Paisaje Cultural, el concepto clave para proyectar el desarrollo sostenible de nuestro patrimonio y medio ambiente
Nuestros colaboradores, Nicolás Fernández y Pablo Valenzuela nos comparten un texto y fotos sobre el Paisaje Cultural, una idea de puesta en valor del territorio desde expresiones culturales tradicionales y término que acuñó la UNESCO como una simbiosis entre actividad humana y medio ambiente, en pos del desarrollo sostenible. Sin embargo, en Chile no tiene el mismo reconocimiento que se le da internacionalmente, y su protección se divide entre el Ministerio de Medio Ambiente y el de Culturas, Arte y Patrimonio, lo que genera un vacío conceptual al no cruzar ambas cosas. “Pareciera ser un momento propicio para incorporar esta mirada integral y coherente con los desafíos que tiene nuestro país en estas materias”, comenta.
Sabemos bien que Chile es un país tremendamente diverso, como no, si posee más de 4.300 km de extensión, territorio que atraviesa por los más variados climas y geografías, país pluricultural conformado por 10 pueblos originarios reconocidos por ley y migraciones desde los inicios de nuestra historia nos conforman como país y paisaje.
Es cada vez más frecuente escuchar (justificadamente) que Chile es singular y conocido en el extranjero por su paisaje, geografía, naturaleza, su patrimonio natural, tanto así que en la última década nuestro país ha sido galardonado con diversos premios internacionales que lo destacan como destino natural, turismo aventura y medio ambiente, pero ¿qué hay del resto de los componentes que conforman nuestro entorno? O ¿sólo somos paisajes? Ineludible es recordar al antipoeta Nicanor Parra cuando menciona en su poema “Chile” Creemos ser país y la verdad es que somos apenas un paisaje.
Refrendando lo anterior es que nos preguntamos si es la manera correcta, o la única posible, para proteger y poner en valor el paisaje en su estado prístino ¿qué ocurre en aquellos territorios donde existen ecosistemas o cualidades geomorfológicas notables que por cientos de años han tenido intervención humana? ¿dichas intervenciones o actos humanos merecen ser preservados y puestos en valor? Estas, no precisamente actividades modernas, extractivas o de gran escala, sino más bien aquellas que constituyen un patrimonio cultural inmaterial o incluso arquitectónicas, tradiciones populares que sólo existen por el contexto dónde se encuentran, expresiones endémicas si se quiere, y son consecuencia de formas de habitar pertenecientes a un sitio y actividades únicas de una porción geográfica.
Esta idea de poner en valor el territorio desde expresiones culturales tradicionales en ningún caso busca enfrentar atributos o méritos naturales con expresiones humanas, tampoco imponer importancia de una sobre la otra sino que del deber de entender ambas dimensiones como complementarias y potenciadoras de sostenibilidad en el tiempo.
En esa búsqueda de encontrar un desarrollo sostenible que considere tanto nuestro territorio y las actividades tradicionales que ahí se realizan o existen es cuando aparece el concepto de Paisaje Cultural.
La UNESCO acuñó este término ya hace varios años y se refiere a él como una simbiosis de la actividad humana y el medio ambiente, identificando como bienes culturales el resultante de las obras combinadas de la naturaleza y el hombre.
Por esto es que se ha mencionado en Convenciones de Patrimonio Mundial que la protección de los Paisajes Culturales puede contribuir a planes de gestión para el uso sostenible de la tierra que puede, incluso, mantener o mejorar los valores naturales en el paisaje. La existencia permanente de formas tradicionales de uso de la tierra o entorno da soporte a la diversidad biológica en muchas partes del mundo: La protección de los Paisajes Culturales tradicionales puede ser, entonces, parte de los procesos de preservación de la diversidad biológica y potenciales detonadores de acciones de resguardo muy potentes del patrimonio natural y cultural.
En la realidad nacional si enfrentamos la protección con esta mirada, el abanico de sitios y territorios por proteger es amplio y genera diversas oportunidades de gestión local que puede ser muy beneficiosa para las comunidades y biodiversidad.
En la actualidad, Chile no tiene legislación que integre esta nomenclatura como concepto rector de resguardo, no se considera el todo como un elemento sujeto a ser protegido, sino más bien, desde el mundo medio ambiental y del mundo patrimonial, se singularizan los valores o atributos de un lugar de manera singular o aditivamente, pero no como tipología que entrecruce ambos ámbitos que garanticen luego su correcta aplicación de normas y mínimos deseables.
Actualmente hay herramientas para relevar y proteger un paisaje por su singularidad y riqueza geomorfológica o diversa biológicamente por parte del Ministerio de Medio Ambiente y por otro, lado lo propio por parte del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio que identifica inmuebles, barrios, hitos puntuales o monumentales, el elemento desde el grano.
Este vacío conceptual es tan evidente que hoy es común ver cómo estas categorías de protección se duplican e incluso se han visto desvirtuadas con el fin de salvaguardar territorio y tradiciones como un todo. Caso conocido es lo que ocurre en Rapa Nui que por una parte es un Parque Nacional que protege la isla como porción geográfica, su biodiversidad y geomorfología, además por otra parte la isla en su totalidad fue declarada como Monumento Histórico, si, la misma categoría que se le aplica a un inmueble patrimonial, pero de 164 km2. Siguiendo con este ejemplo otros elementos que componen el total como son los sitios arqueológicos que tienen su propia lógica, la cultura viva, tradiciones, actividades ancestrales, lengua y cosmovisión quedan legislativa y administrativamente en un segundo orden.
Otro ejemplo nacional que refuerza esta carencia es la dicotomía que ocurre con el reconocimiento internacional de un patrimonio versus la realidad interna. En el año 2014 UNESCO declara el Sistema Vial Andino Qhapaq Ñan en la lista de sitios de patrimonio mundial, el trazado peatonal Inca que pasa por Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú fue catalogado como un paisaje cultural de valor universal y pese a que se encuentra en nuestro país, adquiere este carácter pero hasta hoy es una tipología internacional que no encuentra parangón en la legislación chilena, por tanto existen iniciativas asociadas al cuidado del trazado y sus construcciones asociadas, pero carece de iniciativas asociadas a la naturaleza propia de donde este se emplaza.
Es una realidad compleja, aplicable a múltiples zonas de Chile integrada por componentes naturales y culturales, materiales e inmateriales, cuya combinación configura el carácter que da identidad a un territorio como tal e ilustra la evolución de la sociedad y los asentamientos humanos que ahí han habitado en los años, bajo la influencia de las restricciones y oportunidades presentadas por su ambiente natural y acciones sociales.
En otras partes del mundo como España, Italia o Perú esta visión está profundamente instalada y ha dado como resultado la correcta convivencia con otras actividades de desarrollo como el turismo y el deporte de manera respetuosa y sustentable, siendo en ocasiones, ordenador e impulsador de estos.
Chile hoy tiene una gran oportunidad, en tiempos de cambios y una creciente apropiación por nuestra naturaleza y tradiciones, pareciera ser un momento propicio para incorporar esta mirada integral y coherente con los desafíos que tiene nuestro país en estas materias y transitar así a convertirse en un referente entre sus pares.