MÉXICO | Cocodrilos y caimanes bajo amenaza: “Mucha gente los ve feos o peligrosos, pero son muy sensibles”
Interacciones fatales entre cocodrilos y humanos han desencadenado eventos de exterminio de estas especies en la región costera de Chiapas, en el sur de México. Yessenia Sarmiento Marina, ingeniera ambiental y experta en conservación de cocodrilos y caimanes, ha trabajado en investigar y cambiar de manera positiva la percepción de las comunidades locales que conviven con estas especies, para así encontrar estrategias y soluciones que promuevan, al mismo tiempo, su conservación y la seguridad de las personas. Lee la siguiente entrevista realizada por Astrid Arellano de Mongabay Latam para conocer más sobre su trabajo e historia.
En el 2014, un joven se acercó demasiado a una laguna en la costa de Chiapas, México. Al caminar, fue mordido y arrastrado hacia el agua por un cocodrilo. Murió ahogado. Como consecuencia, en la comunidad se desató una matanza de estos animales y la destrucción de sus nidos, tratando de buscar culpables y exterminar a la especie. Esa interacción fatal fue el detonante para que Yessenia Sarmiento Marina, como parte de un grupo de expertos, empezara a trabajar en protocolos de atención y contingencia a estos eventos. Sobre todo, en medidas preventivas para evitarlos.
“Te enfrentas también a la parte emocional, de poder platicar con los familiares y darles palabras de consuelo, de explicar por qué sucedió. Es decir, sí, conservamos a la especie, pero también está afectando a las personas. ¿Cómo contraponer eso? No sólo es la parte biológica de monitorear y conocer a la especie, sino también de involucrar otras áreas de importancia, como la apreciación social”, explica la ingeniera ambiental.
Desde entonces, Sarmiento Marina se ha dedicado a documentar estas interacciones para encontrar soluciones tanto para las personas, como para los animales. Uno de sus estudios, publicado en el 2022 y trabajado con entrevistas a cinco comunidades del Sistema Estuarino Puerto Arista, al suroeste de Chiapas, señala que los crocodilianos —orden de grandes reptiles semiacuáticos— se han vuelto más vulnerables debido a que su hábitat ha empezado a traslaparse con las actividades humanas.
Las interacciones con las personas que, en algunas ocasiones, han resultado fatales, han generado opiniones encontradas y conocimientos populares erróneos alrededor de las especies, particularmente de los cocodrilos de río (Crocodylus acutus) y los caimanes de anteojos (Caiman crocodilus), lo que se ha convertido en una amenaza seria para su conservación.
“La percepción de las especies en cada comunidad es distinta. Unos los consideran importantes y ven de forma positiva la presencia de las especies por su papel ecológico. Saben que si estas especies no están en las lagunas o en los esteros, no hay producción de peces o las lagunas se secan. Pero hay otras personas que, por los eventos que se han suscitado o de los que han sido testigos, ven a estos animales como agresivos, malos y solicitan que se saque a las especies de su hábitat”, comenta la integrante del Grupo de Especialistas de Crocodilianos en México (GEC MX) de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), así como del Grupo de Especialistas en Cocodrilos de la Comisión para la Supervivencia de las Especies de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Mongabay Latam conversó con Sarmiento Marina sobre las amenazas que enfrentan cocodrilos y caimanes en México, así como los retos que tienen los especialistas para conservar a estas especies y prevenir afectaciones a los habitantes locales.
—¿Cómo empezó a documentar las interacciones entre humanos y cocodrilos?
—En el 2010, hice mi servicio social en el Parque Nacional Cañón del Sumidero —allí tenemos una especie emblemática de cocodrilos, el acutus— y me empezó a llamar la atención el monitoreo biológico. Además, mi hermano —el biólogo Edgar Sarmiento Marina, especialista en cocodrilos— me fue encaminando al estudio de estas especies.
En el 2012, tuve la oportunidad de trabajar en la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), en el Santuario Playa de Puerto Arista y, aunque atendíamos casos de tortugas marinas, era muy recurrente el reporte de incidentes con cocodrilos en la zona. De eso se trató mi tesis de maestría: el estado poblacional de caimanes y cocodrilos en el sistema estuarino y su apreciación social.
Siempre me topaba con gente que tenía a estos animales como mascotas. Incluso llegaba gente a comprar productos derivados de los mismos. Durante los estudios de apreciación social obtuvimos respuestas sobre el uso de las especies, sobre todo, de su sangre y su aceite para curar ciertas enfermedades.
Desafortunadamente, en el 2014, nos tocó atender una interacción fatal de una persona que falleció en la costa de Chiapas. Así fue que empezamos con actividades de educación ambiental: continuamos con los estudios de apreciación social para poder dirigir estos programas educativos y, sobre todo, de señaléticas, porque las especies están en diferentes áreas naturales protegidas y, a veces, las personas están haciendo uso de su hábitat. Estas interacciones han desencadenado la matanza de las especies, que rompan los huevos o destruyan los nidos, además del saqueo ilegal, por eso hemos tratado de ir abarcando estos temas.
