Monito del monte, el rockstar de los bosques
Su fama crece año a año. Pasó de ser confundido con ratas, a convertirse en un animalito que saca suspiros de ternura y a que su imagen esté presente en documentales (incluso internacionales como “Nuestros grandiosos parques nacionales”) y en merchandising de todo tipo. Y es que cada vez son más los investigadores que se dedican a este marsupial y cada vez nos dan luces de nuevas características que los convierten en uno de los animales más especiales y fascinantes de nuestra fauna nativa. Acompáñanos a conocer a este pequeño y esquivo aficionado al azúcar, hibernante oportunista y jardinero experto de los bosques en este artículo producido por Evelyn Pfeiffer, periodista y fotógrafa.
Son mucho más numerosos de lo que creemos, pero encontrar uno es casi imposible, porque su vida se centra en las copas de los árboles. Es sumamente pequeño (cabe en la palma de la mano de un niño pequeño), de hábitos nocturnos, hiberna por varios meses, sus sentidos bien desarrollados le permiten identificar a mucha distancia la presencia de un extraño, y tiene la habilidad para desplazarse como un mono, trepando a una velocidad de 1 metro por segundo y dando saltos que superan unas 8 veces su tamaño. Por eso, toparse con un monito del monte (Dromiciops gliroides) es algo que sucede más bien por accidente y es una rareza, al igual que su historia.
En Chile existen cuatro especies de marsupiales: yaca, yaca del norte, comadrejita trompuda y el monito del monte, pero este último es el que más interés ha generado entre los científicos por considerarse una “curiosidad” evolutiva. Para entenderlo hay que remontarse al origen de los marsupiales, los cuales aparecen al final de la era de los dinosaurios, en el Cretácico tardío, en Norteamérica. Tras la gran extinción masiva de dinosaurios, los marsupiales llegaron a Sudamérica, donde se diversificaron y posteriormente colonizaron lo que hoy es Australia a través del puente antártico, hace unos 50 millones de años.
Los grupos que llegaron a Oceanía, y que darían origen a la gran diversidad de marsupiales que viven ahí en la actualidad, estarían cercanamente emparentados con el grupo de los Microbioterios, orden cuyo único representante viviente es el monito del monte. El monito y todas las formas australianas forman un único grupo conocido como Australidelphia. Entonces, al analizar genéticamente al monito se ve que está mucho más emparentado con las formas australianas, como los canguros, que con yacas, zarigüeyas u otros marsupiales que habitan actualmente en Sudamérica.
“Para nosotros el monito del monte es clave, porque sus dos especies son representantes de un linaje muy antiguo de marsupiales del que hoy es el único sobreviviente. Su existencia nos entrega valiosa información de una historia que es muy compleja y que todavía estamos conociendo. Entonces, tener estos representantes vivientes, nos permite entender mejor cómo eran estas formas extintas”, explica Karina Buldrini, paleontóloga del MNHN y especialista en mamíferos fósiles.
El monito durmiente
Roberto Nespolo ha dedicado su vida para estudiar a este pequeño animal de ojos saltones, nariz alargada, cola prensil del tamaño de su cuerpo y manos y pies con pulgares opuestos, al igual que los humanos. Gran parte de su investigación se ha centrado en el proceso de hibernación de este marsupial.
La hibernación se presenta en algunas especies que habitan ambientes templados con una época invernal bien marcada, lo que suele ocurrir en latitudes altas (lejos de la línea del Ecuador), como una forma adaptativa para ahorrar energía cuando bajan las temperaturas y escasea el alimento.
Primero, debemos aclarar que no es correcta esa imagen de la hibernación que heredamos de los dibujos animados, donde el animal se ponía su pijama a principios del otoño, se iba a su cama y no despertaba hasta que comenzaba la primavera. Lo cierto es que la hibernación en los mamíferos pasa por momentos de letargo o sopor y periodos de recalentamiento. Las etapas de sopor corresponden a una disminución controlada y reversible del metabolismo, donde pueden inhibir la actividad cerebral casi por completo, tal como si se encontraran bajo anestesia o bajo un coma profundo. En la etapa de recalentamiento, los animales vuelven a hacer actividades básicas como buscar algo de alimento y eliminar desechos a través de orina y fecas.
Así, los monitos, a medida que descienden las temperaturas y la disponibilidad de alimentos, empiezan a hacer sopor de 2 a 4 días, con una duración que se hace cada vez mayor, con un máximo de 10 días. Despiertan, hacen sus necesidades y vuelven a su estado de sopor, repitiendo el proceso hasta que comienza la primavera, donde inician su ciclo reproductivo, para luego comenzar una verdadera carrera por ganar grasa, para prepararse para su próximo invierno.
