Así como Batman lucha contra el crimen por las noches en Ciudad Gótica, los murciélagos en los que está inspirado este superhéroe comienzan su tarea de salvar al Bosque Seco Chiquitano de Bolivia en la oscuridad. Mientras parte de la Chiquitanía duerme, estos mamíferos voladores se mueven entre las áreas verdes conservadas y las miles de hectáreas quemadas durante los megaincendios que ocurrieron en 2019 y 2024. En su vuelo diario dispersan centenares de semillas de árboles nativos y ayudan en la restauración del bosque seco tropical más grande del mundo.

Así lo evidenció un grupo de investigadores del Museo de Historia Natural Noel Kempff Mercado y la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano (FCBC), que llevó adelante un proyecto en el que identificaron que los murciélagos juegan un rol clave en la recuperación natural del bosque, junto con otras especies de aves y abejas.

La investigación comenzó en 2019, luego de los intensos incendios que se registraron en Bolivia, en especial en la Chiquitanía, en Santa Cruz, al sudeste del país. Ahí, entre la Amazonía y el Gran Chaco sudamericano,  se quemaron alrededor de 3 893 787 hectáreas de bosque.

Los biólogos e investigadores del Museo de Historia Natural Noel Kempf Mercado, Luis Acosta y Kathrin Barboza, ya conocían el rol que cumplen los murciélagos como dispersores naturales de semillas en distintos ecosistemas, por lo que lideraron el estudio sobre estos animales nocturnos.

“Ya había pasado el incendio y queríamos ver cuál era verdaderamente la función de los murciélagos”, afirma Acosta a tiempo de contar su sorpresa cuando descubrieron que uno de estos mamíferos dispersó 893 semillas en una sola noche.

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Sitios donde se realizó el estudio en la Chiquitanía. Fuente: Cuadro elaborado por Kathrin Barboza

El “campeón” de la dispersión

La investigación comenzó con el diseño de parcelas de áreas quemadas y no quemadas, que sirvieron para establecer la comparación. Los biólogos emplearon dos metodologías para el estudio. La primera fue la instalación de trampas de semillas ubicadas en los sitios de paso de los murciélagos en áreas abiertas de bosque.

En las noches se ponían telas cuadradas de un metro por un metro de diámetro a 50 centímetros del suelo. A la mañana siguiente revisaban las heces que defecaban los murciélagos mientras volaban y llevaban la muestra a analizar. Así replicaron la metodología por varios días en los que cambiaban las telas dispuestas a lo largo de 100 metros en áreas quemadas y no quemadas.

La segunda metodología que emplearon los investigadores fue colocar mallas para capturar a los murciélagos frugívoros, ponerlos en bolsas de tela para recolectar las heces para que defequen y luego liberarlos.

En el caso de los murciélagos polinizadores, les pasaban un hisopo por el hocico para tomar la muestra del polen que trasladaban cada noche.

Acosta sostiene que encontraron un “campeón” entre los murciélagos que estudiaron. Era un individuo de la especie Platyrrhinus lineatus, que dispersó 893 semillas de una especie de planta del género Cecropia en una sola noche.

También evidenciaron que el género de murciélagos Carollia disemina una mayor diversidad de semillas y alcanza a esparcir hasta 500 por día.

Huáscar Azurduy, biólogo y coordinador general del proyecto, señala que descubrieron que estos mamíferos voladores estaban dispersando al menos cinco especies de plantas.

Biólogos instalan telas para recolectar las heces de los murciélagos en la Chiquitanía. Cortesía de Kathrin Barboza.
Biólogos instalan telas para recolectar las heces de los murciélagos en la Chiquitanía. Cortesía de Kathrin Barboza.

Si bien estos resultados no garantizan que las semillas vayan a germinar, ya que hay factores que no dependen de los murciélagos, como los nuevos incendios, estos son datos alentadores.

“La labor fundamental la hacen los murciélagos y se complementan con otros mamíferos y los escarabajos”, sostiene Azurduy, quien trabaja como investigador en la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano.