—¿Qué es lo que le fascina sobre los cocodrilos y caimanes? ¿Qué le atrae de estas especies?
—Particularmente me llama la atención su resistencia. Tienen la capacidad de subsistir en el ambiente en condiciones adversas. Son especies que mucha gente las ve feas, agresivas o peligrosas, pero cuando te apegas a ellas y las conoces, realmente te das cuenta de que son muy sensibles. Desde el cuidado de sus huevos, hasta cuando eclosionan y cuidan a sus crías. ¿Cómo conservar algo que no conoces? Como no son bien vistas, mi objetivo es tratar de conocerlas y hacerle saber a la gente que no son como aparentan.
—¿Qué especies existen en México?
—En general, a nivel mundial, tenemos 27 especies de tres familias: alligatoridae, crocodylidae y caimaninae. En México tenemos tres especies de crocodilianos: dos especies de cocodrilos —cocodrilo americano de río (Crocodylus acutus) y el cocodrilo de pantano (Crocodylus moreletii)— y el caimán de anteojos (Caiman crocodilus), que está únicamente en la costa de Chiapas en simpatría con el cocodrilo de río, [es decir, que habitan en la misma área geográfica y sus áreas de distribución se superponen]. Además, el estado de Chiapas es el único que tiene estas tres especies en todo México.
—¿Cómo diferenciar entre cocodrilos y caimanes?
—La principal diferencia está en el cráneo. En los cocodrilos el cráneo es en forma de una “V”, es más puntiagudo, con protuberancias y se puede observar los colmillos —el cuarto y noveno— de forma sobresaliente. En el caso de los caimanes, algo muy característico son los ojos. En Chiapas incluso le llaman “caimán de anteojos”, “de concha” o “cuernitos” por la protuberancia que se observa en la parte de los ojos. Su mandíbula es más redonda y con la parte inferior con unas manchitas, como lunares en todo el contorno.
En cuanto al tamaño, es una gran diferencia. Los cocodrilos machos de acutus, en vida silvestre, crecen alrededor de 6.5 metros, mientras que el cocodrilo moreletii alcanza los 3.5 metros. A diferencia del caimán, cuya longitud máxima es de 2.5 metros. Las hembras de cocodrilo acutus alcanzan los 4 metros, las de moreletii miden 3 metros, y las de caimán, máximo 2 metros. En cuanto a la coloración, los cocodrilos son un poquito más grisáceos y con una lengua de un tono beige o crema, mientras que los caimanes son más amarillentos y con lengua de color rosa.
—¿Qué características tienen los ecosistemas de Chiapas que lo vuelven un estado propicio para la vida de estas especies?
—Chiapas es privilegiado al contar con áreas naturales protegidas extensas y realmente conservadas que les permiten tener espacios de reproducción, encontrar alimento y vivir bien.
A los cocodrilos los encontramos en ríos y, en algunos sitios de costa, los hemos encontrado en la playa y también en ciertas zonas de pantano. Su hábitat es un poco más generalista, no tienen algo específico. Al cocodrilo acutus lo podemos observar en todo el Pacífico y el moreletii en el Golfo.
Los caimanes, en cambio, son un poquito más exclusivos: los vemos en sitios poco salobres, porque son intolerantes a la salinidad, entonces los encontramos casi a orillas de los esteros. Para el caimán —que es la única especie que no se distribuye en otros estados—, la zona de Oaxaca representa un corredor que impide su distribución más al norte de la República.
—¿Por qué son importantes estos animales para los ecosistemas que habitan?
—En la parte ecológica son especies tope, depredadores natos, por lo que funcionan como reguladores de otras especies en el ecosistema. En los esteros o lagunas son ingenieros hidráulicos: cuando ha habido ciertas temporalidades de estiaje [el nivel mínimo o caudal más bajo en un cuerpo de agua, derivado de la sequía], ellos han abierto canales que mantienen la conectividad entre la zona de manglar y el agua. Son muy importantes en ese sentido. Además, sirven como recirculantes de nutrientes para otras especies.
—¿Cuáles son sus principales amenazas?
La amenaza más importante es la pérdida de hábitat o el desplazamiento de la mancha urbana hacia los hábitats de los crocodilianos. En el 2014, pude presenciar un incendio forestal que abarcó menos de media hectárea y donde se encontraron muertos alrededor de 157 caimanes, además de tortugas y algunos mamíferos. En la costa se acostumbra cazar tortugas casquito (Kinosternon scorpioides) y el método que utilizan es provocar pequeños incendios para que estas salgan. Obviamente eso afecta el hábitat de especies como el caimán.
