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«Mar de Pisagua», un hito para el norte grande: conociendo la historia de la primera área marina protegida de Tarapacá
En el norte grande de Chile, donde el desierto se encuentra con el océano Pacífico, se creó el Área de Conservación de Múltiples Usos “Mar de Pisagua”, la primera zona protegida de la región que integra la pesca artesanal como parte de su modelo de gestión. Impulsada por un esfuerzo conjunto entre la comunidad local, Oceana, la Universidad Arturo Prat y la Seremi de Medio Ambiente, esta área resguarda más de 73.000 hectáreas de ecosistemas marinos con una biodiversidad única. El proyecto busca proteger especies clave como la anchoveta —fundamental para aves, mamíferos marinos y la economía local— y garantizar la soberanía alimentaria de comunidades costeras históricamente dependientes del mar. En esta nota te contamos todos los detalles.
En la vasta costa del norte grande de Chile, donde el desierto se encuentra con el océano Pacífico, se extiende un territorio de singular belleza y vital importancia ecológica. Se trata del Área de Conservación de Múltiples Usos “Mar de Pisagua”, un espacio natural protegido que ha emergido como un referente clave en la conservación marina de la región. El establecimiento de esta área no solo marcó un hito en la historia de la conservación de la biodiversidad en Chile, sino que también subraya el compromiso con la sostenibilidad y la preservación de los recursos marinos, esenciales para las comunidades locales y el equilibrio ecosistémico.
El Mar de Pisagua es mucho más que un espacio geográfico; es un ecosistema que alberga una impresionante diversidad de vida marina, que va desde pequeñas especies de moluscos hasta grandes mamíferos marinos. Su creación, que fue impulsada por un esfuerzo conjunto entre la organización Oceana, la Universidad Arturo Prat, la Seremi de Medio Ambiente y la comunidad local, tuvo un gran impacto en la conservación de la biodiversidad de la zona. Del mismo modo, introdujo innovadoras medidas para proteger la pesca artesanal, una actividad fundamental para las familias que viven allí durante todo el año.
De esta forma, al proteger este tipo de pesca, que ha sido la columna vertebral de la economía local durante generaciones, se garantiza que el ecosistema marino continúe siendo una fuente sostenible de recursos, sin comprometer su salud ni las tradiciones culturales de las comunidades costeras.

Sus orígenes y creación
La creación del Área de Conservación de Múltiples Usos “Mar de Pisagua” es un reflejo del poder de la colaboración entre las comunidades locales, las autoridades, científicos y organizaciones, uniendo esfuerzos para proteger uno de los ecosistemas marinos más ricos del norte de Chile. Lo que comenzó como una necesidad urgente de proteger los recursos naturales de la región, se transformó en una histórica iniciativa de conservación.
Este proceso tiene sus raíces a comienzos del 2010, cuando las comunidades costeras de la Región de Tarapacá, en especial las de Pisagua, empezaron a sentir los efectos de la sobreexplotación pesquera y la degradación de los ecosistemas marinos. Por aquel entonces, Pisagua, un pequeño y pintoresco puerto que históricamente ha dependido de la pesca artesanal, experimentaba una creciente preocupación: las especies clave para la subsistencia de los pescadores estaban desapareciendo, y los recursos marinos se veían amenazados por prácticas pesqueras no reguladas.


«Hace hartos años, esta idea nace desde una visión que tenemos con Tamara. Tamara es mi pareja, y ambos somos profesionales de las ciencias del mar y buzos. Tamara es bióloga marina, y yo soy ingeniero en pesca y acuicultura. Venimos a Pisagua desde hace muchos años, por temas laborales, de paseo, por un montón de cosas, y como investigadores también nos dimos cuenta de que Pisagua es uno de los pocos lugares que queda un poco más resguardado de la región, y principalmente se debe a que está alejado y es difícil acceder», comenta Marcos Tobar, ingeniero pesquero, dueño del Centro de Buceo “Pisagua Sumergido”. Junto a su pareja Tamara Marín, fue parte muy importante en los avances de la propuesta. Además, realizan cursos de buceo a los niños y niñas de la escuela de Pisagua.
«Entonces, nos dimos cuenta con Tamara, hace muchos años, que es un lugar que merece la pena proteger. En ese momento estaba muy abandonado igual. Mal manejado, sucio, abandonado del Estado, y un montón de cosas. Tanto así que dejamos de trabajar en la universidad y nos montamos con una operadora de buceo acá en Pisagua, y nos venimos a vivir acá, para poder dar cursos. En algún momento decidimos tomar la iniciativa y enviamos una carta al nombre de Tamara. La escribimos con Tamara y la firmó ella como bióloga marina de la comunidad y la enviamos a la Seremi del Medio Ambiente. Finalmente así se comienza el trámite. Uno como ciudadano le solicita al estamento del gobierno correspondiente la protección del territorio. Y así lo hicimos. Primero enviamos la carta y luego pedimos permiso», agrega.



