En el mediodía de este lunes, las campanas de la basílica de San Pedro del Vaticano comunicaron la muerte del papa Francisco a sus 88 años. El pontífice falleció a las 7:35 horas de la mañana en su residencia de la Casa Santa Marta, luego de más de dos meses de problemas respiratorios. Enseguida, la noticia dio la vuelta al mundo: autoridades, seguidores y fieles daban su adiós, agradeciendo a una persona que hizo diversos aportes en su trayectoria. En Argentina, su país natal, se declararon siete días de duelo nacional.

Jorge Mario Bergoglio nació el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires, Argentina. Designado como el primer papa latinoamericano en 2013, eligió el nombre Francisco y realizó, durante 12 años, un papado que enfatizó temas como la fraternidad y diálogo interreligioso; periferias y emergencia climática; reconciliación y fe; y riqueza y desarrollo al servicio de la pobreza.

Créditos: Presidencia de la República Mexicana (Flickr)
Créditos: Presidencia de la República Mexicana (Flickr)

“Fue un hombre de su tiempo, preocupado por los grandes problemas que afectan a la humanidad como las consecuencias del cambio climático, la pobreza y las migraciones”, comunicaron desde el Gobierno de Chile en sus condolencias por el fallecimiento.

En ese sentido, marcó por ser un pontificado con un llamado a enfrentar la crisis climática, realzando la responsabilidad moral y espiritual de cuidar la casa “casa común”. “Desde sus primeros años como líder de la Iglesia Católica, promovió una visión ecológica integral, alertando sobre las consecuencias devastadoras del cambio climático y la degradación ambiental”, destacan desde Periodistas por El Planeta.

“Describiría el legado de papa Francisco en esta temática como un intento por incidir en la transformación de las personas, de las instituciones y de los países hacía una vida ecológicamente más amigable. Ese intento por incidir lo hace desde la sabiduría propia de la tradición cristiana mostrando que, por decirlo así, no basta con la información científica ni con los acuerdos políticos, o con la transformación de los marcos jurídicos, sino que también se requiere reconocer la dimensión cultural de la crisis que vivimos, esta crisis climática, y en ese sentido él busca incidir desde narrativas, formas de hablar, formas de comprender la realidad que están enraizadas en la tradición cristiana y que permiten justamente esa transformación en este contexto”, explica Román Guridi, profesor y director de Vinculación con el Medio de la Facultad Teología UC.

Créditos: Vatican News
Créditos: Vatican News

“El legado ambiental del papa Francisco es absolutamente esencial, porque enfatiza que la crisis ambiental generada por el hombre requiere un cambio de paradigma. Pero al mismo tiempo señala muy claramente las características de la intensificación del ritmo de la vida, del trabajo y de la intervención del planeta. Es decir, mira la crisis del planeta, pero mira también al hombre, el ritmo y la escala de la acción humana, y señala que el progreso tecnológico y económico no es tal si es que no se vulneran los derechos de las personas más desvalidas y se hipoteca la sobrevivencia de los hombres sobre la Tierra y las futuras generaciones”, comenta Sara Larraín, ecologista y directora de Chile Sustentable.

El hito del Laudato Si

En 2015, a pocos meses de celebrarse la COP21, el Papa Francisco publicó el Laudato Si, una de sus 4 encíclicas. En ella realizó un llamado para unirse y generar un cambio para detener el deterioro de nuestra “casa común que Dios nos ha confiado” frente al cambio climático, apuntando a un desarrollo sostenible e integral.

A este documento se le conoce en la Iglesia católica como una encíclica. Se trata de una carta dirigida por el papa, destinada a todas las personas, más allá de solo quienes pertenecen en la Iglesia. Se le conoce como el documento de mayor jerarquía o rango al interior de la Iglesia católica.

“Es un documento que recoge una tradición de los últimos 50 años. A diferencia de lo que se cree, el papa Francisco no es el primero que habló sobre este tema. Este abordaje del catolicismo de la crisis climática empezó a partir de los años 70. El papa Pablo VI tiene un mensaje en la FAO de la ONU sobre este tema. Juan Pablo II y Benedicto XVI también escribieron sobre estas temáticas en diferentes documentos y tienen algunos también importantes. Sin embargo, a pesar de que está esa tradición, el hecho de que sea una encíclica, un documento de alto rango, Laudato Si’ hizo inevitable que todos los católicos y católicas se tuvieran que meter en este tema. No solamente desde punto de vista conceptual, sino también como de un cuestionamiento a las a los propios estilos de vida personales, institucionales y tomar definiciones con respecto a eso”, comenta Román.

