Thomas Kimber, fundador de Karün: 10 años construyendo realidades
«No es una locura, es diferente». Bajo esa frase, Karün busca entregar un mensaje para realizar cambios y poder construir colaborativamente una realidad distinta. En esta entrevista, conversamos con su fundador y CEO, Thomas Kimber, quien nos compartió cuales fueron los primeros pasos para potenciar el hacer las cosas de forma diferente, los desafíos de poder entregar este mensaje y algunos de sus últimos hitos, como la colaboración con la actriz de Hollywood y activista medioambiental Shailene Woodley.
Thomas Kimber se ve relajado. El sol le llega través de la ventana y se escucha un poco de ruido en el ambiente, pero él se muestra atento. Apenas empieza a hablar, recuerda a detalle sus inicios como emprendedor y lo que lo ha llevado a los desafíos que hoy lo mantienen en la tarea de expandir la marca que fundó, Karün, y su mensaje hacia el mundo. Ha sido un camino difícil, pero lo cuenta con calma: todo un recorrido que ha mantenido como piezas clave el trabajo en equipo, la innovación y, sobre todo, motivación para potenciar un negocio consciente y diferente.
Justamente esto lo que resuena actualmente al escuchar sobre Karün y su motor, que ellos han definido como el cuestionar las formas, los fondos y todo lo que hay entremedio para construir un mejor futuro posible. Un mensaje que, según las palabras de Thomas, busca transmitir “la urgencia de repensar todo lo que nos rodea”, proponiendo una forma colectiva y colaborativa de rearticular la forma de hacer negocios, relacionarnos como sociedad y de pensarnos a nosotros mismos.
Algo que, para él, empezó bajo la pregunta que sigue vigente: ¿cómo se vería el mundo si todos entendiéramos que somos naturaleza?
Los orígenes
Todo partió en la necesidad de equilibrios. De niño, Thomas tenía una relación muy cercana con sus padres, quienes tenían dos personalidades muy diferentes. “Mi padre es más tradicional y me inculcó los valores de la puntualidad, el estudiar y el trabajar. Mi mamá está muy conectada con la naturaleza, las aventuras y el arte. Entonces tuve dos referentes muy opuestos y yo creo que, en ese camino de la vida, busqué un equilibrio entre dos mundos”, recuerda Thomas.
Así, entre viajes a la Patagonia y estudios en Santiago, fue cada vez más evidente el contraste entre la vida urbana y en la naturaleza. Desde ahí surgió la inquietud de que muchos de nuestros problemas vienen de la desconexión con el mundo natural. De que no son los residuos el problema, sino el sistema que los genera. Es ahí donde nace la idea de Karün, una empresa de anteojos de alta calidad hechos de materiales nobles o reciclados en la Patagonia, en conjunto con las comunidades rurales.
Y así, con este sueño y sin estudios universitarios, emprendió el camino a los 18 años.
¿Por qué decidiste enfocarte en anteojos?
-Es porque los usas en la cara, miras el mundo a través de ellos y el mundo te ve a ti detrás de ellos. Son un símbolo de cómo vemos, por lo que nuestra invitación a través de ellos es a observar el mundo desde una perspectiva diferente, una en la cual nos demos cuenta de que todos somos naturaleza, que somos parte de ella, que no es algo que esté afuera. Yo quería crear una herramienta que pudiera servir para ver el mundo desde ese punto de vista, pero al mismo tiempo, que la gente pueda expresar a través de ella que cree en un mundo distinto.
¿Recuerdas la sensación de tener en tus manos tu primer par de anteojos reciclados?