Las autoridades locales, en colaboración con organizaciones como Oceana y académicos de la Universidad Arturo Prat, comenzaron a discutir formas de integrar la conservación con las prácticas tradicionales de pesca, de manera que ambas pudieran coexistir en armonía. A lo largo de estos años, el trabajo conjunto resultó en un modelo innovador de conservación que, por primera vez en Chile, protegía tanto la biodiversidad marina como la pesca artesanal, reconociendo que ambas son esenciales para la identidad cultural y económica de la región.
La creación de esta área protegida comenzó formalmente en 2017, cuando se realizaron los primeros diálogos entre los pescadores de Pisagua y los organismos encargados de la conservación. Este proceso fue más que un simple debate técnico; fue un espacio de escucha activa y participación, donde los pescadores locales, que habían sido testigos de la degradación de los recursos a lo largo de los años, se convirtieron en defensores de su propio futuro. Se comprendió que, para ser exitoso, el proceso debía ser inclusivo, incorporando las voces de los propios habitantes y de aquellos que más dependían de los ecosistemas marinos: los pescadores.
«Nace allá como por el 2017, más o menos. En la Región de Tarapacá no teníamos ninguna área marina protegida, todas las áreas eran terrestres. Por ende, siempre quedó esa idea de poder conservar algo y siempre estuvo en carpeta poder conservar el sector de Punta Patache, que queda al sur de Iquique. Se trabajó en ese lugar, se hicieron hartos estudios para poder conservar, pero al estar cerca la gran mayoría de los puertos que tenemos acá en la zona, que son puertos mineros, se hizo muy difícil en realidad llegar a un buen resultado en ese lugar. También, cabe destacar que tanto Pisagua, Patache y Chipana, son sitios prioritarios para la conservación de la biodiversidad regional, por ende, son sitios que ya se había identificado que tienen una importancia en la conservación», señala el Dr. (c) Jadhiel Godoy, biólogo marino, buzo especialista, y profesional de la Seremi del Medio Ambiente de Tarapacá, quien empujó el avance y aprobación del área.


«Junto a esto, quizás por coincidencia o se juntaron los astros quizás, apareció Oceana analizando el sector, porque ellos venían a Chipana específicamente, pero llegaron hasta Pisagua al final. Además de eso, junto con la misma universidad, ya que yo igual hacía algunas cosas con la universidad, nos juntamos y la comunidad nos comentó que a ellos les interesaba conservar, que cada vez había menos recursos, que les costaba sacar especies, y ahí se empezaron a sumar muchas cosas. Nosotros, como servicio público, lo que hicimos fue tomar un poco lo que la comunidad quería, lo que las ONG estaban haciendo, lo que la universidad estaba investigando, y en realidad nos juntamos y pusimos a conversar. Y ahí nació la idea de poder hacer algo. El gran puntapié nos lo dio Oceana», agrega.
De esta forma, la Universidad Arturo Prat y Oceana jugaron un papel fundamental en este proceso, llevando a cabo estudios científicos que lograron demostrar la gran biodiversidad de la zona, así como los riesgos y amenazas asociadas. Los datos recolectados evidenciaron que el Mar de Pisagua alberga especies marinas únicas y vitales tanto para el equilibrio ecológico como para la economía de la región. El desafío entonces era claro: proteger estas especies sin poner en riesgo las actividades que dependen de ellas. Por su parte, Oceana, con su experiencia en la defensa de los océanos, apoyó también con la recopilación de evidencia para argumentar a favor de la creación de un área protegida que equilibrara los intereses ambientales y económicos.


