Un día, cuando Santiago Figueroa (33) era un niño y caminaba por la costa de la Región de Valparaíso, se encontró un pedazo de cactus nativo tirado. Él conocía a las cactáceas, pero su acercamiento a las especies nativas chilenas era una vista menos cercana al verlas como unos cuerpos pequeños en roqueríos. Ese pedazo que encontró medía un par de centímetros y decidió llevárselo. En la casa donde dormía en sus viajes a esta zona, tomó un bidón de plástico vacío, lo limpió, le puso tierra, plantó el cactus y lo regó con agua.

Eriosyce subgibbosa 17 años antes 2004 Santiago Figueroa
Eriosyce subgibbosa 17 años antes 2004 ©Santiago Figueroa
Eriosyce subgibbosa 17 años después 2021 Santiago Figueroa
Eriosyce subgibbosa 17 años después 2021 ©Santiago Figueroa

“Podría haber estado ahí tirado hace meses. Yo lo planté y después, cada fin de semana o vacaciones que volvía a la costa, lo regaba. Solo lo cuidaba cuando venía. Empezó a recuperarse y crecer. En ese momento me empezó a llamar la atención su capacidad de recuperarse con tan poco: de haber vivido con nada, con sus raíces al aire a, después de algunos años, crecer nuevamente”, relata Santiago. Con esa dinámica, esperó algunos años, hasta que en octavo básico o primero medio lo plantó nuevamente donde lo encontró. Ahí lo dejó y cuando podía, lo iba a ver.

Un día no lo encontró más. Reflexiona que pudo haber muerto o que quizás se lo robaron. Pero lo que sí, aunque hizo lo mismo con varias plantas más, este cactus fue el que marcó su encuentro con las plantas nativas. Y quizás con su futuro, ya que años más tarde puede decir que se dedica por completo a las cactáceas a través de su iniciativa “Cactus Lagarto”, enfocada al estudio, registro y reproducción de cactáceas a partir de semillas, especialmente nativas de Chile.

Santiago Figueroa ©Felipe Guarda
Santiago Figueroa ©Felipe Guarda

De la obsesión al trabajo

Santiago se conecta a Zoom desde su casa en Cachagua, la misma donde salvó al cactus en su juventud, y donde siempre fue a veranear y pasar sus fines de semana largos en la costa. Ahí mismo tiene su invernadero. Mientras en la capital de Chile hay un día primaveral caluroso y despejado, allá está nublado, pero él igual dice que un día así se agradece para trabajar en su invernadero, que es más agradable. En esta época, explica, “pasa metido ahí”, en sus cerca de 300 metros cuadrados de superficie techada.

Eriosyce coimasensis Santiago Figueroa
Eriosyce coimasensis ©Santiago Figueroa

Pero antes de llegar a dedicarse 100% a sus queridas cactáceas, al salir del colegio estudió 3 años Ingeniería Ambiental en Valparaíso y, entre que no podía pasar sus ramos de Química y la necesidad de tener plantas en su vida, decidió cambiarse a Paisajismo en el Inacap. A eso se dedicó en la capital hasta que uno de sus perros en Cachagua se enfermó y tuvo que volver a la costa a cuidarlo. No se movió más.

“Me traje una pequeña colección de cactus que tenía en un balcón de mi departamento, que empecé a armar cuando estaba en el colegio. Cuando me instalé aquí, mi papá me ayudó a construir un pequeño invernadero, junto a mi hermano y un amigo. Ahí yo no cultivaba de semilla, solo coleccionaba. Era mi hobbie, en verdad mi obsesión (ríe)”, dice.

Invernadero ©Santiago Figueroa
Invernadero ©Santiago Figueroa

– ¿Cómo fue desarrollándose la idea de enfocar esto que era un hobbie en tu forma de vida?

-En el colegio conocí a Ricardo Keim e Ingrid Schaub, que tenían una colección muy importante de cactáceas. Fui a su vivero y ahí fue como que me di cuenta de que eso era lo que yo quería. Vi que estaban dedicados a eso, que estaban jubilados de sus carreras, (él era doctor y ella textil), entonces como que decían que esta era “su tercera vida”. Ellos eran especialistas en cactus chilenos y también me empezó a gustar este mundo; empecé a conocer que existían muchos, que hay una diversidad tremenda. En Cachagua yo solo conocía las especies que crecen acá, que son dos, y sería (…). Eran cosas que estaban escondidas para mí, me empecé a obsesionar y a querer recorrer conociendo la diversidad. Además, conocí la guía de cactus chilenos de Adriana Hoffmann, muy buena con unos muy buenos dibujos que muestran casi toda la diversidad de cactus chilenos.