-Lo que más recuerdo es la sensación de tener en mis manos el primer par de anteojos que hice, que eran de madera de árboles caídos. Para el primer anteojo le pedí ayuda a un artesano de madera en la zona de Pucón y Villarrica. Él agarró una tabla y con un cincel, lo montó, le puso un alambre, unas patas largas e hizo unos anteojos como de carnaval, esos grandes de madera. Ese fue el primer anteojo y yo pensé que no podía estar más lejos de lo que quería hacer. Después de dos años y medio logramos hacer el primer anteojo que se sentía de verdad y la sensación fue impresionante. Creo que, desde mi punto de vista, la motivación que hay detrás de hacer un producto físico, a diferencia de algo digital, es el hacerlo con las manos y tocarlo. Es casi como la sensación de que es un hijo y de decir: “tienes esta idea, hiciste realidad, la creaste y acá está”. La puedes crear, oler y sentir. Es muy apasionante.
¿Y cómo pasaron de la madera a las redes de pesca?
-Nuestra propuesta de valor en Karün nunca fue madera en particular, sino que buscábamos hacer anteojos y productos de una forma diferente; que podíamos armar una empresa bajo una lógica distinta. Eso significa replantearnos el paradigma completo bajo el que funciona el mundo, el objetivo de la empresa, y entender que no es una organización que busca ganar plata, sino que es un grupo de seres humanos que es parte de la sociedad. La madera era simplemente un primer paso para poder empezar y poder hacernos cargo de reemplazar el plástico. Cuando nos topamos con la posibilidad de usar plástico reciclado a través de una colaboración con una empresa de California, hicimos la primera colección y de ahí fuimos aprendiendo, innovando. Las redes de pesca fueron un paso natural dentro de esto, así como otros materiales que sacamos después: el metal, los jeans reciclados, el policarbonato y otros materiales que se vienen el próximo año. Está muy interesante.
Desde Santiago a Puerto Varas
Parte del proceso fue mudar el emprendimiento desde Santiago a Puerto Varas, a cinco años de haber empezado. Pasaron desde la capital, cerca de metros y grandes edificios, a trabajar y vivir entre volcanes y bosques, frente al lago Llanquihue: “Era el cambio de perspectiva necesario para probar que se puede dirigir una empresa desde la Patagonia, trabajar cerca de las comunidades locales con las que trabajamos en Cochamó y vivir más en armonía con la naturaleza”, comenta Thomas.
En ese tiempo, Thomas junto a su equipo empezaron a desarrollar lo que llaman el “Modelo Karün de Desarrollo Consciente”, un nuevo modelo de negocios circular registrado que tiene como fin conectar a todos los participantes del proceso con el propósito, empezando con el convertir los residuos de materiales en desuso, depositados en la naturaleza, en una fuente de ingreso de emprendedores rurales, para que luego ellos lo ocupen como capital semilla para sus propios proyectos.
“Estamos haciendo anteojos de la más alta calidad, de una manera completamente diferente. En lugar de un proceso de producción lineal y extractivo estamos trabajando arduamente para construir toda nuestra cadena de valor bajo un modelo circular, restaurativo y regenerativo”, explica Thomas. Este modelo abarca desde el proceso productivo hasta el impacto que tiene la compra, conectando así al consumidor con la comunidad, articulando nuevas relaciones y reflexiones que nacen en base a esta. Es una forma de economía circular, bajo su propio sello.
¿Cuál ha sido la recepción de las comunidades locales que han participado en todo este proceso?
-Excelente. Ha sido una simbiosis muy linda. Para nosotros trabajar con las comunidades es parte integral y fundamental de lo que somos y hacemos como empresa, es una relación colaborativa. Nosotros aprendemos muchísimo de ella y paralelamente vemos cuáles son las necesidades que tiene, para ponernos a disposición de manera super abierta y colaborativa para ver cómo podemos trabajar en conjunto para que esa comunidad pueda estar mejor, tenga más oportunidades y al mismo tiempo que tenga más posibilidades para poder proteger sus territorios naturales. Al final de todo lo que nosotros hacemos, el objetivo más importante es poder ayudar a proteger, idealmente a cientos de miles de hectáreas de naturaleza a través del trabajo junto a la comunidad. Y ese trabajo lo hacemos en conjunto con nuestros partner sociales que son Balloon Latam.
