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Tras su sobrevuelo a la Cordillera de Darwin: Entrevista con Tola Señoret, el chileno que llevó el montañismo nacional a nuevas alturas
Cristóbal “Tola” Señoret encontró en la montaña mucho más que un lugar para escalar: halló un espacio de libertad, de conexión y de propósito. Su vida ha estado marcada por recuerdos tempranos en la cordillera, expediciones que lo han llevado desde abrir rutas inéditas en la Patagonia hasta sobrevolar la indómita Cordillera Darwin, una hazaña que también generó debate por realizarse en un área protegida. A ello también se suman logros que lo posicionan en la escena internacional. Su historia es la de alguien que ha hecho de la montaña una forma de vida, una fuente de aprendizaje y una inspiración para nuevas generaciones que sueñan con alcanzar lo inalcanzable.
Hay personas cuya vida parece estar marcada por el movimiento, por la búsqueda constante de nuevos horizontes. Cristóbal “Tola” Señoret es uno de ellos. Montañista, explorador y pionero del parapente en lugares donde pocos se atreven a pisar, ha dedicado su vida a descubrir, a convivir con lo incierto y a trazar rutas donde casi nadie ha estado antes.
Pero detrás de aquella imagen de aventurero hay una historia íntima, enraizada en lo cotidiano: una infancia al aire libre, tardes interminables entre cerros y playas, y una familia que no entendía la naturaleza como un concepto abstracto, sino como un escenario vivo y cercano. «Desde pequeños, nos fomentaron el amor por el deporte y el contacto con la naturaleza. Gracias a eso, y al apoyo que he recibido de mi familia, he logrado llegar hasta donde estoy», asegura Tola.
Ese terreno fértil de la niñez despertó en él una pasión indescriptible por la montaña, así como valores que lo acompañan hasta el día de hoy: disciplina, respeto por los ciclos naturales y trabajo en equipo. Con el tiempo, no tardó en transformar ese entusiasmo en experiencia. A los 14 años emprendió sus primeras escaladas en el Cajón del Maipo, junto a su hermano Juan y otros familiares. Apenas cuatro años después, alcanzó la cumbre de las Torres del Paine, convirtiéndose en el chileno más joven en lograrlo. Desde entonces, sus pasos lo han llevado desde la Patagonia hasta el Himalaya.


«Recuerdo la sensación de libertad que entregan las montañas y la naturaleza, pero más aún recuerdo con claridad a las personas que me acompañaron en esos primeros pasos: mis hermanos y los amigos con los que compartí mis primeras salidas al cerro. Fue con ellos que aprendí a amar la montaña, más que por su belleza y desafío, por el lazo que se creaba entre nosotros en cada aventura. Esa camaradería, esas conversaciones durante la caminata, el esfuerzo compartido», menciona.
«En esas primeras experiencias entendí que explorar no era solo avanzar hacia lo desconocido, sino también construir vínculos, aprender en conjunto y apoyarnos mutuamente. Ver cómo cada uno superaba sus propios límites me inspiró a buscar los míos. Fue ahí, en medio de risas, cansancio y paisajes inmensos, donde supe que este era mi camino. Más que un destino personal, fue un viaje colectivo que me impulsó a convertirme en lo que soy hoy en día», agrega.
Es así como, a través de este aprendizaje temprano, también se forjó su manera de enfrentar la aventura. Entendiéndola como un espacio de comunidad, en lugar de un acto de conquista. Su trayectoria posterior —expediciones desafiantes, vuelos memorables, momentos de pérdida y resiliencia— no pueden entenderse sin ese origen. Lo que hoy lo lleva a incursionar en montañas inexploradas nació allí: en un niño que descubrió, entre el juego y la naturaleza, que su vida estaría marcada por el viento y la roca.