Estos animalitos son omnívoros, se alimentan de frutos, insectos y huevos, pudiendo comer en una noche el equivalente a su peso, lo que les permite engordar y acumular abundante grasa, en especial en la base de su cola. “Dromiciops tiene una afinidad muy grande por el azúcar, todo lo que tiene azúcar lo digiere muy rápido y le da energía inmediata. Creemos que entra en sopor cuando bajan sus niveles de glucosa por la falta de comida. Ahí comienza a utilizar su grasa, pero cuando empieza a reducirse, necesita comenzar a despertarse. Cuando la grasa corporal alcanza apenas los 2 gramos, es como si tuviera una ‘alarma’ para buscar alimento, porque menos cantidad de grasa ya podría significarle la muerte. Entonces hay un balance entre la cantidad de grasa, temperatura y la cantidad de glucosa en su cuerpo”, explica Roberto.
En estado de sopor, el monito baja su energía al 5%, iguala su temperatura con el ambiente, su corazón late unas 2 veces por minuto, y respira cada un minuto y medio. Además, la actividad de los riñones prácticamente se apaga. “Los desechos empiezan a acumularse en la sangre, por lo que, seguramente, también tiene un límite o un umbral de desechos, gatillando que el animal despierte. Es una hipótesis que no hemos podido investigar en los monitos, pero existe abundante evidencia de otros modelos hibernantes, tales como las ardillas terrestres de 13 bandas, del hemisferio norte”, aclara Roberto sobre su necesidad de salir del sopor.
Pero este animal no solo hace sopor estacional (o hibernación), sino que también puede hacer sopor de corta duración (sopor diario), el cual suele durar algunas horas, como el que experimenta la yaca y el picaflor chico, siendo el único mamífero sudamericano capaz de experimentar ambos tipos de letargo.
Si bien, el alimento a comienzos de verano es mayor, probablemente aún no alcance para todos, por lo que el monito hace sopor diario a temperaturas mucho más altas que las existentes en invierno. Y no solo eso, se ha demostrado que puede “apagar” voluntariamente su metabolismo en caso de que requiera ahorrar energía, pudiendo encontrar animales activos en pleno invierno u otros adormecidos en períodos de reproducción (hembras con crías, todos en sopor).
Lamentablemente, despertar antes de tiempo puede ser un verdadero peligro, ya que la hibernación es clave para la sobrevivencia de este marsupial, porque los prepara para cumplir su ciclo reproductivo. De hecho, requiere una cantidad determinada de días de frío para asegurar su sobrevivencia.
“Estamos haciendo una investigación con colegas, sobre su tasa de sobrevivencia ante el incremento de temperatura. Si aumenta la temperatura 1 o 2 grados en invierno, eso induce de inmediato que salgan del sopor, pasando de consumir 5 a 6 kilojoules de energía al día a consumir 20 veces esa cantidad en un momento en que no hay alimento. Eso implica que la sobrevivencia se reduzca drásticamente: un 50% si las temperaturas suben 2,5° C. Establecimos que el monito necesita al menos 100 a 150 días de hibernación para tener energía para su reproducción, sin embargo, en ciertos lugares de Chile por efectos del cambio climático, tendrá 50 días fríos para hibernar, lo que se traduce en zonas de muerte”, asegura Roberto.
Por otra parte, estos pequeños marsupiales también están expuestos a peligros más cotidianos. “Uno de sus grandes problemas es el consumo de leña, ya que, muchas veces, se botan familias enteras hibernando al talar un árbol y la gente cree que están moribundos porque no se mueven y los llevan a sus casas para darles calor. El problema es que estos individuos terminan muriendo, porque no poseen la cantidad de mucosa intestinal necesaria para iniciar la alimentación y la vida activa de un momento a otro, lo que provoca un estrés térmico y desbalance fisiológico”, explica.
El monito jardinero
Un gran número de plantas depende de animales mutualistas para la dispersión de sus semillas, tarea principalmente realizada por aves que ingieren los frutos y defecan o regurgitan las semillas en forma intacta.
Los bosques templados lluviosos del sur de Chile se consideran pobres en cuanto a fauna, por lo que aquellas especies que son dispersoras de semillas son clave para mantener la integridad y funcionamiento de estos bosques que son conocidos por ser una isla biogeográfica con una gran cantidad de especies endémicas.
