En un planeta donde la biodiversidad se encuentra bajo constante amenaza, proteger los ecosistemas naturales se ha vuelto una tarea urgente. Los bosques, que cubren cerca de un tercio de la superficie terrestre, albergan la mayor parte de la vida silvestre del mundo, regulan el clima, conservan el agua y proveen servicios vitales para las sociedades humanas. Sin embargo, cada año, millones de hectáreas se pierden o degradan por causas como la expansión urbana, la deforestación, los incendios y la introducción de especies invasoras.

Chile no está ajeno a esta crisis, especialmente en su zona centro-sur, donde se encuentra uno de los 36 hotspots de biodiversidad mundial. Lamentablemente, el paisaje original ha sido profundamente transformado. Allí, los bosques nativos fueron reemplazados en gran medida por agricultura, que degradó el suelo y ha puesto en riesgo a numerosas especies endémicas —aquellas que no existen en ninguna otra parte del mundo—. Hoy, estos ecosistemas presentan plantaciones forestales y poseen aún una alta fragmentación. Uno de los casos más relevantes es el del ruil (Nothofagus alessandrii), un árbol milenario en Peligro de Extinción (EN), cuya distribución natural se ha visto reducida a unos pocos relictos, especialmente en la Región del Maule, debido a diversos factores.

«El bosque maulino ha sufrido múltiples perturbaciones en los últimos siglos, principalmente por la expansión agrícola. Grandes extensiones fueron taladas para establecer cultivos, especialmente de trigo destinado a la exportación hacia California, y también para la explotación maderera. En ese contexto, el ruil, un árbol imponente que puede superar los 20 metros de altura, fue muy utilizado en la construcción de embarcaciones. Ya era una especie de distribución restringida, pero estas presiones redujeron aún más su presencia. En las últimas décadas, además, se han sumado amenazas como los incendios forestales y la presión de la ganadería», explica Pablo Ramírez de Arellano, investigador en manejo ecosistémico de Bioforest, el centro de innovación forestal de Arauco.

Cultivo de ruil. Créditos: Vivero Quivolgo.
Cultivo de ruil. Créditos: Vivero Quivolgo.

El ruil: un fósil viviente entre la amenaza y la esperanza

El ruil, una de las especies más emblemáticas del bosque maulino costero, es mucho más que un árbol en peligro de extinción: es un verdadero fósil viviente, un testigo milenario de la evolución vegetal del hemisferio sur. Su linaje está emparentado con antiguos bosques que, hace millones de años, cubrían la Antártica y otras regiones del Gondwana austral. De hecho, registros fósiles en sitios como Cerro Guido, en Magallanes, sugieren que el género Nothofagus estuvo ampliamente distribuido durante el periodo Cretácico.

Pese a lo anterior, y de contar con protección legal bajo la figura de Monumento Natural, la especie hoy se encuentra distribuida solo en algunos parches aislados entre Curepto y Cauquenes

«El término primitivo suele prestarse a confusiones, porque en realidad todas las especies actuales están igualmente evolucionadas. Cuando hablamos de una especie como el ruil en esos términos, nos referimos a que conserva rasgos únicos que solo comparte con organismos muy antiguos, en su mayoría especies fósiles. En el caso del ruil, presenta similitudes notables con especies extintas encontradas como fósiles en lugares como laAntártica o Magallanes. Como no existe otra especie viva que se le parezca, y su aspecto y características recuerdan más a esos fósiles que a sus parientes actuales, decimos que tiene características primitivas», explica Ramírez de Arellano.

Cultivo de ruil. Créditos: Vivero Quivolgo.
Cultivo de ruil. Créditos: Vivero Quivolgo.

Asimismo, el ruil es un árbol caducifolio que puede alcanzar hasta 30 metros de altura, con un tronco recto de corteza grisácea, agrietada y a menudo manchada de blanco. Sus hojas son simples, de color verde claro, con forma ovada y bordes finamente dentados, que adquieren un tono rojizo antes de caer en otoño. Presenta flores unisexuales —masculinas y femeninas separadas— que brotan en primavera, mientras que sus frutos son pequeños, de color café, y contienen semillas aladas

«Es una especie caducifolia que habita zonas relativamente secas, en el extremo norte de la distribución de los Nothofagus por la Cordillera de la Costa, y destaca por su buen crecimiento. De hecho, cuando se traslada un poco más al sur, responde muy bien», comenta Ramírez de Arellano.

«El ruil se propaga por semillas que se dispersan por el viento, pero como no vuelan grandes distancias, su expansión es limitada. Casi todos los árboles adultos producen semillas —con variaciones según el año—, pero enfrentan al menos dos grandes problemas: por un lado, muchas de estas semillas son consumidas por insectos, y por otro, lo que quizás es aún más crítico, es la herbivoría, principalmente por conejos, que devoran las plántulas recién germinadas. Por eso es poco común encontrar ruiles jóvenes, aunque hemos visto que, en las orillas de caminos y tras algunos incendios, la germinación puede ser buena y comienzan a aparecer plántulas en varios sectores», añade.