«La Universidad Arturo Prat, que es la Universidad local, siempre ha hecho investigación en el lugar. Seguimientos, investigación de algas, de organismos bentónicos, peces. Lo mismo el Instituto de Fomento Pesquero, que también ha trabajado en el lugar, porque es una zona muy rica, donde también hay mucha pesquería. La universidad juega un papel importante, porque ellos han levantado información acá durante muchos años. Entonces, tenían una data bastante interesante que nos sirvió mucho a nosotros para generar nuestro informe técnico justificativo. Y con ellos pudimos trabajar en conjunto, y súper bien, pudimos levantar información. Ahí es donde se nos asocia después Oceana, con la información actualizada que ellos levantaron, y esa es la parte que no teníamos nosotros», afirma Jadhiel.
«Fue un socio fundamental para poder generar nuevamente este informe técnico justificatorio, y levantar información actualizada de la biodiversidad del sector. Bueno, junto a eso también nos faltaba, por ejemplo, la actual información socio-ecológica, que no teníamos. Ahí hicimos una licitación dentro del ministerio, donde el Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (CEAZA) se ganó la licitación, y ellos nos pudieron apoyar también en levantar la información socio-ecológica», añade.


De esta forma, la creación de este espacio de conservación fue un largo proceso de sensibilización y trabajo técnico, que culminó en 2021 con la presentación formal de la propuesta. La idea era simple pero poderosa: crear un área protegida que permitiera a la comunidad continuar con su actividad pesquera de manera sostenible, a la vez que garantizara la conservación de las especies marinas en peligro. La propuesta fue recibida con entusiasmo por parte de la comunidad local, que vio en ella una oportunidad para preservar su fuente de vida mientras se protegía el medio ambiente que tanto valoraban.
«Con el apoyo de la comunidad surgió la idea de poder conservar y nosotros como servicio apoyamos justamente toda la iniciativa. Hicimos conversar a los actores y empezamos con un montón de actividades, ya que en el norte, por lo menos aquí en Iquique, cuando uno hablaba de áreas protegidas o de áreas marinas protegidas, los pescadores se asustaban, creían que no podrían pescar más. Entonces, tuvimos que hacer mucha difusión. Difusión de qué es lo que es, cómo se conserva, qué es lo que son las áreas protegidas», menciona Jadhiel.



«En Iquique, si bien no es muy grande la costa, son cerca de 400 kilómetros nomás, los pescadores se mueven en toda la zona, toda la región, pescan en todos lados. Entonces, claro, si uno les dice que va a conservar un área, se asustan, no van a querer. Hubo mucho rechazo de parte de los pescadores en un comienzo. Excepto el sindicato uno, la comunidad, y otros grupos también que nos estuvieron apoyando, porque en el sindicato uno de Pisagua entendieron que ellos necesitan conservar, necesitan cuidar. Ellos se dieron cuenta de que conservando pequeñas áreas ellos mismos se benefician. Por lo mismo, cuando se dieron cuenta de que esto se podía, nosotros fuimos a hacerles charlas. Les explicamos qué es lo que es la conservación, cuáles son las áreas de conservación que existen, las categorías de conservación. Ahí como que se les abrieron los ojos. Empezamos a buscar gente, y conversamos con el sindicato dos, que rechazaba completamente esta idea de poder conservar, lo que fue un problema para nosotros, pero cuando le empezamos a mostrar los beneficios, ahí pudieron entender que sí se podía generar un área, por ejemplo, de múltiples usos», agrega.
El proceso culminó en 2023, cuando finalmente se aprobó la creación del Área de Conservación de Múltiples Usos “Mar de Pisagua”, convirtiéndola en la primera zona de conservación en el norte grande de Chile que incluye la pesca artesanal como un componente clave de su gestión. Este logro no solo es significativo por su impacto directo en la región, sino que también porque representa un modelo replicable en otras áreas del país y del mundo. La zona protegida cubre más de 73.000 hectáreas marinas, lo que convierte a Mar de Pisagua en una de las áreas de conservación más grandes y relevantes del norte de Chile.