El bosque después del fuego

Las muestras se recolectaron en el centro de estudios Alta Vista, el área natural Laguna Marfil, la reserva municipal Copaibo y el área de conservación Ñembi Guasu, que están distribuidas a lo largo del bosque chiquitano.

Estas zonas estuvieron entre las más afectadas por los incendios en 2019 y se tomaron muestras de áreas quemadas y no quemadas para comparar los datos.

Acosta explica que esta es la primera investigación que demuestra el aporte que hacen los murciélagos a la restauración de los bosques que fueron afectados por eventos catastróficos, como los incendios.

Incendios en la Chiquitanía. Cortesía de Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano (FCBC).
Incendios en la Chiquitanía. Cortesía de Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano (FCBC).

“Los murciélagos aportan mucho en el área quemada con la dispersión de semillas, ya que van desde las áreas no quemadas e ingresan al bosque intervenido. Así ayudan a que haya nuevo repoblamiento de las plantas”, cuenta el biólogo a Mongabay Latam.

El siguiente paso de la investigación es estudiar, con herramientas biotecnológicas, cuál es el éxito de las semillas que dispersan los murciélagos.

“Por literatura sabemos que las semillas que pasan por el tracto digestivo de los murciélagos tienen un mayor éxito de germinación que las que no lo hacen”, sostiene Barboza.

La investigadora participó en estudios hechos en Centroamérica donde se comprobó que las semillas que diseminan estos mamíferos voladores tienen un impacto mayor en la restauración de los bosques. Por ello, espera replicar el estudio de las áreas quemadas en Bolivia.

Arriba: Los murciélagos transportan en sus heces semillas de diferentes plantas. Cortesía de Kathrin Barboza. Abajo: Las 893 semillas de Cecropia que se encontraron en las heces de la especie Platyrrhinus lineatus en un sola noche. Cortesía de Luis Acosta.
Arriba: Los murciélagos transportan en sus heces semillas de diferentes plantas. Cortesía de Kathrin Barboza. Abajo: Las 893 semillas de Cecropia que se encontraron en las heces de la especie Platyrrhinus lineatus en un sola noche. Cortesía de Luis Acosta.

Un animal estigmatizado y bajo amenaza

“Sin los murciélagos, nuestra vida no sería igual. Es fundamental entender los beneficios que dejan para nosotros y para los ecosistemas”, asegura Barboza, y explica que es momento de asumir conciencia sobre el aporte de estos animales a la conservación de la naturaleza en general.

En Bolivia existen 136 especies documentadas de murciélagos que pertenecen a varios grupos, como los frugívoros, quienes son los principales dispersores de semillas. También están los insectívoros, que cumplen la función de ser controladores naturales de plagas de insectos, y los nectarívoros que ayudan en la polinización.

La bióloga indica que la desinformación y los mitos que existen en torno a los murciélagos origina un rechazo infundado de las personas. Explica que del total de especies que hay en Bolivia, sólo tres se alimentan de sangre y, de esas, sólo una es la que causa “mala fama” al atacar a otros animales, como vacas.

Phyllostomus hastatus, uno de los murciélagos más grandes que encontraron en el estudio. Cortesía de Kathrin Barboza.
Phyllostomus hastatus, uno de los murciélagos más grandes que encontraron en el estudio. Cortesía de Kathrin Barboza.

“Se asocia que todos los murciélagos chupan sangre y no es así”, enfatiza la investigadora especializada en el estudio de estos quirópteros. Resalta que estudios como estos ayudan a divulgar lo que se hace en Bolivia en la ciencia y el impacto que se puede lograr para cambiar la percepción que se tiene respecto a estos mamíferos.

El desconocimiento acerca de los beneficios que aportan los murciélagos a la biodiversidad ocasiona que haya personas que los matan porque piensan que transmiten enfermedades. “Hay mucha gente que incluso los asocia al coronavirus”, afirma Barboza.

