Llega el otoño y toca ponerse melancólico, y es que ese es el sentimiento que mejor representa a una época en donde el sol ya no arde, las hojas caen y abunda el olor de los suelos mojados por las lluvias (al menos en el sur de Chile). El verano ha terminado, pero empieza un bello espectáculo que cubre los paisajes con un manto color ocre y fuego.

Otoño en Cochamó Rodrigo Condeza (2)
Otoño en Cochamó. Créditos: Rodrigo Condeza

El otoño es una de las épocas del año junto a la primavera, donde mayores son las transformaciones que ocurren en la naturaleza, y mientras más nos distanciamos de la línea del Ecuador, más notorios serán los cambios.

Variaciones climáticas y cambios en el estado del tiempo como en la temperatura, la luz solar, la precipitación y la humedad del suelo, influyen en la caída, la duración y la vitalidad de la vegetación. Los bosques caducifolios comienzan a perder sus hojas, empiezan a brotar los hongos, y en la agricultura, los cultivos que se han cuidado desde la siembra en primavera y se han regado y cultivado durante el caluroso verano, finalmente se cosechan.

Y el mundo animal no está exento de estos cambios, y es que la nueva estación influye en la naturaleza por completo. El otoño para los animales es la época de las migraciones, de cambios en la dieta, de recolección de alimento y de creación de refugios para el invierno, e incluso, en algunos casos, de hibernación.

Zarapito de pico recto ©Anatoe Arancibia
Zarapito de pico recto ©Anatoe Arancibia

Cristóbal Pizarro, médico veterinario de la universidad de Concepción e investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), agrega: “El otoño es una época muy interesante donde las grandes cosechas ya empiezan a rendir los frutos del trabajo de la primavera y el verano, aparecen los hongos con las primeras lluvias, y después viene el invierno que es donde nos refugiamos y dejamos que la tierra descanse. Para los animales es exactamente lo mismo, termina la crianza y comienzan a buscar otros lugares para alimentarse con mejores condiciones, se refugian y se van moviendo para poder encontrar otra primavera y pasar el invierno. Y eso nos lleva a la reflexión de los ciclos de la naturaleza, ya que en el fondo los animales, los seres humanos, las aves, los mamíferos, vamos cambiando con ella”.

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Migraciones locales y cambios de comportamiento en la fauna

En Chile el otoño es una época muy interesante donde ocurren muchos cambios en la fauna. Pasamos de una época cálida y de alimento en abundancia, donde los animales generalmente aprovechan las buenas condiciones para reproducirse, a una más fría y más difícil, donde escasea el alimento y las condiciones climáticas invitan a buscar refugio. Estás condiciones obligan a muchos animales a cambiar su dieta, buscando alimentos con mayor disponibilidad en esta época, y en otros casos, a migrar a zonas más cálidas que les permita sobrevivir ante un invierno inminente.

Madre huemul Hippocamelus bisulcus ©Vicente Valdés
Madre huemul Hippocamelus bisulcus ©Vicente Valdés

El caso más emblemático respecto a las migraciones son las aves, pero a pesar de que son viajeras por excelencia, existen otras especies que migran cortas distancias a través del territorio en busca de alimento y mejores condiciones climáticas. Este es el caso, por ejemplo, de las especies que viven en la cordillera o en la alta montaña, quienes descienden a la pre-cordillera en busca de mejores ofertas y disponibilidad de alimentos o de condiciones climáticas más favorables.

Esto hace que estos ecosistemas sean de gran valor para la supervivencia de dichas especies. Así lo señala el Dr. Cristóbal Pizarro: “En otoño el bosque precordillerano es sumamente importante para especies que en el verano habitan la alta montaña, como los pumas y los huemules, que cuando empieza a caer la nieve y escasear la vegetación, bajan a estos bosques y a los valles, donde todavía hay alimentación. Lamentablemente, como ya sabemos, debido a lo que está ocurriendo las parcelaciones de agrado, con la explotación urbana hacia sectores rurales y pre cordilleranos, estos hábitats son cada vez más escasos”.

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Así mismo, hay especies que no abandonan el territorio, pero que igualmente presentan cambios en su conducta. Un ejemplo de ellos son los animales que viven en cuervas o madrigueras, como roedores o invertebrados, quienes almacenan alimento y semillas durante el otoño para poder abastecerse en invierno. Así mismo, otras especies como marsupiales o el piche patagónico (Zaedyus pichiy), entran en periodos de topor o hibernación para sobrevivir la baja de temperaturas.

