromundo es un universo paralelo, lleno de misterios y posibilidades”
Cuando era niño, Vicente Valdés tenía la curiosidad innata de un explorador naturalista. Con el paso de los años, un ave hizo que volviera a ese espíritu y desde ahí no paró más. Agarró una cámara y aprendió de forma autodidacta, al tiempo que se obsesionó por ir de excursión, primero con las aves y luego con el inadvertido micromundo. Decidido a vivir de la divulgación e interpretación ambiental y la fotografía, fundó Biodiversidad Chilena, desde donde comparte material que, principalmente y entre otras cosas, acerca a aquellos desconocidos seres del bosque a las personas, de forma llamativa y cercana. En esta entrevista, habla de su fanatismo por capturar fotográficamente lo pequeño, la importancia de hacerlo de mano de la ciencia y los sueños personales que mantienen su proyecto en pie.
“Desde que tengo memoria me gusta mucho explorar”. Vicente Valdés (31), fotógrafo de naturaleza, no sabe de dónde salió ese gusto, pero de pequeño era de esos niños que van a la playa y dividen su tiempo entre bañarse en el mar para luego explorar las rocas de la orilla. Él examinaba todo lo que había, desde las pequeñas conchitas mojadas hasta los cangrejos que se escondían ante su presencia. Luego, de vuelta a la ciudad, en el mismo patio de su casa, pasaba horas buscando y observando insectos.
“Me gustaba mucho el tema de la entomología, me creía un mini científico con un microscopio para mirar bichitos. Hacía mis insectarios caseros. En mi familia me recuerdan siempre lleno de pololos, mirando arañas y fascinado por los artrópodos”, recuerda.
Hoy esa fascinación por la exploración sigue. Y también su pasión por lo pequeño, lo desconocido y lo que muchos no ven a simple vista. De la mano de la fotografía y la ciencia, este ingeniero en ecoturismo puede pasar horas en la hojarasca del bosque para buscar una especie y otras jornadas completas simplemente enseñando a las personas las maravillas “escondidas” de la naturaleza, a través de su emprendimiento Biodiversidad Chilena.
Todo en un camino de aprendizajes, siempre ligados a sus dos misiones: la educación e interpretación ambiental y la fotografía.
Emprendiendo vuelo
Cuando estaba en sus primeros años de universidad, Vicente miró por la ventana de su pieza hacia un árbol. Ahí, había una pequeña ave amarilla con negro que le llamó completamente la atención. “¿Qué hace un pajarito así en Chile?”, pensó. En ese periodo de su vida no tenía mucho interés en la naturaleza, pero la sola presencia de esta ave cambió todo en 360° grados.
Con el fin de despejar su duda, le consultó a un amigo amante de las aves qué podía ser este compañero que veía a través de su ventana. Eso, mas una rápida búsqueda en Google y consulta a una guía de campo, lo hizo llegar a la conclusión de que se trataba de un jilguero (Spinus barbatus).
“A raíz de esto, le dije a mi amigo: ‘¿por qué no salimos de pájaros?’. En ese momento era algo extra en mi vida, pero estaba motivado. Salimos al ahora Parque Nacional Río Clarillo y mi tía, que es fotógrafa profesional, me prestó su cámara. La primera vez que salí me volví inmediatamente adicto”.
Recorrió Chile de norte a sur; desde la Región de Arica y Parinacota —conocida por su gran diversidad de aves— hasta Tierra del Fuego. Se metió de forma autodidacta a la fotografía. Aprendió a observar con detención y a reconocer especies. Invirtió en un equipo fotográfico. Fueron meses de pasión intensiva.
“Me fui, inevitablemente, fijando en las relaciones entre aves y flores. Me gustó la flora, obviamente. Y después cuando veía una flor empecé a fijarme en los bichitos que estaban ahí. Me volví a reencontrar con eso que en algún momento me gustó y empecé a tomar registros. Vi un nicho que estaba poco explotado en Chile, que es el mundo de los insectos, de las arañas; de lo micro. Eso es como un universo paralelo, que está ahí siempre y que necesita un poco más de difusión porque es menos visto. Como que necesitas observar con detención, en detalle, y empiezas a ver cosas que no te imaginas que podían existir en este planeta. De ahí que me volví loco con la biodiversidad y la foto, mi mejor herramienta para mostrarle todo a la gente”, comenta Vicente.
El arte de capturar lo pequeño
Del gusto surgieron los sueños. Vicente, quien tuvo un rápido paso por Ingeniería pesquera y música, para terminar Ingeniería en Ecoturismo, ya sabía que quería vivir de las fotos de naturaleza y sacarles el máximo potencial. Así surgió Biodiversidad Chilena, un emprendimiento pensado en divulgación y educación ambiental. Ahí, además de realizar talleres, comparte constantemente fotografías con información de especies, potenciando la educación ambiental.
“Fue lanzarse a la piscina. Me vi en una buena posición en la fotografía de naturaleza en Chile, en el sentido que ya estaba teniendo buenos resultados y conocimientos (…). Junto con esto estaba la motivación para que la gente tuviera cada vez más conciencia o conocimiento de la naturaleza”, comenta Vicente.
