Son aves pequeñas, especiales y muy particulares. Sus cantos inconfundibles son parte del paisaje acústico en el que habitan, siendo reconocibles tan sólo al escucharlas. Algo que haría pensar en un encuentro con un ave de gran tamaño volando por el cielo u observando atenta desde un árbol alto. Pero no es así. Ahí, en el suelo corriendo o caminando con sus patas largas, su pequeño cuerpo y cola, es posible observar algún rinocríptido, también conocidos como tapaculos.

¿Te suena familiar el chucao o el hued hued del sur? Aquellas aves tan características del sur de Chile son parte de las ocho especies de tapaculos que habitan en el país. Todas son aves paseriformes de la familia Rhinocryptidae, la cual habita el continente sudamericano desde hace millones de años, siendo una de las más primitivas de los bosques templados de la región.

“Es una familia bastante antigua. Se ha podido datar su origen en base a información genética más algunos fósiles, aproximando su origen en el mioceno (25 millones de años atrás)”, explica Heraldo Norambuena, investigador postdoctoral del Departamento de Zoología de la Universidad de Concepción, quien ha estudiado la evolución de estas aves.

El profesional agrega que el origen de toda esta familia viene de Brasil, específicamente de la región paranaense de ese país, desde donde cruzó fronteras y fue evolucionando hasta las especies que podemos observar hoy. “En esa época, el bosque chileno habría tenido algún tipo de conexión con el brasileño, entonces esta ave se debe haber dispersado a través de la vegetación”, dice Norambuena.

Con un andar solitario, en parejas o pequeños grupos familiares, se trata de aves que, además de ser ancestrales, se consideran bioindicadoras del grado de naturalidad de los bosques y de ambientes prístinos. En otras palabras, definen las características del medio en el que se encuentran, siendo además importantes como especies paraguas. Al cubrir grandes áreas de desplazamiento, se sugiere que, si se conserva su hábitat, también se benefician otros organismos.

Pese a todo lo anterior y a que todas las especies chilenas se encuentran catalogadas en categoría de conservación “preocupación menor”, de acuerdo a los criterios de la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza -no todas forman parte del sistema de clasificación de especies chileno-, estas pintorescas aves se encuentran expuestas a distintas amenazas, como la fragmentación de su territorio, la presión maderera, los incendios forestales, o la caza por parte de perros, gatos y especies exóticas invasoras como el visón.

Aquí te contamos un poco más de estas especiales aves que habitan en nuestro país, con algunas de sus principales características.

Los diversos tapaculos de Chile

Chucao (Scelorchilus rubecula) ©Pablo Cáceres
Chucao (Scelorchilus rubecula) ©Pablo Cáceres

Quizás una de las especies más conocidas es el chucao (Scelorchilus rubecula). Es que, al entrar en los bosques templados húmedos del sur del país, incluidos la selva valdiviana y los bosques de Nothofagus, Fitzroya y Pilgerodendron, es posible escuchar a esta compacta, colorida y bulliciosa ave, que no pasa inadvertida al oído. De hecho, existe una creencia mapuche sobre su canto. Se dice que predice cómo será el recorrido de los caminantes: si se escucha el canto por la derecha, será un viaje bueno y alegre, mientras que por la izquierda quizás es mejor desistir.

Escucharlos es fácil: su canto parece una voz fuerte, que emite sonido de tres o cuatro sílabas en un llamado territorial. Así se sabe claramente que está, pero dónde es la pregunta. Es un ave difícil de observar, de tamaño mediano (alcanza 19 cm.), pero que a veces puede ser muy confiado y amigable.

Reconocerlo tampoco es difícil. Puede estar cruzando senderos siempre con su característica cola erecta. Pero si hablamos más de sus colores, sus patas son rosadas grisáceas; su garganta, pecho y lados son rojizos; su abdomen es gris con un barrado blanco y oscuro; y su corona, partes superiores, alas y colas son café con tintes color oliva.

Habita entre el sur de Colchagua (Región de O´Higgins) y el Golfo de Penas (Región de Aysén). Existe también una subespecie de esta ave, el mochae, que es un residente, tal como su nombre lo dice, de la Isla Mocha, en la Región del Bio Bío.

Tapaculo (Scelorchilus albicollis) ©Pablo Cáceres
Tapaculo (Scelorchilus albicollis) ©Pablo Cáceres

Un poco más al norte, el chucao encuentra a uno de sus parientes más cercanos: el tapaculo (Scelorchilus albicollis). Si bien recibe el mismo nombre por el que es conocida toda esta familia de aves, es sólo una de sus integrantes, que encuentra su hogar en laderas rocosas y quebradas con abundante matorral y que tienen presencia de cactus.