Hibernación monitos del monte ©Paulina Gutiérrez 2
Hibernación monitos del monte ©Paulina Gutiérrez

“Algunas especies, por ejemplo, bajan su tasa metabólica para ahorrar energía para todo lo que es el invierno. Como el monito del monte (Dromiciops gliroides), que tiende a reducir sustancialmente su tasa metabólica, teniendo periodos de sopor diarios y otros más prolongados (esto último llamado hibernación)”, explica el Dr. Darío Moreira, profesor del Departamento de Gestión Agraria de la facultad de Tecnología de la Universidad de Santiago de Chile (USACH) e investigador asociado del Instituto de Ecología y Biodiversidad.

Por otro lado, mientras algunas especies se refugian, migran o hibernan, otras especies entran en periodos de mayor actividad durante el invierno, como es el caso de algunas especies de anfibios, así lo explica el Dr. Darío Moreira, “En el caso de los anfibios, hay especies que aumentan su actividad, por ejemplo la ranita de antifaz (Batrachyla taeniata), que en esta época esta en canto de reproducción. Cuando comienzan las lluvias, los anfibios se ven favorecidos porque pueden depositar sus huevos en los charcos de agua y en todas las superficies de agua que se forman, por lo tanto, especies como la ranita de antifaz o la rana moteada (Batrachyla leptopus), comienzan su actividad reproductiva”.

Rana moteada (Batrachyla leptopus) ©Eduardo Minte
Rana moteada (Batrachyla leptopus) ©Eduardo Minte

Así mismo, lo mismo ocurre con algunos grandes mamíferos, quienes muchas veces descienden desde la alta cordillera para iniciar su época de reproducción. “Algunos mamíferos de mayor tamaño, como el pudú y el zorro, comienzan con la época reproductiva a inicios o mediados de otoño hasta mediados de invierno. Es posible apreciar, por ejemplo, a los machos de los pudúes y de los huemules con astas, que es una señal del inicio de la época reproductiva, un cambio a nivel morfológico”, agrega Darío Moreira.

Zorro culpeo ©equisde
Zorro culpeo ©equisde

Cabe destacar, igualmente, que las especies exóticas no quedan exentas de estos cambios. Si bien, muchas de ellas evolucionaron en ecosistemas completamente diferentes a los nuestros, muchas han logrado adaptar sus comportamientos a estos nuevos hábitats, logrando sobrevivir las épocas más frías.

Un ejemplo de ello son los castores. “Las especies invasoras también se adaptan al ciclo, por ejemplo, los castores, que fueron introducidos en Chile y Argentina en 1946 en el sur de la Tierra del Fuego, en esta época construyen una pila de forraje, que se compone básicamente de ramitas verdes con hojas, las cuales van acumulando cerca de su dique, y en el invierno ellos pueden nadar por debajo del agua hasta la pila de forraje, alimentarse y volver nuevamente a su casa sin tener que salir. Esto porque el agua en esta época normalmente se congela”, finaliza Cristóbal Pizarro.

Las aves migratorias: las viajeras de los cielos

Sin duda, las especies que generan más cambios en su comportamiento, en su desplazamiento y en su fisiología durante el otoño son las aves migratorias, quienes año a año deben prepararse y emprender un viaje que muchas veces llega ser de miles de kilómetros en periodos cortos de tiempo.

Bandada de Playeros blancos en humedal desembocadura del río Maipo. Cortesía de Diego Luna Quevedo
Bandada de Playeros blancos en humedal desembocadura del río Maipo. Cortesía de Diego Luna Quevedo

En Chile, la llegada del otoño e invierno gatilla la migración de diversas especies de aves, de las cuales algunas se trasladan hacia distintos puntos del continente, como la Amazonía o la Tundra en Norteamérica, mientras que otras realizan viajes migratorios de menores o mayores distancias en el mismo territorio del país, ya sea desde zonas australes hacia latitudes más cálidas o desde zonas altas de la cordillera hacia otras más bajas.

Algunas especies de aves llegan a recorrer miles de kilómetros de distancias hacia el hemisferio norte, donde está comenzando la primavera cuando acá inicia el otoño. Estas aves son, principalmente, especies playeras o costeras que se reproducen en latitudes de la región Neártica como los playeros blancos (Calidris alba), los zarapitos comunes (Numenius phaeopus) y los zarapitos de pico recto (Limosa haemastica), para mencionar algunos ejemplos. Lo mismo ocurre también con otras aves acuáticas como los gaviotines elegantes (Thalasseus elegans) y gaviotas de Franklin (Leucophaeus pipixcan). Estas aves, durante el verano, llegan a nuestras costas principalmente para alimentarse, y una vez que llega el frío, vuelven a su hogar de nidificación para reproducirse.