«Fue bien polémico al principio, pero en realidad principalmente por falta de información o desconocimiento también de la gente. En la medida en que las personas fueron entendiendo y aprendiendo sobre el área protegida, ahora todo fluye en realidad», comenta Marcos.
«Al comienzo no participaron mucho, porque ellos pensaban que con esta creación del área protegida iban a dejar de pescar. Ese era el principal miedo, o se les iba a prohibir pescar en realidad, pero finalmente se dieron cuenta de que no es así y ahora participan activamente del diseño del plan de manejo del área, y también ya ellos mismos se han ido dando cuenta de la necesidad de proteger o de regular ciertas actividades extractivas. Otra cosa que ellos ven que es muy potente, es que finalmente toda la pesca que se genera acá en Pisagua es para consumo humano. Entonces, se ve como una posibilidad de abastecer y de asegurar la soberanía alimentaria local, y de las localidades vecinas también, como Iquique y Arica», agrega.
Hoy en día, el área protegida es un testimonio del poder de la cooperación. No solo conserva la biodiversidad marina de una de las zonas más ricas del océano Pacífico, sino que también asegura que las comunidades pesqueras puedan continuar con sus tradiciones. Este es un modelo de conservación que ha logrado equilibrar el respeto por la naturaleza con la protección de los medios de vida locales, un ejemplo de cómo la participación activa de la comunidad puede conducir a soluciones innovadoras y efectivas para enfrentar los retos ambientales del siglo XXI.



Descubriendo su impresionante riqueza y biodiversidad
El Mar de Pisagua no es solo un paisaje de contrastes y belleza natural; es un ecosistema marino de una riqueza biológica excepcional. Su biodiversidad, que abarca desde especies de interés comercial hasta aquellos organismos que desempeñan roles cruciales en el mantenimiento de la salud del océano, convierte a este territorio en un tesoro invaluable.
Entre 2017 y 2021, Oceana y la Universidad Arturo Prat llevaron a cabo cuatro expediciones científicas en esta área marina, explorando hasta los 800 metros de profundidad. Durante estas investigaciones, lograron registrar una notable diversidad de vida submarina, incluyendo una gran biomasa de peces, extensos bancos de corales acompañados por congrios, mantarrayas, tiburones y cangrejos, entre muchas otras especies. También se observaron densos cardúmenes de jureles y anchovetas, dos recursos pesqueros clave tanto por su volumen como por su valor económico para el país. Además, se descubrieron frondosos bosques de huiro, que cumplen un rol fundamental como hábitat y refugio para múltiples especies, destacando entre ellas el esquivo pejeperro, cuya presencia es difícil de documentar.


En total, las expediciones permitieron identificar más de 150 especies distintas. Este número incluye 15 tipos de mamíferos marinos, 49 especies de aves marinas, 36 especies de peces en zonas sublitorales y del talud, además de 49 macroinvertebrados en el sublitoral y 26 especies de macroinvertebrados que habitan en los bosques de macroalgas.
«En los análisis que hicimos y en el levantamiento de información, teníamos abundancia tanto en biomasa, por ejemplo, de peces, que no lo habíamos encontrado en ninguna otra parte de Chile. Entonces, esa biomasa de peces que tenemos aquí, nos permite que todavía podamos bucear y encontrar pejeperro, hacha, vieja negra, colorada, y todos los peces que uno se pueda imaginar. Aquí todavía están, es una de las gracias que tiene este lugar. Por lo mismo, poder mantener eso y conservarlo en el tiempo es una expectativa. El plan de manejo, justamente, nos va a dar las directrices para saber cómo trabajar en poder hacer los seguimientos, así como el tema de la fiscalización, el compromiso también de las personas. Ahí viene otro tema también, que es la educación. Nos cuesta mucho, a pesar de que hemos hecho todo lo que se nos ocurre, con lo limitado de recursos que tenemos, hemos tratado de hacer todo lo posible», señala Jadhiel.