Acosta coincide en que la falta de información es la principal amenaza de los quirópteros. Recuerda que, en una de sus últimas expediciones por la Chiquitanía, un comunario de la zona, que oficiaba de guía, le contó que temía a los murciélagos y creía que eran malos para la naturaleza. Veinte días después de haber comenzado su trabajo, le sorprendió la diversidad de tamaños y colores que tienen y el aporte que hacen a los ecosistemas.

Evolución de quemas en la Chiquitanía. Elaboración de Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano (FCBC).
Evolución de quemas en la Chiquitanía. Elaboración de Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano (FCBC).

Los megaincendios más fuertes del planeta y su impacto en los murciélagos

Esta investigación que puso foco en los murciélagos tiene sus bases en una tragedia climática: los megaincendios ocurridos en 2019, que se repitieron en 2024.

Azurduy explica a Mongabay Latam que durante 2019 el Bosque Seco Chiquitano y el Chaco de Bolivia se convirtieron en el epicentro de los megaincendios más rápidos e intensos del planeta, comparados con otros en el mundo, como Canadá (2016), Chile (2017), California (2017 y 2018) y Grecia (2018).

El experto indica que además de medir la dimensión de hectáreas quemadas, también es importante conocer el nivel de intensidad del fuego. Desde 2016, el planeta comenzó a registrar incendios de sexta generación, lo que significa que estos puntos de calor liberan tal cantidad de energía que son capaces de modificar la meteorología de su entorno.

En 2019, la ciencia se vio rebasada por la magnitud de los incendios en la Chiquitanía. “Era la primera vez que se registraban en el planeta cinco megaincendios al mismo tiempo en un período de uno o dos meses”, dice Azurduy.

Una vez que estos eventos catastróficos pasaron, los investigadores se propusieron entender el impacto de estos incendios y la capacidad natural de respuesta de estos ecosistemas afectados.

La bióloga Kathrin Barboza recolecta las heces de los murciélagos que cayeron a las trampas de tela. Cortesía de Kathrin Barboza.
La bióloga Kathrin Barboza recolecta las heces de los murciélagos que cayeron a las trampas de tela. Cortesía de Kathrin Barboza.

Barboza sostiene que, si se siguen destruyendo los bosques, los murciélagos no podrán consumir las semillas para llevarlas hacia las áreas quemadas y eso afectará la conservación de los ecosistemas.

“Es importante entender que si quemamos todo, como está sucediendo ahora, tampoco van a tener los recursos para poder ayudar en la regeneración de los bosques”, asevera la bióloga.

Acosta señala que los murciélagos figuran entre los animales más afectados durante los incendios porque no vuelan en el día para escapar de las llamas y se quedan sin alimentos.

“Mientras más grandes sean las áreas quemadas, hay menos recursos disponibles para las especies que logran sobrevivir”, añade.

La tragedia de 2019 se repitió con más fuerza en 2024, con la pérdida de más de 10 millones hectáreas a causa de los incendios que se extendieron por más de cuatro meses en Bolivia.

Hemos perdido una cantidad de bosques que tal vez ni en 100 años vamos a recuperar y no podamos volver a ver nunca más (…). Es una catástrofe todo lo que estamos viviendo, sobre todo en la Chiquitanía”, advierte Barboza.

Acosta cuenta a Mongabay Latam que cuando acudió a la Chiquitanía tras los incendios de 2024 se hizo evidente el aumento de la crisis hidrológica. “Los pocos cuerpos de agua se están secando con una rapidez sorprendente. Los murciélagos hacen uso de esos pequeños lagos porque es vital para ellos”, agrega.

Imagen de 2019 (año de los grandes incendios en la Chiquitanía), cuando la quema afectó unas 30 000 hectáreas. Cortesía de Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano (FCBC).
Imagen de 2019 (año de los grandes incendios en la Chiquitanía), cuando la quema afectó unas 30 000 hectáreas. Cortesía de Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano (FCBC).