Es endémica de Chile, siendo su población reducida por la costa y el valle central, desde Los Vilos (Región de Coquimbo) hasta Llico (Región del Maule). Conocida por ser astuta, es posible verla corriendo en el suelo, por follaje de matorrales. Son difíciles de observar porque suelen eludir a las personas. Es curioso, pero muy desconfiado.

De tamaño mediano y estilizado, el tapaculo destaca por su pico y patas oscuras; su garganta y partes inferiores blanco sucio y un barrado café en el pecho y abdomen, que a sus partes bajas varía a un color canela. Su corona y partes superiores son color café rojizo, destacando sus alas y cola de color rojizo. Características que ayudan a reconocerlo en el matorral y desierto costero de centro-norte del país.

En su canto, se puede escuchar un claro “Tápacu – tápacu – tápacu”.

Tiene una subespecie, atacamae, que es más pequeña con partes superiores café grisáceo pálido y sus zonas rojizas más apagadas.

Hued hued del sur (Pteroptochos tarnii) ©Pablo Cáceres
Hued hued del sur (Pteroptochos tarnii) ©Pablo Cáceres

Otra ave de las más conocidas en Chile es el hued-hued sur (Pteroptochos tarnii) que recibe su nombre, justamente, por el característico sonido de su canto que lo delata. Este es el más grande de los tapaculos de los bosques templados al sur del río Bío Bío hasta el Seno Eyre (Región de Magallanes), incluyendo la selva valdiviana, los bosques de araucaria y Nothofagus, frecuentando los alrededores de construcciones humanas.

Es muy territorial, curioso y se desplaza trepando un denso follaje con su cola erecta y escarbando el suelo con sus patas en búsqueda de alimento. Reconocerlo no es difícil. Tiene un pico y patas negruzcas, con dedos y uñas muy largas. Su cabeza, garganta y pecho son gris oscuro y sus alas rojizas y oliva. Su abdomen es rojizo con un escamado oscuro, y su cola negra.

Posee tres tipos de cantos. Uno que va bajando de tono, otro que es muy fuerte y penetrante, y un tercero que se escucha “Hued – hued – hued”, por el que lleva su nombre.

(Pteroptochos castaneus) ©Camila Gherardi
Hued hued castaño (Pteroptochos castaneus) . Tomada en Reserva Natural Altos de Lircay. ©Camila Gherardi

Un poco más al norte, habita su familiar: el hued-hued castaño (Pteroptochos castaneus). Este es el tapaculo más grande de los bosques templados desde el norte de la Región del Maule hasta el norte de la del Bio Bío. Sus hábitos, costumbres, cantos y nidificación son muy similares al hued hued del sur, diferenciándose más que nada por su pecho y cuello delantero rufo castaño.

Es difícil observarlo porque vive oculto en la vegetación de bosques templados, quilantos y sotobosque arbustivo denso, como áreas arbustivas dentro del bosque y sus bordes, frecuentando, además, barrancos de ríos y riachuelos.

Turca (Pteroptochos megapodius) ©Pablo Cáceres
Turca (Pteroptochos megapodius) ©Pablo Cáceres

Otra ave del mismo género de los hued hued es la turca (Pteroptochos megapodius), endémica de Chile. Habita por la costa y pre-cordillera desde la Región de Coquimbo hasta la del Ñuble, en las laderas y quebradas áridas con vegetación arbustiva dispersa, con presencia de grandes rocas y cactus, frecuentando bordes de caminos de tierra, senderos o cercanías de construcciones humanas.

Verla no es difícil, ya que se posa sobre rocas, arbustos, cactus, o corre muy rápidamente por el suelo con su cola muy erecta, al igual que los otros tapaculos ya mencionados. Eso sí, aunque es confiada, es muy esquiva. Pero quizás como es más fácil reconocerla es con su potente canto descendente.

Físicamente, es un tapaculo grande (alcanza unos 24 centímetros) y estilizado del matorral centro-norte del país, con pico y patas grisáceas que tienen dedos y uñas muy largas. Tiene una mancha blanca que se extiende como un bigote hacia los costados, lo que se complementa de su garganta y pecho café ahumado. Su cola es café grisáceo, sus partes superiores y alas café ahumado, e inferiores blanquecinas con barrado café oscuro o canela.

Al igual que el tapaculo, tiene una subespecie de nombre atacamae que es más pequeña, pálida y sin barrado oscuro en el pecho, que habita en las quebradas costeras desde Caldera, Huasco y las zonas andinas de la Región de Atacama.