“Solo para darte un ejemplo local, en 1994 el arzobispo de Santiago de esa época, Carlos Oviedo, escribió también una carta pastoral para Santiago que se llamó El cuidado de la casa común: la iglesia ante el desafío ecológico. Entonces, solo para mostrar con un ejemplo local que el tema estuvo presente desde antes, el documento elevó la conversación e hizo inevitable, por decirlo coloquialmente, que nadie se puede hacer el leso ahora en este tema”, agrega.

Papa siembra árbol en el Vaticano junto a dos representantes de grupos indígenas amazónicos. Créditos: Avvenire di Calabria
Papa siembra árbol en el Vaticano junto a dos representantes de grupos indígenas amazónicos. Créditos: Avvenire di Calabria

Uno de las frases más compartidas por múltiples medios internacionales de esta encíclica fue: «La Tierra, nuestro hogar, está empezando a parecerse cada vez más a un inmenso montón de suciedad». Fue, ante ojos internacionales, una señal de alarma y acción que se sigue utilizando hasta la actualidad de discusiones sobre el clima y en artículos académicos sobre ética ambiental. Así también, en el documento identifica al daño ambiental como una cuestión moral realizada en gran medida por la acción humana. «Esta hermana ahora nos grita por el daño que le hemos infligido por nuestro uso irresponsable y abuso de los bienes con los que Dios la ha dotado”, cita.

«Existe un fuerte consenso científico que indica un preocupante calentamiento del sistema climático. En las últimas décadas, este calentamiento ha ido acompañado de una subida constante del nivel del mar y de un aumento de los fenómenos meteorológicos extremos», escribió el papa, aludiendo a una unión entre ciencia, política y ecología, apostando por una visión integradora y conversión ecológica.

Créditos: Vatican News
Créditos: Vatican News

Además hace un diagnóstico al cómo se ve a las otras especies, mencionando que las vemos como “materiales explotables, olvidando que tienen un valor en los ecosistemas”, insistiendo en la conexión entre todos y nuestros roles en la cadena trófica, agregando citas importantes sobre la ecología y sociedad: “el ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos. Y no podremos afrontar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social, no hay dos crisis separadas, sino una sola y compleja, una crisis socioambiental”

Él llama no solamente la defensa de la creación, sino que revalorar las culturas y los movimientos que protegen el medio ambiente y la creación, es decir, la naturaleza creada por Dios, en lenguaje cristiano, y habla de esta conversión ecológica. Llama a los cristianos a través de esta encíclica, desde una perspectiva doctrinaria, a una conversión ecológica. Y eso es tremendamente revolucionario dentro de la tradición cristiana que ha sido absolutamente antropocéntrica”, comenta Sara, “está cambiando un paradigma de la doctrina y está llamando al cristianismo, a la iglesia a convertirse, a tener una conversión ecológica, a incorporar la variante ecológica en la religión”.

“Hay un capítulo completo sobre los pueblos indígenas y cómo tenemos que aprender de esa sabiduría, y hay un capítulo completo sobre los movimientos ambientales que han sido reprimidos por defender la naturaleza, por defender la creación (…). Fue una encíclica que tuvo que tuvo problema en la incorporación, de hecho, los cristianos en Estados Unidos, particularmente los ligados a los republicanos, no la tomaron en cuenta e hicieron declaraciones claras de que la Iglesia no debía meterse en política (…). Yo creo que todavía es una tarea pendiente, pero creo que el legado del papa es que lo dejó como el gran desafío doctrinario del siglo XXI”, agrega la ambientalista.

Créditos: Reuters
Créditos: Reuters

La preocupación frente a la crisis climática

La mirada expresada en la famosa encíclica fue aquella que también difundió durante sus años de pontificado, en el sentido de hablar del cambio climático no solo como un problema ambiental sino también como una crisis ética. Para ello, uno de los términos más utilizados era la ecología integral, en el que el bienestar humano es inseparable del de la naturaleza.

