Un viaje por el pasado y el presente del Jardín Botánico de Buenos Aires, el pulmón verde que aún sobrevive en el ajetreo de la capital argentina
En medio del movimiento interminable de la ciudad de Buenos Aires, más de siete mil especies de plantas y 80 de aves encuentran su hogar en el Jardín Botánico de Buenos Aires. El lugar, inaugurado hace más de 120 años, es un patrimonio histórico nacional impulsado el arquitecto y paisajista Carlos Thays. Este es un recorrido por su naturaleza, singularidad e historia. Por Emiliano Gullo, desde Buenos Aires.
Los autos se estrujan alrededor de una plaza en el barrio de Palermo. Es una plaza pero funciona más como rotonda para distribuir el tránsito hacia las zonas más caras de Buenos Aires. Algunos de los autos esperan -pegados como en la largada de una carrera- en el semáforo de la avenida Santa Fe, una de las avenidas más caudalosas de la ciudad. Muchos se van a desviar -de forma perpendicular- hacia avenida Libertador para llegar a un barrio de parques coquetos y embajadas europeas. Desde este mismo eje se bifurca -paralela- otra gran avenida que llega hasta el centro financiero.
Es hora pico de un día de semana y a escasos metros de esta multi esquina, mientras los caños de escape queman oxígeno y las bocinas invaden el sonido, una gavilán mixto observa -detenido como los autos- desde una rama alta como un tercer piso. Detrás del gavilán, no se apelmazan autos sino más de siete mil especies de árboles, arbustos, plantas, que componen -además de las casi 80 especies de aves– al Jardín Botánico de Buenos Aires, siete hectáreas de naturaleza en una zona donde confluyen 30 lìneas de colectivos y transitan unas 250 mil personas por día.
Todos los días, bajo las peores tormentas o el sol más calcinante, el señor Carlos Thays da la bienvenida apenas se traspasa el ingreso a su jardín. Fundido en bronce, su busto les recuerda a los 500 mil curiosos que entran por año que, detrás suyo, se abre su obra más recordada desde que llegó de Francia en 1889 para levantar el Parque Sarmiento de la provincia de Córdoba. La inauguró nueve años después, el 7 de septiembre de 1898. Casi cien años después, ya bautizado como Jardín Botánico de la Ciudad Carlos Thays, fue declarado patrimonio histórico nacional.
Como si se estuviera entrando a una dimensión desconocida -donde la diferencia entre dos mundos se percibe al dar el primer paso dentro del portal-, un aroma a selva y cantos de pájaros abrazan a los visitantes que, segundos antes, habían sido taladrados por los sonidos de frenadas y bocinas.
El primero de los jardines es de estilo romano. La simetría, el orden, la prolijidad y las grandes esculturas de mármol conforman estos primeros espacios que, a su vez, rodean a la casona principal del predio, donde vivió Thays y su familia. La residencia de dos pisos, de ladrillos a la vista y grandes ventanales, es hoy la sede administrativa del predio que depende del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Pegado y largo como un apéndice se despliega el invernadero mayor que, lamentablemente, no es posible visitar ya que permanece todo el tiempo cerrado con candado. En los paseos, diferenciados por continentes, aparecen más de 1500 especies vegetales. Plantas, árboles y arbustos de África, América del Norte, América del Sur, Asia, Oceanía, Europa.
Además, muchas de las 350 especies de aves que habitan en esta ciudad se pueden observar en el jardín botánico. Según el sitio Ebird, son exactamente 99 las especies que revolotean en el Carlos Thays.
Cualquier día se pueden encontrar palomas, loros, zorzales colorados, calandrias, benteveos, e incluso el anambé negro. Además de rapaces como el gavilán mixto y caburé chico, entre otros. Juan José Bonanno, integrante de Aves Argentinas, explica que “por ser un pulmón verde -a pesar de no ser natural obviamente y no estar buscando restaurar flora nativa- hay un buen número de especies. Son en general especies resilientes que se adecúan perfectamente a los ritmos urbanos. También albergan temporalmente a especies migratorias como el suirirí real y el cortarramas”.
