Pasan los años y Sara Larraín no pierde una pizca de entusiasmo. “Vente un día a ver este lugar y te muestro todo lo que estamos haciendo acá”, dice a modo de invitación. El lugar del que habla es un campo antiguo que poseía su familia y que desde 2008 es un ‘santuario de la naturaleza’, una figura de protección para las áreas privadas. Son cerca de 13 mil hectáreas en el Cajón del Maipo donde Larraín tiene áreas de restauración ecológica, un programa de protección de pumas y semilleros de especies nativas. Ese santuario es vecino de los valles de los ríos Colorado y Olivares que la campaña “Queremos Parque” pretende convertir en el Parque Nacional Colorado Olivares. 

En ese santuario, Sara Larraín pasó gran parte del encierro producto de la pandemia: inmersa en la naturaleza, como le gusta a ella. 

Pero, por estos días, el entusiasmo de Sara tiene más que ver con la contingencia que con la naturaleza, propiamente tal. El resultado de la elección presidencial del domingo 19 diciembre le devolvió el alma al cuerpo. 

“Estaba preocupada”, dice la directora ejecutiva del programa Chile Sustentable. “Es que estaban en riesgo las políticas climáticas, el derecho humano al agua y el cuidado de los bienes naturales públicos, como los glaciares y la biodiversidad. Recordemos que uno de los candidatos determinó ¡que las especies debían pagar para existir!”, exclama. 

Y sigue: “También estaban en riesgo las aspiraciones de igualdad y dignidad, y la centralidad de los derechos humanos para reconstruir la cohesión social, la convivencia democrática en Chile. Sumado a eso, estaba en riesgo el proceso constituyente, que es la principal deliberación para acordar la base de derechos, deberes y formas de gobernanza para recomponer la deteriorada convivencia social, ambiental y política en nuestro país”.

“Entonces en esta elección es claro que ganó Chile: no habrá retroceso en los derechos de las mujeres y se reconocen los trabajos del cuidado, no habrá retroceso en las políticas ambientales, existe el compromiso del Presidente electo de proteger y restaurar la naturaleza, terminar con las zonas de sacrificio, velar porque todas las personas tengan acceso al agua y al saneamiento y avanzar en la descarbonización, la transición energética y los compromisos climáticos. En lo social ganaron las legítimas demandas de la mayoría de los chilenos por igualdad, inclusión y dignidad. Es decir, la esperanza por un Chile mejor para todos, esa es la expresión de la soberanía popular”.

 

Un cóndor adulto macho avistado en el Santuario de la Naturaleza Lagunillas.
Un cóndor adulto macho avistado en el Santuario de la Naturaleza Lagunillas.

 

-¿Qué habría pasado en términos medioambientales si salía electo Kast?

-Negacionismo climático, la perpetuación del carbón y retroceso en los compromisos de mitigación y adaptación. Regresión en las regulaciones e institucionalidad ambiental logradas desde los años 90 a la fecha; y la explotación sin límite de todo lo que se pueda para exportarlo en beneficio de unos pocos, con cargo a la cuenta de todos los chilenos de hoy y del futuro.

-¿Qué reflexión te deja el hecho que hayamos tenido en segunda vuelta a un candidato presidencial que negaba el cambio climático?

-Es lamentable y preocupante que todavía en Chile personas supuestamente educadas e informadas nieguen la evidencia científica y el consenso político de todas las naciones del planeta. Es una posición extremadamente peligrosa, pues como niega la realidad y niega la historia, políticamente solo se puede sostener mediante el autoritarismo

-¿Por qué crees que el movimiento ambiental, en su gran mayoría, le dio el apoyo a Boric?

-Porque la alternativa de Kast significaba el bloqueo y retroceso en toda la regulación ambiental y climática, la destrucción de los territorios, las comunidades y ecosistemas, la profundización de los conflictos sociales y ambientales y mayor inestabilidad política. O sea, la insustentabilidad, el camino al abismo.