Algunos estudios en Chile han demostrado que solo dos aves tienen una participación importante en esta dispersión de semillas: el fío fío y el zorzal austral. A ellos se suma nuestro pequeño rockstar, que tiene un tracto digestivo muy primitivo y lo que comen, lo defecan en unos 30 minutos, sin dañar la semilla.
“Tiene un importante rol ecológico. Es un excelente dispersor de semillas y tiene la capacidad de consumir frutos de gran tamaño e identificar frutos de colores ‘opacos’ que las aves no son capaces de consumir o detectar. Podemos decir que la salud del bosque húmedo templado depende del monito”, cuenta Guillermo Amico, investigador que se ha enfocado en estudiar a la especie tanto en Chile, como en Argentina, identificando que tiene un rol importante en la dispersión de especies nativas como el maqui, arrayán, olivillo, murta, canelo, luma, sauco, entre otras.
Un caso especial es el quintral, una especie de planta nativa hemiparásita, que depende del monito como único agente conocido de dispersión en los bosques templados. El quintral es uno de sus alimentos favoritos, porque le aporta mucha más energía y nutrientes que otros frutos y, además, tienen una historia evolutiva en conjunto que data de millones de años. Pero aquí entra en escena un tercer actor: el picaflor chico, que es el único polinizador conocido del quintral y que usa esta planta como su principal recurso alimenticio durante la época invernal. Es decir, las tres especies están íntimamente relacionadas y dependen una de la otra. “Entender estas relaciones, nos sirve para comprender cómo funciona el bosque”, asegura Guillermo.
Amigo de todos, pero no tanto de las plantaciones
El grado de perturbación de los bosques es muy importante para determinar la calidad de vida del monito, especie que solo anida en bosques nativos, de preferencia en árboles de gran tamaño. A primera vista, las plantaciones parecen ser ambientes adecuados para la especie, porque suelen tener una alta concentración de frutos (entra más luz y pueden proliferar más plantas), pero las investigaciones han demostrado que es un ambiente altamente estresante para ellos.
“Hemos usado cámaras trampa para medir la actividad del monito. Encontramos que mientras más perturbado está un bosque, menor es la ventana de actividad que tienen, es decir, salen más tarde y se recogen más temprano. En el bosque nativo, en cambio, tienen más horas de actividad. Esto se explicaría porque en ecosistemas perturbados están mucho más expuestos que en un bosque con un dosel más tupido, por lo tanto, están más visibles y se sienten más amenazados. De hecho, estos animalitos evitan salir en noches de luna llena, evitando que lo vean sus depredadores”, explica Francisco Fonturbel, otro de los investigadores con más experiencia en la especie.
Francisco, además explica la imposibilidad de anidación en las plantaciones: “en las plantaciones suelen usar los pequeños remanentes de bosque nativo que las forestales no talan por ser de difícil acceso. Dependen de estos pequeños parches, porque no pueden anidar en las plantaciones ya que no cuentan con árboles maduros con cavidades para sus nidos. Es decir, van a la plantación solo a buscar comida. El problema es ¿qué pasa cuando cortan la plantación? Obviamente esas poblaciones de monito ya no son viables, porque esos pequeños refugios de bosque nativo no les van a entregar la cantidad suficiente de comida”.
De hecho, si no encuentran árboles maduros para instalar sus nidos, suelen hacerlos entre las quilas o ramas, estando mucho más expuestos a depredadores como aves rapaces, zorros y felinos, y mucho más vulnerables al frío, ya que les implica un mayor gasto energético en su periodo de hibernación. Por ello, se preocupan de construir un nido con una estructura muy compleja, impermeable, construida con hojas de quila entrelazadas y cubiertas de musgo en su interior para aumentar sus capacidades térmicas. Incluso, algunos autores le han atribuido propiedades antimicrobianas, ya que su estructura espesa y el pH ácido de las hojas de la quila pueden tener un efecto biocida contra parásitos y patógenos.
Y en estos nidos esféricos no duermen solos. Se han encontrado hasta 9 monitos hibernando juntos y no necesariamente grupos familiares. Se cree que esta conducta tiene beneficios para la termorregulación, pero que lo hacen más que nada por sus beneficios sociales, como la protección contra depredadores mediante el uso de sistemas de alarma y la facilidad para encontrar parches de comida.
Sería el único marsupial americano con niveles de sociabilidad avanzados, en los que los grupos sociales parecen mantenerse en el tiempo, por encima del nivel de la familia. Es decir, el monito no solo es un rockstar, sino que es uno amigable y cooperador.