Gaviotin Elegante ©Gonzalo González C
Gaviotín Elegante ©Gonzalo González C

Así mismo, también hay aves que no recorren tantas distancias, sino que migran hacia zonas más cálidas al interior del mismo país, así como también existen migraciones hacia tierras interiores o a la costa del Atlántico, y migraciones de tipo altitudinales, descendiendo desde la cordillera hacia zonas más bajas como el valle y la costa, como ocurre  con la gaviota andina (Chroicocephalus serranus), el piuquén (Chloephaga melanoptera), el mero gaucho (Agriornis montanus) y algunas dormilonas.

Cabe destacar, igualmente, que las migraciones también suponen costos altos para las aves migratorias ya que un porcentaje importante de los individuos mueren en las extenuantes jornadas que implican atravesar desiertos, océanos, montañas, u otros. Además, se ven expuestas a diversos fenómenos naturales como tormentas o huracanes o a depredadores que usualmente aprovechan el agotamiento de los individuos para cazarlos.

Para poder afrontar estos desafíos, algunas aves migratorias han desarrollado complejos mecanismos fisiológicos a través de los cuales ajustan sus cuerpos ante las exigencias de los extensos viajes, sobre todo para aquellas que atraviesan el continente migrando largas distancias o que deben sobrepasar grandes altitudes o barreras geográficas.

Piuquenes ©Jérémie Goulevitch
Piuquenes ©Jérémie Goulevitch

Así señala Sharon Montecinos, ingeniera en Recursos Naturales Renovables y coordinadora del Programa Aves Acuáticas y Humedales de la Red de Observadores de Aves y Vida Silvestre (ROC): “Algunas aves reúnen reservas de grasa que son metabolizadas durante la migración y les permiten volar por periodos más largos sin recurrir a paradas de aprovisionamiento y algunas, incluso, modifican el tamaño de ciertos órganos para hacer más eficiente su metabolismo. Se ha descrito que, por ejemplo, algunas aves aumentan la masa corporal acumulando sustancias de reserva y desarrollando más sus músculos pectorales, el corazón y los riñones, al mismo tiempo que reducen el tamaño de otros órganos que les generan ´peso innecesario´ como aquellos asociados con la alimentación como el estómago, intestino e hígado. También disminuyen los músculos de las patas que usan para forrajear, ya que pueden pasar hasta varios días sin parar a descansar ni alimentarse, como el ejemplo del zarapito de pico recto que voló desde Chiloé a Kansas durante seis días sin parar.”

Playero ártico ©Fernando Medrano
Playero ártico ©Fernando Medrano

Por otro lado, en el caso de aves que migran hacia el hemisferio norte, muchas experimentan visibles cambios físicos como las mudas de plumaje, exhibiendo colores más vistosos por la llegada de la época estival en sus sitios de destino, a los cuales llegarán a reproducirse. “Aquellas que mudan su plumaje de reposo y lo cambian por el plumaje reproductivo se vuelven más vistosas en este periodo. Algunos ejemplos son los zarapitos de pico recto y playeros árticos que podemos observar con tonalidades más rojizas hacia el final del verano e inicios del otoño en nuestro país, antes de que emprendan su viaje a Norteamérica. Otro ejemplo son las gaviotas de Franklin que adquieren una coloración de tonos rosados en el pecho y vientre, al mismo tiempo que, por el contrario, chorlos árticos y chorlos dorados pasan de un plumaje claro a uno negro en el pecho y rostro”, añade la ingeniera en Recursos Naturales Renovables.

Roblería en otoño ©Robles de Cantillana
Roblería en otoño ©Robles de Cantillana

El otoño es una época perfecta para reflexionar respecto a los cambios que ocurren día a día a nuestro alrededor, y es que los cambios en esta época van más allá del paisaje, del clima y de las lluvias. El otoño es una época de transformación, donde la tierra descansa para florecer nuevamente en primavera, y donde los animales enfrentan sus mayores desafíos de supervivencia.

“En el fondo la naturaleza es mucho más dinámica y mucho más móvil de lo que nosotros pensamos, porque tiene que ver no solamente con el comportamiento de los animales, sino que con las corrientes atmosféricas y oceanográficas, que también van cambiando y que posibilita que algunas especies puedan desplazarse miles de kilómetros. También hay especies que viven en movimiento continuo como las ballenas, los tiburones y las tortugas, que se mueven en función de la alimentación y de los cambios de temperatura en los océanos. Todo se mueve”, finaliza Cristóbal Pizarro.

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