Así, cuando salió del colegio se dedicó a buscar cactus en el norte, donde hay diversidad de plantas. Convenció a unos amigos para que lo acompañaran. Ninguno de ellos tenía colección, pero les gustaba la idea de buscar las plantas. Así, desde 2007 hace viajes largos a Huasco, en la Región de Atacama. Días, semanas y meses de recorrido por la costa para conocer las especies de esa zona. Han sido años del mismo recorrido, hasta que empezó a empezar a colectar semillas y se compró un GPS.

Invernadero ©Santiago Figueroa (3)
Invernadero ©Santiago Figueroa 

De esta forma fue avanzando, de a poco interesándose en ir más allá de solo una colección, lo que se transformó en la formación de Cactus Lagarto.

– ¿Por qué surge Cactus Lagarto?

-En 2011 cuando me vine a vivir para Cachagua construí el invernadero de producción y de reproducción de cactus chilenos. Antes era una colección nomás y partió la propagación que es mucho más trabajo. Comencé a tomar referencia de mis amigos de Spiniflores (Florencia Señoret y Juan Acosta) que tenían un blog y mostraban especies y su trabajo, y me empecé a buscar un nombre. Quería que fuera impersonal porque buscaba que fuera un proyecto para que después se sumase gente a largo plazo y no solo conocerme por ser el cultivador. Entonces pensé que los cactus siempre miran hacia el norte, están muchas veces en roqueríos donde hay lagartos tomando sol. Nace el nombre pensando en el ecosistema de los cactus, relacionándolo a un animal que está siempre con ellos. Así llegué a Cactus Lagarto.

Eriosyce nuda Santiago Figueroa
Eriosyce nuda ©Santiago Figueroa

En su primera siembra masiva, Santiago no pudo mantener vivo ninguno de los cactus que sembró. Desde entonces, ha sido un camino de prueba, aprendizaje y error, que con el paso de los años ha ido superando. Según cuenta, ha aprendido de otros: de su amigo Felipe Barros, de Ingrid Schaub y Ricardo Keim y de sus amigos de Spiniflores. Y que una de las cosas más importantes es siempre anotar cada paso. Así, ha logrado, entre su invernadero y exteriores tener cerca de 50 mil plantas entre cactus y suculentas.

Todo bajo la responsabilidad principal de sus dos manos.

Buscando generar conciencia sobre los cactus

Meterse al Instagram de Santiago Figueroa es nutrirse de cactáceas. De especies como Trichocereus desertícola y sus flores que atraen polinizadores. De Copiapoa dealbata, una de las habitantes del desierto costero de la Región de Atacama. O de Esriosyce esmeraldana y Copiapoa cineerea ssp., que conviven dentro de una distribución de E. esmeraldana, que suelen estar enterradas por largos periodos y solo emergen en años lluviosos.

Santiago Figueroa
©Santiago Figueroa

Pero detrás de lo que se ve en redes sociales, está el trabajo del día a día: registrar, reproducir y propagar especies nativas. Aquí su primer paso es colectar semillas. Es decir, ir al cactus, colectar el fruto, agarrar el GPS, marcar las coordenadas, anotar su código de campo y guardarla en un papel, con nombre si es que logra reconocer la especie. Luego vuelve a su invernadero. Lo siembra y en cada pote anota el código. Después germina la semilla con un sustrato mineral, lo siembra en potes plásticos y sigue el proceso, hasta sembrar en superficie. No se riega mucho, pero tampoco se seca el sustrato. Y a eso, se suman pequeños detalles dependiendo de la especie: las especies cordilleranas necesitan más frío, por ejemplo, o las del norte prefieren o crecen en terrenos con menos materia orgánica.

Santiago Figueroa ©Felipe Guarda (2)
Santiago Figueroa ©Felipe Guarda 

Así, uno de sus grandes proyectos ha sido la iniciativa que busca repoblar con cactus nativos Punta de Lobos, la que él lidera junto a la Fundación Punta de Lobos. Este proceso ya contó este año con una población masiva de 900 cactus que fueron sembrados por Santiago en su invernadero en 2016. Pero pese a la idea del proyecto, todavía estas poblaciones se ven afectadas por la acción humana.

Echinopsis bolligeriana acompañado de Lobelia excelsa y Solanum maritumum ©Santiago Figueroa | Cactus Lagarto
Echinopsis bolligeriana acompañado de Lobelia excelsa y Solanum maritumum ©Santiago Figueroa | Cactus Lagarto

“Punta de Lobos es un lugar con mucha naturaleza, pero como sociedad falta educación. La gente se roba las plantas o pisa zonas delicadas, por lo que ha visto la guardaparque de la zona y me ha contado. La otra vez plantamos y al día siguiente robaron. Eso es complicado porque se avanza por un lado, pero se retrocede por otro. Yo puedo plantar cactus de 5 años, pero se roban otros de 80 años, que son mucho más valiosos. Haciendo esto debilitan los ecosistemas. Le quitan alimento al picaflor, refugio al lagarto y los pajaritos que anidan entremedio. Si tu eliminas un cactus, estás desertificando a la mala”, explica Santiago.