Aventuras de forma respetuosa
A lo largo de su carrera, Cristóbal “Tola” Señoret ha tejido una trayectoria que combina la exploración, la apertura de rutas y el liderazgo en terrenos donde la experiencia puede marcar la diferencia entre el éxito y el retroceso. Su nombre se ha consolidado como un referente del montañismo chileno, tanto por las cumbres alcanzadas como por la manera en que las aborda: con planificación meticulosa, preparación física y mental, respeto absoluto por el entorno, y un espíritu colaborativo que deja huella en quienes comparten la expedición con él.
«La preparación mental empieza mucho antes del desafío. Se construye en el día a día, con constancia, esfuerzo y sacrificio. Estás donde estás gracias a ese proceso, y es lo que te permite llegar a donde quieres ir. Para mí, el miedo es una forma de seguridad. Siempre he sido una persona precavida, incluso asustadiza, y trato de tener el mayor control posible de cada situación. Escucho mucho mi intuición y presto atención a todos los detalles —físicos y atmosféricos— para tomar buenas decisiones en terreno y evitar errores. Esa relación con el miedo me ha ayudado a crecer como montañista», profundiza.



Entre sus hitos más destacados figura la apertura de “La Chilenita”, una ruta de gran dificultad en la Patagonia, que exigió precisión técnica, resistencia física y creatividad. Más que un logro personal, fue un ejemplo de cómo el montañismo nacional puede proponer rutas innovadoras y desafiantes. También lideró ascensos en otras formaciones emblemáticas, como Dos Hermanos, donde, junto a su hermano Juan, realizaron 800 metros de escalada en la cara noreste del Cerro Catedral en Torres del Paine. Este ascenso fue incluido en la lista preliminar de la organización Piolets d’Or de 2022, que destaca los logros más significativos del año en el montañismo mundial. Su trayectoria también incluye la conquista de Cerro Torre, una de las montañas más desafiantes del mundo, enfrentando condiciones extremas que ponen a prueba incluso a los montañistas más experimentados.
«El Cerro Torre marcó un antes y un después en mi carrera deportiva. Fueron años de mucho esfuerzo y perseverancia para poder estar en ese lugar. Además, la viví junto a dos grandes compañeros de vida y de cuerda, uno de ellos mi hermano, quienes hoy ya no están. Fue una experiencia profundamente desafiante y emotiva», relata.
«Estar en la cima es, al mismo tiempo, el fin y el inicio de un nuevo desafío. Desde lo alto, puedes ver el entorno y soñar con futuros proyectos. Es una sensación única de libertad. También es un momento de gratitud y reflexión, algo que guardo con cariño en la memoria», añade.


Sin embargo, su interés no se limita a la hazaña deportiva. La exploración en zonas poco transitadas, como la Cordillera Darwin, refleja su deseo de aprender y adquirir nuevas habilidades. A comienzos de este año encabezó una expedición a este macizo remoto del extremo sur de Chile, navegando durante semanas y enfrentando terrenos de hielo, glaciares quebrados y tormentas repentinas.
«Fue mi primera experiencia navegando durante tres semanas en un barco, y eso ya fue algo completamente nuevo. La Cordillera Darwin es un rincón único, con mucho potencial para la exploración. Aprendí sobre navegación y los desafíos que implica moverse en un terreno tan complejo. Me encanta adquirir nuevas herramientas y conocimientos. Estoy muy contento, ya que se están abriendo nuevas oportunidades para seguir explorando ese lugar que siempre soñé», comenta.
Fue en este contexto donde su vuelo en parapente llamó la atención pública y generó cierta controversia. Si bien la Corporación Nacional Forestal (Conaf) expresó su rechazo por tratarse de una actividad prohibida en áreas protegidas, Tola enfatiza que su enfoque siempre estuvo en la seguridad y el respeto ambiental.
«Mi vuelo en parapente en la Cordillera Darwin no fue un acto impulsivo ni una simple hazaña deportiva. Fue el resultado de años de exploración consciente, de respeto profundo por los entornos naturales y de una conexión significativa con los paisajes remotos del extremo sur de Chile. Desde el comienzo, mi intención fue acercarme a esta zona con el máximo cuidado, considerando no solo su imponente belleza, sino también su fragilidad ecológica. Entiendo que la práctica de deportes de aventura en áreas protegidas —especialmente en ecosistemas tan sensibles como los de la Cordillera Darwin— debe ir acompañada de una gran responsabilidad ambiental. Por eso, junto a mi equipo, planificamos cada detalle de la expedición para minimizar cualquier tipo de impacto. Evitamos dejar huellas, no alteramos la fauna ni la vegetación, y nos movimos bajo principios de bajo impacto, siguiendo lineamientos similares a los de Leave No Trace (No Dejar Rastro)», señala.
«La relación con Conaf siempre ha sido, y espero que continúe siendo, de diálogo y colaboración. Reconozco plenamente su labor en la protección de estas áreas, y valoro su rol como autoridad en la conservación de nuestros ecosistemas. Desde mi experiencia como deportista y explorador, quiero aportar a esa misma misión desde el conocimiento en terreno, promoviendo una visión que integre exploración, deporte responsable y conservación ambiental. En este sentido, considero fundamental avanzar hacia la creación de permisos especiales y marcos normativos específicos que regulen las actividades deportivas en áreas silvestres protegidas. Para ello, es clave generar espacios de conversación entre las instituciones encargadas de la gestión ambiental, especialistas en conservación, deportistas, guías de montaña y comunidades locales. Solo con diálogo, regulación clara y compromiso compartido, podremos desarrollar prácticas que sean sustentables en el tiempo», agrega.