Más allá de las fronteras
Querían llegar más lugares del mundo. Y necesitaban a alguien que los ayude a acercarse a otros continentes. La meta era contactar a la actriz de Hollywood y activista medioambiental Shailene Woodley. Su nombre salió en una reunión de planificación del equipo, a raíz de su trabajo junto a comunidades indígenas en Estados Unidos. Pero no fue fácil. Después de cruzar varias barreras, algunos aviones, tropiezos y una buena cuota de suerte, se conocieron Kimber y Shailene. Su visión de mundo era la misma. Shailene aceptó sumarse a este innovador proyecto. Paralelamente, Grandvisión, una importante óptica internacional, firma un acuerdo con Karün, para abrirle la puerta a Europa y USA.
Poco después Shailene viajó a Chile, llegó a Cochamó, conoció a los emprendedores rurales, se bañó en el río Puelo de noche y recogió redes de pesca. Es desde ahí donde comienza esta relación y colección “Karün by Shailene Woodley”, la que debutó este año en más de 1800 puntos de venta solo en Europa.
Has dicho que con esta expansión buscan vender cerca de 250 mil lentes, en comparación a las 12 mil que ya venden al año entre Chile y Argentina. ¿Qué los motivó a dar estos grandes pasos? ¿A qué países llegan?
-Es la misma motivación que hemos tenido desde el principio: demostrar que, desde Chile, desde regiones, podemos armar una empresa global que esté al mismo nivel competitivo de las grandes marcas del mundo, pero que sea bajo una lógica totalmente diferente que es el Modelo de Desarrollo Consciente Karün, que te mencionaba antes. Nuestro objetivo de acá al 2023 es ser la marca de anteojos sustentables más querida y respetada en el mundo, y para hacer eso hay que lograr muchas cosas. Queremos llegar al millón de anteojos en el 2023. Estamos en 10 países, y deberíamos estar en 20 el próximo año. Ahora estamos en Noruega, Suecia, Finlandia, Dinamarca, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Alemania, Francia, Suiza, Estados Unidos, Argentina, Uruguay y Chile.
Con hitos como ese, un acuerdo con National Geographic para una nueva colección de lentes y otras innovaciones como el reciclaje de metales, ¿cuáles son los grandes desafíos de ir expandiéndose y cumpliendo estos sueños?
-Lo principal tiene que ver con el crecer exponencialmente mientras mantienes tu cultura y logras mantener conectado a cada persona de la organización con el propósito. Esto es fundamental. También tiene que ver en cómo asegurarte de armar un modelo que sea escalable y que no sea solo el producto, porque si es solo eso, en algún momento del proceso de crecimiento vas a tener un tipo de problema. Nosotros tenemos armado un modelo que permite crear productos en escala, entonces tenemos una forma de funcionar que nos permite crecer, mientras mantenemos la cultura y nuestro impacto.
Superando desafíos para ir hacia lo diferente
El camino de preferir algo distinto, aunque no sea locura, es difícil. Y, como dice Thomas, en este caso ha habido más “bajos que altos”. Dice que ha quebrado varias veces, que lo han hospitalizado por estrés, pero que de todo se aprende. Que todos han sido experiencias, y que se crece de las equivocaciones. Aun así, explica que esa ha sido su forma y que ha aprendido de sus cercanos y queridos que le han dado las herramientas para salir adelante.
Así, bajo la actual campaña de “No es una locura, es diferente”, buscan difundir el impacto de Karün, invitar a más gente a reflexionar. Un mensaje que, según las palabras de Thomas, busca transmitir “la urgencia de repensar todo lo que nos rodea”. Sean anteojos o paradigmas.
Para conocer más de Karün, puedes dirigirte a su página web o a su Instagram.