-En ese sentido, ¿cuáles son las principales amenazas de las cactáceas en Chile? 

-El desarrollo, todo lo que significa la industria, las urbanizaciones, la minería en el norte puede ser, las carreteras; todo lo que modifica su ambiente (…). El cambio climático, especialmente para las plantas más del norte se está produciendo mucha muerte de plantas, en muchos lados se ha debilitado la camanchaca que es como la fuente que permite que vivan las plantas porque ha disminuido su densidad (…). Por ejemplo, para ver los efectos del cambio climático, hay un libro de un alemán que clasificó casi todos los cactus de Chile en los años 60, 50, un libro el año 64. Es como el primer registro fotográfico que hay de cactus chilenos. Muestra una planta de Arica de la que no queda ninguna, o en Iquique estaban llenas de frutos. Raquel Pinto es una científica que ha desarrollado libros y un proyecto para reforestar con Eulychnia iquiquensis con atrapanieblas para que pueda regar. Como lo que yo hago en Pichilemu, pero en el norte es mucho más difícil. Con eso ayuda a reproducir una planta muy afectada por el cambio climático.

Copiapoa cinerea columna-alba con líquenes de color amarillo ©Santiago Figueroa (1)
Copiapoa cinerea columna-alba con líquenes de color amarillo ©Santiago Figueroa (1)

– ¿Y el tráfico?

-También. Lo del año pasado (operativo en Italia que incautó más de mil cactáceas del género Copiapoa), fue por un señor italiano que es un traficante que se llevó cosas bien especiales. Las plantas más traficadas son Copiapoa cinerea subsp. columna-alba y Copiapoa cinerea. Si te metes a Instagram de plantas chinas o japonesas vas a encontrar esas especies, de hecho, yo bloqueo todas esas cuentas cuando me siguen. Yo nunca especifico de dónde son las plantas más allá de cosas generales y las bloqueo para que no vean toda la diversidad que muestro. Hay muchas plantas en áreas protegidas como Pan de Azúcar, pero otras no.

Los aprendizajes de las cactáceas

Cuando Santiago Figueroa piensa qué significan para él las cactáceas, responde que “son la resistencia a las cuestiones difíciles”. Como un aprendizaje para él mismo, habla de su humildad, de que sobreviven con poco, que están igual cuando no hay desierto florido o cuando los desiertos están muy secos: “los años secos tú igual tienes animales como zorritos o lagartos que necesitan alimentarse y los cactus lo hacen posible. Ellos permiten que el desierto se mantenga vivo incluso en los años secos. Entonces sí, principalmente es como la resistencia a cuestiones extremas, siendo humildes”.

Santiago Figueroa ©Felipe Guarda (3)
Santiago Figueroa ©Felipe Guarda

Pero dedicarse a ellos no ha estado exento de dificultades. Los cactus, explica, tienen crecimiento lento e involucran mucha paciencia. Se necesita tiempo para dedicarle a cada cultivo, sin abandonarlos en tiempos prolongados o hacer viajes largos en primavera y verano por la demanda de trabajo.  A su vez, hay que ingeniar alguna forma de recibir dinero para ir manteniendo su labor.

Invernadero ©Santiago Figueroa (1)
Invernadero ©Santiago Figueroa 

Aún así, está la motivación para seguir. Con su trabajo en la Fundación Punta de Lobos y también sus proyectos personales. Entre ellos, continuar el estudio de hibridación de cactáceas nativas (experimentos de cruza asistida de especies que conviven en la naturaleza para ver que pasa con sus híbridos); cumplir su sueño de crear una reserva de cactáceas chilenas cultivadas desde semilla con diversos propósitos y proyectos educativas; empezar un proyecto de conservación de semillas de cactáceas chilenas y poder asociarse con personas que hagan trabajos similares y organizaciones gubernamentales y no gubernamentales para la conservación de cactáceas nativas.

Picaflor en el invernadero ©Santiago Figueroa
Picaflor en el invernadero ©Santiago Figueroa

Con todo eso en mente, Santiago vuelve cada mañana a su invernadero. Ahí ve a sus valiosas y cuidadas cactáceas, que en algún minuto emigrarán para estar en la naturaleza. Mientras tanto, recibe algunas visitas en esta época como los picaflores que pasan a recolectar pelitos del cactus para su nido. En eso se ha transformado su amado hobbie, que lo ha acompañado desde niño, y que hoy tiene el nombre de un proyecto: Cactus Lagarto.

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