Mirando hacia el futuro
Para Tola, cada expedición es más que un desafío físico: es una oportunidad de aprendizaje, de conexión con otros y de reflexión sobre la relación del ser humano con la naturaleza. Con cada cumbre alcanzada, cada vuelo ejecutado y cada ruta abierta, su mirada se dirige siempre hacia adelante, buscando dejar un legado que trascienda los logros personales.
«Chile es un país privilegiado para las actividades de montaña. La Cordillera de los Andes es infinita y hermosa. Las nuevas generaciones vienen muy fuertes y motivadas, y eso me alegra. Sin embargo, aún nos falta mucha cultura de montaña. Creo que la formación profesional es clave para hacer las cosas bien y de forma segura», afirma.
En este sentido, el aprendizaje es técnico, pero también emocional. Para él, la montaña enseña valores que se aplican más allá del terreno: humildad, paciencia, resiliencia y la importancia de disfrutar el camino. «Disfrutar. Buscar buenos mentores que te enseñen las técnicas y cómo moverse con seguridad y eficiencia en la montaña. Estudiar, ganar experiencia, respetar los procesos de aprendizaje y no saltarse etapas. Todo eso es fundamental para crecer y mantenerse en este camino», explica, recordando sus primeras experiencias.



Su mirada se proyecta también hacia nuevos horizontes, tales como la exploración de cordilleras extranjeras, vuelos en parapente, rutas aún no transitadas y proyectos audiovisuales que den visibilidad a los paisajes más remotos de Chile. Cada iniciativa busca demostrar que la excelencia técnica puede ir de la mano con la ética deportiva y la preservación del medio ambiente.
«Actualmente, me motiva mucho el parapente y los cerros. Escalar y luego volar es una herramienta increíble y muy eficiente. Estoy aprendiendo cada vez más sobre este mundo, y muy contento con los resultados que estoy viendo. Me encanta usar la creatividad en terrenos desconocidos, donde no hay mucha información. El legado que busco dejar es el de ser auténtico. Hago las cosas por mí, no por los demás. Si alguien después quiere repetir esa ruta y disfrutarla, ¡increíble! Pero lo más importante es hacerlas desde la pasión y la honestidad», comenta.

«Siempre existen nuevos desafíos, más complejos y salvajes. Lo importante es disfrutar el proceso y la compañía. Hoy en día, estoy buscando valorar más lo simple: salir al cerro, respirar aire puro, tomar agua de una vertiente o contemplar un atardecer. Eso, para mí, ya es un sueño cumplido», agrega.
Así, Cristóbal “Tola” Señoret no solo acumula experiencias extraordinarias, sino que construye un relato inspirador, donde la verdadera grandeza está en el camino recorrido, en los vínculos cultivados y en la pasión compartida por un mundo natural que, como él lo demuestra, merece ser explorado con respeto, cuidado y admiración.