Churrín del norte (Scytalopus fuscus) ©Pablo Cáceres
Churrín del norte (Scytalopus fuscus) ©Pablo Cáceres

Más al sur es posible encontrarse con el churrín del norte (Scytalopus fuscus), que también es endémico de Chile. Es posible verlo desde el río valeriano en Huasco (Región de Atacama) hasta la Región del Bio Bío, en áreas con matorral denso, quebradas rocosas con cactus, chaguales y bordes de bosque esclerófilo. Suele preferir cursos de agua, llegando incluso a la periferia de algunos pueblos o ciudades.

Este es el único Scytalopus que habita en la zona centro y norte del país, de muy pequeño tamaño (puede alcanzar los 12 cm.) con pico negro, corto y fino. Unas patas rosadas a oscuras con tinte rojizo y una coloración general negro azabache oscura. Los juveniles son café grisáceo, con un leve barrado oscuro. Su canto territorial también es característico y fuerte, haciéndolos reconocibles sólo al escucharlos.

Churrín del sur (Scytalopus magellanicus) ©Pablo Cáceres
Churrín del sur (Scytalopus magellanicus) ©Pablo Cáceres

Su pariente cercano es el churrín del sur (Scytalopus magellanicus), un tapaculo muy pequeño y compacto de los bosques húmedos del sur, específicamente desde el río Bio Bío hasta Cabo de Hornos y Tierra del Fuego, por zonas bajas y cordilleranas. También es posible verlo en bosques de la precordillera de la Región del Maule o en áreas cordilleranas de Los Andes y Santiago.

Además de los bosques húmedos, prefiere sotobosque denso o zonas arbustivas densas en los bordes, con cercanía a los cursos de agua. En Tierra del Fuego prefiere zonas de matorral o bosques de Nothofagus.

Físicamente es muy parecido a su par del norte, alcanza los 11 centímetros y tiene un pico negro corto y fino. Las patas son rosadas oscuras a negro, con un cuerpo negro apizarrado. Algunos, tienen un difuso escamado gris o un parche blanco en la corona. Los juveniles son café grisáceo oscuro, con un escamado color canela.

Su canto es prolongado y repetitivo, que suena como “pa trás – pa trás – pa trás”, y es posible escucharlo a grandes distancias. Eso sí, es un ave muy difícil de observar por su comportamiento y hábitat, aunque es curioso y puede que se acerque silenciosamente.

Churrín de la Mocha (Eugralla paradoxa) ©Pablo Cáceres
Churrín de la Mocha (Eugralla paradoxa) ©Pablo Cáceres

Finalizando esta lista, un buen ejemplar para terminar es el churrín de la Mocha (Eugralla paradoxa), el único representante de un género que se creó especialmente para él.  Siempre al nivel del suelo, oculto entre la vegetación, caminando o corriendo velozmente, es posible ver a esta esta ave desconfiada con su cola levemente levantada.

Prefiere los bosques templados húmedos, en los que haya muchos Nothofagus, habitando un sotobosque arbustivo denso, en las cercanías de cuerpos de agua, en un rango que abarca desde el norte de la Región del Maule hasta el norte de la Región de Aysén, incluyendo Chiloé e isla Mocha.

Llega a medir 15 centímetros, tiene una cabeza cónica y un pico negruzco. Sus patas son amarillo – anaranjadas, con dedos y uñas muy largos. Por lo general su color es gris apizarrado y oscuro, con sus alas y cola más negruzca, destacando la parte baja de su abdomen más rojiza y su centro más claro blanquecino. Los juveniles son café grisáceo en la parte superior y más acanelado en los inferiores. Como todos los tapaculos, es más fácil escucharlo que verlo, destacando por su canto.

Esta especie es hermana del churrín del norte y el del sur. Según explica Norambuena, compartieron en algún momento un ancestro muy similar. Además, los tres churrines forman parte de una evolución de los rinocrítipdos que es más reciente, donde la mayoría sería originaria del plioceno (3 a 5 millones de años atrás), en la que los cambios geográficos incluyeron en la aparición de más especies. Por su lado, el chucao, los hued hued, la turca y el tapaculo forman de un grupo que, si bien no diversificó tanto en muchas especies, si lo hizo en formas y colores, probablemente por la adaptación a su hábitat.

Así, estas fascinantes aves habitan la Tierra hace millones de años, y tenemos la suerte de poder contar en nuestro territorio nacional con ocho especies, siendo algunas de ellas endémicas. Sus fuertes cantos y repertorios vocales, nos hacen imaginar unas aves de gran tamaño, que si bien no lo son físicamente, en sus pequeños cuerpos compactos está toda su grandeza y sus miles de años habitando en la naturaleza.

*Para este artículo también se ocupó como fuente el libro «Aves de Chile, sus islas oceánicos y península antártica».

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