Todo partió con un Flickr. Vicente fue compartiendo fotos de naturaleza, entre las que estaban pequeños insectos, arácnidos, ranas o seres que en el diario vivir pueden resultar inadvertidos. Son los habitantes del micromundo, con sus texturas, colores, ojos y patas, pero visualmente más cercanos que nunca.
—Desde los inicios, cuando empezaste a sacar fotos, tu tía te prestó su cámara. ¿Tenías algún conocimiento de fotografía?
—No tenía conocimiento de fotografía, aprendí en paralelo a las exploraciones con los pajaritos. Siempre fui muy autodidacta, pero también es producto del mucho tiempo invertido que yo mismo le daba a eso (…). Obviamente siempre hay gente que te ayuda y son como mentores y guías.
—Una gran parte de tus fotos son del micromundo. ¿Cómo describirías el mundo en miniatura y qué es lo que más te fascina de él?
—Lo considero como un universo aparte, con lo que coexistimos a diario, obviamente, pero que no está en nuestra mente siempre. De partida, podemos hablar de un espacio de, no sé, por ejemplo, un metro cuadrado, en donde en un montón de hojarasca puedes encontrar seres que uno no se imagina que están ahí, que uno no se imagina que sean tan pequeños. Son en miniatura, pero ultra importantes e imprescindibles, al igual que el resto de la biodiversidad en las redes tróficas. Podemos ver especies que pueden no estar registradas. No cualquier persona se da el tiempo de tirarse de guata en una hojarasca húmeda y estar mirando media hora entre medio de las hojitas por si algo se mueve o salta. También hay bichitos más grandes (…). Para mí es como un universo paralelo, lleno de misterio y posibilidades.
—¿Te consideras un pionero en la fotografía del micromundo en Chile?
—No. Quizás hasta cierto punto sí, porque en base a la misma obsesión que me ha llevado a intentar explorar, he intentado ir más allá con cosas más pequeñas, con especies poco vistas. Pero antes de mí hay una generación de fotógrafos que se dedican a hacer macro. Por ejemplo Diego Reyes, Jose Cañas o Jean Paul de la Harpe son personas que partí viendo en una página que se llamaba Foto Naturaleza, veía sus fotos y decía que quería ver esas especies o sacarle fotos. Me he dado cuenta de que Biodiversidad Chilena dio como un gran salto en la fotografía macro, al aplicar todas las cosas que aplico hoy en día, que puedo enseñar en un taller y cursos, siento que es una manera relativamente rápida de profesionalizar un poco la fotografía macro. Entonces, quizás por ese lado he tenido un granito de arena, pero bueno, pionero no me considero.
Continuar una divulgación basada en la ciencia
Sacar una foto a ese mundo en miniatura es realmente una aventura que siempre tiene un objetivo: una especie que motiva la búsqueda e incentiva a sumergirse en el micromundo. En esa exploración hay que activar todos los sentidos. Con la vista hay que mirar cada rincón, cada tronquito, cada hoja; al tiempo que los oídos reciben sus propias señales, como el canto de los pájaros o las ranitas que están cerca. Eso va marcando un camino que quizás lleva a otros maravillosos encuentros.
Es que es muchas veces la trama del camino logra emocionar más que el desenlace de la expedición. “Para una persona como yo, que se fascina rápidamente con la naturaleza, ir topándose con microorganismos que pasan extremadamente inadvertidos y que pueden estar cumpliendo un rol fundamental en la cadena trófica, es una aventura gratificante y desafiante, porque las criaturas se pueden alejar. Hay que aplicar técnicas de acercamiento, tener suerte, y agarrar experiencia”, comenta Vicente.
Sin embargo, hay algo que no se puede dejar de lado: el aporte científico. Eso, dice Vicente, “es lo más importante y quizás lo que me gusta a mi también”. A ese conocimiento de base científica el le llama naturalismo y es la base de su trabajo.
Al principio fue autodidacta. En eso, las redes sociales fueron una gran herramienta. Ahí, en grupos de Facebook, por ejemplo, había personas y científicos que conocían sobre distintas especies. Con la esperanza de que quisieran ayudar, Vicente preguntó. “Siempre fue así. Cuando me metí en ranitas, hablé con Andy Charrier y Felipe Rabanal, que son mis mentores en anfibios. Hasta el día de hoy seguimos compartiendo información. Las mismas fotos me abrieron la puerta a la academia, al mundo científico, porque ven que uno está tomando fotos bonitas y de especies más extrañas. Inevitablemente se interesan en saber dónde se encontró una especie, por ejemplo. En mi afán naturalista obsesivo, siempre sigo encontrando cosas que son interesantes”, recuerda.
Así se fue armando una red y los conocimientos se fueron nutriendo, sumando también la identificación de especies. Todo eso se comparte a través de Biodiversidad Chilena —que administra él solo— y, además, ayudó a hacer crecer su perfil, según la percepción de Vicente.
—¿Cómo ha ido creciendo Biodiversidad Chilena?