Garantizar la regeneración natural

El Bosque Seco Chiquitano tiene una extensión de más de 24 millones de hectáreas distribuidas casi en su totalidad en Bolivia, particularmente en Santa Cruz, y en menor medida en el norte de Paraguay y el oeste de Brasil.

La Chiquitanía es una región que posee una gran biodiversidad, pero también es extremadamente frágil. La expansión agropecuaria, los avasallamientos, la construcción de carreteras y la minería están poniendo en riesgo al bosque seco tropical más extenso y aún mejor conservado del mundo.

Azurduy es un estudioso de la historia de este bosque, que en algún momento, hace 400 millones de años, estuvo bajo el mar. Según el biólogo, es un área verde con gran capacidad de resiliencia debido a que enfrentó incendios y sequías a lo largo de su conformación.

Incendio en la Chiquitanía de Bolivia durante 2019.
Incendio en la Chiquitanía de Bolivia durante 2019.

Sin embargo, en la última década estos episodios se volvieron cada vez más frecuentes y extremos. Ello vulnera esa “memoria” natural que posee la Chiquitanía. “Si bien es un bosque con capacidad de resiliencia, no sabemos qué va a pasar si estos eventos [incendios] se vuelven tan reiterativos”, dice Azurduy.

El investigador asegura que hay que garantizar la regeneración natural en la mayor cantidad de espacios y aplicar la restauración asistida sólo en áreas menores asociadas a comunidades pobladas.

“Sí, va a tomar su tiempo, pero es lo más efectivo. Tenemos que estar conscientes de que ese bosque quemado no será igual que antes. Luego de un incendio hay una lucha encarnizada para que los actores naturales ocupen su lugar y los que antes dominaban ese espacio ahora son dominados por otras especies”, asegura Azurduy.

Explica que el rol de los humanos es garantizar, a través de políticas públicas y leyes, que esos lugares no sean avasallados y no vuelvan a incendiarse, “ponerle la mayor cantidad de candados posibles para que la naturaleza haga su trabajo de manera efectiva”.

También es fundamental la protección de las especies que contribuyen en la restauración natural. Barboza y Acosta aseguran que deben difundir la labor que cumplen los murciélagos para derribar los mitos que existen en torno a ellos.

Así se ven las telas instaladas en el bosque quemado de la Chiquitanía. Cortesía de Kathrin Barboza.
Así se ven las telas instaladas en el bosque quemado de la Chiquitanía. Cortesía de Kathrin Barboza.

Diseminar conocimiento sobre los murciélagos

El siguiente paso que impulsan los investigadores es hacer un nuevo análisis para evidenciar el estado actual de los murciélagos después de los incendios de 2024 y comprobar si su trabajo está generando el mismo impacto que antes.

“Hay que ver qué está pasando y hacer una comparación con lo que pasó en 2019”, recomienda Acosta.

Si bien Barboza y Acosta desarrollaron sus carreras como biólogos de la mano del estudio de los murciélagos, coinciden en que este estudio fue un reaprendizaje de la especie y el impacto que puede tener en la conservación y restauración de bosques.

La sorpresa al encontrar gran cantidad de semillas en una sola deposición marcaba sus días durante el trabajo de campo y sólo aumentaba cuando descubrían en el laboratorio la variedad de plantas que trasladaban.

Estos “superhéroes” nocturnos hacen un trabajo silencioso en todos los ecosistemas en los que habitan, desde las llanuras de la Chiquitanía hasta las montañas ubicadas a más 4000 metros sobre el nivel del mar.

“No queremos que todos amen a los murciélagos, pero sí que cambien esa percepción negativa que tienen y que sepan que son importantes para nuestros ecosistemas”, sentencia Barboza.

Imagen principal: el estudio sobre el rol de los murciélagos en la restauración del bosque Chiquitano es liderado por los biólogos e investigadores del Museo de Historia Natural Noel Kempf Mercado, Luis Acosta y Kathrin Barboza.

Esta historia fue publicada originalmente por el equipo de Mongabay Global, el 27 de enero de 2025.

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