Cultivo de ruil. Créditos: Vivero Quivolgo.
Cultivo de ruil. Créditos: Vivero Quivolgo.

Combatiendo sus amenazas 

Debido a lo anterior, su reproducción natural es compleja: las condiciones actuales de su entorno, marcadas por la fragmentación del hábitat, la herbivoría y los incendios forestales, dificultan enormemente la regeneración a partir de semillas. 

En este sentido, el incendio ocurrido en 2017 fue especialmente devastador para esta especie. El llamado “incendio de Las Máquinas” afectó a nueve de las quince poblaciones conocidas de ruil en la Región del Maule. Más de la mitad de las 314 hectáreas entonces existentes se vieron comprometidas. Sin embargo, a pesar de la gravedad del evento, investigaciones recientes han evidenciado que el ruil no solo posee mecanismos de rebrote vegetativo desde la base del tronco, sino que también es capaz de regenerarse por semillas en condiciones menos severas. Este hallazgo es clave para su futuro, ya que la reproducción por semillas garantiza diversidad genética, necesaria para adaptarse a un clima cambiante.

Conscientes de este panorama, diversas instituciones públicas y privadas han unido esfuerzos para rescatar a esta especie del borde de la extinción. Actualmente, se están ejecutando planes de conservación como el RECOGE, que busca mitigar las amenazas y promover su recuperación

Cultivo de ruil. Créditos: Vivero Quivolgo.
Cultivo de ruil. Créditos: Vivero Quivolgo.

«Muchas poblaciones de ruil ya han sido afectadas por incendios, y luego de eso se produce una fuerte invasión de otras especies que comienzan a competir por el espacio. Aunque el ruil tiene una buena capacidad de regeneración tras el fuego, estas especies invasoras —muchas de ellas más adaptadas a eventos extremos como el fuego— representan hoy una de nuestras principales preocupaciones. Por eso, estamos desarrollando proyectos de restauración que incluyen el control de estas especies competidoras, para que el ruil tenga las condiciones necesarias para recuperarse adecuadamente», explica Ramírez de Arellano.

A lo anterior se suma el trabajo en el Vivero Quivolgo de Arauco, emplazado en Constitución, donde se ha implementado un programa integral de propagación del ruil. El proceso parte con la recolección de semillas en zonas de alto valor de conservación dentro de los terrenos de la empresa. Estas semillas son clasificadas según su origen genético, almacenadas, limpiadas y posteriormente propagadas bajo condiciones controladas.

Semillas de ruil. Créditos: Vivero Quivolgo.
Semillas de ruil. Créditos: Vivero Quivolgo.

«La primera línea de trabajo se enfoca en la restauración de las Áreas de Alto Valor de Conservación de la empresa, donde protegemos al ruil. Allí recolectamos semillas, las identificamos según su origen, las codificamos, almacenamos, limpiamos y propagamos en nuestro vivero, para luego reintroducirlas en los mismos territorios. La segunda línea apunta a un desafío más estratégico: identificar zonas climáticamente aptas en Chile donde el ruil pueda establecerse, asegurando su continuidad frente a posibles catástrofes o daños severos en su hábitat natural en la región del Maule, que podrían poner en riesgo su supervivencia», señala Leonardo Velis, jefe de Cultivo del Vivero Quivolgo.

En paralelo, también existen áreas especialmente destinadas a la conservación del ruil. Estas zonas mantienen sitios protegidos para la especie, y forman parte de una red de conservación donde colaboran diversos actores, como el Instituto Forestal, la Corporación Nacional Forestal y otras entidades. 

Hojas de ruil. Créditos: Arauco.
Hojas de ruil. Créditos: Vivero Quivolgo.

De esta manera, estas iniciativas buscan restaurar los fragmentos de bosque donde el ruil aún persiste, así como establecer nuevas poblaciones en zonas geográficas distintas, donde las condiciones climáticas proyectadas podrían ser más favorables en el futuro. Esta “migración asistida” tiene como objetivo anticiparse a escenarios de crisis ecológica —como incendios de gran magnitud o sequías prolongadas— que podrían aniquilar las poblaciones originales. Así, el ruil podría encontrar nuevos refugios y ampliar su rango de distribución, asegurando su permanencia en el tiempo.

Una de las claves de estos esfuerzos es la conservación de la diversidad genética. No se trata solo de plantar árboles, sino de asegurar que los nuevos ejemplares representen la variabilidad de las poblaciones originales. Por eso, la selección de semillas se realiza con rigurosidad, considerando el aislamiento, fenotipo y estado sanitario de los árboles parentales. Esto garantiza que las nuevas generaciones conserven las adaptaciones locales que podrían ser esenciales para enfrentar futuros cambios ambientales y así prosperar.

Cultivo de ruil. Créditos: Vivero Quivolgo.
Cultivo de ruil. Créditos: Vivero Quivolgo.
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