—Hasta el momento ha sido bien positiva la curva. Flickr es una red que no tiene mucha llegada, sirve para disfrutar las fotos y armar un pequeño círculo de fotos de naturaleza. Después, lógicamente, llegó Instagram y Facebook, pero principalmente el Instagram, en donde si bien también entré tarde, el nombre me ayudó a crecer rápido y espero que la fotografía le guste a la gente. Empecé a moverme, como a proyectar un poquito más este emprendimiento, la pyme de Biodiversidad Chilena porque quería vivir de eso (…). Me lancé con excursiones pequeñitas al principio, como para fotografiar aves o mamíferos. Partimos con eso, porque es lo más llamativo, como una puerta de entrada. Es bacán porque muchos después siguen y se interesan en lo más pequeño. Eso fue antes de la pandemia, donde el turismo en general se vino un poco a cero. Pero surgió el nicho de los talleres online y funcionó súper bien. Todos acumulamos ganas de salir y aplicamos esos conocimientos en terreno. Entonces todo mutó para bien, hasta que las expedición de un día se transformaron a una semana, específicamente a ver hongos, bichos, biodiversidad en general. Así fue creciendo.
—¿Qué ha sido lo más difícil de continuar este proyecto?
—Siempre estoy poniendo el hombro, como se dice, superando las dificultades. En verdad es súper difícil trabajar solo, ya que uno siempre tiene muchas cosas que hacer y de repente cuesta sobrellevarlas, pero de alguna manera siempre se logra. Por eso es que hoy en día estoy bien enfocado en la parte más fotográfica con interpretación ambiental que en la parte de educación ambiental, porque igual son ramas diferentes y en la que se necesita más gente. Estuve mucho tiempo con Ricardo Varela y aprovechamos de desarrollar varias cositas en el tema fotográfico. Después, eventualmente, cada uno siguió su camino. Biodiversidad Chilena no va a morir, aunque no funcione como empresa de turismo, en algún momento va a seguir funcionando como una página de difusión.
La fascinación que continúa
A Vicente le cuesta elegir cuál es su especie favorita. En las aves, su puntapié inicial en la fotografía de naturaleza, eso sí, no lo piensa dos veces: es el martín pescador. En los insectos, los bupréstidos se llevan su fanatismo: esos coloridos y llamativos “escarabajos joya”, de los cuales escribió hace algún tiempo en Ladera Sur. En los arácnidos, la araña cabeza de gato es algo para él extravagante y la gnomo algo cautivante, con su tamaño minúsculo y sus hábitos cazadores. O en las ranitas, es sapo de tres rayas es el primero que recuerda. “¡Se me vienen muchos a la mente!”, dice indeciso. Pero si hay algo que le da satisfacción, es que con todos ha podido tener un encuentro.
En esa fascinación de observar y encontrar a todos estos seres únicos, además de conocer toda su diversidad, ha llegado a conocer cosas —que le han comentado— que posiblemente no estén descritas. “Suele ocurrir en el micromundo esto. En el mundo de las aves o mamíferos, es muy difícil encontrar una especie que no se haya visto nunca. Puede sí que en un lugar específico. Pero con arañas o bichos, hay muchas más chanches”, comenta.
—Dando a conocer todo esto, ¿cómo explicarías que la fotografía aporta a la conservación y al conocimiento de las especies?
—Tanto las herramientas audiovisuales, como la fotografía y la difusión en general que se hace por ejemplo a través de redes sociales, son la mejor herramienta para ampliar este conocimiento necesario en la gente no académica, que se mete en redes sociales y que puede rescatar algo de ahí. Es la representación gráfica de lo que uno ve en terreno. Por lo tanto, a través de la foto uno no solamente comparte un registro, sino que puede compartir una experiencia, que a la larga es lo que más suma en cuanto a interpretación y educación ambiental. La foto es un imprescindible hoy en día (…). Muchos científicos se han acercado al mundo no académico, y han tenido que hacerlo porque la gente es la que está siempre cubriendo el total del territorio y va tomando con cosas. Eso es ciencia ciudadana. Por ejemplo, Moscas Florícolas es un trabajo enorme de moscas a nivel internacional y es una tremenda red con fotos de gente que sube a un grupo de Facebook o le mandan al Instagram (…). Entonces yo creo que la importancia de estos registros es que son información importante y ya cuando uno está en la parada de intentar lograr la mejor foto posible, lamentablemente, si es más bonita llega a más personas. Digo lamentable, porque ojalá todas las fotos que uno haga puedan llegar a todas las personas del mundo.
Así, Vicente continuará aportando su granito de arena —como él le dice— al conocimiento de la biodiversidad a través de la fotografía y la educación e interpretación ambiental. Por ahora, espera que más personas se entusiasmen y sigan el trabajo de Biodiversidad Chilena, participando de actividades. Además, espera conocer más rincones de Chile para seguir haciendo material, maravillándose y siendo capaz de compartirlo.
“Mi deseo es seguir siendo un aporte al naturalismo y la fotografía, seguir enseñando todo lo que sé y lograr que la gente se interese y proteja. Todo va en pro de la conservación y preservación, sino mi trabajo no tiene ningún sentido”, finaliza.