Para Sara Larraín, excandidata presidencial independiente en las elecciones de 1999 (donde se impuso Ricardo Lagos) y ex postulante a convencional constituyente por el distrito 11 en mayo de este año, el gobierno de Boric debiera poner el foco en tres ejes. 

“Primero, en el agua: parar la sobreexplotación y la destrucción de las fuentes y asegurar el acceso a la población en el campo y las ciudades, las actividades de subsistencia, y la mantención de los ecosistemas de los que dependemos. Luego y con regulaciones de eficiencia en el uso se debe ordenar el uso de los sectores productivos empezando por la producción de alimentos. En el norte y centro, la minería no debería estar usando agua dulce continental -porque la contamina y debe confinarla fuera de la cuenca- y debe salir de zonas de glaciares, que son las principales reservas de agua dulce que tenemos en la cordillera y de la que depende el agua potable, el riego, la industria. Sin agua no hay escuelas, ni pueblos, ni cazuelas, ni árboles, ni desarrollo”.

“Segundo, el aire: acelerar el cierre de carboneras y generación fósil, limpiar el transporte y abordar el ciclo de la leña. No solo por las emisiones de CO2 y la contaminación global, sino porque es la principal contaminación local que sufre la población en Chile, tanto en las zonas de sacrificio, saturadas de material particulado, dióxido de azufre y otros contaminantes donde están las carboneras, como en todas las regiones del sur producto de la quema de leña húmeda en aparatos de combustión antiguos e ineficientes. Chile exhibe pésimos indicadores con la mayor cantidad de ciudades contaminadas de toda América Latina. Es un problema para la salud pública.

Tercero, los bosques y la desertificación, si no plantamos las 200 mil hectáreas y no restauramos las otras 200 mil de bosque nativo comprometidas en los compromisos climáticos (NDC) de norte a sur, en cuencas, valles y ciudades, se agravará la desertificación, la contaminación atmosférica y la degradación del ciclo del agua. Sin verde, sin clorofila, sin captura de CO2 y sin fotosíntesis no hay futuro ni para nosotros, ni para las demás especies”.

 

Sara Larrain
Sara Larrain

 

Una vida de activismo

Sara María Larraín Ruiz-Tagle (69) estudió antropología y pedagogía en artes plásticas. Tiene dos hijos con el sociólogo y ambientalista Manuel Baquedano y 40 años de activismo ambiental, con muchas batallas en el cuerpo. 

Su primer recuerdo en esa línea son las protestas contra los ensayos nucleares de Francia, en los 90. “Recuerdo a miles de jóvenes, profesores, académicos y científicos marchando por Providencia desde la embajada de Francia hacia el Bellas Artes demandando el fin de las pruebas nucleares en Muroroa. Fue la primera gran marcha de la transición”, dice. En esa época empezaban los cuestionamientos del modelo económico con un nuevo lenguaje: el cuidado del medioambiente, que hasta ese momento no estaba en el ideario común de la gente. 

“Después me acuerdo de la marcha junto a los curas franciscanos, organizaciones sociales, médicos, enfermeras (todos con mascarilla) por la grave contaminación de Santiago. Luego vino la creación de la Red Nacional de Acción Ecológica, RENACE, cuando hicimos un mapa de arpillera con los conflictos que enfrentaban las comunidades a través del país por boca de sus dirigentes, y descubrimos que todos los territorios sufren impactos ambientales. El periodista Marcelo Mendoza lo denominó el ‘mapa del descalabro ecológico’. Ahí nació el movimiento ecologista en Chile”.

-¿Qué fue lo más complejo de ser una activista pionera en Chile?

-El desamparo de las comunidades y las amenazas a los dirigentes que se evidenció ya en el gobierno de Frei Ruiz Tagle (entre 1994 y 2000), con amedrentamientos, robo de computadores y saqueo de oficinas de distintas ONG. Sumado a eso, el permanente bullying: nos decían “verdes por fuera, rojos por dentro”, “los lomos de toro del desarrollo”. Lo más grave de esa época fue la aprobación ilegal de la central Ralco.

