©Sebastián Lira
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Una mañana soleada de mayo en la isla de Roatan, Honduras. Sebastián Lira está dentro del agua vestido de buzo de pies a cabeza. Se prepara sicológicamente, respira profundo y se hunde con el objetivo de superar la marca de los 100 metros de profundidad sin tanque. “Cuando comienzas la inmersión vas en contra de la flotabilidad positiva ya que tus pulmones están inflados al máximo. Luego, la presión los comprime hasta el punto en que ya no flotas y empiezas a caer. El mar empieza a atraerte hacia la profundidad”, comenta.

De esta forma, después de un minuto y medio, “el aquaman chileno” -como lo bautizamos en Ladera Sur- llega a la meta para tomar un velcro que es testigo del triunfo y vuelve a la superficie.

El oxígeno escasea y comienzan las contracciones del diafragma que le piden a gritos un respiro. Los músculos empiezan a generar acido láctico, las piernas arden como si estuvieran en llamas, y la cabeza se desespera. Pero nada lo detiene.

©Sebastián Lira
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Luchas con tu cerebro, diciendo ¿me quedará oxígeno? ¡Sí, sí, estás bien! No, no estás bien. Tranquilo, disfruta. ¿Por qué no has llegado aún? y así sucesivamente”, explica.

Luego de 3 minutos y 12 segundos, Sebastián sale a la superficie. El silencio es inminente, todos esperan que se estabilice… hasta que saca el velcro y se convierte en el primer chileno y segundo sudamericano en llegar a los 100 metros de profundidad.

 

©Sebastián Lira
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Todo comenzó así

Hace algunos años, un joven estudiante de sicología de la UC, se fue a recorrer el Sudeste Asiático. Cuando llegó a Tailandia, cautivado por la belleza natural de sus playas, decidió tomar un curso de buceo. No pasaron más de dos clases y se encontró con cinco tiburones toro de cuatro metros. “Me sentí intensamente atraído y nadé en su dirección sin miedo, pero atento. De repente miré hacia al lado y uno de ellos venía sorpresivamente hacia mí, giró a la izquierda y se quedó instalado a unos tres metros. Esa imagen no la voy a borrar nunca de mi cabeza”, asegura.

En ese mismo viaje, tuvo que dormir en la playa y comer con lo que se aproxima a $4 mil pesos chilenos al día, para poder pagar los siguientes cursos.

Fue así como comenzó la aventura de un hombre, que hoy a los 28 años, “se moja la camiseta por Chile” en el mundo. “Me enamoré de la vida debajo del agua, del silencio. Desde entonces todos mis viajes giran en torno al buceo”, cuenta.

©Sebastián Lira
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El paso a la apnea

Un año después de su viaje al Sudeste Asiático, Sebastián tomó un avión rumbo a Utila, Honduras, para hacer el curso de Divemaster. Allí estuvo dos meses aprendiendo todo sobre buceo con tanque, hasta que un día conoció a un instructor italiano que le preguntó si sabía de algo de la apnea o buceo libre.

Yo la había escuchado antes en Tailandia, de hecho me la habían ofrecido como curso, pero no quise. Esta vez dije que sí y el instructor me enseñó informalmente una técnicas. En mi primer intento, hice tres minutos y medio, y bajé mas de veinte metros sin saber nada”, asegura.

Quedaban dos meses de viaje y Sebastián ya había gastado todo su dinero, así es que vio en la apnea una nueva posibilidad para no pagar tanques. Se embarcaba en botes para perseguir las burbujas de los buceadores, subiendo y bajando al lado de ellos durante dos horas al día. Dice que fueron lejos los momentos mas peligrosos de su vida, porque si perdía la consciencia camino a la superficie, no había nadie que pudiera rescatarlo. “Pero había descubierto algo que marcó mi vida subacuática. Ya no tenia la necesidad del tanque y nunca mas buceé con uno”, explica.

De vuelta a Santiago, el chileno inició una investigación sobre la apnea en foros, libros y videos. Descubrió que en Chile habían varias personas que aguantaban la respiración bajo al agua. “Le escribí al entonces campeón nacional Simón Bennett. Creo que no se lo dije explícitamente, pero mi objetivo era romper su récord nacional de apnea profunda sin aletas. Algo tenia esta modalidad que la sentía desafiante”, dice.

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Entrenó por su cuenta, a veces también con el Club Azul en San Joaquín y luego tomó un curso con Macarena Benítez, campeona nacional de apnea. Luego de un tiempo, viajó a Colombia donde hizo 40 metros con el campeón nacional de ese país, Carlos Correa. Cuando volvió a Chile, participó en un campeonato nacional de piscina y ganó, batiendo dos récords nacionales. “Nadie sabía quién era yo, ni de dónde había salido”, cuenta.

Su estadía en Juan Fernández

Entre viaje y viaje, Sebastián se contactó con Felipe Paredes, el alcalde de Juan Fernández , para ofrecerle sus servicios como profesional en la municipalidad, a cambio de un sueldo que le permitiera comer y dormir en la isla, un sueldo que era 50% inferior a lo que ganaba en Santiago. “Era un gran salto. Muchos no me creían que realmente me iba solo a una isla de 800 personas. Pero si era el mejor lugar para bucear en Chile, tenía que ir”, asegura.

