Recordando las palabras de Mario Pérez de Arce L., quien en el año 1996 planteaba que “[…] no se puede imaginar en forma simplista la construcción de un solo parque continuo [en el río Mapocho], sino la sucesión de parques, jardines, grandes plazas, espacios abiertos urbanos, avenidas-parques, edificios o monumentos singulares,” hoy no puedo dejar de pensar en ese río perdido del este de Europa que conocí en febrero del año 2000, el Ljubljanica.

lečnik, Zapornica, Ljubljana (1933-45) © Romy Hecht para LOFscape
lečnik, Zapornica, Ljubljana (1933-45) © Romy Hecht para LOFscape

En nuestras dos publicaciones de la semana pasada recorrimos, desde el aire y a nivel del suelo, secciones del proyecto que busca recuperar el rol urbano del río Mapocho de Santiago (1). La propuesta, desarrollada por el equipo Mapocho 42K desde el año 2011, ha sido construir un ciclopaseo que, a lo largo de su curso entre las comunas de Lo Barnechea y Pudahuel integre parques y áreas verdes existentes y/o futuras. Antes que volver a plantear la evocación histórica implícita al río republicano que articulaba tajamares como paseo elevado de ribera y terraplenes como instancias de uso del lecho, o discutir la efectividad de un elemento programático lineal como corredor. Quisiera esta vez retomar las palabras de Mario Pérez de Arce Lavín, artífice intelectual de este proyecto, quien ya en el año 1996 planteaba “que en un espacio de estas dimensiones no se puede imaginar en forma simplista la construcción de un solo parque continuo, sino la sucesión de parques, jardines, grandes plazas, espacios abiertos urbanos, avenidas-parques, edificios o monumentos singulares” (2).

Cada vez que vuelvo a leer el planteamiento original de Pérez de Arce L., no puedo dejar de pensar en ese río perdido del este de Europa que conocí en febrero del año 2000, el Ljubljanica (3). Emplazado en el corazón de la capital de Eslovenia, Ljubljana, el río tiene un curso urbano de 20 km, bastante cercano a los 35 de nuestro Mapocho (que pasan a ser 42 con la anexión del sector de Pudahuel). Y, al igual que en Santiago, su transformación fue resultado de un proyecto de intervención estratégica liderado –entre 1928 y 1945– por un arquitecto: Jože Plečnik. Ahora bien, en vez de entender al río –y, como resultado, a la ciudad– como un sistema interrelacionado en base a puntos o secciones funcionales, Plečnik asumió su potencial de narrar una historia, con un comienzo, un desarrollo y un final que en su progresión es capaz de usar al máximo los eventos ofrecidos a su paso.

Al asociar funcionalmente sistemas de circulación con asientos, esculturas, árboles, pavimentos, luminarias, compuertas y edificaciones de diversa índole, Plečnik nos demuestra cómo un río puede convertirse en un proyecto de paisaje complejo y relevante. Si bien es cierto que el río puede ser recorrido a lo largo del cauce, ninguna de las intervenciones de Plečnik es igual a la anterior: en la unión del Ljubljanica con su afluente, el Gradǎsčica (fig.1), se implementaron terraplenes evocando la memoria de los embarcaderos que alguna vez existieron para el traslado de piedras; el trazado de los Tres Puentes (fig.2), en el sitio donde se instaló el primer puente de madera sobre el río, expresa la importancia de esta preexistencia, con la construcción de dos nuevos puentes peatonales, uno a cada lado del existente; el Mercado Central (fig.3) es un espacio urbano monumental que mide visualmente la transversalidad del Ljubljanica; y la construcción monumental de la compuerta (fig.4) define un umbral definitivo entre la ciudad y los suburbios al emerger como un arco abovedado demarcando el término de la serie de memorias e imágenes infundidas por los eventos espaciales distribuidos este proyecto urbano.

Se podría decir entonces que el Ljubljana de Plečnik es un paisaje a escala urbano-territorial definido en base al emplazamiento y conectividad de los proyectos que lo configuran, a su condición material, a su lógica de implementación, a su operatividad en términos programáticos y a su reconocimiento de las particularidades de la geografía y la historia del sitio. Más importante aún, es un paisaje que no necesita otro elemento continuo y lineal más que el propio río para entenderse como tal. Me pregunto entonces si no estaría mal sumar a las palabras de Pérez de Arce las de Plečnik para volver a mirar al paisaje del Mapocho: “No quiero nada increíble, quiero las cosas pequeñas; aquéllas las haré grandiosas” (4).

 

(1) Ver Mapocho 42K · Tramo Cerro Navia (13 Oct. 2015) y Proyecto Ciclopaseo Mapocho 42K · Tramo Quinta Normal (15 Oct. 2015).

(2) En “La Ciudad y el Río,” ARQ 34 (Dic. 1996), p.21.

(3) La autora ya ha hablado antes de este proyecto. Ver “Intervenciones sobre un Río Urbano: el Ljubljanica de Plečnik,” ARQ 48 (Jul. 2001), p.48-49.

(4) Citado por Vladimir Šlapeta, en Jože Plečnik, Architect: 1872-1957 (Cambridge, Mass.: MIT Press, 1989), p.92.

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