-Una vez me dijiste que tuviste miedo. Fue cuando lanzaron a una compañera tuya a un canal en tiempos de GasAndes. ¿Cómo se supera esa sensación? ¿La tuviste otras veces?

-Sí, muchas veces. Todos los activistas hemos sido víctimas de amenazas y amedrentamientos. A mí incluso me llamaron de una empresa diciéndome que sabían que iba a tomar un vuelo a Calama. Muchos compañeres y miembros de organizaciones ciudadanas han sido golpeados, siguen siendo amenazados hasta hoy y hay muertes no resueltas, como la de Macarena Valdés. Por eso urge la firma del Acuerdo de Escazú y la suscripción de Chile del Protocolo sobre Empresas y Derechos Humanos de Naciones Unidas.

 

Plantacion nativa del Santuario de la Naturaleza Lagunillas.
Plantacion nativa del Santuario de la Naturaleza Lagunillas.

 

-Una vez comentaste que Ralco era la “derrota más dolorosa” del activismo ambiental chileno. ¿Qué podría haber cambiado esa historia?

-La consulta a los indígenas respecto de las permutas de tierras indígenas. Que Frei Ruiz Tagle hubiera respetado la Ley indígena vigente y acatado la opinión de los consejeros nombrados por él mismo en la Conadi y que debieron renunciar cuando el Presidente incumple la Ley.

-Hablemos de tus «batallas». ¿Cuál es hoy tu principal batalla medioambiental? ¿En qué estás poniendo toda tu energía? 

-En varias cosas. Una es la protección de glaciares y las fuentes de agua, ríos, humedales; el acceso de las personas a este bien esencial para la vida. La reforma al Código de Aguas y la Ley de protección de glaciares a nivel legislativo y del agua como derecho humano y bien común a nivel del proceso constituyente. Otro tema es acelerar la descarbonización al 2025-2030, porque somos parte de la campaña Chao Carbón, y la transición a una matriz eléctrica 100% renovables entre 2030 y 2040. Además de ayudar a apurar la tramitación de la Ley de Cambio Climático. Y también mencionaría la tramitación de la ley que crea el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas, apoyada por los guardaparques de Conaf, pero boicoteada por algunos sindicatos de la misma institución. Hoy su tramitación está paralizada en la Comisión de Agricultura.

-Si tuvieras que elegir tu mayor triunfo como activista, ¿cuál sería?

-La aprobación de la ley que establece cuotas obligatorias de energías renovables no convencionales en 2008, con la que se inició la incorporación de criterios de interés público en la política energética y dio espacio a la transición en que estamos hoy. También el haber sido parte del movimiento que paró HidroAysén, un proyecto que inaugura una segunda etapa de destrucción de la Patagonia, después de los históricos incendios forestales provocados por los colonos, y que al mismo tiempo agravaba la concentración del mercado eléctrico dominado por 3 o 4 empresas en la época, lo cual obstaculizaba el desarrollo de las nuevas renovables como la solar y eólica, entre otras.

-¿Te dolió no salir electa convencional constituyente?

-No, porque fueron elegidos muchos de nuestra lista EcoConstituyentes y, por lo tanto, harán la pega muy bien con ayuda de todos. También me pone feliz que la composición de la constituyente representa muy bien la composición de Chile, y eso me llena el corazón. Mi equipo de Chile Sustentable y yo estamos elaborando contenidos y entregando insumos a los constituyentes. 

-Has dedicado unos 40 años al activismo ambiental. ¿Cuál es tu mayor aprendizaje?

-Que el cuidado de Chile y de la casa común nuestra y de las futuras generaciones depende primero de la gente, que debe tener contacto y conocer la naturaleza y acceder a una educación científica y humanista de calidad con criterios de sustentabilidad y solidaridad para habitar el territorio de Chile con inteligencia y resguardando los derechos de todos incluyendo las generaciones futuras. Segundo, que los deberes y derechos, en las regulaciones ambientales, deben ser vinculantes y establecerse por ley, como así mismo la función social y ambiental de la propiedad.

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