El Alcalde aceptó su propuesta y en septiembre del 2014 llegó a una isla que describe como mágica. “Juan Fernández contaba con un buceo de primer nivel y un mar que me recibiría por los siguientes 8 meses. En la isla entrené mucho menos de lo que pensé, el trabajo era demasiado, pero al menos tenía profundidad, por lo que era un entrenamiento de calidad. A 300 metros del muelle existía una boya fija a la cual conectaba mi boya y línea para entrenar con amigos de la isla. Salíamos a hacer caza submarina y teníamos pescado fresco todos los días. Era una vida buena, muy buena”, asegura.

El camino al triunfo

En junio de 2015 este hombre con espíritu nómade compró el equipo que necesitaba y partió a Bonaire. Era su primera competencia, pero el objetivo estaba claro: romper la marca nacional sin aletas, en ese entonces de 51 metros, sostenida por Simón Bennett. Y lo hizo. Logró llegar a los 53 metros y además batir el record nacional de apnea estática con 6 minutos 28 segundos.

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Volvió a Chile y entró a trabajar en “Ideas Factory” como sicólogo, pero el buceo volvía a él sin querer una vez más. Lo llamaron para el “Big Blue” en México, donde participaban sólo apneistas de «peso pesado». En esa competencia rompió tres récords nacionales, 85 m con aletas, 55 m sin aletas y 78 m de inmersión libre, convirtiéndose en el apneista más profundo de Chile en todas las disciplinas. “Volví a Santiago nuevamente a trabajar y a pagar deudas, pero esta vez sabiendo que en mayo de 2016 iría a la Copa del Caribe en Honduras”, dice.

 

©Sebastián Lira
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Eres el segundo sudamericano en superar la barrera de los 100 metros, luego del venezolano Carlo Coste, en 2004. ¿Qué significa esto para ti? Y ¿Qué significa para Chile?

Carlos Coste es una leyenda, partamos por ahí. Fue el primer ser humano en llegar a los 100 metros de profundidad. Este pana venezolano con 11 records mundiales me ha apoyado y enseñado mucho en nuestros encuentros. Es un tipo con mucho talento y un gran corazón. Segundar a este pez es un honor.

Para mi todo esto significa entrar en un selecto grupo de apneistas a nivel mundial. Es la cosecha de mucho esfuerzo. Es un sueño que llegó antes de tiempo. Para Chile significa un llamado de atención. Primero a mirar el mar que tenemos, de lo conectados que estamos con él. Segundo, como recordatorio de que tenemos más logros y talentos que necesitan apoyo fuera del futbol, y hasta fuera de los deportes olímpicos. Un record sudamericano es una marca importante y la logré absolutamente solo. Quien sabe qué es lo que podríamos lograr yo y otros deportistas similares si no tuviéramos que trabajar de lunes a viernes para poder pagarnos los entrenamientos, exámenes, pasajes, inscripciones, equipos y nutrición.

©Sebastián Lira
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¿Qué es lo que más te gusta de la apnea?

El mundo subacuático es otro mundo. Debajo del agua no podemos hablar, el silencio es puro. Cuando estás abajo estás mas cerca de tu mente. Los que bucean con tanque miran hacia afuera. Son turistas que disfrutan de la vida que hay en el agua. Pero los apneistas miramos hacia dentro. Es un viaje, es una meditación condensada en dos o tres minutos, que te hace consciente, te muestra el infinito que tienes dentro, tu esencia. Después de una inmersión donde hayas alineado tus facultades de ser humano, la vida sinceramente toma más color.

Natalia Molchanova, la reina de la apnea, empezó a competir a los 40 años aproximadamente, rompió con más de 40 records mundiales y nos dejó el año pasado, desapareciendo en las profundidades del mar. Pero ella dijo la apnea no es simplemente un deporte, es una forma de saber quiénes somos realmente. No me extraña que hayan tantos psicólogos y yoguis en este mundo.

Y tú, ¿Haz corrido algún riesgo importante?

Sólo miedos. Pero los riesgos en este deporte sí existen. Puedes sufrir enfermedad de descompresión, pérdida de conciencia o daños en la tráquea y el pulmón. Pero si sigues las reglas y escuchas a tu cuerpo, la apnea es un deporte bastante seguro.

©Sebastián Lira
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¿Cuál es el camino a seguir ahora?

Lo estoy pensando, porque si quiero seguir compitiendo a este nivel, es un requisito irme a algún lugar donde pueda entrenar en profundidad, como Roatan, Hawaii, Isla de Pascua, Australia, Sudeste Asiático o México. Es una decisión difícil, porque significa cambiar mi vida en 180 grados, dejar a los amigos y familia acá, perderme ver como mis sobrinos crecen, dejar mi carrera de sicólogo y aventurarme en un camino financieramente inseguro. Pero si algo he aprendido estos últimos tres meses, es que la intuición sabe mucho y que si este es el camino que tengo que recorrer, lo voy a hacer.

©Sebastián Lira
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¿Qué lugares recomiendas para bucear?

Por su biomasa, caza submarina y lobos de mar, Robinson Crusoe, en el Archipiélago de Juan Fernández. Por su sistema de arrecife y su visibilidad, Roatán, Honduras. Por la experiencia y la biodiversidad de arrecifes tropicales, Similan Islands, en Tailandia. Por las ballenas, Isla Espíritu Santo, en La Paz, México (concentra mas del 30% de todos los cetáceos del mundo) y por vivir algo diferente e impactante, cenotes y cuevas en Tulum, México.

Sebastián Lira en Hawai ©Sebastián Lira
Sebastián Lira en Hawai ©Sebastián Lira
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