A su vez, el mariposario atrae muchos insectos que atraen aves insectívoras. Muy cerca de ahí también se pueden visitar -por fuera- huertas y bibliotecas porque, al igual que el invernadero y el mariposario, no suelen estar abiertas al público.
Formada en Letras y Filosofía, Sonia Berjman fue la curadora de la mayor exposición sobre Carlos Thays en Buenos Aires. Dice sobre la obra del paisajista en el jardín botánico. “La acción de Thays de incorporar vegetación sudamericana, de responder a las necesidades de distintos sectores de la población, de considerar cada caso en sí mismo, en fin, de tener en cuenta al contexto, dio a cada una de sus creaciones una singularidad que el paso del tiempo ha acentuado”.
Berjman explica que “esa acción fue asumida desde una perspectiva local que nos permite, además, aquilatar a Thays como quien fue más allá que sus contemporáneos argentinos, precursor en los hechos del nacionalismo cultural que surgió en las primeras décadas de este siglo”.
Para convertirse en el director de los jardines y paseos de Buenos Aires de fines del Siglo XIX, Carlos Thays tuvo que ganar un concurso público. Compitió con otros seis profesionales, frente a los que se impuso con total autoridad. Un diario de la época -recuperado por Berjman- decía sobre la elección de Thays.
“La dirección de parques y paseos en todas las capitales está ocupada por verdaderos especialistas, hombres que sólo después de una dedicación de largos años y estudio profundo de lo concerniente al ramo, han osado aspirar a ponerse al frente de tan delicada repartición, a la que está confiado el embellecimiento de los sitios de recreo y no insignificante parte de la higiene de las ciudades. Hasta ahora esta rama de la administración pública entre nosotros ha tenido un carácter puramente empírico y deficiente, y es hoy que, por primera vez se saca a concurso la provisión del puesto de director sobre la base de rendir pruebas completas de suficiencia…”.
Thays mantuvo su puesto durante 22 años. Y si bien su obra más recordada por el público general es el Jardín Botánico de Buenos Aires, el arquitecto y paisajista trabajó para remodelar y construir muchos de los parques y plazas de la ciudad y de la provincia de Buenos Aires.
Los parques 3 de Febrero, Los Andes, Ameghino, Colón, Patricios, Chacabuco, Pereyra, Centenario, Lezama, Avellaneda, Alvear; plazas del Congreso, de Mayo, Rodríguez Peña, Solís, Castelli, Brown, Balcarce (merece destacarse la del Teatro Colón, hoy perdida) y jardines en hospitales, regimientos, edificios públicos, arbolado de calles (150.000 ejemplares) y etc. etc.
Antes de sentarse a diseñar el futuro jardín Botánico, Thays recorrió gran parte del país. A través de sus viajes estudió meticulosamente toda la flora característica de cada zona, de cada región, de cada provincia. Por eso hoy se pueden observar especies de árboles y arbustos del noroeste argentino como el cedro tucumano y el quebracho colorado, como -al este- plantas pequeñas como la yerba mate, típica de Misiones, apachos, jacarandás, palos borrachos, casias, Ibirá-pitá, timbo, cedros, palmeras, helechos, orquídeas, bromeliáceas, araucarias, incienso, ambay. También cipreses de la Patagonia argentina, además de araucarias, podocarpus, maitén, ciprés, hayas, fuschias y escallonias.
Perderse en los jardínes del Botánico puede volverse una experiencia similar a la de estar de viaje. No sólo por los turistas que suelen transitar los caminos de piedras molidas con polvo de ladrillo. Con un poco de suerte y al amparo de gigantescas Tipas y Ficus, se puede llegar a perder -por un rato al menos- la sensación de caos absoluto que taladra la vida en esta ciudad.