La importancia del Mar de Pisagua en términos de biodiversidad no se limita solo a las especies que habitan en sus aguas, sino que también se extiende a los ecosistemas que permiten su prosperidad. El área está compuesta por diversos hábitats marinos, incluyendo zonas de fondos rocosos, playas de arena y praderas submarinas. Estas praderas, formadas por plantas marinas como el pasto marino (Zostera marina), son esenciales para la biodiversidad, para la protección de la costa y la salud de la fauna marina. Actúan como una especie de vivero natural, proporcionando alimento y refugio a numerosas especies jóvenes de peces, moluscos y crustáceos.
Asimismo, otro aspecto clave de la biodiversidad del Mar de Pisagua es su población de aves marinas migratorias. A lo largo del año, se pueden observar grandes concentraciones de aves como el pelícano peruano (Pelecanus thagus), que se alimentan de los peces que abundan en la zona. Estas aves hacen del Mar de Pisagua una especie de “parada de descanso” durante sus largos viajes.




«La anchoveta es uno de los pilares del ecosistema, ya que es un pez que le entrega forraje a otras especies, y de él dependen un montón de animales, los que se alimentan principalmente de anchoveta. Entonces, cuando la anchoveta llega a la costa genera una explosión de vida. Aparecen los cetáceos, está lleno de lobos marinos, está, por ejemplo, el pingüino de Humboldt, que acá en la zona se alimenta única y exclusivamente de anchoveta», apunta Marcos.
«Uno de los objetivos de esta área protegida es resguardar la anchoveta. Y con eso nosotros podemos, por ejemplo, garantizar que el pingüino de Humboldt, que es costero, tenga alimento disponible. Entonces, si no hay anchoveta, no hay pingüino. Y así un montón de otros recursos pesqueros, como el lenguado, la corvina, la cabrilla, el mismo mono, el jurel, que aquí se pescan para consumo humano. De esta manera, el impacto no es solo para el ecosistema, sino que también es para la economía local. Y, finalmente, nosotros vemos también que cuando entra la anchoveta, llegan todos los grandes cetáceos. La ballena fin, la jorobada, entran los delfines y enormes cantidades de aves», agrega.




Del mismo modo, el área protegida juega un papel esencial en la conservación de especies en peligro. Entre ellas se encuentran los delfines y las ballenas, que transitan por la región en ciertas épocas del año. Estos mamíferos marinos, aunque no residen permanentemente en la zona, son una de las principales especies que se benefician de las medidas de protección de este espacio. A través de la creación del área protegida, se han establecido zonas libres de actividades pesqueras intensivas, lo que permite que estos animales, junto con otras especies, puedan moverse y alimentarse sin la amenaza constante de la pesca industrial.
Otro rasgo distintivo de la biodiversidad en esta área es la presencia de especies endémicas, aquellas que solo habitan en este particular ecosistema. Estas especies son indicativas de un ecosistema sano y diversificado. Algunas especies de moluscos y crustáceos que se encuentran en las aguas del Mar de Pisagua son únicas en la región, lo que refuerza aún más la importancia de la conservación de este espacio.





La riqueza biológica del Mar de Pisagua es, por tanto, un verdadero tesoro natural, que no solo es invaluable desde el punto de vista ambiental, sino que también un activo económico y cultural para las comunidades locales. La conservación de este ecosistema es un acto de preservación de la naturaleza, un compromiso con las generaciones futuras, con la sostenibilidad de la pesca artesanal, y con el respeto por el vasto y complejo equilibrio de la vida marina.
«Ahora en lo que estamos nosotros es en el diseño del plan de manejo, que básicamente regula las actividades y los usos del mar que existen acá. Y posterior a eso, se implementaría el plan y comenzaría un proceso de regulación, de implementación. Ahí hay también todo un tema de marcha blanca, pero lo que se ve acá es que con eso, con la implementación del plan de manejo, se aseguraría la soberanía alimentaria y toda la pesca sería para consumo humano, lo que beneficiaría a la economía local. Ahora no hay una economía local, no existe. Pisagua está sumido en una depresión económica terrible. No hay fuentes laborales, solo el mar, y cuando entran estas flotas pesqueras, desaparece todo. Entonces, la economía local cae», afirma Marcos.
«Lo otro que se prevé, que es parte del trabajo o de lo que visualizan los pescadores, es una especie de complemento de actividad económica, a través del turismo de intereses especiales. Entonces, el pescador, y todos en realidad, vemos que con la llegada y la implementación del área protegida se abren las puertas de manera potente para el turismo», agrega.