«Cuando usa ecología integral, yo creo que hay que entender dos cosas que son relevantes. Lo primero, mirar el adjetivo integral, que funciona como una especie de insistencia o de énfasis para mostrar lo que la palabra ecología no nos dice de manera espontánea, por decirlo así. Muchas personas, cuando piensan en ecología, piensan solo en la naturaleza, en aquello distinto al ser humano, árboles, océanos, la tierra, etcétera. Y al agregarle el objetivo integral, me parece que hay un primer intento por mostrar que la ecología es más global. Se está insistiendo en la trama de relaciones, la interdependencia de la cual los seres humanos también formamos parte (…). En segundo lugar, yo creo que si uno lee se da cuenta que la noción de ecología integral busca hacer frente de manera muy decidida a los discursos dicotómicos, como que buscan oponer el desarrollo social, la búsqueda del crecimiento económico y la equidad al cuidado del medio ambiente y de los ecosistemas, como si hubiera que optar; como si nos dedicamos a cuidar el medio ambiente estamos perjudicando el crecimiento y como si el crecimiento solamente fuera pensable a costa del medio ambiente”, explica Román.

La encíclica influyó en el Acuerdo de París y también es un precedente a su llamado a la COP 28 por la crisis climática. “No podemos dejar de soñar que esta COP28 dé lugar a una marcada aceleración de la transición energética, con compromisos efectivos y susceptibles de un monitoreo permanente”, dijo el papa en su entonces. Si bien no asistió a ninguna COP, sí fue enfático en la necesidad de acuerdos. Por otro lado, en 2021 se unió, a través de una carta a los líderes de la Iglesia Ortodoxa y la Comunión Anglicana para advertir sobre la urgencia de la sostenibilidad ambiental, su impacto en la pobreza y la importancia de la cooperación global.

También participó refiriéndose al tema en diversas conferencias, entrevistas y homilías, como en el discurso en Manila en el Encuentro con la Juventud, 2015; la Audiencia general del 50 aniversario del Día de la Tierra en 2020, en plena pandemia; o un discurso a la Asamblea General de las Naciones Unidas el 25 de septiembre de 2015; o el envío de un mensaje para la COP26 en Glasgow, leído el 2 de noviembre de 2021, entre muchas otras. Por ello, diversos medios han hablado de él como el “Papa Ecologista” o el “Papa que luchó contra el cambio climático”.

Créditos: El Mundo.es / AFP
Créditos: El Mundo.es / AFP

Por otro lado, impulsó un cambio en casa. En 2024 emitió una carta apostólica en la que aludió a que había que hacer una transición de desarrollo sostenible para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Para esto se anunció la construcción de paneles solares para que el Vaticano funcionara con energía solar.  

“La insistencia del papa es importante por muchas razones. La primera es porque la información científica no genera transformación de manera mecánica. La información sobre cambio climático y otras problemáticas de la crisis climática la tenemos desde la década 70 en adelante. Sin embargo, hay una dificultad muy grande de las personas, de las instituciones, de los países para enfrentar transformaciones justamente hacia vidas ecológicamente más amigables. Entonces, las religiones, en este caso también el catolicismo, proveen narrativas, imágenes, formas de hablar, asociatividad e incidencia en las sociedades que permiten justamente complementar y entregar complementar la información científica entregando otro tipo de motivación(…). La religión en general aporta un elemento crítico que nos permite relevar la dimensión ética también de los problemas. No solamente la dimensión política, social, económica o técnica, sino que hay una dimensión ética en todos los desafíos ecológicos que enfrentamos que no siempre aparecen en otras conversaciones. En ese sentido, la religión nos permite mostrar la importancia de este tipo de preguntas (…)”, dice Román.

“Los miembros del movimiento ecologista, la mayoría de los cuales no profesa la religión católica, admiramos mucho la figura del líder de la Iglesia católica y creemos que es tremendamente relevante porque vuelve a mirar el sentido del hombre en la tierra. Y lo ve rescatando los principios de la igualdad, los principios de la protección, los principios del cuidado, que es algo que en la era de la expansión de, principalmente Europa, tenía una visión enteramente conquistadora. Yo creo que él tomó una opción por la Tierra, por los habitantes de la Tierra, por los que defienden la tierra y entendió que esto era un desafío religioso de fe, de conciencia, pero también un desafío político. Y se metió directamente en política (…)», agrega Sara, para finalizar: “creo que ese mandato está, es un desafío, hay sectores de la iglesia que han avanzado mucho más decidida y comprometidamente, pero hay otros que todavía se resisten. Entonces, yo creo que ahí generó una tensión importante, pero nosotros no tenemos duda que las próximas las nuevas generaciones de católicos van a asumir esto, porque obviamente está en el tema de la supervivencia de la especie”.

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