—En su estudio menciona que existen reportes de incidentes con cocodrilos desde la década de 1940 en Áreas Naturales Protegidas de Chiapas, ¿cómo describiría estas interacciones y qué estrategias se han implementado para atender y prevenir los conflictos en las comunidades?
—No sólo en la Costa de Chiapas, sino también en la parte centro y norte hay registros de interacciones. Lamentablemente, muchas de ellas no se dan a conocer. Sin embargo, sí se tienen datos de hace años. Antes, las interacciones no eran tan frecuentes a diferencia de las últimas décadas, cuando empieza justamente esta invasión del hábitat de los crocodilianos. Las especies no tienen espacios para sus requerimientos básicos de alimento, reproducción y demás. Cuando ya se da una interacción específica con fauna doméstica, incrementa el riesgo de que estas especies puedan verlas como presas.
A nivel nacional, se ha trabajado con otros colegas que iniciaron este proceso de elaboración de un protocolo de atención a contingencia humano-cocodrilo. Lo generó la Conanp, con otras dependencias como Conabio, dentro del grupo de especialistas de cocodrilos y, con la reunión de todos los expertos a nivel nacional, se establecieron ciertas estrategias de atención.
Por ejemplo, respecto al primer contacto: si se observan cocodrilos en áreas que pueden implicar riesgo a la población, se tienen que reportar a Protección Civil, que a su vez lo reportará a otras dependencias. Si están dentro de un Área Natural Protegida, se informará al técnico operativo y al comisariado ejidal. Dependiendo de la talla y el lugar en donde se vio al ejemplar, hay ciertos procedimientos a seguir.
Los compañeros inmediatos asisten al lugar, hacen monitoreo, dan pláticas de educación ambiental, se ponen señaléticas de riesgo y se está en constante vigilancia. Obviamente, cuando ya pasó una interacción directa en donde hay una lesión, ya se ven involucradas otras instituciones como la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y la Conanp.
—¿Cómo promover esta convivencia en las comunidades locales que interactúan con cocodrilos?
—A las comunidades se les ha capacitado sobre la forma de obtener información de las especies a través del monitoreo biológico. Ellos fungen en el papel de la ciencia ciudadana, porque se invita a la población a que conozca y a que genere esa información de importancia para hacer un análisis más completo.
También estamos trabajando con los niños en las escuelas y ha sido sorprendente la visión que tienen. Logramos generar materiales de difusión como calendarios con sus propios dibujos y con su percepción. Eso logró que los papás también quedaran con otra visión, porque siempre tratamos de que exista una integración a nivel familiar.
A partir de conocer más a las especies, hablamos de qué oportunidades se pueden tener. Eso los incentiva a seguir haciendo actividades de monitoreo biológico y, en un futuro, por qué no, hacer Unidades de Manejo Ambiental (UMA) donde puedan aprovechar a la especie de manera sustentable y con los debidos procedimientos legales.
—¿Cómo se ha trabajado en la recuperación de estas poblaciones silvestres? ¿Hay avances importantes para esta región?
—Afortunadamente tenemos poblaciones estables, sobre todo para acutus en la zona de la costa. Igual en el centro, en el Parque Nacional Cañón del Sumidero. Pero ahorita la preocupación es en torno a la proporción de sexo y tamaño. Lamentablemente, en el caso del caimán, hemos identificado la proporción dominada por más machos que hembras en vida silvestre. Surgió una preocupación por el cambio climático, porque la determinación del sexo sí se ve influenciada por la temperatura.
Tenemos casos específicos de manejo que se han hecho, sobre todo, con un grupo comunitario de San Fernando, en el municipio de Huixtla, que hemos trabajado con ellos desde hace años y que lo hacen de manera voluntaria. Ellos han pasado esta información de generación en generación. El grupo actual ya está conformado por hijos de las personas que logramos capacitar hace años. Ellos han participado en el rescate de nidos y eclosión, específicamente de la especie caimán, y nosotros hacemos la parte de darles alimentos hasta cierta edad y luego procedemos a la liberación.
—¿Qué futuro espera, como especialista, para la conservación de cocodrilos y caimanes en México?
—Lograr la convivencia con la población sería lo más valioso. El reto que tenemos es hacerles saber todos los beneficios y la importancia que tienen las especies. También llevar a cabo las medidas preventivas. Lo ideal sería que no tuviéramos la necesidad de estar sacando a los ejemplares a las UMA o a zoológicos, sino que cumplan su ciclo en el hábitat, por eso conservar estos sitios también es sumamente importante.
Se trata de involucrar a más personas. El futuro ideal, para mí, es que todos pudieran estar inmersos en el tema, conocer a las especies, poder convivir con ellas y que estas investigaciones sean tomadas en cuenta para la toma de decisiones.
*Imagen principal: Una cría de cocodrilo americano o de río (Crocodylus acutus), observada en la Reserva de la Biosfera La Encrucijada (REBIEN), Chiapas. Foto: Cortesía Yessenia Sarmiento Marina.